La lengua también se aprende con materiales concretos

Las pedagogías más centradas en la mirada del niño han usado a lo largo del tiempo materiales manipulables para hacer más lúdico y menos memorístico el aprendizaje. Pero desde las regletas de Cusenier de nuestros abuelos hasta las Apps de hoy, casi toda la creatividad parece concentrarse en las matemáticas o las ciencias exactas. Por eso decidí charlar con Julieta Sánchez, licenciada y profesora en Letras, que un día de este año se sentó a imaginar y crear materiales para hacer más fácil y creativo el aprendizaje y la enseñanza de la lengua.

Ensayó con distintos soportes, incluso reutilizando, y con juegos clásicos con buena aceptación. Hoy el catálogo de La Palabruja tiene discos verborrágicos, un Shenga sintáctico, un come-come verbal, palitos de helado para trabajar la cohesión, la coherencia y la textualidad, y lo que su creadora llama «preguntas y respuestas al estilo de los surrealistas» para la reflexión metalinguística, entre otros.

La Palabruja nació en San Martín de los Andes, la ciudad donde vive desde 2005, pero yo conocí a Julieta en Buenos Aires durante mis años de Facultad. Hoy tiene tres hijos entre los 2 y los 11 años, y creo que no es casual sino causal para su nuevo emprendimiento el hecho de que sea de esas madres que juega mucho con sus hijos. Su casa está siempre dispuesta para todo tipo de actividades, tanto en verano como en el crudo invierno patagónico, cuando hay que ingeniárselas para convivir puertas adentro.

También es «jugadora» del programa Son Rise, una forma de acompañar a los niños y las niñas con autismo que exige mucha presencia y capacidad lúdica a los adultos, que suelen trabajar como voluntarios con las familias. Por eso creo que «La Palabruja» es el resultado de su doble capacidad de amar la lengua y valorar el poder del juego. Esta es la entrevista que le hice para Alter Edu.

-¿Cómo se te ocurrió esta idea? ¿Veías una necesidad basada en tu experiencia o en la de otros?

-Surge de las ganas de compartir lo que venía haciendo en las aulas de escuelas estatales y privadas. De algún modo, también de escuchar a mis compañeras de trabajo diciéndome que estos materiales tenían que difundirse. A mí siempre me resultó muy valioso leer libros de personas que comparten sus experiencias de aula, sus experiencias de auto-construcción del “docente que quiero ser”. En mi caso, yo inicié mi carrera como docente sin ser docente, siendo Licenciada. No había cursado ninguna didáctica pero tenía un gran interés por los talleres de escritura porque durante toda mi carrera había sido tallerista de diversos espacios vinculados a la producción escrita. Tal vez porque no había cursado las didácticas y no era profesora, sentía la gran responsabilidad de formarme en relación a “eso de ser docente de lengua y literatura”. Empecé dando talleres de animación y promoción de la lectura en escuelas primarias. Allí aprendí muchísimo. Me daba cuenta de lo significativos que eran esos espacios no formales en relación a lo mucho que aprendíamos todos: los talleristas y yo como coordinadora. De esos primeros diez años salieron dos libros que fueron publicados por Editorial NOVEDUC y que, al igual que el proyecto de La Palabruja, surgieron de las profundas ganas de compartir con otros aquello que se evidenciaba como rotundamente enriquecedor: algunas propuestas que resultaban súper atractivas e interesantes de manera recurrente. Luego, empecé a dar clases en secundaria y ahí me encontré con el desafío de lo formal, de los espacios “acreditables”, y empecé una búsqueda nueva para mí que era darle un sentido interesante a ciertos contenidos que históricamente se presentaban como aburridos, inservibles, sacados de contexto. De ahí nació en mí la necesidad de indagar en lo que hace a las consignas de invención y a la producción de materiales lúdicos.  

-Aunque en Argentina se usan poco, hay varios materiales concretos para aprender y enseñar Matemáticas o Ciencias, pero nada para Lengua. ¿Te inspiraste en algunos que ya conocías o desarrollaste tu propia propuesta?

