“El derecho es a la educación, no a la escuela”

Estados y tratados internacionales consagran como un derecho humano el derecho a la educación. Que suele asociarse automáticamente con la escolarización. Para conversar sobre eso y conocer cómo trabajan quienes acompañan a las familias en sus elecciones educativas en Argentina, conversé con Elida Naya. Ella es abogada de familia, madre de dos hijos de 5 y 16 años y residente en la provincia de Buenos Aires.

-En general, el derecho a la educación se asocia a ir a la escuela. ¿Cómo es que puede «desarmarse» legalmente esta asociación y demostrar que alguien puede educarse a pesar de no ir?

-Existe la escolarización obligatoria, la ley nacional de Educación lo indica, pero es una de las tantas formas que existen para garantizar el acceso efectivo a la educación. El derecho es a la educación, no a la escuela: nada habla de un “derecho a la escuela”. La educación ejercida por las familias está reconocida en toda la normativa que tenemos, tanto nacional como provincial e internacional. En esta misma normativa se reconoce a la familia como principal agente educador. Es el primer espacio donde el niño y la niña ejercen su derecho. A la escuela llegan sabiendo cosas, tienen su educación que recibieron en el seno familiar. La educación no está solamente en la escuela; existen clubes, sociedades de fomento y otros espacios que brindan pautas educativas.

Cuando acompaño familias, siempre trato de llevarlo por ese lado para hablar estrictamente de lo formal. Está en muchos ámbitos y la misma ley de Educación tiene sus excepciones. Como todas, habla del interés superior del niño, y eso es en una situación particular para un niño en particular. Si la escuela tradicional no satisface ese interés, habrá que ver si hay otro tipo de escuela o de modalidad educativa que vaya de la mano con el interés superior de ese niño en ese caso particular. Acá es importante dejar lo genérico un poco de lado. Y esto es algo que todo el mundo tendría que saber.

Lo central es siempre poner el foco en el interés superior del niño. Las familias a quienes brindo asesoramiento buscan lo mejor para sus hijas e hijos, así como desde la escuela se busca defender los derechos de las niñas y niños, especialmente el derecho a la educación.

-¿Cuáles suelen ser los procedimientos para guiar a las familias?

-Yo las acompaño en el sentido de cómo plantarse ante la escuela, los directivos. Para que estén preparados y no terminen frustrados después de las reuniones. Me interesa que comprendan la profundidad que hay en el interés superior del niño. Explicarles que en su casa también tiene implicaciones. Es una norma de jerarquía internacional porque está en la Convención de los Derechos del Niño y fue incorporada a nuestra Constitución Nacional. Se trata de tener en cuenta qué necesita ese niño, qué lo satisface y le permite el pleno desarrollo. Y ahí estamos hablando de todos los aspectos de la vida de un niño, su máximo bienestar. Uno tiene que tener en la mente ese ideal, aunque es muy probable que la pifiemos un montón de veces. Como cuando tenés un proyecto: tenés que saber dónde llegar. El desarrollo más pleno dentro de lo posible, a eso hay que apuntar.

Yo apelo al rol de la familia que educa. Porque antes de los 4 años, que se marcan como el inicio de la escolarización obligatoria, también tenían derecho a la educación y la recibían, es la familia responsable de brindarla. Lo que tiene que estar garantizada es la educación. Cuando vamos a un club, ¿no nos están educando en una disciplina? Cuando en mi casa transmito en la vida diaria educación emocional, para la convivencia, financiera, las costumbres familiares, educo.

-¿Cómo llegan las familias a consultarte?

-Vienen cuando deciden elegir otra modalidad educativa (homeschooling o escuela alternativa no reconocida, por ejemplo). Pueden rendir exámenes libres o en escuelas extranjeras. En general yo las guío para que sean ellas quienes tengan el contacto con directivos o funcionarios, que pueden ver en estas alternativas la vulneración de un derecho. A veces la escuela eleva una consulta a un superior jerárquico, una dirección de escuela, una inspección regional. La respuesta a la solicitud de la familia es muy local, depende muchísimo del directivo. Si no comprende de qué se está hablando, entonces puede que la comunicación con el inspector sea directamente una denuncia. Y otras veces pasa que, cuando interviene inspección, hay un poco más de apertura.

