Irene Kit: «Se tiene la soberbia intelectual de creer que la visión habitual del docente es LA manera de aprender, una postura corporativa de quienes estamos en Educación»

Conocí a Irene Kit a través del newsletter de Stella Bin. Me sorprendió porque, teniendo una larga carrera en la docencia «convencional», defendía el homeschooling en el país. A sus críticas a ciertas constantes del sistema se le sumó una nieta que aprendió y terminó el secundario fuera de la escuela. En esta entrevista se anima a la autocrítica honesta y nos explica por qué es necesario aceptar la diversidad educativa de una buena vez.

¿Querés contarnos por qué creés que hay que legitimar la educación en casa en Argentina?

-El sistema convencional no está logrando lo que dice hacer. Tiene una pretensión de exhaustividad y exclusividad en términos de su declamación que los hechos no verifican. No está siendo un lugar hospitalario y potente para el aprendizaje de muchos. Si sus problemas no caben en la solución que ofrece, sigue siendo su problema. Eso se verifica mucho en dos o tres modalidades con las que trabajamos mi marido y yo, por ejemplo, que somos docentes. Son poblaciones que no se adecuan a ese formato clase media urbana que parece típico de la escuela. Me refiero a la educación rural, la educación de adultos y la de los pueblos indígenas. Aun dentro de lo convencional, hay una tensión entre esas modalidades que buscan forzar una domesticación.

Hemos estado cerca del mundo de las escuelas de alternancia, que para mí son maravillosas, por los desempeños, los logros y las actitudes que tiene. Esas escuelas se manejan con un «plan de búsqueda», que tiene distintos nombres pero, básicamente, es que el curriculum se organiza en torno a procurar un conocimiento sistemático del estudiante con su entorno y de ahí hilvanar el trabajo en la quincena de la casa y de la escuela. Se parte de que se aprende en todas partes. Sin embargo, esa concepción empieza a fallar cuando hay funcionarios provinciales y supervisores que no toleran este curricululm armado de la interacción concreta de una comunidad. Ahí es donde van perdiendo su esencia.

Con la educación de adultos pasa también. Su experiencia es ignorada, cuando la idea sería apropiarte de herramientas con tus saberes cotidianos para desarrollar lo que quieras. He visto experiencias de alfabetización de adultos con cuadernillos que parecen los de nivel Inicial.

Por último, sobre la educación indígena. Te la hago corta, pero son todos lugares de niveles de fracaso alarmante, como en la urbana, pero que realmente presentan desafíos adicionales. Los chicos indígenas tienen más carga curricular, algo absurdo. Porque la escuela se mete en la cultura indígena y les termina tomando examen de cultura indígena a ellos.

-¿Por qué creés que la educación sin escuela o dirigida desde la casa (homeschooling o home education en inglés) debería ser reconocida?

-Legitimar la educación en casa sería reconocer que hay una meta con muchos recorridos posibles. Pero no solo no se valora, sino que además se tiene la soberbia intelectual de creer que la visión habitual del docente es la manera de aprender. Está muy instalado y es una postura corporativa de quienes estamos en Educación.

Creo que la pata floja de la secundaria es ese enfoque contenidista de organizar la enseñanza en torno a largas listas de contenidos. La escuela tiene que introducir una enorme cantidad de diversidad en los recorridos. Y no se quiere porque hay un deseo corporativo, ni siquiera es ideológico, porque no reconoce derechas ni izquierdas. La solución tampoco es nacionalizar la educación docente. ¿Por qué hay alguien que sabe exactamente qué hay que saber en cuarto o quinto grado? El ser humano se aproxima al conocimiento de otra manera. Las disciplinas son un resultado de la ciencia, pero no por eso la mejor manera de aprender y comprender.

Por último, mi nieta mayor terminó la secundaria haciendo homeschooling. Mi hija es trabajadora social y su marido es docente, y sus otros hijos son educados sin escuela, así que hace tiempo que lo veo como una opción. Lamentablemente, que no esté homologado es parte de esa pretensión estatista. Hasta me imagino un sistema que incluya alternativas mixtas: esa apertura, precisamente, nos la dio la pandemia.