-Mi gran inspiración es la pedagogía Montessori. Admiro profundamente su propuesta. En algún momento tuve la iniciativa de darle forma a un proyecto de escuela secundaria estatal con pedagogía Montessori en San Martín de los Andes. Les propuse a varios de mis colegas llevar a cabo este proyecto y presentarlo en el Consejo Provincial de Educación pero lamentablemente para mí, no tuve quorum. Siempre me interesó la idea del aprendizaje autodirigido, pero a la vez pensaba en cómo se podría vincular una propuesta así en una escuela que ya suele suponer una tradición muy arraigada de enseñanza directiva y más tirando a conductista que otra cosa. ¿Cómo podríamos jugar dentro de ese sistema a transformar las clases de Lengua y Literatura en algo interesante y significativo para los estudiantes y también para los docentes? En esa búsqueda, surgieron un montón de pruebas, de juegos que no salieron, de devoluciones muy copadas y otras no tanto. Y mientras tanto, yo me puse a leer sobre pedagogías alternativas, diversas maneras de aprender. Hoy no sé si estos materiales de La Palabruja son “dignos” de ser llamados montessorianos, pero sin dudas esa pedagogía para mí es increíblemente expansiva y motivadora.

-¿Qué áreas cubren tus materiales? ¿Pueden usarlos también adultos que quieren mejorar su escritura, fuera del contexto de la escuela o el profesorado?

-Los materiales lúdicos de La Palabruja están diseñados para propiciar la reflexión metalingüística sobre contenidos del área de Lengua. Creo que sin dudas podrían ser motivadores para adultos que escriben, aunque en primera instancia no fueran diseñados para eso. Tienen un gran potencial para la producción literaria pero yo decidí abocarme al trabajo con la Lengua (actualmente, soy Licenciada en Letras con orientación en Lingüística además de Profesora en Letras) que, según veo, pareciera ser un área en la que muchos docentes nos hemos permitido ser poco creativos. Da la sensación de que para la parte de literatura sí nos regalamos ciertos “permisos” vinculados al arte pero a la hora de reflexionar sobre el sustantivo, el verbo, la sintaxis, no sabemos muy bien qué hacer y entonces terminamos reproduciendo aquello que hicieron con nosotros nuestros docentes cuando éramos estudiantes: conductismo puro; reproducción memorística. Yo quería salir de eso; buscar maneras de compartir lo interesante, lo poderoso, lo inquietante y transformador del verbo, por ejemplo.

Los materiales apuntan a propiciar la reflexión sobre los usos del lenguaje en aulas heterogéneas, diversificadas. Dan lugar a múltiples posibilidades de resolución y al aprendizaje autodirigido. Por supuesto que el material no es mágico y todo va a depender de la impronta de cada docente y de cada institución.

-¿Cómo ves la enseñanza de la lengua en la primaria y la secundaria de Argentina? ¿Qué harías distinto?

-Pienso que hoy en día hay ganas de “dar vuelta” las clases de Lengua y Literatura en las escuelas estatales. De las escuelas privadas no puedo hablar porque hace ya diez años que no tengo contacto con ellas. Veo también que la pedagogía de la escuela tradicional sarmientina ha hecho estragos en todos nosotros. En muchos casos, hemos creído que la mera reproducción de contenidos es “tener un alto nivel educativo”. Si bien veo que hay voluntad de transformación, se me hace evidente que cuando alguien pregunta por “el nivel” de una escuela, lo hace en términos de resultados. Y esos resultados son peligrosos siempre porque se miden fuera de contexto y con parámetros que son ajenos a las realidades de las escuelas y de los niños, las niñas y adolescentes. También veo que hay ganas de cambiar la forma de enseñar lengua pero en muchos casos no hay acompañamiento, no hay en el ámbito institucional quien pueda asesorar, formar o motivar con sustento teórico y práctico transformaciones vinculadas a cambios de perspectiva. Porque si pensamos en una perspectiva sociocultural, tendríamos que arrancar cuestionando nuestra noción de estudiante y de docente. Algo tan básico y complejo a la vez. Tendríamos que cambiar o al menos poner en cuestión nuestras nociones de escuela, institución, aprendizaje y enseñanza; disciplina; conocimiento… Y recién ahí, tal vez, empezaríamos a reformular nuestras nociones acerca de cuál es el sentido de enseñar lengua y literatura en las aulas de escuelas medias de nuestro país.

-¿Conocés los «Derechos de los lectores» de Pennac? ¿No creés que los niños como los adultos tienen derecho a elegir qué leer? Y que este derecho se vulnera sistemáticamente en la escuela, justo el lugar pensado para contagiar el amor por la lectura. ¿Pensás que la enseñanza temprana de la técnica de la lengua es innecesaria?

