La Residuoteca del delta de Tigre: una misión personal que ahora educa y contagia

Hace 15 años que Guadalupe Boado no tira los residuos que genera. Lo que empezó como un proyecto personal para reflexionar y accionar en pos de la reducción y reutilización, ahora es una especie de faro en la primera sección del delta del Paraná en Tigre, provincia de Buenos Aires. La misión se profundiza, porque además de dejar de contaminar, busca generar empleo dentro de uno de los ecosistemas más diversos y cercanos a la capital argentina. Los primeros años quedaron plasmados en un mural de cubos de acrílico rellenos con esa «basura«, que ahora es un símbolo artístico del proyecto. Lo que empezó en soledad, crece de manera sostenida desde que Guadalupe convocó a su comunidad cercana a dejar de tirar por un mes y ordenar todo en una caja de cartón. «Después de eso, muchas personas ya no quisieron volver a tirar, así que seguí recibiendo residuos y ampliando la convocatoria», me cuenta.

-¿Qué sentido tiene para vos La Residuoteca?

-Algo que va cambiando, muy dinámico. Estoy en ese proceso de construir su significado, y cuando veo que no hay otra propuesta similar, la cosa se va aclarando. Nace como reflexión al problema de los residuos en general, que a su vez se relacionan con la producción, el consumo y el trabajo. De hecho, hay una síntesis muy linda que hizo Julieta Zamorano: los residuos como la punta del iceberg de esas tres variables. Y yo he agregado y pongo énfasis en la cuestión del espacio y los hábitos. Investigo cómo optimizarlos en este sistema en el que vivimos, donde se transforma en especulación inmobiliaria, en cuanto a que sobreviven las diferencias sociales y como marcadores de estatus. Es que si el residuo es recuperado, ese espacio que ocupaba es funcional al ser humano. Y cuanto mejor es en términos de ética el entorno en el que ese bien se desarrolla, más beneficios para la humanidad trae. No sólo para el confort de un grupo de personas, ese espacio que ocupa el objeto va a ser ético en su rol. Ahora, si ese residuo termina siendo parte de la degradación de un territorio, no está cumpliendo funciones de mejorar la calidad de vida del ser humano. El residuo es esa variable que pasa por nuestras manos y nos da la posibilidad de hacer algo diferente. Por eso yo reflexiono sobre todo el sistema, porque no es el residuo en sí lo que a mí me molesta solamente, más bien todo lo que implica el residuo y no se ve.

-¿Creés que en estos años tu mensaje creció?

-Este último año, como nunca. Yo convoco a organizarnos localmente. Planteo que haya más residuotecas, que se pongan en contacto conmigo y compartimos los principios que puse en práctica en estos años. El objetivo es buscar una mayor eficiencia en la recuperación de esos materiales, porque así todo junto en una bolsa es muy difícil, la tasa de reciclaje es muy baja. Además, sirve tener pequeños puntos donde se vea la clasificación, se vean los materiales, como en una librería: quedan a la vista y a disposición de la comunidad. Y eso contagia. Un vecino o un niño que los ve en la escuela y los usa o ve a otro que los usa, le va a dar otro significado y no lo va a ver más como residuo.

Que se armen pequeños espacios de acopio. O un comercio que recibe una cosa y otro que reciba otra, y en lo posible re-circularlos, re-valorizarlos, promover emprendimientos y cooperativas que recuperen esos materiales. Ahora hago malabares para guardarlos en casa, así que voy a construir un galpón. No es siempre fácil, pero hay que empezar con algo, con lo más complejo que es la recolección. En vez de quedarnos esperando, con algo de voluntad se puede ver que ponerle un sticker a una bolsa negra no es la única forma…

-¿Cómo se involucra la comunidad en La Residuoteca?

-Organizamos gestión, recolección, concientización, capacitaciones y talleres de recreación con residuos para todas las edades. Lo más reciente son jornadas y talleres para cortar botellas y hacer vasos, de reparación de calzado, y así. A veces son más creativos y otras más utilitarios. También tengo una biblioteca ambiental y herramientas que voy equipando de a poco.

-¿Hay algo de tu infancia que sientas que te haya traído por este camino?

-Yo fui criada en Bariloche. Cuando venía a Buenos Aires me horrorizaba de ver la basura tirada. Y tenía un eslogan de chiquita que Bariloche era la ciudad más limpia de Argentina. Hasta que en mi adolescencia me encontré con el peor basural de Argentina ahí mismo. Y por alguna razón eso me marcó mucho, quedé «pegada» a toda la cuestión de la naturaleza, tengo esa sensibilidad. Y buscando estar rodeada de naturaleza, donde fuera siempre me encontraba con los residuos. Así que al principio fue la molestia de verlos tirados, después fue entender que costaban, que eran recursos. Fui sumando temas a este interés mío de sentir que todos somos parte. Incluso mi papá es físico nuclear y tuve una contradicción grande con los residuos radioactivos, en un momento estuve muy enojada. Y tal vez eso también sumó. Esta decisión de «no quiero ser más cómplice» se fue agrandando. Después de Bariloche viví en Ilha Grande, en Brasil, otro paraíso. Pero ahí también los residuos era un problema grande y me desesperaba.

Para conocer más sobre el trabajo de Guadalupe Boado y La Residuoteca en Instagram: @la_residuoteca

Foto de portada: Gabriela Pons @recgabypons

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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