La ciudad de Buenos Aires es un punto aparte, un paréntesis, una burbuja hermosa que el resto del país no tiene. Quizás agregaría Córdoba, que también se centra en lograr el acceso a la educación y no tanto a la escolarización, por lo que es bastante más flexible que otros provincias o ciudades. Depende muchísimo de la zona, por ejemplo, de un municipio a otro en la provincia de Buenos Aires hay respuestas muy distintas. Algunos llaman enseguida al servicio local de Niñez. Que no es algo de por sí negativo, ya que son organismos donde se defiende el interés superior del niño y muchas veces acompañan a la familia que busca lo mismo. Yo no recomiendo a las familias iniciar acciones judiciales o intercambios de cartas documento.

Con la pandemia, muchos querían terminar el año virtual cuando volvieron las clases presenciales. En algunos distritos eso lo logramos muy bien. Soy más de generar acuerdos que de ir al choque. Yo ofrezco mi asesoramiento para garantizar el interés superior del niño/a, el acceso a la educación que mejor responde a su interés superior.

Por eso, cuando asumo una asesoría, trato de interrogar y generar reflexión. Brindo asesoramiento y acompañamiento más allá de la parte de aclarar las normativas que se ponen en juego. Acompaño para que se interioricen en los derechos que tienen y cómo llevarlo adelante. Cómo pararse si de acá a un año, por ejemplo, los visita un asistente social. Me interesa cambiar un poco esta mentalidad, porque hay prejuicio de los dos lados. De repente la escuela pasa a ser un demonio, y hay familias que lamentablemente vulneran el derecho a la educación u otros derechos de sus hijos. Nadie es perfecto, ni las escuelas tradicionales, ni las alternativas, ni las familias. Para algunos casos son buenas la escuelas convencionales, para otros casos la familia educadora. No todo se puede estandarizar.

Yo ayudo a realizar una comunicación efectiva y asertiva. Enseño a decir lo que quiero decir, porque a veces en las reuniones se van por las ramas. La parte legal, con estas líneas resueltas, es más corta. A veces, es más difícil la parte emocional. Evitar angustias para las familias cuando reciben amenazas que son irreales. Les aclaro que no cometen un delito pero, también, que la decisión de elegir una modalidad educativa fuera de la escuela es responsabilidad de ambos progenitores. Cuando hay separación o divorcio, donde la responsabilidad parental se divide 50 y 50, los dos tienen que tomar la decisión, tiene que haber acuerdo. La familia es la responsable de garantizar y brindar la educación efectiva.

Cuando se elige rendir libre una vez al año, en el nivel primario, lo que pasa es que a lo largo del año no se tiene una constancia. Así que, en esos casos, o cuando no pueden rendir libre también, es bueno buscar medios que permitan acreditar la educación y que no se está vulnerando el derecho.

-¿Llevás una estadística personal de las causas por las cuales las personas deciden educar fuera de la escuela convencional?

-Antes de la pandemia, principalmente por cuestiones de acoso escolar (bullying) o problemas con docentes o directivos. No era tanto por la conciencia del tipo de educación que se quería brindar. Después de la pandemia, hubo un deterioro de la calidad educativa, o por lo menos así lo sintieron algunos. Se juntaron varios factores. Muchas familias pasaron a tener un sistema híbrido de trabajo que les permitió conocer algo que antes no veían. Al final, la escuela terminaba igual requiriéndote a vos como madre o padre para cumplir con la escolaridad. Entonces, empezaron a preguntarse si se podía hacer de otra manera, porque en definitiva lo que hacían eran todas tareas. Y buscaron alternativas. Que continúen va a depender si pueden sostenerlo, si hay una estructura familiar para acompañar.

