Una escuela para ser feliz: la proeza de las maestras Cossettini contada en una novela histórica

Su vida tiene todos los ingredientes para una novela, pero hasta ahora nadie se había animado. Dos hermanas excepcionalmente sensibles en una familia de maestros, ateas y demócratas en una Argentina con autoritarismo pendular y catolicismo siempre alerta para recuperar las aulas de Santa Fe, una provincia que una vez peleó con uñas y dientes su enseñanza laica y su constitución democrática. Que desafían el chisme de pueblo y decretan la abolición del timbre, las filas, los límites entre asignaturas, los renglones de los cuadernos, las paredes y las puertas cerradas. Hasta que las sacan. Y lo vuelven a hacer.

Seguramente han leído ya sobre las hermanas Olga y Leticia Cossettini, una dupla del medallero escolar argentino estudiada hasta el cansancio, pero imitada, por desgracia, nunca jamás. Ahora, por primera vez, alguien les puso a sus vidas un toque de ficción. Raúl Drubich vive en Rafaela, la ciudad donde nacieron, y fue alumno de la misma escuela normal donde Olga empezó junto a Amanda Arias el proyecto de la «escuela serena» que después continuó en Rosario. Raúl investigó e hizo su propio tour por los hitos cossettinianos, todo lo cual resultó en una novela histórica -su segunda-: «La maestra del río», editada por Dunken, que acabo de terminar de leer.

Además de las protagonistas, hay personajes secundarios bien interesantes: un funcionario aliado que se las arregla para apoyarlas siempre desde distintos cargos, un arquitecto importante, un cerco protector de artistas e intelectuales de todo el mundo que defienden su proyecto revolucionario: nada más y nada menos que una escuela alegre. Un argumento al parecer tan simple que, de existir en un mundo justo y honesto con la niñez, no hubiera divertido a nadie.

Pero no: sabemos que el guión tuvo intensos nudos argumentales y un final de thriller psicopedagógico algo predecible para nuestro historial de estados que gobiernan con las armas. Todo en medio de tardes de peluquería, debates políticos entre biblioratos y cuadernos, cafés y cigarrillos en el verano rosarino y hasta un romance que nos sacude el brillo de almidón de la pulcra imagen magisterial de las hermanas.

El año pasado, setenta años después de ese final trágico, el gobierno de Santa Fe hizo un desagravio público de la maestra/directora ridículamente exonerada por «incumplimiento de los programas oficiales de enseñanza» en su versión con río y mosquitos de la llamada escuela nueva. El propio CONICET, a través de IRICE, tiene un equipo de personas dedicadas a estudiar el fenómeno de las maestras icónicas cuya didáctica más importante fue entender que los niños aprenden cuando los dejan ser niños. El Archivo Pedagógico Cossettini recopila sus escritos y, entre otras cosas, lleva de paseo la «Valija Cossettini» por las escuelas que así lo soliciten.

La Red Cossettini, por su parte, reúne a admiradores de la obra, amigos, colegas docentes, ex-alumnos y educadores de otras regiones. Organiza foros y encuentros, sostiene a la biblioteca Alberdi y cuida la casa que fue de las hermanas en Rosario. En su sitio web se pueden descargar gratuitamente todos los libros y artículos escritos por las hermanas que brillaron en la pedagogía nacional entre los años ´30 y ´50: https://redcossettini.blogspot.com/

Y está, insoslayable, el ya clásico documental de Mario Piazza: «La escuela de la señorita Olga». Mientras sigo con esas imágenes de novela en mi cabeza, ahuyento la tentación de romantizar sus vidas porque esa es la mejor forma de anular su legado didáctico, pertinente y fácilmente aplicable hasta el día de hoy. Y me pregunto, como Leticia en esta entrevista, «¿por qué razón una escuela así no se ha repetido, no se ha continuado?»

En la escuela Carrasco los cuadernos eran territorios de expresión

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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1 Respuesta

  1. valeria dice:

    orgullosa de acompañar ESTE PROYECTO en un marco serrano, respetuoso, peleandola conta la realidad economica, sosteniendolo con amor y garra, con una entrega enorme por parte de maest@s….desde capilla del monte entre monte y sierra…con una hija ya egresada, y otra recorriendo esta maravillosa experiencia educativa, cooperativa….con muchas piedras para saltar, pero siempre creciendo en este desafio que es sostener un proyecto que se sale del lineamiento …