Cuando el apoyo escolar funciona mejor que la propia escuela

«Las dificultades que se ponen en juego al acceder al aprendizaje, no dependen exclusivamente de las capacidades o habilidades de los estudiantes en sí, sino de la propia naturaleza de los materiales didácticos, de los métodos y medios utilizados en el aula, los cuales por su rigidez no pueden dar respuesta a la diversidad del alumnado. El currículo será discapacitante en la medida que no permita que todos sus alumnos puedan acceder a él«. La cita pertenece a un texto de Lucía Laphitzondo en la revista «Gestión Educativa», donde se describen las ventajas del Diseño Universal del Aprendizaje. Un neologismo que se utiliza hoy para las estrategias que minimizan las barreras al aprendizaje para N, N y A neurodiversos, pero que, en realidad, es la forma en que todos lo que enseñan deberían actuar.

Hagamos el ejercicio de evocar en qué tiempo y lugar sentíamos el alivio de, finalmente, entender lo que no habíamos comprendido en clase. Por desgracia, no hay una estadística oficial de cuántas personas necesitaron apoyo escolar particular (o brindado por las propias escuelas a contraturno), porque esa cifra podría decirnos bastante acerca de las falencias del sistema educativo formal. No sé ustedes, pero yo tuve que tomar clases particulares de Matemáticas y Física en la secundaria. Mi hijo también, en estos tres años escolarizado. Mi marido no, pero recuerda que recibía llamados telefónicos de las madres de compañeros de escuela para que les explique lo que no habían entendido sus hijos. El fue de los «buenos alumnos», pero recuerda vívidamente los dolores de panza previos a los exámenes o entregas. No importa si el que ayuda a entender es una madre, un hermano, un compañero o una maestra particular: es sintomático que este sistema paralelo de contención esté totalmente naturalizado.

Esa estadística que no tenemos indica, al menos para mí, que la prioridad de la escuela es mantener un ritmo uniforme y constante para llegar a cumplir objetivos externos. Todo lo cual hace necesarios apoyos para que muchos no queden rezagados. De eso sabe mucho Mabel Oddone, profesora de Lengua y Literatura y directora de la Academia «Encuentros Educativos». Como estudiante universitaria y como profesora en escuelas estatales y privadas, nunca encontró un espacio institucional en el que se sintiera cómoda con su forma de entender la educación. Por eso, durante los últimos 10 años, está al frente un sistema paralelo de apoyo al aprendizaje escolarizado que en la práctica funciona como una escuela alternativa, siguiendo el ritmo de cada uno. En un ambiente con buen clima, de camaradería, socialización y mirada individual, se parte desde lo que cada uno sabe y entiende. Se acompañan las metas que, casi siempre, son las de la escuela, pero con la conciencia de que ese apoyo es también una forma de dar bienestar y tranquilidad dentro de lo inevitable.

«Nuestra estrategia fue siempre, en principio, la de reducción de daños. Más que un apoyo escolar, es familiar, porque ellas padecen el hostigamiento de la escuela culpándolos de no tener tiempo para vigilar a sus hijos y obligarlos a hacer las tareas, que son una tortura para todo el núcleo familiar. Imaginemos eso en este contexto de aislamiento. Esta situación debería servirle a la escuela para reivindicar a las familias en la comunidad», opina. Durante este último año y medio, el trabajo de Mabel y su equipo ha tomado protagonismo. Sin clases presenciales, muchos de estos problemas se han agudizado. Hoy, la academia ha extendido su trabajo de siempre con la filosofía de atender primero a los niños y adolescentes, y luego también a los padres y las madres, intermediando con la escuela. O, incluso, con la desescolarización. Es que desde que conoce de cerca los beneficios de las alternativas educativas, Mabel no se espanta. Entiende perfectamente que se puede aprender fuera de la escuela y asesora de manera personalizada el camino de cada uno que aspire a obtener una certificación formal de sus aprendizajes o prepararse para ingresar al sistema en el momento que lo necesite.

Como ejemplos, Mabel me cuenta que acompaña a una chica de 13 años que va a una escuela estatal. «Como la madre considera que no le están enseñando suficiente, nos convocó para seguir con el curriculum para que, cuando termine el año, pueda ingresar con los contenidos básicos a un secundario. Además, está en proceso de pensar si la anota en la escuela o desescolariza y rinde libre con nosotros», me cuenta. La academia también apoya a una nena de 7 años que nunca fue a la escuela. «Como ella tiene muchas inquietudes sobre los contenidos universales, nos llamaron para que empecemos a darle esos contenidos y que no esté tan descolgada si quiere entrar a la escuela», explica.

«Yo voy acompañando estas indagaciones que tienen los padres. Y la novedad de estos años es que personas que jamás pensaron en desescolarizar lo están empezando a meditar. Las razones suelen ser la falta de presencialidad escolar, el exceso de cámara y clase virtual, o el hecho de no querer pagar una escuela privada que antes aseguraba 8 horas de escuela», comenta. «Y hay otra cosa interesante que estoy haciendo desde la pandemia, que es acompañar a los padres y las madres, que están solos y les preocupa más que nunca la socialización. Los animo a que armen comunidad en su barrio, en la plaza o con los parientes. Algo que podría parecer obvio, pero para mucha gente no lo es. Como anécdota, una nena me preguntó un día cuál era la diferencia entre AM y PM con respecto a la hora. Le explicamos, había sido una inquietud surgida en la plaza mientras interactuaba con otros, y ella volvió para contarles cómo se lee la hora».

Mabel también describe una sana costumbre surgida en este contexto especial. «Cuando pacto las entrevistas, lo hago con toda la familia. Especialmente cuando funcionan como tribu y todos opinan, y viste que todo el mundo opina sobre educación… Entonces, para no tener que dar una explicación permanente a los temores y las dudas, hacemos una reunión con todos, incluidos los abuelos y personas que se turnan para cuidar. Son cosas bastante inéditas, pero me gusta mucho ver cómo funcionan. Cuando quieren, también reúno a chicas y chicos en las clases por afinidades, o por materia que estén estudiando». Moraleja: a no entrar en pánico, que en materia de educación el encuentro siempre es posible, puertas adentro o puertas afuera del edificio escolar.

Si querés contactar con la Academia «Encuentros Educativos» en Argentina, el teléfono es +549 11-6565-8055. Y su página en Facebook.

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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1 Respuesta

  1. 24 de noviembre de 2021

    […] señora, ¿ustedes qué son?”, le preguntó a Mabel Oddone uno de los choferes del micro que nos trajo al EPEP. El hombre estaba desorientado: no somos un […]