La obsesión del sistema escolar con la edad cronológica y sus consecuencias

Se supone, porque no he podido encontrar argumentos bien fundamentados, que en algún momento los sistemas escolares fijaron la edad como factor de segregación para asegurar una madurez adecuada para el aprendizaje. Yo creo, más bien, que la división obedece simplemente al concepto histórico de la cadena de montaje, que en nada se corresponde con razones psicobiológicas. En estos casi doscientos años de historia de la escuela moderna, sin embargo, el sistema ha debido admitir que esa clasificación no es perfecta. Casi siempre lo hace cuando se trata de la sobreedad: excusan esa «falla» de la máquina perfecta explicando que la sobreedad puede ocurrir por «problemas de aprendizaje», por factores sociales, etc. Poca tolerancia hay también con los casos de sub-edad, es decir, chicos y chicas que, en términos estrictamente escolares, están «más adelantados» para su edad.

La academia reconoce tardíamente que la escuela puede generar «prácticas institucionales y culturas profesionales contrapuestas a la educación como derecho» (Flavia Teriggi, 2013). Así, en ese y otro trabajo de 2010, la académica argentina remarca que «la trayectoria educativa no es sólo la trayectoria escolar» y que, a su vez, hay que diferenciar una trayectoria teórica, en la que se basa toda la cadena, con las trayectorias reales de los y las que aprenden. Todo basado en un supuesto pedagógico y didáctico que denomina cronosistema: «un sistema de ordenamiento del tiempo que establece etapas de la vida para ir a ciertos niveles escolares, ritmos de adquisición de los aprendizajes, duración de las jornadas escolares, duración de la hora, módulo o bloque escolar». Y dentro de ese, otro pesado supuesto de la escolaridad moderna, que es el aprendizaje monocrónico: «la idea de que es necesario proponer una secuencia única de aprendizajes para todos los miembros de un grupo escolar y sostener esta secuencia a lo largo del tiempo de modo tal que, al final de un proceso más o menos prolongado de enseñanza, el grupo de alumnos haya aprendido las mismas cosas». Como la realidad muestra que hay quienes van más rápido o más lento -subrayo, siempre desde el punto de vista del sistema educativo escolar-, admite que el concepto ha entrado en crisis, pero que por desgracia los maestros siguen siendo formados para un aula monocrónica. La propuesta de solución que hace la académica, como el plurigrado, el trabajo autónomo y los reagrupamientos son, no por casualidad, las que vienen practicando las educaciones alternativas desde hace un siglo, pero que siguen siendo invisibles para los que toman decisiones en el sistema escolar formal. Las escuelas Democráticas, las Experimentales, las Libres, algunas Generativas, las Montessori y el movimiento mundial de homeschooling y unschooling son ejemplos de que se puede enseñar y aprender sin clasificaciones por edad.

En una escuela democrática el aprendizaje no está restringido por la edad, y por lo tanto no hay «grados»

Esos supuestos referidos a la organización temporal, sumados a otros supuestos en crisis de la escuela moderna, son la verdadera razón por la cual discursos como las “adecuaciones curriculares”, la “adaptación a la
diversidad” y la “diversificación curricular” no funcionan. Por más buenas intenciones, se topan con la muralla infranqueable de la exigida simultaneidad. Eso le pasó a Carina y otras madres que hace unos días manifestaron su preocupación porque a sus hijos no se les permite adelantar grados, según piden ellos mismos y aconsejan los terapeutas que los atienden por considerarlos portadores de altas capacidades intelectuales (ACI). El diario Infobae publicó su reclamo y la Asociación Altas Capacidades de La Plata, también, un comunicado en el que expresa que «los alumnos con altas capacidades no han sido atendidos en su derecho a aprender», refiriéndose a casos similares en Santa Cruz, Chubut y provincia de Buenos Aires donde se les impide avanzar aunque esté contemplado en el artículo 93 de la Ley Nacional de Educación. Lo mismo pasó en Entre Ríos, donde una madre vivió un calvario legal que conté en esta nota: https://alteredu.com.ar/2020/09/07/ninos-y-ninas-con-altas-capacidades-una-carrera-de-obstaculos-y-malentendidos-en-el-sistema-educativo-formal/

No hay lógica tampoco en que el sistema se empeñe en impedir algo que es beneficioso para el que aprende, más aún cuando cuenta con la alianza de una familia que lo contiene y acompaña. Las protagonistas de estas historias de terror describen un camino burocrático desesperante. Y hay que recordar que los problemas de «adaptación» al grado cronológico no tienen causas exclusivamente cognitivas: la diferencia de madurez provoca que estos nenes y nenas a veces tengan dificultades para relacionarse en el mismo nivel de juego y vínculo social, algo que la escuela formal dice defender, usando como argumento que por su bien «debe estar con pares de la edad».

Las altas capacidades como síntoma de la enfermedad de cronología escolar

La licenciada Inés Arias Paz es psicóloga especialista en neuropsicología y una de las argentinas que suele realizar la evaluación neurocognitiva de niños y niñas sospechados de altas capacidades intelectuales. Que, describe, consiste en «evaluar no sólo el coeficiente intelectual sino también funciones cognitivas: atención y funciones ejecutivas, memoria, funciones visuales y espaciales, lenguaje y razonamiento. Capacidades y talentos en varias dimensiones, creatividad y conducta». Si bien utiliza pruebas estandarizadas y cuestionarios, trabaja con un plan de evaluación en función del niño desde la primera entrevista: «escucho a los padres y si considero que debo agregar algún área específica como lectura, escritura, cognición social, lo incluyo para poder brindarles una orientación a partir del perfil del niño/a».

