Ginés del Castillo: «Es buena idea que las alternativas seamos lugares de cobijo en la transición, pero políticamente debemos hacernos cargo de ocupar espacios»

Es fácil distinguirlo en los encuentros de alternativas educativas, con su cabeza blanca en un mar de treintañeros. Aunque no es la edad lo que me inspira respeto, sino su trayectoria sostenida en el resbaladizo campo de la revolución educativa en la Argentina de los últimos años. Al que Ginés del Castillo, como técnico electro-mecánico, se metió por la tranquera del costado, más suelto de mandatos y normativas que aquellos formados en la profesión escolar, para darle a su hijo más chico una educación que no existía. Fundó en 1991 la Escuela de la Nueva Cultura «La Cecilia», con dos alumnos en el gallinero del lote que compró en Monte Vera, provincia de Santa Fe, donde ahora también vive. Es la primera escuela democrática reconocida dentro del sistema educativo oficial argentino y sigue siendo la única. A diferencia de cualquier otra escuela «alternativa» homologada, los chicos y las chicas tienen allí el derecho a elegir y dar forma a su propio camino de aprendizaje.

Me gusta mucho escucharlo a Ginés, porque la posición política e histórica está siempre ahí en su discurso, superando la candidez que a veces nos recubre a los proyectos pedagógicos «alternativos». Convicciones que provienen del marxismo, del liberalismo iluminista y del naturismo se le cruzan con el pensamiento de Jiddu Krishnamurti. En los primeros años de «La Cecilia», visitó en Brockwood Park, Inglaterra, la escuela inspirada en el hindú-británico. «(La escuela) es un lugar donde ambos, el maestro y el alumno, exploran no solamente el mundo exterior, el mundo del conocimiento, sino también su propio pensamiento y su comportamiento. De allí, ellos comienzan a descubrir su propio condicionamiento y cómo él distorsiona su pensamiento. Este condicionamiento es el “yo”, al cual se le da una tremenda y cruel importancia». Una cita de la carta escrita por aquél para una escuela californiana forma parte de la declaración de propósitos de La Cecilia. Y marca el rol que Ginés se ha reservado en el día a día con los chicos y las chicas de secundaria, como tutor de lo que denomina «espacio de autoconocimiento», tan característico de su escuela.

Según lo veo yo, Ginés tiene otros dos méritos. La cintura política que se necesita para tener siempre un pie en la transformación real y otro en la relación con el Estado, lo cual asegura la continuidad de su proyecto a pesar de los vaivenes que siempre imponen los cambios políticos, normativos e incluso humanos a cualquier propuesta que no se adapta fácilmente a la normalidad escolarizadora. El, como muchos otros, cree que estas opciones deben formar parte del sistema público, porque son emancipadoras y porque se debería garantizar el acceso de quienes quieran formar parte. Es, además, un líder conciliador, pragmático, y sostén del movimiento y las redes de apoyo regionales y nacionales de las alternativas en educación. Con su proyecto ya consolidado, con más tiempo ahora, se dedica a compartir y difundir la visión y las prácticas de La Cecilia, que además tiene la tranquera siempre abierta para recibir familias, docentes y viajeros curiosos. Así llegamos a él, como peregrinos a La Meca, a ver con nuestros propios ojos eso que tanto nos había atraído de su participación en el documental «La educación prohibida».

A Ginés me lo cruzo al menos una vez al año en el Encuentro Plural de Educaciones Posibles (EPEP), una reunión autogestiva e itinerante de diversidad de escuelas, proyectos y personas. Pero ahí mi atención se divide en mil pedazos, así que aprovecho el aislamiento para hacerle una entrevista más profunda en medio de este microclima virtual al que nos hemos acostumbrado. Para empezar hablamos de la pura actualidad, y me cita una maldición china: «Que te toquen tiempos interesantes«. Me sonrío sin que me vea, porque estamos hablando a la antigua, con una simple y ascética llamada telefónica. No puedo controlar la imagen del gurú hindú que se me forma en la mente de forma involuntaria cuando lo escucho o lo veo.

-¿Cómo lleva todo esto la comunidad de docentes y familias de «La Cecilia»?

