Un paseo pedagógico por el corredor Fisherton-Funes, en el conurbano de Rosario

Al norte de la ciudad de Rosario, en Santa Fe, se extiende un corredor residencial que creció en la última década, exponencialmente después de la pandemia. Muchas familias escapan de la ciudad para criar, y tras ellas se abren nuevas opciones educativas. Por ahí anduve y les cuento lo que vi.

Montessori está en alza

La densidad de escuelas Montessori se puso casi a la par de la zona norte del conurbano bonaerense. La última en abrir fue Montessori Cocoon, conocida porque una de sus fundadoras es Paula Rocuzzo, cuñada de Lionel Messi (pedí una entrevista para mostrárselas, pero no la conseguí).

No es la única que aplica el método. Están también el Colegio Montessori Rosario, el Colegio Montessori Funes y el Colegio Karmel Montessori (leé mi nota acá).

Un sistema japonés de aprendizaje personalizado

Entre los barrios más nuevos de Fisherton (como Aldea y San Eduardo) se destaca el centro Kumon. Que no es una escuela, pero funciona como una alternativa dentro de la educación no formal que, incluso, eligen varias familias que hacen homeschooling. La mayoría asiste como apoyo extraescolar, porque permite avanzar desde cualquier lugar donde uno se encuentre en los conocimientos de Matemática, Inglés o Lengua, sin importar el grado escolar o la edad.

Me recibieron los dueños, la pareja de Valentino y Antonella, entusiastas de su trabajo y recientemente calificados como la sede con mejores resultados en inglés de Sudamérica. Es bien interesante observar la dinámica: además de ellos dos, reciben a los estudiantes otros dos tutores en una sala luminosa con bancos individuales y estantes cargados de cuadernillos de las tres áreas y todos los niveles. También hay auriculares para los que hacen sus ejercicios online.

Un flujo constante de chicos y chicas de seis años en adelante va llegando para quedarse por lapsos de tiempo que suelen ser cortos: algunos 15 minutos, otros media hora, los más grandes un poco más. Reciben sus cuadernillos, trabajan, pueden consultar a su tutor y reciben la corrección en cualquiera de las áreas que estén trabajando.

«En la entrevista inicial explicamos a las familias que este es un sistema personalizado y que requiere el compromiso de trabajar todos los días un poquito para que funcione tal como fue concebido», me explica Antonela. «Muchos nos agradecen porque finalmente pueden entender matemática y no sufrirla», agrega Valentino.

Es un método conductista y súper estructurado, sus impulsores no lo niegan. Sin embargo, demuestra que con poca dedicación diaria (incluidos los fines de semana) se aprende lo que muchas escuelas luchan por enseñar en 8 horas de clases. Según lo veo yo, hasta podría merecer la cucarda de «educación alternativa». De hecho, el método fue creado por un padre japonés que veía las dificultades de su hija para aprender las matemáticas escolares.

El legado del Instituto Fisherton de Educación Integral

Durante mi visita tuve la suerte de conocer y entrevistar en su casa a Silvana Méndez, co-fundadora del mítico «Integral de Fisherton» en los años ’60. El primer jurado para seleccionar a sus docentes estuvo integrado por Olga Cossettini (leé acá mi nota sobre el circuito Cossettini en Rosario). Su gestión era innovadora para la época: una mutual de maestros que decidía en forma asamblearia. El proyecto pedagógico destilaba una mirada respetuosa hacia la niñez, un enfoque de justicia social y mucho sentido común. 

El Integral recibía visitas de referentes de la educación y la niñez, como María Elena Walsh o Florencio Escardó, que fue invitado a dar una charla inaugural sobre educación sexual ¡en 1962! Mientras ceba mate y comemos galletitas de agua con manteca (¡como mi abuela Joyce!), Silvana manda traerme limones de su árbol para que me lleve de regalo. Observo fascinada el museo de vida que es su casa. Su nieta me regala una copia de su libro y aprovecho para preguntarle sobre los inicios.

