Vigilar y buchonear: la amenaza que todos aprendimos en la escuela

Opinión – Por Dolores Bulit. Editora de www.alteredu.com.ar

¿La escuela te prepara para el mundo del trabajo? Claro: te entrena para fichar. Desde los 2 o 3 años y hasta los 18, aprendés a salir corriendo para no llegar tarde, ni vos ni tus padres a su trabajo. La asistencia, la puntualidad y el puntaje (las notas) son las varas que el sistema escolar usa para medir tus aprendizajes. Son las principales, aunque te digan lo contrario. Lo lamentable es que esa misma vara no se use para los adultos, que pueden obtener licencias o tareas pasivas, y que en general son evaluados con el puntaje más alto por sus superiores sin importar su desempeño, porque la solidaridad corporativa se impone. El buchoneo está mal visto en la sala de profesores y el recreo, pero es política pública escolar. Los adultos se horrorizan con el affair Nación-Ciudad, cuando lo cierto es que el sistema escolar siempre estuvo judicializado para los chicos y las chicas. Les cobran faltas por ausencias y les bajan el puntaje cuando cometen errores.

Durante esta pandemia, la obsesión de la escuela y sus funcionarios por el control quedó más que nunca al descubierto por la dificultad de dominar cuerpos que no están en el aula, esa oficina obligatoria que llamamos educación. Yo, que defiendo la escuela sin faltas y sin notas desde antes, asisto pasmada al festín de confusión que ofrece el teatro actual de la política escolar. Te doy varios ejemplos. Primero, en Argentina emitieron una resolución oficial para prohibir las calificaciones con nota y las repitencias. A fines de 2020, sin embargo, la ciudad de Buenos Aires dijo que usaría notas igual. Después, al 50% de ricos que tienen acceso a las pantallas le pidieron encender sus cámaras. Al otro 50% pobre no pudieron exigirle nada, pero eso sí: inmediatamente arrancó la maquinaria para medir y opinar sobre los N,NyA que habían quedado afuera. Para sumarles un nuevo estigma, los llamaron «los desconectados».

Cuando la batalla política se desató en el campo de pelusas del ombligo porteño, un juez amparó a las familias que no querían mandar a sus hijos a la escuela por miedo a los riesgos (ver nota). La medida cautelar del Dr. Guillermo Scheibler sigue vigente y exige no cobrar faltas en las escuelas de la ciudad. Mientras, sus autoridades salen a cazar ausentes entre docentes y alumnos. Y la frutilla del postre: el gobierno nacional responde con una campaña desde sus organismos oficiales (Ministerios de Educación y de Justicia) para que los ciudadanos denuncien a quienes pasan las faltas o amenazan con despedir docentes (en realidad, en la gestión estatal, que ocupa al 70% de la escolaridad argentina, eso casi nunca ocurre).

El virus que está instalado desde siempre en las escuelas no es mortífero ni tiene vacuna, por eso no cede. Es silencioso e invisible para la mayoría. Los recursos y el tiempo puestos al servicio del control siguen superando a la inversión en bienestar. La buena noticia es que hay anticuerpos generándose en algunos organismos, dentro y afuera de ese enfermo crónico que la escuela es. De ellos nos gusta hablar acá, en www.alteredu.com.ar. Vénganse.

Foto de portada: «Argentina desunida» por el buchoneo cruzado.

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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