El 7 de agosto pasado entré por primera vez a Summerhill. La idea de dejar a los chicos en paz me pareció obvia y revolucionaria a la vez cuando leí sobre esa escuela, hace unos 12 años. Junto con la Fundación Pestalozzi, de Ecuador, me inspiró para fundar con otras familias la comunidad de aprendizaje que llamamos Tierra Fértil, en mi barrio de Béccar, en Argentina.
En el camino de entrada de esta escuela en el ínfimo pueblo de Leiston, en la costa este de Inglaterra, un cartel te avisa que vayas despacio porque hay chicos jugando. Nunca tan adecuada la advertencia: acá los estudiantes viven de recreo (según la definición adultocéntrica, claro). Aunque no puedo comprobarlo, porque la escuela está desierta: son las vacaciones de verano y la gran mayoría de sus 60 estudiantes está en otros países. Es que Summerhill es un internado. Así lo pensó su fundador, Alexander S. Neill, en 1921, para lograr una comunidad infantil fuerte, con poca intromisión de padres y madres. Parece una contradicción para quienes intentamos criar y educar con amor y respeto. ¿Alejarnos de nuestros hijos?
La duda no era solo mía, porque muchos asistentes al festival preguntaron lo mismo, una y otra vez. Sin embargo, estando ahí y escuchando durante días al equipo de adultos de la escuela, a algunos padres, madres y estudiantes, pude entender el sentido. Incluso, pienso: ¿acaso esta escuela loca logró mantenerse abierta por un siglo gracias a que los padres están lejos?
La enredadera está verdísima y cubre la entrada principal, pero no llega a tapar los ladrillos donde chicos y chicas de diferentes generaciones dejaron grabados sus nombres. El pequeño pasillo es un túnel del tiempo que desemboca en la famosa sala de asambleas, el corazón palpitante de esta comunidad multigeneracional. Las paredes de madera oscura y la escalera están igual que en los años ´20. Pero hay un detalle que lo dice todo: del techo cuelga una bola de espejos y en un rincón ¡hay una cabina de DJ! En el mismo lugar donde se resuelven conflictos y diferencias de todo tipo, sin taparlos, también se celebra y se sigue adelante: el verdadero espíritu de Summerhill está resumido ahí.
Nos guía por la escuela una estudiante que acaba de terminar. Tiene 17 años y cuenta que hace poco lloró como loca en su fiesta de despedida. Nos muestra la cartelera social, donde cada cual, adulto o niño, puede proponer actividades, y la de los comités, que se forman para los distintos intereses e iniciativas. Vemos también un panel dividido en tres columnas donde cada uno cuelga su peg -una especie de llavero personalizado-, indicando si ese día está en la escuela (IN), se fue al pueblo (OUT) o está más lejos, con su familia (FAR AWAY). Sí: se puede salir, pero hay reglas que dicen a partir de qué edad, si se sale solo o acompañado, hasta qué hora, etc.
Me doy cuenta de que los visitantes hacen muchas preguntas sobre las reglas. ¿Cuántas hay? ¿Se las saben todas? ¿Nos das ejemplos de reglas que hayan cambiado? También se interesan por las planillas donde chicos y chicas se anotan para comprometerse a ir a una determinada clase. Como peces fuera del agua, buscamos bocanadas de organización cuando nos ahogamos en tanta libertad. Pasamos a la sala de arte, un espacio alargado con ventanas que dejan pasar mucha luz. Hay una mesa larga y trabajos colgados por todas partes.
Seguimos al comedor, una sala grande con varias mesas y un piano. También ahí llegaron las dudas sobre cómo se organiza. Hay un horario y comen todos juntos, salvo cuando el COVID, que lo hacían por turnos. Antes de salir subimos al primer piso, donde están las habitaciones y los baños de los más chicos. Hay cuchetas, pero no como las típicas camas marineras que conocemos. Están empotradas a la pared, formando una especie de panal de cuevas individuales, con sus cortinitas para la privacidad. No puedo dejar de pensar en Neverland, la tierra de Peter Pan: estos nenes están huérfanos, pero la pasan bomba.
Salimos por la puerta que da al patio trasero, donde se distribuyen las casitas para los mayores, que pueden dormir solos, y la biblioteca. Por ahí también está la pileta y el aro de básquet. Subiendo una escalera desde ese patio está el lounge, una especie de living con sillones y puffs para pasar el rato y tomar té o café. Un paraíso para los adolescentes, me imagino. Como explicaría Zoe en esos días, en Summerhill los más chicos pasan la mayor parte del tiempo jugando y los más grandes, conversando. Un fenómeno que cualquiera que haya experimentado la educación libre ha observado. Free range kids, le dicen los anglosajones.
