¿Qué somos? – Crónicas del Décimo Encuentro Plural de Educaciones Posibles (1)

Disculpe, señora, ¿ustedes qué son?”, le preguntó a Mabel Oddone uno de los choferes del micro que nos trajo al EPEP. El hombre estaba desorientado: no somos un contingente de maestros, tampoco de estudiantes, jubilados, empresarios, deportistas o feligreses. No es fácil clasificarnos. Tenemos entre 1 y 60 años y somos heterogéneos, esa palabra que está de moda entre académicos de la Educación para nombrar lo que según ellos es hoy la realidad del aula. La verdad es que, desde que el mundo es mundo, las personas siempre nos diferenciamos. La escuela se confunde: cree que hacernos iguales es tratarnos igual. Después de que Mabel le explicó que intentábamos transformar la educación desde distintos lugares, él se acordó de cómo le pegaban a su padre en la escuela y cómo el mismo disfrutaba mucho más aprender en la casa de su maestra mientras tomaba la merienda. A su manera, entendió perfectamente eso que las educaciones alternativas intentamos hacer.

Julio había preparado un juego para el viaje. Debajo de cada asiento había puesto un pequeño sobre amarillo y, adentro, una foto de Gilda, Humberto Maturana, Evita, Carlos Fuentealba, Paulo Freire o María Montessori. Cada grupo se formó con quienes tenían el mismo personaje y se lanzó un Preguntados “bizarro, provocador, educativo y popular”, al decir de su inventor, un maestro de primaria devenido también educador alternativo en el Proyecto C. Como él, la mayoría de los educadores, padres y madres que vamos al EPEP aprendemos a no definirnos por nuestros títulos sino por nuestras destrezas y nuestra capacidad infinita de aprender, eso que nos distingue entre el resto de las especies. Muchos llevamos una doble vida, dentro y fuera del sistema educativo, y nadie se escandaliza. Por eso nos sentimos tan cómodos en los EPEPs: acá dejamos de ser los raros.

Turismo educativo

Si cada EPEP tuviera un color, éste es dorado. El pequeño pueblo que nos aloja, San Francisco del Monte de Oro, fue parte de la Ruta del Oro de las sierras centrales de Argentina, que se tiñen de ese color cada atardecer. Como en el encuentro anterior en Chapadmalal (ver nota), una parte de nosotros se aloja en un hotel de los ´50, época dorada del turismo social y los hoteles provinciales. Pisos calcáreos, terrazas frescas y generosas, pasillos largos que me recuerdan a la película “El resplandor”. Sin querer queriendo, hacemos turismo educativo. En esta ocasión somos 60 proyectos y casi 200 personas, representando a todas las regiones y a las distintas formas que elegimos para tomar a la educación en nuestras propias manos: desde nuestras organizaciones, casas, ciudades, pueblos, montes y campos. Incluso, en los huecos que encontramos dentro de las escuelas convencionales.

«Acá nos juntamos para resolver en conjunto los problemas que tenemos todos», dijo Germán Doin en la apertura de esta décima edición, autogestiva, inclusiva y festiva como las anteriores. Ese pibe que a los 21 dirigió y escribió la película «La Educación Prohibida» ahora pasa los treinta, tiene dos hijos y un proyecto educativo. Logró ponerle acto a eso que todo el mundo dice que hay que hacer para mejorar la educación y, lo mejor de todo, nos encolumnó tras un propósito común. Lo acompañó en el micrófono Sandra Majluf, educadora y formadora histórica de las escuelas experimentales de Ushuaia, que hoy se reinventó junto con Julio Brunet en Caranday, una comunidad de aprendizaje para personas que quieran adueñarse de sus vidas en un escenario natural, con el trabajo común y la co-educación como paradigmas de fondo. Sebastián Funes, de la Casa Biocultural La Guadalupe en Potrero de los Funes, y Marianela Casanova, de Lala Montessori, son también parte de la organización local.

«Levanten la mano quienes vienen por primera vez». Casi la mitad son nuevos, y entonces dejo mi pesimismo habitual por un rato y me maravillo, porque este movimiento se renueva cada año. Es muy cierto eso que una vez me dijo Ginés del Castillo, otro «histórico» de estos encuentros y de las redes regionales. Eso de que los “viejos” debemos morirnos simbólicamente para que las nuevas generaciones puedan tomar nuestro lugar. Entre todos nos dedicamos a construir la agenda colaborativa de los próximos días, con círculos de conversación y aprendizaje multiedad. Tal como lo hacemos en la mayoría de nuestras organizaciones educativas.

