Un estudio muestra cómo influye la educación auto-dirigida en las vidas de chicos y chicas

¿Cómo sigue la vida de quienes fueron a escuelas alternativas o se educaron fuera de ellas? Conocer más acerca de los caminos que recorren -de estudio, de trabajo, ambos- es importante, en principio porque esos datos no abundan. La desinformación es, además, terreno fértil para la especulación o la generación de mitos alrededor de la eficacia de las formas no convencionales de educar a niños y niñas. ¿Los ayudan, los perjudican, les permiten adaptarse después al «mundo real»?, suelen ser las preguntas más frecuentes. Con 21 años de actividades, «Ojo de Agua» decidió encarar su primera encuesta con ex participantes de su ambiente educativo en Alicante, España. Creo no equivocarme si digo que es uno de los primeros o de los pocos seguimientos de este tipo en el mundo de habla hispana.

El informe se llama «La huella vital tras una experiencia de educación auto-dirigida. Una mirada retrospectiva a experiencias personales en Ojo de Agua», y fue coordinado por Javier Herrero y Marién Fuentes. Se trata de una encuesta realizada a 35 personas que han pasado al menos 3 años en ese entorno de aprendizaje auto-dirigido, con edades (al momento de realizar la encuesta en marzo de 2020) comprendidas entre los 12 y los 26, con una edad media de 18 años. La misma analiza dimensiones como estilo de vida, trabajo, salud, educación, ocio y cultura, autodeterminación, desarrollo social, relaciones interpersonales, medioambiente y bienestar psicológico.

Según se definen, «Ojo de agua es una propuesta de innovación estructural de la educación fundamentada en la inmersión en la naturaleza, la
sostenibilidad y el cuidado del lugar, de lo humano y lo no-humano, la permacultura y una clara conciencia ambiental. La personas menores de edad disponen libertad de elección de actividad, y su foco principal son las relaciones humanas y la convivencia. No dispone de un currículum pre-determinado, sino que se construye a partir de los intereses de chicos/as y jóvenes. El cuidado emocional es uno de los aspectos fundamentales para el desarrollo de niños y niñas y es prioritario en la organización de la convivencia y la actividad. La implicación de las familias es otra de las claves», consignan en la presentación.

«Desde hace tiempo deseábamos explorar e informar sobre la huella que la experiencia de «Ojo de Agua» deja en la vida de las personas que la han vivido», cuentan Marién y Javier, los fundadores y responsables del estudio. «Y ¿quién mejor que ellas para compartir esta experiencia? No obstante, también éramos conscientes de que para acometer un estudio necesitaríamos un volumen mínimo de personas, así que tuvimos que esperar», explican. Pero el confinamiento les presentó la oportunidad, así que primero documentaron 256 niños, niñas y adolescentes que pasaron por allí (entre sus 4 y sus 21 años) y luego acotaron la población de la muestra con dos requisitos: que hubieran estado un mínimo de 3 años y con en edad mayor a la de kinder.

Javier, Marién y sus dos hijas, fundadores de Ojo de Agua

La encuesta explora el nivel de autosatisfacción con la propia vida y las ocupaciones actuales, si el entorno de aprendizaje auto-dirigido ha contribuido a definir mejor sus intereses y vocaciones, si han podido adaptarse bien a espacios de aprendizaje diferentes, si esos valores siguen presentes en sus vidas, si ha contribuido a desarrollar en ellos el respeto y la inteligencia colectiva, entre otras facetas.

Conclusiones esperanzadoras

El estudio concluye que la inmensa mayoría de las personas que han vivido la experiencia educativa de ojo de agua se sienten satisfechas con su estilo de vida actual. También, que una experiencia educativa en la que no se está obligado a estudiar y/o a aprender, no impide el posterior desarrollo la carrera académica, pues la inmensa mayoría ha seguido estudiando; otros trabajan y algunos compaginan ambas actividades. El grupo estudiado, a su vez, mostró una variabilidad de intereses muy amplia, «lo que entendemos que es saludable desde un punto de vista social más más amplio», apuntan.

«Podemos concluir que la experiencia de ojo de agua les ha resultado útil
para descubrir sus intereses y desvelar sus habilidades, los cuales están explorando con bastante profundidad. También, que no dificulta
la adaptación a otras instituciones educativas al tiempo que favorece la propia estima por encima de la adaptación a entornos no alineados con los criterios personales», subrayan.

Los coordinadores se expresaron «sabedores de que la complejidad humana no es aprehensible por los métodos ni por las racionalizaciones, pero convencidos de que los resultados aquí mostrados hablan un lenguaje, el lenguaje de las ciencias (sociales, en este caso) y que la ciencia es en la actualidad el código más ampliamente valorado y aceptado por la inmensa mayoría de nuestra actual sociedad (aunque no es el único)». Y se entusiasman: «Es nuestra esperanza que una educación que produce “amigos verdaderos”, “sensación de valía personal”, “satisfacción profesional” o “capacidad para pensar por una/o misma/o”, por resaltar solo unos pocos ejemplos de los aquí mencionados, germine con salud y fortaleza, extienda sus raíces y, así, contribuya con sus frutos a la profundización de nuestra -aún común humanidad».

Las respuestas ampliadas de los protagonistas y las anécdotas son del material más rico e interesante de la encuesta. Se puede leer completa, con sus 40 páginas, 22 gráficos y conclusiones, acá: https://ojodeagua.es/wp-content/uploads/2020/12/LA-HUELLA-VITAL-TRAS-UNA-EXPERIENCIA-DE-EDUCACI%C3%93N-AUTO-DIRIGIDA-FINAL.pdf. Para ver el modelo de encuesta utilizada, consultar: https://ojodeagua.es/wp-content/uploads/2020/11/ENCUESTA-TU-EXPERIENCIA-EN-OJO-DE-AGUA-2020-1.pdf

En este video de 2 minutos se puede ver el funcionamiento diario de «Ojo de agua», además de un documental de media hora que aparece a continuación e incluye testimonios de sus participantes:

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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