-Sí, los conozco. Me gusta leerlos y estoy de acuerdo. También pienso que la escuela es, como dice Graciela Montes, una gran ocasión para propiciar encuentros significativos entre textos y lectores. Pienso que para no vulnerar los derechos del lector y promover la lectura a la vez, es necesario formarnos desde una perspectiva sociocultural; constituirnos como mediadores de la lectura. Principalmente, pienso que la propuesta tendría que girar en torno a propiciar experiencias significativas de lectura; experiencias respetuosas, interesantes, reflexivas. Y eso sí puede ocurrir en las escuelas siempre y cuando asumamos el compromiso de romper algunos patrones viejos y de seguir leyendo para no relajarnos en la pura reproducción de lo que hacía hace treinta años nuestra bibliotecaria de escuela, por dar un ejemplo. Hoy en día, las teorías que hablan del docente como mediador literario, que hablan de la lectura como una transacción entre el lector y la materialidad del texto; que ponen al lector en centro de la escena tienen gran llegada a las escuelas. El tema, creo yo, es que nosotros, docentes, las leamos y nos apropiemos de esas propuestas.

-He visto a mi hijo aprender a hablar con la gramática correcta sólo por imitación y ejercicio, por estar inmerso en esta cultura donde el lenguaje es fundamental. También a leer y escribir sin un curriculum escolar. Yo creo que la buena escritura puede desarrollarse también a través del ejercicio de una buena oralidad, conversando con pares y adultos con buen uso de la lengua y de la lectura placentera. ¿Qué pensás?

-Creo que en la escuela estatal el principal trabajo del docente de lengua es exaltar todo lo que los estudiantes ya saben (porque, como vos decís, los estudiantes de media llegan a las aulas sabiendo comunicarse perfectamente y usando lenguaje desde el año de vida), y acompañarlos en un proceso interesante de concientización y desnaturalización de aquello que ya hacen porque sí, porque así lo hicieron desde que tienen uso de razón, de modo que puedan hacer evidentes los efectos que podemos producir a partir de tomar decisiones puntuales en la interacción social. Pienso que el foco de la enseñanza de la lengua ya no debería estar en si algo está bien o mal dicho sino en la adecuación a la situación comunicativa. Por supuesto, esto no lo digo yo sino muchos, muchísimos autores lingüistas del texto y analistas del discurso como Halliday, Hassan, Van Dijk, entre otros. Sí creo que nosotros los docentes podemos aportar algunas herramientas puntuales de reflexión metalingüística que pueden contribuir a que los estudiantes hilen más fino en el proceso de considerar al lenguaje como un material manipulable; en el proceso de tomar conciencia de que cada vez que usamos lenguaje damos cuenta de nuestra representación del mundo. Creo que ahí sí podemos hacer un aporte valorando los múltiples usos del lenguaje, exaltando las diferencias en cuanto a la adecuación a diferentes contextos y evidenciando que hay ciertos ámbitos (la mayoría, diría yo) en los que esa adecuación nos define socialmente y denota nuestra identidad.

-Ya nombraste algunos, pero te pregunto otra vez. ¿Qué autores o autoras son tus referentes a la hora de pensar la enseñanza de la lengua?

-Hoy en día estoy leyendo mucho la propuesta del Interaccionismo Sociodiscursivo, Bronckart y Riestra. Hoy te diría que me siento identificada con su propuesta pero también he leído a autoras como Maite Alvarado, la propuesta del Grupo Graffein; la propuesta de Gloria Pampillo; la gramática de la fantasía de Gianni Rodari… Hay varios referentes que me van aportando desde diferentes lugares. 

Para ver el catálogo de materiales, mirá la página en Facebook de La Palabruja-Materiales lúdicos para la reflexión del lenguaje: https://www.facebook.com/LaPalabruja/

El CV de Julieta Sánchez:

«Soy Licenciada y Profesora en Letras (UBA). Durante 10 años di talleres de animación a la lectura y de escritura creativa en escuelas primarias pública y privadas. En 2005 me mudé a San Martín de los Andes, Neuquén. Allí empecé a dar clases en escuelas medias. También co-dirigí una revista de poesía circulante llamada “Eripio”. Publiqué dos libros en Ed. NOVEDUC; uno destinado a docentes de nivel inicial y otro, a docentes de primaria. Desde el 2009 trabajo en el Profesorado de Lengua y LIteratura que se dicta en el ISFD 3 de mi localidad. Actualmente, doy clases de Gramática textual y Didáctica de la lengua. En enero de 2019 inicié mi propio microemprendimiento de materiales lúdicos, La Palabruja».

Fotos: La Palabruja

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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