Hacelo vos mismo: el punto que une pedagogías

A las personas que educamos fuera de la escuela clásica nos suelen hacer la misma pregunta una y otra vez: ¿pero cómo se adaptan esos chicos y chicas a la vida real, o a la escuela común o a la universidad? Valeria Richeti la escuchó una y mil veces, pero estaba muy segura de que la educación es para transformarse, no para adaptarse. Para ella era tan natural como respirar asegurarle a sus hijos una niñez y una educación integral y respetuosa. Así, en los tres lugares donde vivió hasta ahora fue parte de la fundación de tres «escuelas alternativas», distintas entre sí, pero con algo en común: los niños como protagonistas de su propio aprendizaje.

Sus tres hijos pasaron por La Semilla (Bariloche); Tierra Fértil (hoy en Martínez) y Plumerillos (Derqui), y hoy van a escuelas tradicionales en el partido de Pilar, provincia de Buenos Aires. Al final de su niñez ellos la eligieron y se adaptaron sin problemas al último año de primaria y a una secundaria técnica. Con «Vala» nos conocimos en el segundo proyecto y compartimos la intensidad de crear algo desde la nada y a contramano de todo el mundo. Nos hicimos amigas y hoy agradezco seguir teniéndola en mi vida.

Pocas veces he conocido mujeres que crían con toda la responsabilidad a cuestas y no pierden las ganas de seguir creando cosas nuevas. Ella representa también al grupo todavía escaso de personas que no ha necesitado pelearse con la escuela clásica ni tenido que huir de ella. Simplemente, no la ha elegido. Sabía que hay otras formas y, como hace en su vida, las pone en acción con la natural contundencia del que sabe que los sueños se cumplen con partes iguales de ideales, trabajo y comunidad.

Pero esta no es su historia personal, aunque lo personal es político, ¿verdad? Me gusta pensar que lo que voy a contarles es el relato de dos mundos que se encuentran, de dos formas de entender la educación y la vida que no por ser diferentes están exentas de colaborar y aprender mutuamente. Lo que pasó es que, como es su costumbre, Vala también se involucró en la nueva escuela de sus hijos, la 2 de Derqui. Contó que estaba construyendo su casa con materiales y técnicas de la permacultura, tal como habían levantado el domo de Los Plumerillos, y les propuso a los directivos que sus alumnos aprovecharan para aprender sobre nuevas técnicas de construcción sustentable.

El director Claudio Sosa y el vicedirector Gustavo Leguizamón aceptaron la propuesta enseguida. Hablé con Leguizamón, que además es profesor de dos materias de la Orientación Construcciones: Sistemas Constructivos de 4to. año y Documentación Técnica de 5to. año (hay dos más: Electromecánica y Técnico en Automotores). Lo primero que me dijo es que ya fueron varias veces con dos cursos y que los chicos y las chicas vuelven felices. Y que pidieron seguir yendo para ver todas las etapas del proceso. La permacultura, que tiene como uno de sus motores el trabajo comunitario, hizo su magia.

«Me crucé varias veces con Valeria porque es madre de dos de nuestros alumnos. Y cuando nos contó que estaba haciendo un proyecto de casa que para nosotros es medio rara me gustó, porque con nosotros los chicos ven sólo sistemas constructivos tradicionales», me contó Leguizamón durante nuestra entrevista telefónica. El director, que también es maestro mayor de obras, junto con un docente arquitecto, ya fueron con varios grupos, ayudaron con los encadenados y la mampostería en elevación con arcilla y paja. Después de las visitas, los profesores les piden que hagan un informe sobre qué es lo que documentaron y observaron, y qué diferencia encontraron con el sistema constructivo tradicional que conocen.

«Cuando entraron Nehuén y Llacolén su mamá nos contó que venían de proyectos educativos no graduados y que aprendían por intereses y proyectos. Lo que ella me contaba es hacia donde se orienta nuestra educación hoy. Aunque los talleres nuestros ahora son mas teóricos que prácticos desde la reforma educativa. Además, la escuela era mas chica y había mucho para hacer, los chicos y las chicas levantaban paredes más seguido. Ahora la currícula nos pide otra cosa y recién en el último año hacen una práctica profesionalizante a través de convenios con el Municipio o empresas. Algunos después son contratados cuando terminan», explica.

Valeria y su hija menor Corel, de 11, nos explican un poco mejor cómo es que se aprendía en Los Plumerillos, la escuela que construyeron con sus manos en el mismo predio de su casa. «Trabajábamos a través de proyectos, que se elegían a principios de año, y eso llevaba a los chicos a pasar por las distintas áreas. Por ejemplo, si estaba relacionado con las ciencias naturales arrancaban investigando en la naturaleza. Los maestros charlaban y preguntaban siempre qué era lo que pensaban sobre cada tema, y después buscaban información».

¿Cómo se elegían los proyectos? En sintonía con la curiosidad de los niños y las niñas de ese momento, que luego pasaban lo que habían observado e investigado a un cuaderno que actuaba de bitácora. ¿Y la didáctica cotidiana? Eminentemente oral, a través del juego, la construcción, la resolución de conflictos y las asambleas, donde se hablaba de acuerdos y desacuerdos que siempre tenían que estar acompañados de una propuesta. «Hacían que las cosas fueran divertidas», apunta Corel.

El vicedirector de la Técnica 2 me sigue contando que es ideal para ellos poder salir a la comunidad para aprender haciendo, pero que a veces los frena la responsabilidad civil. Han hecho un contrapiso y una plaza seca en un jardín de infantes y un biodigestor en un merendero de la zona. Sobre el perfil de la escuela me cuenta que la población es heterogénea, con 1400 alumnos en tres turnos, tanto de barrios necesitados como de barrios cerrados. A partir de 4o. año eligen alguna de las tes especializaciones y entran en escena los talleres y las prácticas.

Le pregunto si están bien equipados y me cuenta que se adaptan a lo que van teniendo, tratando de buscar lo que no. «Lo más difícil de conseguir son las herramientas tecnológicas, como los tornos de control numérico, que tenemos uno solo, para Electromecánica. También nos hacen falta fresadoras», detalla.

De una forma u otra, muchas personas llegan a pensar que hay algo en lo que llamamos educación que puede ser diferente. Claudio y Gustavo quisieran que sus alumnos tuvieran más oportunidades de «meter las manos en la masa». Valeria, como bailarina y actriz, intuyó que el público podía educarse en otros lenguajes para acercarse al arte. Más tarde, el nacimiento de sus hijos, la crianza en la naturaleza y el contacto con una maestra Waldorf terminaron de confirmarle que otros ya habían transitado y documentado lo que ella había adivinado bailando.

Para comunicarse con la Escuela 2 de Derqui pueden escribir a: tecnica2derqui@hotmail.com

Para conocer los proyectos de educación, permacultura y turismo de Valeria pueden encontrarla en La Justina Club de Campo.

Texto: Dolores Bulit

Fotos: Valeria Richeti y Gustavo Leguizamón

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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