«La escuela libre nació como una continuidad de los grupos de crianza»

Hace 19 años Pere Juan Duque co-fundó La Caseta, uno de los primeros espacios de educación libre en España. Hoy forma parte del equipo de la XELL, la Red de Educación Libre de Cataluña, coordina talleres de formación para adultos y es profesor de artes marciales para niños. De visita en Argentina, dio un taller en Ayni (Devoto, Buenos Aires), en la formación anual en educación libre de La Casita (Rosario) y el próximo 7 de septiembre en el espacio Cronopios, en Mendoza.

La Red de Educación libre es una fuente inspiración e información para los que buceamos en esta mirada, que ya deja de ser pedagógica para convertirse en una forma de ver y vivir la vida. Es un espacio concreto de apoyo mutuo (formación, asesoramiento legal, acciones conjuntas, etc.) que se sostiene con el aporte en trabajo y dinero de los miembros. Hice uno de los talleres de Pere en Rosario hace unos años y esta vez aproveché su viaje para entrevistarlo.

-¿Cómo te resulta la tarea de formar adultos para algo tan poco común como la educación libre? ¿Quiénes suelen ser tus alumnos?

-Para mí es fascinante por el hecho de que la planteamos como un proceso de conciencia, de crecimiento de las personas. Tiene una parte de vivencia muy importante, y la parte teórica surge también a partir de vivencias. Luego, se hacen prácticas en los espacios de educación que existen. Personalmente, la formación es algo que siempre me ha ayudado a crecer y formarme, entre otras cosas, para sostener un grupo.

Los cursos que damos suelen tomarlo personas que forman parte de los espacios de educación libre o aspiran a estar o crear uno nuevo. Pero también llega gente que proviene de la educación convencional, y suelen entrar en crisis cuando lo hacen. Otros llegan porque les atrae la mirada o porque tienen hijos o hijas.

-¿Como un acompañamiento de la crianza?

-Si. Pero también para ellos mismos. Quizás uno de los conceptos centrales del movimiento de educación libre en general es mirarse a uno mismo y crecer. Porque un adulto que crece pueda acompañar mejor a niños que crecen.

-Hablando de crecer, ¿creció en número o en legitimidad la educación libre en estos 20 años desde que empezaste?

-Creció exponencialmente en términos de cantidad de proyectos, sí. En el 2003 había 4 en la XELL y ahora mismo hay cerca de 30. Y están también los que quieren ingresar y los que son afines pero no son miembros. Sí que ha habido una progresivo conocimiento por parte de la sociedad, se ve más interés. De todas maneras, yo pienso que la educación libre tiene unos límites muy claros. Que no es para todo el mundo. Nunca hemos tratado de expandirla, se ha expandido sola. Y digo que es para minorías porque los procesos que suceden para aceptar la libertad, incluso la nuestra como adultos, no son fáciles. Es difícil estar dispuestos a pagar el precio que suponen.

-¿Están intentando ser reconocidos por el sistema educativo oficial en España?

-Desde el movimiento de educación libre y también el CAIEV (Centro de Asesoramiento e Investigación en Educación Viva), desde otro lugar, hay un diálogo con los políticos para que esta educación pueda vivir y desarrollarse, para no ser perseguida y superar la fragilidad legal. De todas maneras, el concepto de educación libre es muy difícil de asimilar por el sistema. Por los procesos que se dan y también por un tema económico. Nosotros funcionamos con ratios de 7 alumnos por adulto y los padres pagan un aporte mensual. Al estado le cuesta mucho más que a nosotros cada alumno, y suelen tener un ratio de 20. Nosotros queremos mantener esa forma de trabajar y hemos conseguido ser sostenibles; en la educación tradicional hay unos gastos que nosotros no tenemos. Y otra cosa también que sería muy complicada es el tema laboral. Porque no tenemos sólo maestros, hay muchas otras personas educadoras que no se han formado como maestros, y eso es un problema a nivel de los sindicatos. Y por último, otro gran problema es el miedo a los guetos y las sectas. Si la administración deja que todo el mundo eduque a su modo, tendría que establecer modos de control.

En la etapa infantil no es problema porque la escolaridad no es obligatoria. Y en la etapa de edad primaria los espacios de educación libre hacen malabarismos para seguir con su proyecto dentro de las condiciones que se establecen. Pero en general son más cuestiones de espacio y de licencias de actividad que de contenido.

-¿Cómo ve la academia en general a la educación libre? Por lo menos acá prevalece la idea de que falta la sistematización para validarla, y que no se puede aprender sin directividad.

-Cada vez hay más apertura a las pedagogías alternativas. Incluso hay movimientos de renovación pedagógica muy importantes que, aunque no nos reconoce, se va acercando bastante a lo que planteamos. No de manera tan radical, pero se acerca. Ese movimiento puede vivirse casi como una imposición, un poco como que está de moda. Si perteneces a un movimiento de renovación pedagógica, es lo que toca, y es lo que vale. Y eso tiene su contrapartida, y es que a veces son cambios superficiales y no acaba de haber un cambio profundo. El cambio profundo es de la personas. Si simplemente aplican un método diferente, pero en esencia no cambia mucho…

-Diste un taller en Buenos Aires sobre acompañamiento emocional de la agresividad, los límites y los conflictos. Son temas sobre los que hay muchas dudas en los espacios de aprendizaje en libertad.