Terapia de proyectos

El primer bloque de conversaciones tiene una dinámica que fue ganando popularidad por su utilidad: unos proyectos educativos plantean sus problemas y otros, los que han podido encontrar un rayo de luz, aportan lo que han aprendido. Los temas suelen repetirse en cada edición y el caudal y la calidad de la información crece y mejora. Este año, la ayuda mutua se puso en marcha para intentar resolver estas las siguientes cuestiones (los textos están basados en mi propio registro y los apuntes que me acercaron de los círculos de los que no participé):

¿Cómo iniciar un proyecto de educación alternativa, transformadora o innovadora? (cada quien elija su adjetivo preferido) Y ¿cómo hacer para sostener materialmente y en el tiempo ese proyecto sin ser demasiado restrictivo para quienes quieran formar parte?

“Es útil preguntarse si el proyecto que iniciamos es para nosotros, para nuestros hijos o para la comunidad. ¿Cuál es nuestra intención, a quién queremos cuidar? La sistémica puede ayudar a definir los roles, el lugar que ocupa cada uno e incluso la jerarquía que merecen los fundadores. Para definir la sustentabilidad y continuidad, se trata de intentar pararse en un lugar de abundancia y no de escasez. Eso permite dar valor a lo que hacemos y tener claridad en cómo queremos que sea”.

“En los espacios Waldorf se trabaja con la economía fraterna. Por ejemplo, se muestra el presupuesto de la gestión y en base a la cantidad de personas se llega a un aporte por familia. Se pide honestidad en todos los casos, cuando se puede pagar menos y cuando se puede más. Y el que paga menos tiene que saber que eso recae en los demás, y no me refiero al sentimiento de culpa sino a la conciencia. Si se paga menos, esa energía de alguna forma tiene que estar compensada, porque en definitiva el dinero es eso, energía. También tratamos de comprar los insumos a las familias para ayudar en su economía. Decidimos no aumentar el aporte pero pusimos un aporte extra en el mes de enero. Cuando vivía afuera yo pagaba una parte del jardín de mi hijo haciendo la limpieza. Para que esto sea posible es necesario fomentar otro tipo de comunicación entre las familias”.

¿Cómo es que podemos ser educadores transformadores si no hemos sido educados así?

“Es a veces confuso el rol del acompañante en un espacio de educación libre o viva. Yo presiento que es más una filosofía de vida que un rol pedagógico”.

“Como guía en Abrakadabra mi intención no es transmitir. Y rechazo la reacción automática. La clave es estar ahí. No hay que saberlo todo, sino estar abierto a aprender. Y pensar cuál es mi don particular a la hora de acompañar”.

“Buscar el centro, no reaccionar desde mi herida».

“Quienes acompañamos tenemos que estar acompañados. Incluso por alguien de afuera, con mirada más objetiva”.

“No nos romanticemos como guías: vamos siendo mientras acompañamos”.

¿Cómo acompañamos en su desarrollo y aprendizaje integral a los adolescentes?

«En La Cecilia tenemos preparados varios ejes, pero los temas los traen ellos. “Tratamos de crear un ambiente coherente y disfrutable. Si no lo disfrutan lo que estamos haciendo es disciplinarlos”.

¿Cómo logramos asumir y distribuir equilibradamente la responsabilidad que significa tomar la educación en nuestras manos? ¿Cómo trabajamos lo grupal?

“Tuvimos una crisis y decidimos que la forma de seguir era dejar de hacer el proyecto. ¿Pero es esa la forma?”

¿Qué estrategias administrativas y legales pueden darle marco y proteger a nuestros espacios educativos, ya sean grupos de juego, familias educadoras o proyectos pedagógicos con perfiles más institucionales?

Somos varias familias criando y educando en el monte. Nuestros hijos crecen y nos muestran su necesidad de encontrarse más con pares. Por eso organizamos 3 campamentos de niños al mes. Quiero compartir esto con ustedes y ver si alguien ha encontrado otras opciones. ¿Tenemos que salir del monte y la naturaleza donde elegimos vivir?

No tengo registro. Si tenés, envíamelo a altereduinfo@gmail.com

Mientras los grupos empiezan a organizarse y buscarse un lugar, otros adultos preparan el espacio dedicado a niños y niñas. Algunos más están en la pileta y otros arman los puestos de comida, productos artesanales y libros. El EPEP ya no gatea: cumplió diez y camina, corre, trepa. Y nunca deja de aprender.


En los próximos días vas a encontrar en AlterEdu más notas y entrevistas del EPEP, el mayor encuentro de alternativas educativas del país. ¿Querés agregar lo que registraste en las conversaciones? Enviame textos o audios a altereduinfo@gmail.com

Leer nota anterior sobre el EPEP: «Así se prepara el EPEP»

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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