Muy de vez en cuando, los tabúes que persisten detrás de la escolarización obligatoria asoman en las noticias. Como cuando alumnos y exalumnos de un grupo de colegios religiosos católicos de Argentina decidieron abrir una cuenta de Instagram para publicar testimonios de abusos de autoridad, acoso sexual, abuso psicológico, formación de «milicianos» mediante la violencia, maltrato, castigos físicos, discriminación, inacción ante el bullying, apología de la dictadura, adulteración de notas y doble moral, entre algunas de las acusaciones enumeradas en la cuenta @testimoniosa. Los impulsores de esta iniciativa animan a los chicos y las chicas a no quedarse en el «escrache» virtual, a hablar con sus padres y hacer denuncias ante la justicia. «No están solos y hay muchísima gente en su situación», expresan. «Los que importan acá son ustedes, que reciban una educación como se merecen y un trato digno», dicen en la presentación en la red social.
El primer testimonio se subió a la cuenta el 25 de abril pasado y hasta la fecha ya van más de 120. Además, abrieron otras cuentas para denuncias puntuales de los colegios de Córdoba, Tucumán, Rosario y Devoto (hay 23 colegios en el país, una universidad y un instituto). Luego de una nota sobre el tema publicada por Mariana Carbajal en Página 12, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) se puso a disposición de las víctimas. Entre otras cosas, la periodista subraya el hecho de que esta institución -como gran parte de las de gestión privada-, recibe subsidios del Estado nacional, con montos que en algunos casos llegan al 100% de la matrícula.
Este complicado 2020 también vio nacer la página www.escuelasqueduelen.org. Una iniciativa de Florencia Quinteros, educadora argentina desde hace más de 20 años, para que cualquiera pueda publicar sus historias de sufrimiento infantil que tienen como causa el maltrato o el destrato escolar. Le pregunté cómo se le había ocurrido crear esa página, y me contó que todo empezó cuando hace cinco años abrió un centro cultural en Tortuguitas, provincia de Buenos Aires. «Hacíamos un taller de educación libre gratuito para los chicos del barrio y nos dimos cuenta del déficit tremendo en cuanto a su nivel educativo. Niños que ya cursaban cuarto grado y que todavía no sabían sumar o leer, comprender un texto simple. Al contactarnos con las madres, empezamos a escuchar testimonios terribles de vivencias escolares de esos niños. Por ejemplo, una directora diciéndole a una que su hijo no aprendía porque tenía retraso mental, sin pruebas de ningún tipo. Al final, lo que tenía era hipertiroidismo».
«Pero la gota que rebalsó el vaso fue conocer a un nene en primer año de secundaria que todavía no sabía leer. Fue ahí cuando decidí crear «Escuelas que duelen», porque es algo de lo que no se habla», me explicó. Hoy Florencia forma parte de un grupo virtual de personas que educan sin escuela con más de 300 miembros, y, con el tiempo, su taller se transformó en un espacio educativo que funciona todos los días. Pueden conocer su trabajo a través de la cuenta de Instagram @educarsinescuela.
En esta misma línea, en Estados Unidos, la Dra. en Educación Kirsten Olson escribió el libro «Heridos por la escuela: recuperando la alegría de aprender y desmontando la cultura de la vieja escuela» (Wounded by School: Recapturing the Joy in Learning and Standing up to Old School Culture). Olson es además presidenta del directorio de IDEA, el Instituto para la Educación Democrática en América (IDEA). El libro es el resultado de un descubrimiento mientras hacía su tesis de doctorado en la Universidad de Harvard. Convencida de la potencia benefactora de la educación, empezó a entrevistar adultos, pero se encontró con algo distinto a lo que imaginaba. Dice el prólogo de se libro que «al sumergirse en las primeras entrevistas en profundidad con un arquitecto premiado, un profesor distinguido, un hábil escritor y un ejecutivo, esperando excitantes y placenteras historias de aprendizaje, descubrió las sombras del dolor, la decepción e incluso cinismo en el recuento de sus historias escolares. En lugar de la luz que esperaba, encontró oscuridad. Incluso, sus historias ni siquiera reflejaban heridas antiguas y ya curadas, sino unas muy profundas y todavía en llaga, que comprometían la percepción que tenían de sí mismos como personas y como profesionales».
A partir de ese cambio de rumbo, Olson investigó y enumeró siete categorías de «heridas» que puede provocar la escolaridad: de creatividad, de conformidad, de rebelión, de entumecimiento o insensibilidad, de baja estima, de perfeccionismo, de invisibilidad o del promedio. En esta nota del psicólogo Peter Gray pueden leer una descripción más detallada de cada una, además de un ensayo que Gray tituló «Los siete pecados de nuestro sistema de educación forzada».
En este video pueden ver a Olson explicar cómo sigue su trabajo ahora con educadores de todo el mundo. «El modelo está muerto y hay que reinventarlo. Las personas dentro de la cápsula se están quedando sin oxígeno. Los alumnos y los maestros están muriendo de aburrimiento», sentencia ahí.
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