Hernán Casciari, el narrador que denunció al mundo editorial y empezó a distribuir su propio trabajo, acaba de darse cuenta de que hay otros intermediarios que alejan a los pibes de los libros. Básicamente, la escuela. No lo dijo así, y de hecho salió enseguida a defender al docente sanjuanino observado por el pecado de dar a leer un cuento suyo con «malas palabras» (dirían mis padres). El escandalete se hizo público porque unas familias lo filtraron en grupos de WhatsApp y a la prensa, salteando las vías formales de la comunidad educativa. Que, lo sabemos, hace rato tiene el teléfono descompuesto.
Justo cuando los resultados de las pruebas estandarizadas sentencian que en secundaria nadie lee ni entiende lo que lee, Casciari sale con otro de sus «proyectos imposibles». En un programa de radio donde lanzó su nuevo sitio de recursos educativos y apoyo mutuo, arengó: «Hay que hacer cosas fuertes, por el costado de la burocracia, por el costado del puritanismo. Tenemos un objetivo, que no es que los chicos comprendan lo que lean, ¡queremos que les encante! Que sean eficaces narrando, que puedan leer en voz alta. Porque escribir y contar algo bien sirve para la vida: para seducir a tu potencial pareja, para pedir un aumento, no solo para ser escritor».
Está buenísimo que alguien con la visibilidad de Casciari se harte de la burocracia escolar y la queja constante por el colapso educativo. Y que proponga algo en vez de quedarse comiendo canelones y puteando la realidad argentina desde la mesa del domingo. Quizás, ayude a los que todavía no tomaron coraje. «Estamos armando algo grande: la mayor base de datos de docentes de la Argentina que trabajen con narrativas. Vamos a compartir historias, recursos y estrategias. Vamos a proponer concursos alucinantes para desarrollar en el aula. Vamos a invitar a novelistas y guionistas célebres a dar charlas y tutoriales. El objetivo: que cada vez más chicos y chicas disfruten de las historias», anunció en el link de su nueva comunidad: https://educacion.orsai.org/
«La idea surgió la semana pasada, después de un evento insólito que ocurrió en San Juan. ¿Es realmente posible que se pueda suspender a un profesor de secundaria por leer un cuento que incluye las palabras «teta», «culo» y «poronga»? Y si lo es, ¿no deberíamos hacer algo más que quejarnos o asombrarnos?», explicó.
La conclusión que a los académicos y think tanks educativos les toma un año y una encuesta carísima, a él le llevó cinco días. «Durante la semana posterior al caso del profesor sanjuanino, recibí cientos de mensajes (privados y públicos) de docentes secundarios de todo el país diciendo casi la misma frase: «A mí me pasa lo mismo todo el tiempo». Los obstáculos que relevamos son tres: una minoría de madres y padres puritanos, dificultades del sistema educativo para dar respuesta rápida y poquísima comunicación entre pares docentes».
«Orsai Educación nace para resolver estos problemas», anunció el paladín que le hizo más liviana la narrativa a esta generación. Está convencido de que «cuando los pibes leen un cuento fácil, sencillo, organizado de una manera popular -como los suyos-, después van a la buena literatura».
«Esta nueva plataforma será el lugar para que los chicos y chicas que van a la escuela secundaria no solo lean y comprendan, sino que disfruten como chanchos con la lectura. Ese será nuestro desafío: que sean felices leyendo, e incluso que sean eficaces narrando. Y esa meta solo es posible convocando a todos los profes del país y dejando de lado la queja sobre la burocracia, los sistemas arcaicos de educación, los papis y mamis conservadores… Usemos esa energía en ser creativos».
Otra vez los intermediarios
«Ya no es el siglo XX: hoy los docentes, los autores y los alumnos podemos comunicarnos y compartir historias, recursos y estrategias sin intermediarios. Y Orsai, que tiene un muy buen historial organizando proyectos imposibles, quiere ponerse al hombro la logística de este sueño».
«Todos conocemos a un profe o una profe de secundaria. Avísenle que se registre en la nueva comunidad donde estamos nucleando a todos para empezar a conversar en foros, a invitar a pedagogos y a gente con dos dedos de frente. Incluso, para a enseñarles a esos padres puritanos cómo se hace una queja y qué carajo es la literatura», dijo acalorado por el entusiasmo en la radio.
Ni Casciari ni la mayoría de los docentes sabe que bastaría con dejar espacios y tiempos reales para la lectura y la elección de sus propios textos. Igual que con los adultos: difícil ser lector apasionado pero sin tiempo para leer. Y difícil pedirnos a todos que nos guste leer lo mismo. Pero hay cientos de escuelas en el mundo que sí dan tiempo y libertad para elegir qué leer: las democráticas, las libres y las Montessori son algunos ejemplos que conozco. También los unschoolers, familias que educan fuera de la escuela y sin curricula.