-Como muchos, nos gustaría abrir la escuela otra vez, pero nos atenemos a las regulaciones vigentes. Sin embargo, tenemos reuniones habituales y hablamos de esto con las familias. Son entendibles las razones de todos, de los que quieren volver y los que dicen que es un riesgo. Yo no puedo garantizar la buena inmunidad de toda la población. El contrato social me parece un buen abordaje en este momento, donde cada uno de nosotros cedemos una parte de nuestra libertad individual. Hay que tener una gran creatividad y una sumisión al bien común al mismo tiempo. No digo de no pensar alternativas, de hecho nosotros hace unos meses ya construimos un quincho de 100 metros cuadrados para sumar espacios al aire libre. No nos hemos quedado parados, pero al mismo tiempo hay que tener un orden social.

-¿Volverá a ser la misma nuestra vida, nuestras escuelas, o las transformaremos?

-Creo que las dos cosas. También creo que hay un enorme riesgo de que todo esto sea utilizado por sectores neoliberales que empujen a sectores del gobierno a ir desplazando al sistema de escuelas físicas que tenemos. Que antes y ahora siguen siendo centros de contención y visibilización de las carencias. La maestra como función social de la escuela no puede ser reemplazada por plataformas virtuales. Luego, claro, está la discusión de si para eso están las escuelas. Yo creo que no, pero no podemos cerrarlas mañana. Independientemente, creo que la virtualidad no se va a eliminar totalmente y eso está bueno siempre que se sostenga el vínculo presencial. Los cambios educativos en el mundo van hacia la desaparición de la escuela tal como la conocemos porque no sirve a los intereses de la cuarta revolución industrial. La pandemia aceleró 10 años en esa dirección, es como el teletrabajo: va a ser difícil que se vuelva a la oficina tal cual. Muchos se empantuflaron y van a aceptar eso de quedarse en su casa, de algún modo se desarticula la masa trabajadora. Y así como el capitalismo va a aprovechar, nosotros tenemos que aprovechar también como sociedad para entender la educación de otra manera, esto que siempre hemos impulsado los «alternativos», de habilitar distintas formas de materializar la educación. Cuando participamos de las audiencias públicas previas a la reforma de la Ley de Educación de Santa Fe, hemos ido todos juntos para pedir que la educación sin escuela y la gestión social sean reconocidas.

-Yo ni siquiera creo que haya un plan neoliberal o conspiración para dejar de hacerse cargo de las escuelas, al menos los discursos de todos los colores políticos dicen lo contrario. Y, por otra parte, ese supuesto abandono ¿no nos daría aire para que las alternativas pedagógicas ganemos legitimidad y, con el tiempo, legalidad?

-Nuestra escuela empezó en 1991, en una era de abandono de la cosa pública en Argentina, y bajo ese paraguas pudimos transitar un trecho en paz para poder asentarnos. Tomar la educación como cosa del Estado y no dejar que nadie haga nada por fuera de sus programas, claro, abre el campo para la disputa de los significados. Yo no creo que no haya plan. En Uruguay, por ejemplo, el Plan Ceibal es parte de un Foro que inicialmente incluía a 7 países del primer mundo. Y lo conduce pedagógicamente un tal Michael Fullan. Que está buenísimo: acá la provincia mandaba material de él. Propone enseñar creatividad, ciudadanía, pensamiento crítico, cosas que son amadas por el campo alternativo. Yo me pregunto, ¿por qué hacen ésto? ¿Acaso no se precisa más a la gente obediente y sentada? Creo que precisan educar así para que surja alguien de vez en cuando que marque la diferencia. Y con el resto, no hay plan. No digo que esté mal que se distribuyan kits robóticos en las escuelas, pero lo que no se ve es cómo eso se va a articular con un programa más global de desarrollo económico, de trabajo. Creo que hay un desentenderse de la gente y formar élites de conocimiento. Y en ese sentido, las alternativas tenemos que discutir qué es lo que vamos a hacer. Porque con nuestras diferencias, en los bordes nos juntamos, y eso es algo que caracteriza esta época. ¿Hasta dónde llega «lo alternativo»? Hasta dónde propone un cambio transformativo y hasta dónde es reaccionario, como los extremos religiosos que defienden el homeschooling, por ejemplo.