«Cuando me recibí de maestra no conseguí cargo porque era italiana. Pero la que fue mi profesora de anatomía en el magisterio, Nélida Bula de Vita, tenía una escuela privada con niños sordos y me llamó para trabajar. Cuando conseguí la ciudadanía no conseguí cargo tampoco, así que puse un jardín de infantes acá, en el garaje de casa. Cuando algunos de esos chicos tenían ya cinco años, una mamá me pidió que por favor siguiera enseñándoles. Me empezó a picar el bichito y encontré una casa, que finalmente pagamos con un crédito y mucho sacrificio. Iván Hernández Larguía, papá de una de mis alumnas, y el profesor de matemáticas Arnaldo Bastanzo, me ayudaron», recordó. «Una de las primeras maestras fue Amanda Pacotti (alumna de la escuela Carrasco y co-fundadora de la Red Cossettini), junto con María Esther Verstraete, Gloria Rodríguez y Elena Cherep.

-¿Tenían alguna mirada pedagógica particular?
-Nosotros aplicamos el método global de Decroly, que ya había usado mi maestra en la escuela normal, Fermina Santiago. Rompimos la idea de formar fila, y los recreos eran cuando se terminaba de trabajar, no en un horario fijo. Y el respeto por los chicos. No había nada ofensivo ni reprimendas torpes, eso fue siempre, y creo que sigue.
Los chicos aprenden cuando están interesados, cuando sienten que algo se mueve adentro. Te digo más: la escuela tiene que ser divertida, pero no por el «ja, ja, ja», sino porque sentís exclamaciones: ¡qué bueno, no lo sabía, qué fabuloso!
Una de las primeras a las que yo tengo en cuenta es a la italiana, cómo se llama, María Montessori. Me acuerdo de haber visto una imagen de ella que sacó a todos los chicos al patio cuando se largó a llover. En la escuela hay que sentirse con apertura para el pensar y el actuar.

-Y de la secundaria, ¿qué opinás?
-La secundaria está un poco segmentada. Tendrían que trabajar más en común los profesores. Y las orientaciones de los conocimientos las tendrían que tratar según el interés de los alumnos en ese momento.

-Además de directora del Integral, ¿tuviste otros cargos?
-Fui Subsecretaria de Educación. No quise ser ministra porque esos cargos tan importantes te cercenan un poco la posibilidad de hacer. A principios de los 90 hicimos el programa «Escuelas en cabildo abierto» para fomentar más apertura y participación.
Pero antes, cuando dejé el Integral, armamos con otras mujeres la cooperativa educativa «Vivir y convivir». Me acuerdo que la matemática italiana Ema Castelnuovo me mandó una copia de la ley de educación de su país, que decía que las escuelas tenían que aceptar a todos los chicos, sin importar sus características. Así que abrimos con esa idea. Al principio, los padres tenían resquemores, pero organizamos una charla y salieron todos convencidos de que había que romper la pared entre los chicos que tenían dificultades y los que no.

Jugar, crear y sorprenderse para aprender

Otras cuatro propuestas no formales se destacan en el corredor Fisherton-Funes. «Álamo Azul» es un espacio creado por Javiera Díaz, psicóloga y referente del Archivo Cossettini del IRICE-Conicet. Con énfasis en el juego, el contacto con la naturaleza y el diálogo con las familias. «Pajarolero«, por su parte, es un taller de arte amado por los niños de la zona, donde sus proyectos expresivos son tomados muy en serio para concretarse con herramientas y materiales de todo tipo.
«Río Libre» es un espacio de educación viva en Fisherton, dirigido por la profesora de música Aine Corizzo, creado para sus hijos en principio. Desde hace 8 años propone un espacio natural y acompañado para el aprendizaje autodirigido.
«La Casa de la tirolesa«, en Funes, fue creada por la Sofía Méndez, formada en el enfoque Reggio Emilia, y un grupo de docentes. Junto a su pareja es artífice también del «Proyecto Miradas«, que ofrece experiencias astronómicas a través de un planetario móvil.

 

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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