Élida Naya

-Desde hace muy poco existe la figura del abogado del niño. ¿De qué forma puede intervenir en esto?

-Es una figura establecida en la ley 26.061, que si bien es una Ley Nacional, no se cumple en todo el territorio de forma igualitaria. Su implementación depende de cada provincia y varía mucho de una jurisdicción a otra. Según esta ley, el abogado del niño debería intervenir en todo proceso administrativo o judicial que involucre a una niña, niño o adolescente. Hay jurisdicciones donde se designan de oficio y otras que hasta las Cámaras niegan su designación con alguna justificación de tipo burocrática. En nuestra profesión, no hay formación especifica en cuestiones educativas ni pedagógicas, sino que un abogado especializado en niñez es un profesional especializado en las normas que regulan los derechos y obligaciones de las niñas, niños y adolescentes. Entonces, la formación en lo que refiere al derecho a la educación es más autodidacta que formal.

-¿Existe poca literatura sobre este tema, entonces?

-No existen cantidades de libros o manuales sobre el derecho a la educación desde la perspectiva del interés superior del niño. Incluso en las editoriales más prestigiosas en doctrina jurídica hay pocas sentencias publicadas y aún menos doctrina. De intercambio y debate entre juristas no hay casi nada.

Existe mucha burocracia en el ámbito de la educación. Mucho queda librado a las costumbres locales y recién con la pandemia hay cierta publicidad en los actos administrativos, decretos, reglamentos y/o protocolos.

Incluso, a veces un docente puede saber más que yo cómo tramitar algo. Por la burocracia y la poca transparencia que se da a los actos administrativos escolares.

-¿Cómo llegaste hasta este punto de dirigir tu trabajo de abogada al apoyo de las familias que buscan modalidades distintas en la crianza y la educación?

-Nosotros vivíamos en Bella Vista hasta que nos mudamos a CABA por trabajo durante seis años. Luego nos volvimos a mudar a la provincia cuando tuve a mi segundo hijo, y exploramos esa alternativa de rendir libre con mi hijo mayor, que en ese momento terminaba la primaria. Había mucha diferencia entre las escuelas estatales de CABA y las de la provincia. La estatal de acá no nos parecía una alternativa. Finalmente conseguimos una vacante en escuela parroquial y él prefirió seguir ahí.

-Muchas familias querían salir de la escuela esgrimiendo cuestiones de salud luego del primer año de pandemia.

-Si la familia vulnera el acceso a la educación aun cuando cree que lo hace defendiendo la salud, no coincide con el servicio que ofrezco. Muchos quisieron salir por la pandemia sin pensar cómo van a ocuparse de la educación de sus hijos, y ahí también se vulnera un derecho.

Sí acompaño en cuestiones relativas a la discapacidad porque va de la mano con temas como el del bullying: son vulneraciones de derechos dentro de la escuela. En general, son casos de acoso escolar por parte de pares y/o docentes, y/o autoridades escolares, tanto por acción como por omisión. También ayudo a la familia a conseguir un acompañante dentro del aula, para que se adapten los programas y para ir solicitando las prestaciones cuando la obra social no responde a la cobertura.

Además de esto, hago algo que me gusta mucho y es acompañar a las familias en la crianza respetuosa. Ayudarles a poner el foco en el interés superior del niño, porque a veces por costumbre y porque está tan naturalizado criar de una forma, no nos damos cuenta. Así que ofrezco recursos y herramientas respetuosas para la rutina y la vida en familia.

Contacto con Élida Naya en Instagram: https://www.instagram.com/elidanaya.abogada/
Correo: elidanaya.abogada@gmail.com / WhatsApp: https://wa.me/message/I7QLMUB2FCVRG1

Foto de portada: Archivo General de la Nación

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

Tambien puede interesarte...