Logró llevar menú saludable al comedor escolar de sus hijos: «A los colegios les corresponde un rol mucho más holístico del que hoy tienen»

«El almuerzo y la vianda escolar es la oportunidad para que padres y docentes ayuden a los niños a entender el impacto que pueden tener en el mundo, viéndose a sí mismos como personas capaces de producir cambios. Almorzar en la escuela es algo que niños y niñas hacen todos los días. Todos podemos «votar con nuestro tenedor» y elegir alimentos que sean saludables para nosotros y para el planeta». El párrafo es parte del libro brasileño «La hora del almuerzo escolar», que recopila en fotos y textos las diferencias entre las dietas infantiles en escuelas de diferentes partes del mundo. Otras formas que propone de provocar educación alimentaria en espacios de aprendizaje son: hacer una huerta y plantar frutales; organizar festivales de comida; manifestar la opinión de la comunidad frente a los políticos de su jurisdicción e informarse acerca de dónde viene la comida que está en sus platos.

Con Angie Ferrazzini éramos vecinas hasta que se mudó a Necochea hace siete años. Nos conocimos en su primer mercado de comida saludable y de consumo responsable en San Fernando. Hoy, Sabe la Tierra es conocida como la marca pionera del mercado callejero de alimentación natural y saludable en Argentina, con varios puntos en la provincia de Buenos Aires. La entrevisto a la distancia porque me interesa su nuevo proyecto: comedores saludables y educación alimentaria en las escuelas.

-Después de los Mercados, la Tienda, los Festivales, ¿cómo llegaste a la idea del comedor saludable en escuelas?

-Desde siempre Sabe la Tierra tuvo un foco en la educación. Con talleres y actividades en los mercados. También di muchas charlas en colegios sobre consumo responsable y alimentación saludable, y me fui entusiasmando con la idea de incidir en la educación alimentaria. Surgió la posibilidad en el Instituto Humboldt de Necochea, que fue mi colegio y ahora el de mis hijos. Les hice una propuesta que armé junto con una nutricionista y el debut fue en 2020… ¡duró 15 días! Debut y despedida por la pandemia. Fue un éxito, fue mi minuto de gloria, já. Logramos cambiar la mayonesa, la salsa de tomate y la mostaza en sobrecitos por mayonesa de zanahoria o casera, por ejemplo. Logramos que el camión distribuidor de gaseosas no pare más en la puerta del cole y servimos jugos, licuados. Fue una experiencia corta pero linda, que nos dejó animados para que una vez que pasara la pandemia pudiéramos volver. No solo para el almuerzo, sino también para los recreos. Los insumos son locales, de estación, saludables y agroecológicos. Los productores cosechan en el dia y llegana la puerta del cole. Una cocina donde hacemos alternativas y pruebas exp piloto de menues.

-¿Por qué creés que la escuela, un lugar donde se supone que nos ayudan a desarrollar hábitos para la vida, en general no se come bien ni se tiene una saludable relación con la naturaleza y el ambiente, por ejemplo? ¿Creés que ese rol le corresponde, o es sumarle una demanda más de tanto que se le pide?

-Yo creo que al colegio le corresponde un rol mucho más holístico del que hoy tiene. Enseñar cómo y dónde se producen los alimentos, a cocinar. Que sabemos que cocinando se pueden aprender muchas cosas transversalmente, química, matemática, física geografía. Creo que sí hay una mirada, ya ha colegios con huerta, compost y reciclaje. Pero todo eso ya tiene que ser parte de la Educación. De casa al colegio y del colegio a la casa son hábitos que hay que cambiar. Desgraciadamente, siguen habiendo kioscos. Hay un paradigma viejo de lo que pueden comer versus lo que los nutre. Y el rendimiento de una persona está íntimamente relacionado con la alimentacion. Muchas veces se duermen y no porque estén cansados sino porque su alimentación es a base de hidratos y azúcares, eso te da modorra. La comida de verdad te da energía. Estamos tan poco educados en alimentación y nutrición que es impresionante.

-¿Cómo recordás vos que comías en la escuela?