-¿Y vos cómo te imaginás que se puede legitimar estos aprendizajes que no se producen estrictamente como los define la escuela? Porque cuesta muchísimo…

-Hay que encontrar algún socio para poder tranquilizar al sistema. Hay una cosa de legitimación que se puede hacer, hay que difundir y tratar de pensar formatos híbridos. Lo que sí me parece esencial es ayudar y dar elementos para que las familias eduquen. Porque mi hija y mi yerno saben de didáctica y yo me dedico a eso, pero no todos. También hace falta salir de una vez de que la definición de calidad sea la lista de contenidos.

Hay que tratar de encontrar un par de legisladores que se animen a tomarlo como tema en las comisiones de educación de las legislaturas. Formular un proyecto que legitime lo diverso, que alcance intervenciones compartidas de escuela, familia y comunidad. Que sirva para modalidades de viaje, etc. Como el homeschooling ya es una realidad, hace falta un encuadre que ayude al momento de la certificación, que ahora son trámites extravagantes e implican una capacidad de gestión que intimida a un montón de gente. Esa es una verdadera mirada inclusiva. Por ejemplo, que un adolescente pueda hacer ciertas cosas en la escuela especial, otras en la común y otras en la casa. En su conjunto hace un recorrido de capacidades en distintos ámbitos.

Seguro que se puede apoyar a las familias ampliando el repertorio de los recursos que ya hay. Porque quizás haga falta un escalón para el que no quiere subirse a la Khan Academy para perderle el miedo a la matemática, algo de lo que la escuela se encarga.

-Con la mano en el corazón, como dice mi mamá, ¿apoyarías el homeschooling si tu hija no lo hubiera probado con tus nietos?

-No me gusta que sean clandestinas. Y realmente cero en la familia como institución responsable del cuidado de los hijos y de su desarrollo. Reconozco que fue un mundo nuevo con el que me fui topando marginalmente, pero nunca me hizo ruido. Hay una frase que me gusta mucho de la educación rural, que podríamos debatirlo, que es que la escuela no está para salvar al niño de su familia. Veo que hay situaciones en las que los niños que sufren en sus familias, no quiero ser angelical. Pero también creo que para eso están las redes de detección, una trama que puede ser el sistema de salud que sirva de alerta, que funcionen distintas alertas de la comunidad.

-¿Conocés de primera mano otro tipo de educaciones alternativas?

-Algo de las escuelas Waldorf. Pero insisto, para mí las escuelas de alternancia son un ámbito con un recorrido largo de experiencias de egresados, de inserción en el mundo rural y org comunitaria, que tienen un vinculo muy fuerte con la comunidad que la demanda.

-Si te pido que nombres dos o tres cosas que se podrían quitar o cambiar para transformar la escuela sin demasiado esfuerzo o presupuesto, ¿qué dirías? Yo siempre nombro una que es erradicar las notas, porque puede haber propuestas geniales, pero si al final del embudo siempre hay una nota en el boletín, no sirve para nada.

-Una es adecuar el curriculum dando la posibilidad de elegir algo de lo que van a estudiar. Porque queremos que sean autónomos pero no eligen nada. Sabemos que si sistematiza, investiga, eso sirve para cualquier contenido. ¿Qué mejor que ese proceso esté amalgamado a un interés personal de ese estudiante? También, dar lugar al diálogo con la familia, que no le damos ese lugar.

La otra cuestión es incluir la consolidación del grupo clase como comunidad. Porque ahora, el mensaje, el curriculum oculto que transmitimos es el individualismo, a través de cómo organizamos y sostenemos esa convivencia. En vez de comunidad, transmitimos una meritocracia progresista porque seguimos distinguiendo con la nota al más inteligente. Los mensajes de vida en sociedad que se dan en la escuela son de una crueldad muy constructora de la subjetividad de las personas. Y aunque lo pongamos en el plano de los enunciados, no le damos tiempo. Esa tecnología de la ronda, ¿por qué se corta en primer grado? ¿Cuál es el problema de seguir conversando y practicando el diálogo? Hay un olvido irresponsable de eso, porque está claro que vas a desplegarte mucho mejor en un clima escolar mejor.