Tampoco creo que tengamos que ser destructores de máquinas, pero vamos a coincidir en muchas cosas con esta movida de renovación. Hay un artículo de Luis Bonilla Molina (https://luisbonillamolina.wordpress.com/2020/04/10/pongamonos-serios-cada-familia-una-escuela/) que trata todos estos temas que venimos viendo. Incluso habla de los puntos de coincidencia que los «alternativos» vamos a encontrar con sectores neoliberales. Está bien el derecho a organizarse, para algunos es el derecho a la educación sin escuela, para otros la reglamentación de la Gestión Social y Cooperativa enunciada en la Ley Nacional de Educación. Por su parte, los sectores populares lo entienden en base a su definición de que lo popular está unido a la pobreza, y siempre vamos dejando a la otra mitad afuera. La salida de Puiggrós del gobierno indica algo, yo intuyo que varios de estos puntos eran discutidos por ella dentro del Ministerio. No sé qué pasará, pero la pandemia va a continuar. Va a haber una zona gris con disputas en un tema importantísimo que deberíamos debatir en los sectores «alternativos», incluidos los populares. Que no nos gane sólo la supervivencia y la añoranza. También hay mucha presión de quienes quieren volver a sacarse a los chicos/as de casa. Hay que ir viendo, para que no nos empuje lo que otros sectores decidan. Y en ese zigzagueo nos vamos a cruzar en un montón de aspectos.

-Si la escuela que conocemos no fuera entonces un lugar destacado para la contención y los cuidados, ¿cómo sería? ¿Como «La Cecilia»?

-A «La Cecilia» hoy la definimos como escuela de transición, destinada a desaparecer también. Entre el desastre de la escuela común y aquello que todavía no está, trata de manejarse dentro de la ley como algo prefigurativo, creando un ámbito que contiene el mundo del mañana, sin saber bien cuál es el mundo del mañana. Les damos un buen vivir hoy, sin sufrir, mientras en la práctica vamos descubriendo gérmenes del mañana, que puede no ser una escuela. En la película «La Educación Prohibida», cuando me preguntaron cómo veía el futuro, yo dije que las escuelas serían lugares más parecidos a un club. Creo que lo que tiene que haber es lugares de encuentro de la generación donde discutir el mundo en el cual los jóvenes desearían vivir. Parece que los mayores queremos ignorar que vamos a morir, que vamos a dejar el mundo y las convicciones, y no damos lugar a que los jóvenes, incluso junto con nosotros, vayan pensando en qué mundo quieren vivir. En nuestra escuela desde el primer día les reconocemos su carácter de última versión de la humanidad que tiene derecho a pensar. Creo que la escuela debe ser ese centro de encuentro, que podría también brindar aprendizaje pero como talleres abiertos, de libre elección, que es lo que ya nosotros hacemos.

Se trata de vivir de la manera en que visualizamos el futuro, es un poco zapatista esto que digo. Recogemos a los heridos del sistema educativo, cerca de la mitad de nuestra matrícula viene lastimada, y al mismo tiempo ensayamos. Y hay cosas que funcionan y otras que no, pero al menos ya lo estamos haciendo. No se trata de ganar poder, si la izquierda hubiera tomado el poder después el caos del 2001 tampoco hubiera durado, teniendo en cuenta cómo se vota. Es más profundo que eso, es necesario un cambo en la subjetividad. Nosotros hace 30 años fuimos muy incomprendidos, por eso hoy, que hay posibilidad y tiempo, hacemos mucha extensión, trabajo de red y difusión, porque los límites de la escuela son la gente, la comunidad. Entonces, tenemos que ir juntos en los cambios sociales que se van dando. Si no queremos decepcionarnos, tenemos que ser parteros de la historia más que quejarnos.

-En estos treinta años, ¿ves que las alternativas u opciones educativas estén más toleradas, legitimadas?

-Creo que están de moda más que legitimadas, y creo que hasta es un peligro, como la diferencia entre ser hippie en los ´60 o serlo en los ´90. Nos veo más en la etapa de la huida que de la construcción. La gente busca escapar pero después a las alternativas les pide cosas del sistema: más disciplina, aprendizajes formales, etcétera. El sistema educativo, a su vez, ha cedido un poco, pero no tanto. Por ejemplo, cuando se prohibieron las calificaciones este año, directivos y funcionarios nos pidieron ver cómo hacemos las evaluaciones cualitativas, algo que venimos haciendo hace 30 años: informes descriptivos cualitativos. Y hay otro tema es que, si bien todos sufrimos el bajón económico, las escuelas y proyectos que no están reconocidos por el Estado se encuentran en mayores problemas. No tienen subvención y, si encima no están homologadas, las familias dudan en elegirlas.