El predio es más grande y frondoso de lo que me imaginaba. En el jardín frontal hay árboles, una pequeña huerta, macetas, una pista de skate, unas mesas con bancos, una cama elástica, una red de voley, un juego para trepar. Otra vez, las preguntas sobre las reglas: ¿cuántos pueden saltar a la vez? Nuestra joven guía es muy profesional; debe estar ocultando su hartazgo. Vuelve a explicarnos que las reglas se van haciendo hasta que dejan de funcionar y alguien propone cambiarlas. Que ella no está actualizada porque ya no la usa.
La carpintería y la herrería están muy bien equipadas. Will Readhead es el alma de ambas. Es otro de los hijos de Zoe, y como sus tres hermanos, pasó su infancia y adolescencia en Summerhill. No puedo ver la escuela funcionando, pero por algún motivo me imagino a este sector muy activo. Seguimos el recorrido por el sector frontal de la propiedad y aparecen las salas de Class 2 y Class 3, centros de referencia para las edades más mayores. Si mal no recuerdo, la Class 1 (5 a 9 años) estaba más cerca de la casa. Esa estaba dividida en dos: una parte con mesas y sillas y otra con almohadones en el piso y estantes con juegos de mesa. Los más pequeños también tienen su sala de arte propia y separada.
No pudimos entrar, pero por lo que se veía desde la ventana, la ambientación es muy sencilla: salas más bien chicas con mesas comunes y sillas. Estar ahí no es obligatorio, salvo cuando uno se compromete a ir. En general, los más grandes empiezan a recibir clases más estructuradas cuando quieren rendir los exámenes estatales (GCEs) que permiten el ingreso a la educación formal universitaria o terciaria. De hecho, esta posibilidad de rendir examen para seguir una educación universitaria o terciaria facilita la existencia de escuelas libres o independientes: lo que te habilita el ingreso no es un título secundario sino esos exámenes, por eso les da igual cómo o en cuánto tiempo te preparás para rendirlos. Eso, sumado a la legalidad del homeschooling, facilita las cosas.
Otras veces, los estudiantes pautan los contenidos con sus profesores solo por interés. Los hay de Historia, Lengua y Literatura, Inglés como lengua extranjera, Ciencias y Música, además de maestras a cargo de cada una de las clases (entrevisté a dos, las notas se publicarán aparte en este sitio).
Hay también un laboratorio equipado para ciencias y experimentos, una sala de música y un estudio de grabación. Por último, hicimos una pasadita por una muestra del futuro «Archivo y centro de investigaciones A. S. Neill», para el que se están recolectando fondos. El objetivo es conservar el legado y disponer de un centro para las visitas, formaciones e investigaciones.
Más allá de los espacios físicos, hay roles y figuras que ayudan a la dinámica de convivencia. Los house parents son adultos que acompañan a los chicos fuera del horario escolar de 9 a 5, ayudándolos en su vida diaria. También se elige un ombudsman, que en general es un estudiante de los mayores, para consultar y dirimir conflictos además de la asamblea. Y a cada estudiante nuevo se le asigna un buddy, otro estudiante más antiguo que estará cerca suyo durante su primer tiempo en la escuela.
Pero, ¿cómo funciona?
Claro que ninguna descripción que pueda hacerles yo se parece a ver la escuela funcionando en un día cualquiera. ¡Pero no pierdan las esperanzas! Acaba de salir un documental filmado durante dos años por Peter Chadwick, un ex estudiante. Pude verlo en el Festival y es muy ilustrativo.
Éste es el trailer: https://youtu.be/yvZMLzgzFBY
Es la primera vez que se filma algo así, con el protagonismo de los verdaderos maestros, estudiantes, directivos, familiares y hasta ex estudiantes. «Cuando le cuento a la gente que en Summerhill los chicos no tienen que ir a clases, que pueden ponerse lo que quieran y que hacen sus propias reglas en una asamblea, siempre me preguntaban lo mismo: ¿cómo funciona eso? Por eso hice esta película, para mostrarle a todo el mundo cómo es Summerhill», dijo el director.
Otras películas y videos sobre Summerhill:
«Summerhill» (ficción): https://youtu.be/xFf49hALm58
Entrevista a Alexander S. Neill: https://youtu.be/SJP0GTEtj9M
Documantal «Here and now» (1964): https://youtu.be/4-C2i9Iq9vY
Entrevista a un ex estudiante: https://youtu.be/o58xTHGYzIY
Entrevista a otro ex estudiante: https://youtu.be/ERQKi9fBRnw
La vida de A. S. Neill contada por el profesor de Historia de Summerhill, Stephen, con dispositivas: https://youtu.be/mbmpjK_jZ1g
Esta nota forma parte de la cobertura periodística de AlterEdu en el Festival de la Niñez por los 100 años de Summerhill, celebrado en Inglaterra en Agosto de 2022.
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[…] sus 29 años, Andresa Prata Cuginotti llegó a Summerhill para sumarse al staff del internado. Dos años después volvió a su San Pablo natal para el […]