-En la educación libre la tarea fundamental del educador y la educadora es la de acompañamiento emocional, sobre todo en el primer septenio. La agresividad merece un aparte porque en nuestra sociedad la reprimimos bastante y luego exigimos que haya autonomía y capacidad de luchar en la vida. Pero hemos coartado esa energía que nos ayuda a expandirnos. Entonces, ayudados por la práctica psicomotriz, que permite que la agresividad se exprese y evolucione, en la educación libre nos planteamos esa posibilidad. Que la agresividad sana, esa que nos va a ayudar a luchar en la vida, pueda expandirse sin que haya daño, sin que se produzca sufrimiento. Esa agresividad de manera natural evoluciona en el terreno simbólico y poco a poco también camina hacia lo reglado. Entonces, si esa energía se ha podido expresar, luego somos mucho más capaces de poner límites, de enfrentarnos a los retos que van a surgir. Por eso es tan importante que no se convierta en violencia, o que no se reprima y traiga problemas emocionales.

En la primera infancia es clave en la construcción de la persona. Luego más avanzado el desarrollo el acompañamiento emocional también ha de persistir, pero ya no es tan importante. Y en el caso de la agresividad en concreto se desarrolla a través de la actividad más expresiva o más reglada, como el deporte, que no tienen que ser sólo los establecidos, también cualquier otro juego con reglas.

Y aunque no la tenemos sistematizada, ya conocemos muchos niños que han pasado a otros proyectos o a la escuela tradicional y a través de las familias y maestros nos dicen que en general tienen gran capacidad para resolver conflictos, poner límites y estar conectados con ellos mismos. Sería interesante realizar un estudio riguroso para que estas certezas no sean solo hipótesis.

-Siempre venís a Perú y Argentina, donde también hay proyectos inspirados en La Caseta. ¿Qué es lo que ves cuando viajás?

-En Perú he visto que mucha gente que acompaña a los niños está muy conectada con su cultura ancestral, incluso en una gran ciudad. He encontrado que hay una sensibilidad hacia esas culturas, me parece interesante y un espejo para mí, que me hace preguntarme de dónde viene mi propia cultura. Y en Argentina, quizás a medio camino de esa sensibilidad hacia las culturas ancestrales originarias del lugar y occidente con su manera de entender el mundo racional, más materialista, más científica. Y con una creatividad que viene también de la precariedad del momento, que hace que se vea mucha solidaridad, generosidad y creatividad para conseguir recursos.

-¿Qué corrientes, experiencias o personas te inspiraron, tanto a vos como al movimiento de educación libre?

-La práctica psicomotriz, al menos en Cataluña y en el ámbito de la educación infantil, ha sido un pilar importante porque de alguna manera ya plantea un acompañamiento en la libertad y con límites muy claros. Luego están también los lenguajes expresivos de la desaparecida escuela Carme Aymerich de Barcelona, que sin tener una metodología definida, utiliza diferentes lenguajes expresivos plásticos, corporales, linguísticos, que nos aporta el lenguaje simbólico, bastante olvidado en general en Occidente. En La Caseta también fue importante el masaje infantil, pero adaptado a un proyecto, que es diferente a la relación madre- bebé. Es muy sanador, ayuda mucho a entender los límites, conocer su propio cuerpo. Conocerse a sí mismo, en definitiva. El arte terapia fue también un pilar importante, nos llegó sobre todo a través de las personas que se habían formado y estaban en La Caseta. La visión sistémica recuperó ese orden en el que nos habíamos pasado un poco, los adultos poniéndonos incluso debajo de los niños como ensalzándolos y nombrándolos como nuestros maestros. Los puso en su lugar y a nosotros en el nuestro. También las terapias gestálticas, psicocorporal integrativa, que contribuyeron de manera indirecta.

-¿Y escuelas o experiencias?

–Cuando empezamos a conocer proyectos, La Caseta ya llevaba funcionando tres años, así que no nos basamos en ninguno. Especialmente inspiradora fue la lectura de Sumerhill, proyecto que, a pesar de sus contradicciones, transmite un gran respeto hacia las personas. También el proyecto de los Wild en Ecuador (El Pestalozzi de Tumbaco) para los proyectos de primaria; mucha gente se ha formado con ellos. En otro orden, para los proyectos de secundaria, el proyecto Brockwood Park creado por Krishnamurti.

-Y el anarquismo, tan central en España, ¿qué influencia tiene en la educación libre?