Según su experiencia con las familias, las trayectorias y vivencias escolares son diversas y siempre están sujetas a la “suerte” de la jurisdicción en la que viva o que toque una escuela con apertura y predisposición. «En general tienen historias académicas complejas, por falta de conocimiento, formación y flexibilidad en las estrategias por parte del sistema educativo», afirma. «La rigidez cronológica es parte de la rigidez del sistema y por eso toda adaptación es compleja de implementar. Los alumnos con altas capacidades son un ejemplo de esto, pero también hay otros con necesidades especiales en otras áreas que tampoco son tenidas en cuenta. La dificultad está en articular el área clínica con él área de educación: se desconoce y se desacredita, lo cual es un gran obstáculo a la hora de trabajar de manera interdisciplinaria», lamenta.

La aceleración: ventajas y cuidados

María Gabriela Sirignano es licenciada en educación, maestra de primaria y madre de niños diagnosticados con Altas Capacidades Intelectuales (ACI). Además, administra la página de Facebook «Homeschooling Argentina CABA«. Hace muchos años que se dedica a ayudar a chicos y chicas con estas características a «adelantar» grados para que puedan tener una mejor experiencia educativa en el sistema escolar. «La división que hace el sistema educativo según la edad cronológica es, a mi entender, una medida arbitraria y obsoleta. ¿Cómo es posible que un niño que nació el 30 de junio de 2020 pueda ingresar a primer grado en 2026 y el que nació un día después deba esperar hasta el 2027? ¿Qué diferencia madurativa hay entre un niño y el otro?», razona, y agrega: «Si esta situación es terrible para cualquier niño, mucho más lo es para los alumnos ACI. La mayoría de ellos aprendió a leer y a escribir a edades tempranas y manejan un vocabulario propio de cualquier persona adulta. Otros se apasionan por los números o por diversas actividades artísticas. Encasillarlos en un grado que les corresponde por edad cronológica e intentar homogeneizarlos con el resto es conducirlos al fracaso, a la desesperanza«.

«Cuando el niño, que no encuentra pares intelectuales dentro del aula que compartan sus intereses, comienza a recibir actividades repetitivas, aumenta su frustración», describe. Según ella, con el “enriquecimiento curricular” las escuelas vuelven a fallar. «Las que son un poco más flexibles acceden, pero por desconocimiento terminan haciéndolo mal. Creen que es sinónimo de darle más actividades de un mismo tema y no es así. El enriquecimiento curricular debería ser vertical, brindando actividades que profundicen un tema, u horizontal, brindando temas nuevos, según los intereses del niño», enfatiza.

El paso siguiente es la aceleración. «Las escuelas no tienen idea de qué se trata esta estrategia educativa. Al acelerar, los niños pueden equilibrarse un poco intelectualmente, aunque siempre continuarán por delante de la media. En mi experiencia es sumamente importante tener en cuenta la madurez emocional y la opinión del niño a la hora de llevar adelante la aceleración, porque supone un cambio profundo en su vida. Si son muy sociables tendrán que saber que cambiarán de grado y en consecuencia dejarán a sus compañeros. Y si les cuesta socializar, deberán adaptarse a un grupo nuevo. Con la aceleración, los niños encuentran mayor motivación para asistir a la escuela; las actividades son más desafiantes y todo fluye de manera más armónica», relata.

María Gabriela ha preparado para esto a niños de diferentes provincias, ya que, al rendir en la ciudad de Buenos Aires, que cuenta con la figura de alumno libre en su reglamento escolar, «la certificación tiene validez nacional. Mis hijos y alumnos han vivido la aceleración con alegría y se han sentido más motivados a la hora de concurrir a la escuela. Ninguna familia se ha arrepentido, aunque muchos han cambiado varias veces de establecimiento, antes y después de acelerar. Lamentablemente, vivimos en una sociedad que discrimina. Los niños ACI presentan lo que Dabrowski, psicólogo polaco, llamó hiperexcitabilidad de los sentidos, esto significa que sus sentidos están exacerbados y viven la vida con mayor intensidad. Cuando el sistema educativo pueda descubrir el complejo mundo de un niño con altas capacidades, se dará cuenta de que puede marcar un cambio positivo en sus vidas o condenarlos a una búsqueda incesante de su identidad, dañada por años y años de desatención y maltrato», concluye.

¿Hacia una Ley de Altas Capacidades?

No debería hacer falta, pero lo mismo ocurrió con la dislexia. Asociaciones de padres y madres impulsaron una ley específica ante la evidencia de que la obligación de adaptar el sistema a las necesidades de niños y niñas enunciada en la Ley Nacional de Educación no es suficiente. En el mismo sentido, las asociaciones de altas capacidades de Argentina están reuniéndose en audiencias virtuales en estos días para darle forma a una ley específica junto a legisladores provinciales y nacionales interesados en apoyarlos. Carina Correa, una de las madres que participa, explica: «Necesitamos una ley más específica que enmarque las obligaciones del Estado para con estos alumnos, las especifique, y también comprometa al sistema de salud pública de la Nación y de las 24 jurisdicciones». Aunque la ley nacional y la de Santa Cruz nombra la ayuda que debe darse a los casos de altas capacidades, «mi hija tiene que volver a hacer primer grado habiendo rendido libre por indicación del psicodiagnóstico que lo recomienda. Por eso haca falta, porque no es respetada, es ambigua y hace que cada uno se agarre de lo que quiere, o te de respuestas ensambladas sin fijarse en las necesidades de cada chico», opina Carina.

Más información: https://www.facebook.com/altascapacidadessantacruz y https://www.facebook.com/LaPlataAC

Audiencia sobre ACI en la legislatura bonaerense en marzo 2021

Foto de portada: @edprohibida

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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