Educadores de «La Cecilia» en plenario

-Yo veo un divorcio enorme entre lo que los académicos, funcionarios y docentes dicen que hacen y lo que es. Creo que hablar de lo que pasa en realidad en las escuelas sigue siendo un gran tabú.

-La «educación» como la entendemos nace detrás de ideales de la revolución francesa. Que son afines al capitalismo y al liberalismo de aquella época, que no es el de hoy. La currícula se va modificando en función de las necesidades de ese sistema capitalista que va cambiando. Pero ya desde la tercera revolución industrial que se queda totalmente atrás, no logra acompañar los cambios que operan en la sociedad tecnológica real. Mientras la tecnología avanza a 100 km por hora, la escuela se sienta a discutir un curriculum a 5 km por hora. Es tan lento que no tiene sentido pensar que los conocimientos necesarios van a surgir de esa escuela. Podrían modificarla, han habido intentos, por ejemplo las pasantías laborales escolares, que se pueden entender como mano de obra gratuita o como un intento pedagógico de relacionar la escuela con el mundo real. Pero eso es pensar en términos de la primera y segunda revolución industrial, no de la cuarta. Lo que se necesita hoy se encuentra afuera de la escuela. La escuela de hoy perdió la disciplina del siglo 19 y no tiene la creatividad del siglo 21. En algunos ámbitos académicos se habla de la educación integral o emancipatoria, pero eso es mentira, no es lo que se hace en las escuelas. Flavia Terigi misma lo explica: cómo la cultura escolar prevalece sobre cualquier intento de innovación. Porque la escuela real es la estructura, los rituales, la grilla, saltar de un aula a otra, la competencia que sigue siendo funcional al capitalismo. A lo sumo, ese capitalismo quiere personas críticas pero dentro de una mesa y una tormenta de ideas, pero que no lo cuestione. Y la escuela hoy claramente tampoco está haciendo eso. Lo que hace Uruguay tiene que ver más con esa idea de la escuela para la cuarta revolución industrial. Cuando le preguntan a Fullan sobre el curriculum actual, dice que no sirve para nada, pero que no nos gastemos en cambiarlo, porque lo que hay que cambiar es la forma de enseñar. Yo siempre digo en mis charlas que ya no hay nada que enseñar, que es un poco lo mismo. Si cambio la forma de enseñar, apuesto a sujetos colaborativos.

Estamos en un tiempo de transición, una especie de renacimiento entre la edad media, con todos los valores conocidos que caen, una época donde todo está en extremos como un cuadro del Barroco, con un ángel y un cadáver en la misma tela. Estamos en ese momento pero no nos damos cuenta porque estamos ahí. Nos han tocado tiempos sin paz, y creo que mucho del sufrimiento actual es porque esto no se reconoce. Hoy estamos como de viaje en la propia casa, y encima no podemos salir de casa. Nosotros con nuestra escuela brindamos cobijo en la transición. Hace poco tuvimos de alumnos a una familia viajera sin escuela, ellos se llaman a sí mismos worldschoolers. Se quedaron por un año, estaban encantados. Poder satisfacer a una familia unschooler es la mayor medalla que hemos recibido como práctica desescolarizadora.