Los intermediarios que él tanto combate en su obra personal, amenazan también a las personas en edad escolar. Solo por estar en el rango de edad de 4 a 18 (el de la escolaridad obligatoria), las editoriales de manuales y los intermediarios pedagógicos tienen en su poder tu perfil de lector.
¿Malos intermediarios o demasiados intermediarios? En cualquier caso, tampoco sirve de nada liberar los textos si no liberamos a los pibes. ¿Acaso no gozan también ellos de los 10 derechos del lector que tan acertadamente enumeró Daniel Pennac? Como dice el bibliotecario citado, «toda promoción, todo plan de lectura debe provocar deseos, no obligaciones de lectura».
¡Qué bueno, Hernán, que te hayas vuelto a indignar! Se me ocurrió aprovechar para entrevistarte y salió lo que van a leer abajo.
El diálogo entre Hernán Casciari y AlterEdu:
–¿Qué te acordás de las clases en el Normal de Mercedes? ¿Te fomentaban la lectura y la escritura? ¿Qué cosas o personas te educaron más o mejor que la escuela?
-Me acuerdo que era muy cuesta arriba. Que me gustaba mucho leer y escribir y que no encontraba frontón ahí. De las profesoras de Literatura, nada. Les tenía bronca porque yo entendía que no sabían apasionar a los chicos. Pero una profe de Historia me ayudó un montón. Se dio cuenta que era un nabo pero que sabía escribir, y entonces me alentó mucho: me mandaba recortes de concursos de narrativa, me prestaba libros y cosas así. La pasé muy bien gracias a esa profesora, que no tenía por qué hacerlo porque era de otra asignatura, pero lo hizo.
-Si el sistema escolar (que no es sinónimo de educación) es arcaico, ¿cómo te imaginás una escuela que no lo sea?
-Más que escuelas me imagino a profesores interconectados que se ayudan entre ellos y comparten estrategias y lecturas. Es lo que queremos hacer con Educación Orsai. Primero, armar una base de datos muy prolija, y después, empezar a escucharlos y hacer cosas.
–¿Qué criterios tenés para elegir la escuela de tus hijas?
-Siempre tuve el mismo criterio con las dos. Irme de una gran ciudad. Cuando nació Nina yo vivía en Barcelona y cuando cumplió 3 nos fuimos a un pueblito de montaña entre Francia y España, muy chiquitito. Y ahí fue a una escuela pública. Y cuando nació Pipa, vivía en Buenos Aires con mi actual mujer. Cuando cumplió 3 nos mudamos a San Antonio de Areco y va a una escuela pública también. A mí me parece que cuando los dos papás ya están bastante encima del chico, lo único que necesita es una escuela pública con mucho verde.
-Creo que la educación con mayúsculas no existe, porque hay infinitas formas de educarse. Pero si hubiera que definirla, ¿qué es para vos?
-Para mí, por lo menos la primera educación, de la primaria y secundaria, debería ser transmitir pasión por lo que sea. Que no salgas de ahí sin una pasión, con el corazón y la panza. No sé más nada, no sé de esto. No soy un educador ni estudié pedagogía, pero me parece que los chicos tienen que salir de la escuela apasionados por algo.
-Ya existen muchas escuelas que hacen cosas «fuertes» y «por el costado de la burocracia» como dijiste en la radio: escuelas alternativas con distintas pedagogías, espacios cooperativos, populares y comunitarios, incluso familias que se juntan para aprender y jugar sin formato escolar. Luchan contra la burocracia que no las reconoce tal cual son. Son escuelas que buscan que profes y chicos vayan contentos. En las escuelas democráticas, por ejemplo, cada cual elige qué leer. ¿Sabías que hay escuelas así?
-No soy estudioso de la pedagogía, pero supongo que sé como la mayoría que existe Waldorf, Montessori. Y mi mujer se dedica a la sociología de la Educación, así que escucho algo en los almuerzos; sé que existen y me encanta todo eso. Pero yo escribo nada más, así que con esta plataforma me reúno con un montón de gente que dirige eso. Yo hago la comunicación y son los educadores los que trabajan. Veo que vamos a hacer algo lindo.
Nota y entrevista de Dolores Bulit.
FOTOS: Mi hijo Vito, que hoy tiene 15, leyó lo que quiso, sin restricciones ni imposiciones, hasta sus 12 años. Aprendió a leer y escribir sin escuela hasta que entró a un secundario estatal. En las fotos hay de todo un poco: novelas gráficas, manga, una enciclopedia sobre armas antiguas, la revista Bonsai, un libro de los bichos del Iguazú, una guía de supervivencia y hasta un catálogo de pirotecnia que se aprendió de memoria mientras duró su curiosidad. No está en las fotos, pero a sus 10 leyó un libro en inglés sobre un detective que se infiltró en el KKK. Y nunca había tomado clases de inglés. Las lecturas respondían a sus intereses, no a listas de lo que se considera adecuado. Nuestra tarea de adultos fue: leer nosotros, asegurarnos de que estuviera expuesto a textos, dejarlo que leyera según sus intereses y que tuviera el tiempo necesario para hacerlo.
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