Una escuela ideal preparada con las sobras, sin salir a comprar nada

OPINIÓN – Por Dolores Bulit

Parece que la escuela va a seguir existiendo por mucho tiempo. Tenemos sus defectos en la cara, los nombramos, y aun así nos resistimos a barajar y dar de nuevo. Por eso, si ha de seguir en pie, propongo, aunque nadie me haya consultado, crear un sistema educativo usando lo que conocemos:

Que el jardín sea como la casa. La primaria, como el jardín. La secundaria, como la universidad. Y la universidad, al fin, como la vida. Todo en o con la naturaleza, sin excusas.

Voy a explicarlo. El jardín es el único nivel del sistema educativo donde se le reconoce al niño el derecho de ser tal como es, niño. Todavía se cree que jugar es su trabajo. Claro que hay jardines donde se juega cada vez menos y las actividades expresivas son bien dirigidas y acotadas. Pero la mayoría mantiene la lógica de los rincones, donde se permite a cada cual elegir la actividad y los pares. El movimiento también se tolera (lo ideal sería que se comprendiera profundamente su importancia, pero bueh, todo no se puede). Estamos hablando de un sistema posible, no de uno perfecto.

La primaria tiene algo de buenas intenciones al comprender que las preguntas y las actividades se profundizan. Pero en vez de acompañar la alfabetización y la primera aritmética a través de esa curiosidad y ganas de hacer irrefrenables de esa edad, se apura a dividir el mundo en materias y el aprendizaje en calificaciones. Así que podemos borrarla tal como está y seguir con una dinámica parecida a la del jardín.

La secundaria hoy es la suma de la desazón por haber pasado el tiempo desde los tres años siguiendo directivas e intereses de otros. La capacidad de los seres humanos a esa edad es enorme, pero los tratamos como boludos. Pretendiendo estimularlos, abonamos la pasividad y el aburrimiento. En el peor de los casos, la rebelión sin sentido. A esa edad pueden organizar su escuela y sus aprendizajes junto con los adultos. Pedir ayuda para lo que les guste hacer, o seguir probando si no encuentran qué.

Así, la universidad será una transición natural hacia una especialización mayor para quien lo desee, en el campo que sea. La vida es la mejor universidad, así que el rol de ésta es más que nunca acompañarla con acciones concretas hacia la autonomía y la responsabilidad en el mundo adulto.

¿Y por qué en la naturaleza? Porque vivir al aire libre es el gran déficit de nuestra era. La tecnología ya está, ya la tenemos en cada aspecto de la vida.

Quizás haga falta aclararlo todavía, pero es difícil que esta visión funcione si las notas y las calificaciones como método de premio/castigo de los errores siguen existiendo. Para que esta propuesta funcione es necesario que los adultos sintamos y transmitamos un amor por la vida joven y una confianza total. Con su obsesión evaluadora la escuela transmite condicionalidad: te quiero y te acepto solo si sos buen alumno. No es maldad: ¡así está diseñada la escuela!

Ese fue mi aporte. ¿Se te ocurren más ideas para cambiar le sistema educativo formal sin hacer grandes revoluciones?

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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