Que las alternativas sean lugares de cobijo en la transición es una buena idea. Y el sistema nos tolera, porque tampoco sabe qué hacer con toda esa cantidad de alumnos. «Ustedes dan soluciones a cosas que nosotros ni siquiera hemos empezado a resolver», nos dijeron las autoridades acá en Santa Fe. Somos el movimiento de la nueva escuela del siglo 21, pero tampoco tenemos que perder de vista las cosas que hemos traído de allá para acá, para no quedar presos de la cultura escolar. En el Renacimiento trajeron cosas de los griegos, nosotros también vamos a traer cosas de cien años atrás pero las vamos a conectar y amasar de una manera diferente, ése es el desafío de época. Es el momento para la creatividad y noto que a veces no hay tanta, hay una mezcla de nostalgia por lo sensorial, de teorías metafísicas y una fuerte creencia en la didáctica. El sistema educativo convencional cree en los contenidos y los alternativos en la didáctica. Nos queda siempre floja la tercera pata, que es el sentido de la educación, ¿para qué educamos? Hay que alumbrar todo desde el sentido. Hace poco en un encuentro yo defendía el movimiento escolanovista y una directora de la provincia me dijo: «Sí, bueno, pero ellos tampoco cuestionaron la modernidad». Es cierto: siguieron entronando el conocimiento, algunas pusieron énfasis en lo social, el aprendizaje en acción. En general, lo que hicieron fue poner el cuerpo en movimiento, pero no se tocó el enciclopedismo, la razón canonizada. Más tarde se le dio cabida al arte y la expresión, y quizás eso confluyó hoy en la educación viva. No creo que estén mal los intentos, pero estaría buenísimo que todos estos proyectos y escuelas nos hiciéramos cargo de que en ese intentar somos prefigurativos, no sólo estamos viviendo bien y como lo deseamos hoy, como nosotros hicimos con nuestro hijo, sino que además estamos creando el mundo del mañana. Eso le daría un carácter más político, porque creo que cuando falta eso se producen fisuras en el sistema y quedan espacios sin nada, y lo nuevo debería ocupar esos espacios. Las crisis de los sistemas van dejando edificios vacíos y si uno no los ocupa son ocupados por, no sé, ¿fantasmas, ratas?

-Creo recordar que de esa escuela vaciada hablaba ya Cristina Corea en los ´90, de la escuela como galpón…

-Tenemos que hacernos cargo de que somos los sucesores de esa escuela. Tenemos que tomar el poder en el buen sentido. Las alternativas se sienten perseguidas, o tienen miedo a mostrarse con nombre y apellido. Hoy es una lucha necesaria reclamar un lugar como ciudadanos. En una tesis que hicieron estudiantes cordobesas sobre nosotros, ensayaban la idea de que pudimos permanecer en el tiempo dentro del sistema oficial a pesar de no parecernos en nada a una escuela porque supimos reclamar nuestros derechos como minorías. Es muy posible: 30 años atrás, cuando no nos aprobaban el PEI, hicimos una denuncia pública. Dijimos que comprendíamos que la democracia es el gobierno de la mayoría, pero entonces qué iban a hacer con las minorías como la nuestra. Resultó que nos aprobaron la escuela. Ese mensaje lo hemos llevado a todos lados done nos han invitado y mucha gente ha logrado meter en el sistema sus espacios educativos a partir de reconocerse una minoría con derechos en una sociedad plural. Hoy, me parece, eso está mucho más claro que 30 años atrás.

-¿Alguna vez te han convocado para ofrecer tu experiencia en organismos oficiales?

-Una vez, pero no acepté porque no estaba seguro de cómo era la cosa. Yo creo que predico en dos desiertos, en el oficial y en el alternativo. Con educación privada de la provincia nos llevamos bien, incluso con la ministra actual nos conocemos y nos llevamos bien. Antes de la pandemia tuvimos charlas interesantes donde se mostraba un respeto hacia nuestro trabajo. Durante la discusión de la nueva ley tuvimos contacto con diputados provinciales, pero creo que nuestra propuesta sigue siendo muy extrema. Y también me da la sensación de que ofende a los académicos, sin mediar intención, claro. Hay un reconocimiento de nuestro trabajo pero no en términos ejecutivos.

Para conocer más sobre la escuela, visitá: http://lacecilia.org.ar/wordpress

También podés ver documentales filmados allí: http://lacecilia.org.ar/wordpress/documentales/

Ginés y el equipo de la escuela fueron impulsores de la Declaración «Tiempo de alternativas», que se conoció este año:

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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1 Respuesta

  1. 8 de diciembre de 2020

    […] Acá podés leer otra nota donde escribí sobre las escuelas democráticas: https://alteredu.com.ar/2020/04/22/democraticas-las-escuelas-donde-las-y-los-estudiantes-deciden-que-hacer-tambien-en-cuarentena/. Y esta entrevista a Ginés del Castillo, director de la escuela La Cecilia en la provincia de Santa Fe: https://alteredu.com.ar/2020/10/25/gines-del-castillo-es-buena-idea-que-las-alternativas-seamos-luga… […]