Educar sin escuela, producir alimento y enfrentar la destrucción del ambiente: prioridades de mujeres urbanas que migran al campo

Simona Laloque es investigadora especializada en maternidad, crianza y educación. Ha dedicado los últimos diez años al registro y estudio de casos en comunidades de madres urbanas que, partiendo de conflictos cotidianos y diversos, intentan comprender la realidad bajo nuevas teorías, y proponen formas creativas de rebelarse a las estructuras de la sociedad actual.

­— Tu trabajo de investigación viene siendo consecuente con una manera de ver la producción de conocimiento, ¿es así?

­— Siempre lo es. Cuando descubrí mi interés por estos “sujetos”, que eran las madres urbanas de sectores medios semiprofesionales que se vinculaban a través de las redes y se convocaban en las plazas de la ciudad para conversar, tomé nota del hecho de que nadie las estaba observando. Y lo que se tornó más evidente en mis acercamientos a ellas fue que allí, en esas “conversaciones”, se estaba produciendo conocimiento, un conocimiento profundo, riguroso y pertinente, capaz de dar respuesta a muchas problemáticas que generan malestar en nuestra cultura. Se trataba, sin embargo de un conocimiento “marginal”; hubiera sido de locos pensar en abordar estas formas de subjetivación con proyectos y fondos académicos. Conversar con estas mujeres supone aceptar que nada quede en pie, incluyendo la academia y los fondos de financiación, por supuesto.

­— ¿Qué aspectos puntuales de la vida social abordaban estas mujeres al convocarse?

­— Básicamente, su impulso proviene de la percepción del horror que comparten en su mirada sobre el mundo en el que sus hijos nacieron y seguirán creciendo. La conciencia de “saberse fuera”, de contemplar su maternidad como una prisión hecha a medida para mujeres que no aceptan abandonar “el puerperio”, dado que lo consideran una valiosa etapa de sensibilización en torno a la propia vulnerabilidad. Estas mujeres, que a lo largo de los años no abandonaron sus intuiciones en nombre de ninguna consigna instituida que pudiera aliviarlas, mantuvieron una posición crítica y creativa frente a múltiples aspectos de la vida que se tornan primordiales en la crianza: la alimentación, la educación y la salud fueron las más sobresalientes.

­— Y frente a estos aspectos, ¿qué problemáticas abordaron, y qué respuestas encontraron, si es que lo hicieron?

­— Estas mujeres se congregaron, de manera fundante, a raíz de su decisión de no escolarizar a sus hijos. Escapar a la institución escolar fue la consigna que disparó una apuesta más amplia: la de percatarse de los múltiples encierros a los que eran sometidas como madres: el hogar, la familia, el trabajo, el mercado, la ciudad y, por supuesto, la escuela. Ellas encontraron la raíz de sus incomodidades en la pérdida histórica de los lazos comunitarios: la ausencia de comunidad fue la explicación que hallaron para dar cuenta de sus situaciones de aislamiento, en tanto “sujetos individuales”, impotentes e incapaces de subvertir las lógicas de su cotidiano. La convicción de que su aparente soledad no era tal, sino que eran muchas las mujeres en situación de encierro, fue lo que las llevó a salir a las calles, más específicamente a las plazas, para intentar formas de sociabilización basadas en criterios de cuidado contrarios a los intereses imperantes.

­— ¿Y cuál fue el devenir de estas formas que mencionás?

­— Ellas construyeron criterios vinculados a la crianza y la educación. En un principio, establecieron que el alimento era un asunto fundamental de la crianza, y que las decisiones acerca de qué alimentos compartir con sus hijos eran netamente políticas. De allí nacen sus conflictos con la institución escolar, con la industria alimentaria y con sus propias familias. Percibieron el alimento como una de las armas más poderosas con la que el sistema ataca los cuerpos en crecimiento, tornándolos enfermos y dependientes. Y en el camino de buscar “alimentos sanos” para sus hijos, tomaron conciencia de que, para alcanzar este imperativo, deberían “cambiar el mundo”. Este hallazgo de las madres urbanas, básicamente “consumidoras” de alimentos, coincidió históricamente con la articulación de los movimientos que surgían en torno a la idea de “soberanía alimentaria”, fundamentalmente campesinos. Volver al campo y producir el propio alimento, se afianzó como una nueva consigna para ellas.

­— ¿Y lo lograron?

­— Están en ese proceso. Mujeres urbanas que migran al campo en busca de producir alimento y de criar a sus hijos en entornos de naturaleza. Claro que no es tan simple, dado que los ambientes naturales, la tierra y los saberes en torno a la subsistencia han sido objeto del saqueo sistemático. Algunas de ellas lograron migrar. El trabajo de tejer territorio es ahora su prioridad: gestar nuevos encuentros alrededor de estas cuestiones no resueltas tampoco en el campo. La educación sin escuela, el autosustento comunitario, y la organización frente a los múltiples conflictos socio-ambientales, son algunos de los temas que las ocupan.

Fuente: Prensa y periodismo para la autogestión* Contacto: prensayautogestion@gmail.com

*Prensa para la autogestión es un colectivo de periodistas que busca indagar en las voces no autorizadas, en las cosas no dichas o no escuchadas, en aquellos espacios donde tiene lugar la producción de saberes autónomos, que surgen de intentos por «cambiar el mundo» de forma radical.

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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