-Charlando con mamá de eso, me recuerda que en el cole no comiamos. Eran menos horas y comiamos en casa. Eran otos ritmos. Ahora hay demanda de carga horaria académica y pero poca para el el tiempo recreativo o de bienestar. El almuerzo tiene que ser en 20 munutos, incluso hay colegios donde comen parados. Cuando empezamos en el comedor del cole de mis hijos, otra cosa que hicimos fue decirles que levanten la mesa, que lleven su plato, su cubiertos y su vaso a la cocina. Eso nos permite muchas cosas: un h{abito de colaboraci{on, ver si están comiendo o si pidieron más de lo que iban a comer. Tratamos de dar estas conversaciones. De pasar del «no me gusta» y solo comer caritas y patitas a empezar a probar otros sabores. Por suerte, trabajamos desde jardín, y eso permite formar el paladar desde chicos.

-¿Alguna vez pudiste entrar en contacto con alguien que decida políticas públicas en materia de comedor/vianda escolar para poder conversar el tema? ¿Creés que la inercia al cambio tiene que ver con lo perecedero de la comida sana y su dificultad de distribución, con intereses comerciales o con otra cosa? Incluso pienso en las Cooperadoras de escuelas estatales, para las cuales la concesión suele ser una ntrada importante.

-Creo, por un lado, que hay intereses comerciales. Yo di charlas y alunas directoras me contaban de la dificultad que tenían con las concesiones, que decían que era más caro tener comida saludable. Creo que la comida en la escuela no puede ser un negocio. Por supuesto que tiene que ser rentable, pero tiene que tener un fin social y educativo, no de lucro. Y no todos los concesionarios tienen esa mirada. Todo se basa en los costos, y es cierto que a veces la comida chatarra es más barata, o más fácil de cocinar, pero es más cara para la salud.

Estoy al habla con algunos diputados porque, a partir de la ley de etiquetado frontal, hay todo un aparatado que tiene que ver con la alimentación en los colegios que dice que no puede haber productos con etiqueta frontal. Que se cumpla, ya es otra cosa. De todos modos, yo veo que hay mayor interés. Mi meta este año sí es incidir en políticas públicas.

-Cuando mi hijo era chico, casi siempre festejábamos su cumple en la plaza con agua y comida bastante saludable, fresca. Hoy mi hermana hace lo mismo con mis sobrinos. Pone aceitunas y tomates cherry, y es lo primero que se acaba. También recuerdo que eran así los cumples de tus hijxs. Viendo eso, pareciera ser que los adultos les imponemos una forma de comer que no es la mejor y nos autojustificamos diciendo «que a los chicos les encanta la chatarra». ¿Te pasa igual, de haber comprobado que los chicos disfrutan la comida real?

-Mis chicos tenian 5 o 6 años y yo ponía sandía en sus cumpleaños. Y había compañeros que nunca l habían probado. Me quedaba asombradísima. Hay un montón de cosas saludables que no ponemos al alcance de la mano de los chicos. Estamos todo el tiempo dándoles alfajores, galletitas, pero cuando conocen otros sabores, les gustan. Mis hijos comen alfajores y dulces pero tratamos de que sean del mercado, artesanales, y tratamos de mermar el consumo marketinero de las golosinas.

-¿Cómo vas a implementar la propuesta del Comedor Saludable?

-Vamos a empezar en la misma escuela con un menú parecido al que diseñamos en 2020, que se va a repetir cada 15 días. Siempre hay una opción vegetariana o vegana porque ya hay algunos que eligen serlo desde chicos. Tienen carne, pescado, pollo, legumbres. Tomamos en cuenta nutrientes, sabores y texturas. El menú va a ser siempre estacional, por ejemplo ahora vamos a darles duraznos y ciruelas que todavía hay. Vamos a tratar de que quieran probar cosas. También incluimos charlas para madres y padres, para los chicos, y clases de alimentación saludable y cocina. Especialmente a los del último año, porque acá en Necochea se da que muchos que terminan se van a estudiar a otro lugar y a vivir solos. La idea es que aprendan a cocinar así no viven a salchichas y puré industrial.

Foto de portada: https://www.facebook.com/SabelaTierra

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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