Y un tercer cambio que está vinculado a la evaluación: instalar la idea de producciones auténticas. Que en base a lo que van aprendiendo, los estudiantes lo vivan con distinta complejidad y realicen producciones auténticas. Por ejemplo, si estoy en segundo y me encanta cocinar, armo un libro de recetas para regalarle a mamá para Navidad, que me lleva todo el año hacer. Producciones que se planifican, se realizan y se mejoran. Y que no tienen que coincidir con el trimestre.

Estamos en un país muy discursivo, donde se nos fue media hora en decir qué significa calidad educativa. En el plano normativo coincido con vos, sacar las notas e incluir los intereses reales.

-¿Conocés las dificultades que tienen las escuelas de gestión social y cooperativa para funcionar?

-Sí, es lo mismo, hay «diversofobia». El sistema educativo tiene alguna función de desarrollar capacidades y otra función de certificación, pero la locomotora del tren acaba siendo la certificación. A muchos que hacen el Plan Fines de terminalidad de adultos les cuesta tener su título porque no te lo dan si no tenés el certificado de la escuela donde estudiaste la última vez. ¿Por qué no aprovechamos los sistemas federales de información? Hoy es muy complicado si estudiaste en dos jurisdicciones distintas, termina siendo una negación de derechos.

-¿Qué es la «Asociación Civil Educación para Todos» que fundaste junto a otros colegas?

-Somos un grupo de gente que nos conocemos desde hace muchos años y nos juntamos como equipo para trabajar juntos. Nos conocimos en la función pública en el Ministerio de Educación y estuvimos a cargo del plan social educativo, del ´93 al 2000.

Por ejemplo, hace poco trabajamos para República Dominicana generando propuestas de aprendizaje en casa durante la pandemia. Les aclaramos a las autoridades que para seguir contenidos a lo loco no contaran con nosotros, y aceptaron nuestra idea. Del nivel inicial a sexto grado hicimos planes mensuales con temas de conocimiento socialmente distribuido que familias de cualquier sector social pudieran aportar. Con temas que abordaban la lengua, las matemáticas y el arte. Hacíamos un plan de desarrollo semanal que era el mismo para todos los chicos de la familia. De preescolar a sexto grado vos eras mamá y tenías el mismo tema para tus hijos, y veíamos que por edades hacían cosas muy distintas, pero les permitía hacer una mesa familiar y ayudarse entre sí. Fue una experiencia hermosa. Pusimos el foco en darles previsibilidad, en usar temas de los que cualquier sector podía hablar, como las compras de todos los días, la casa, la salud y el cuerpo o el entorno donde viven.

Pienso en procesos donde se pueda pactar con la escuela. Por ejemplo, yo trabajo mucho en Centroamérica con migrantes, y es normal ahí que los niños se vayan por un mes a visitar a la abuela. ¿Por qué eso no se considera formativo ni parte del desarrollo integral de una persona? Cuando empezás a pensar así, se empiezan a abrir unas diagonales en vez de líneas rectas.

-¿Hay algún país que creas que tiene buenas políticas educativas en nuestra región?

-De lo que yo conozco, que es América Latina, te diría que no. Yo tengo un sombrero que es el tema de la pedagogía y lo social, y otro numérico, me encanta la estadística educativa. Miro resultados combinados de trayectoria escolar y de aprendizajes. Me gustaría conocer más qué pasó en Perú, que ha dado un salto impresionante en términos de mejoras de la educación media. Brasil también cambió mucho en muchos estados con una política que acá algunos considerarían un horror, porque es de estímulo y compensación a los municipios, que tienen un rol importante. Acá no defender la nacionalización educativa o decir que la educación es responsabilidad de las provincias es mala palabra. Chile también mejoró mucho, con un estilo muy centralista.

Creo que, en general, en la región estamos mejorando en trayectorias escolares pero en aprendizaje hace 20 años que estamos en el mismo lugar.

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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