-De Ferrer i Guardia nos llega más bien una inspiración anímica. El fue un revolucionario, tenía una ideología muy clara y dio la vida por sus ideas. No nos inspira tanto a nivel pedagógico porque hizo lo que tenia que hacer en su época, que ya está superado. Planteó una escuela revolucionaria, pero desde una ideología. Nosotros vamos desde otro lado, somos como una continuidad del maternaje. Acompañamos a los niños y niñas en sus procesos pero no imponemos una idea de cómo tiene que ser la sociedad. Quizás en esto no nos entendemos con las escuelas anarquistas o libertarias.

-Lo entiendo en la etapa infantil, pero a medida que los chicos crecen, me parece evidente que hay una ideología que va tomando forma. Los adultos las tenemos y las vivimos.

-En principio no soy partidario de ninguna una ideología en el sentido de que los niños tienen un potencial que ni nos imaginamos, entonces, si los educamos a partir de una ideología, que siempre van a expresar nuestras limitaciones, les estamos limitado. Nosotros los acompañamos y vemos cómo se van desarrollando, no es ponerse por debajo de ellos sino apoyar que ellos van a ir mucho más allá de nosotros. Si tenemos un ideal y los educamos en función de eso, la vamos a fastidiar.

La manera en que vives, eso sí que les llega. Por eso es importante lo que decía al principio, que el adulto que crece es consciente de sí mismo, sus emociones y su ideología. Eso hace que no se la imponga. Y por esa razón nos cuesta acordar con las escuelas o proyectos con mayor carga ideológica, porque nos atribuyen estar a favor del sistema.  Para mí estar a favor o en contra del sistema desde una actitud de «yo tengo la razón» es una postura patriarcal. Es la competencia, no sales del bucle. Aunque los diálogos siempre aportan cosas, y a veces es más cuestión de desacuerdos entre personas, que entre escuelas o ideologías. La escuela libertaria es mucho más antigua que la escuela libre, pero hoy hay más de las segundas, ha habido más demanda social para ésas.

La escuela libre nació como una continuidad de los grupos de crianza. De familias que se reunían, por ejemplo, en una formación para un parto natural y luego continúan con una crianza respetuosa. Se preguntan luego qué hacemos cuando llegue la época de escolarizar, y para evitar la guardería arman grupos más pequeños en las casas o los parques. La idea es: vamos a cuidar de nuestros hijos y mientras vamos creciendo. En vez de decir que la sociedad debería ser de tal manera y asumir que entonces vamos a educarlos para que sea de esa manera.

-¿Creés que la educación libre tiene puntos en común con el movimiento de desescolarización y el de las escuelas democráticas?

-El movimiento de escuela en casa o unschooling es muy amplio y heterogéneo en cuanto a ideologías, personas y métodos. Con algunos coordinamos mucho y estamos en sintonía y con otros no tanto. Y con las democráticas, quizás tienen una manera más homogénea de funcionar al margen del país en el que estén. Yo al concepto de democracia le pongo muchas pegas, porque ya vemos cómo funcionan y se relacionan con los menos poderosos algunos países democráticos. No me acaba de convencer. Con el voto la cuestión acaba reducida al sí o no, que anula matices, y gana un grupo sobre otro. Y en la educación libre no funciona así. Aparte de que en la etapa infantil no tiene mucho sentido votar. Y en los proyectos de primaria funciona más el consenso que el voto.

-¿Creés que el origen anglosajón explica eso?

-Creo que sí, muchísimo. En las escuelas democráticas a veces una votación puede sacar a un profesor. Cómo se generan las opiniones es tan voluble y tan fácil de manipular que no me parece que sea un método que nos lleve a la conciencia y al crecimiento personal. Puede ser muy violenta una votación.

-Vuelvo a los límites, un tema que yo veo que acá es muy pendular. Están los pedagogos y psicólogos que hacen hincapié en su importancia, pero en una sociedad donde los niños ya están muy limitados: falta de presencia de familia, falta de naturaleza y juego libre, exceso de trabajo escolar, por nombrar los más evidentes. Y, a su vez, muchas familias que quieren educar en libertad los minimizan o no saben cómo ponerlos.

-El tema del límite en última instancia siempre se remite al respeto hacia el otro. Ya se trate de respetar un material, una persona o un espacio, ahí está la esencia de los límites. Y el primer límite es en la primera relación, y es la madre o quien haga de madre la que de alguna manera le hace llegar al bebé o al niño que es una persona que siente, que tiene derechos. Ese es el proceso primario. Si miramos a los animales está muy claro cómo actúa una perra cuando el cachorro se está pasando. Hace como un gruñido y enseña los dientes, dura unos segundos, el cachorro lo comprende instantáneamente y luego no queda ninguna carga emocional. Los humanos no podemos hacer esto porque tenemos un ego, pensamientos que sostienen unas emociones, memoria y una historia, y eso nos cuesta. Es necesaria una fusión inicial y esa aceptación y amor incondicional para poder poner límites, para decir «respétame», luego es mas difícil. Decía Bernard Aucouturier que es como una moneda que tiene dos caras, lo que ayuda a crecer al niño es una combinación de amor y no.

Para contactar a Pere Juan: nosomres@telefonica.net

Fotos: Germán Doin y La Casita Rosario

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

Tambien puede interesarte...