El enfoque Reggio Emilia en Uruguay: la formación docente que está ayudando a desaprender

«Luego de un viaje compartido entre José Pedro Varela y Domingo Faustino Sarmiento para conocer los sistemas educativos de Europa y Estados Unidos, ambos regresaron a sus países para desplegar sistemas educativos propios. Esto explica que, desde ese momento y hasta el día de hoy, Argentina y Uruguay compartan tantas similitudes en su cultura escolar, en sus principios pedagógicos matrices, en sus prácticas didácticas y en su formación docente».

Quien me pone en contexto es Jimena Folle, que se dedica hoy a «deformar» docentes de escuelas tradicionales que buscan mejorar sus prácticas. Es consultora en educación, desarrolla su mirada pedagógica a través de Entramadocente, y entre otros roles, se desempeña como asesora para la Red Itínere. Es miembro también de «Ramé Tribu«, un colectivo de directores de diferentes centros educativos inspirados en las propuestas del italiano Loris Malaguzzi, donde generan viajes de estudio y «noches de mujeres humanizando la educación». Está convencida de que las formaciones docentes deben hoy enfocarse en que las personas le encuentren sentido a su rol.
 
«Ambos sistemas educativos están realizando ahora diferentes esfuerzos para romper con los valores más enquistados que no están logrando los resultados de aprendizaje básico para los niños de hoy. Revisar la idea del potencial de aprendizaje que traen, apuntar hacia un enfoque competencial, entender y atender la diversidad en el aula para hacer los procesos asequibles para todos y correr el foco del protagonismo del docente que enseña al del niño que aprende, son algunos de los principios básicos que comienzan a interpelar la mirada tradicional característica del sistema educativo uruguayo», explica.
 

North school

Jimena me llevó a conocer North School, que inauguró hace apenas dos años en una zona sin mucha historia educativa previa, la Ciudad de la Costa. Quizás eso le ha permitido instalarse como una propuesta un poco más disruptiva dentro de la oferta de escuelas bilingües para la ciudadanía global que ya existen. Junto con el que se va abrir en Punta del Este en 2025, North School y otros 7 colegios más forman parte de la Red Itinere, fundada por el argentino Darío Alvarez Klar.

Nos recibe Gregorio Medina, el director, en el amplio y luminoso hall de entrada y salón de actos. Con diferentes identidades institucionales, los colegios como éste que integran la Red comparten la cultura de colaboración con la comunidad cercana, que incluye escuelas estatales, empresas y ONGs. El aprendizaje social, la identidad global y la innovación son también sus pilares.

Según vamos recorriendo, se nota que el espacio pretende comunicar bienestar para todos sus habitantes, que pasan 8 horas del día allí. Está lleno de chicos a pesar del feriado docente. Es que la escuela organizó una «colonia» para alumnos y chicos de otras escuelas.

Acá se organiza también un hub de educación e innovación una vez al año, abierto a todas las escuelas de la zona y del país que quieran participar.

Llaman la atención varias cosas: los pasillos son tan amplios que dejan de ser exclusivamente lugares de paso. Cada aula, además, cuenta con su propio patio. Su propósito no es funcionar como lugar de escape o recreo, como habitualmente se piensan los espacios exteriores, sino que está integrado al aprendizaje. Con bancos-hamaca y plantas, invita a flexibilizar el acto educativo con la posibilidad de movimiento. Ahora el estudio Pichón trabaja en el co-diseño del bosque de nogales junto con las familias..

Hablando de movimiento, vemos a pasar a una docente muy particular. Una bailarina de origen español que, a modo de atelierista, organiza la vivencia corporal de los aprendizajes curriculares tal como propone Reggio Emilia: los 100 lenguajes del niño deben ser integrados seriamente a la enseñanza formal.

En uno de los extremos del edificio está el comedor, que ofrece un menú supervisado por nutricionistas. En el otro, un espacio de atelier con «evidencia» de creatividad infantil, incluidos dos cascos espaciales realizados a partir de botellones de agua armados con la colaboración entre los chicos y las personas de mantenimiento. Otro indicio Reggio Emilia: así como el espacio educa, todas las personas lo hacen, sin importar su área de trabajo en la escuela. Por último, visitamos el bosque de nogales contiguo al edificio que forma parte del terreno y que fue co-diseñado con las familias.

El Instituto Arnold Gesell

Nuestra segunda visita es a una institución que ya tiene 47 años. El Arnold Gessell fue fundado por una pareja que se conoció haciendo el magisterio y que hoy continúa sus dos hijas: Jimena y Analía Rodríguez. Es el típico jardín de barrio que fue creciendo a instancias del interés y el apoyo, incluso económico, de las familias.

Ahora tiene también primaria y liceo (secundaria) repartidos en dos casas, una enfrente de la otra, en Montevideo. Se jacta de tener una propuesta disruptiva para la época, ya que abre sus puertas todos los días del año, pensando en la conciliación laboral.

«En Uruguay la formación docente es muy tradicional. Por eso, cada vez que querés hacer algo distinto, comienza el proceso de deformación docente», explica Jimena en una mesa que compartimos con el equipo del nivel Inicial. Ella fue convocada al Gessell para eso, empezando por el nivel donde resulta más fácil incorporar cambios. «Es simple encontrar el intersticio para, en vez de avasallar al niño con el programa, lograr que saque todo lo que tiene y sabe de adentro hacia afuera. Pero es difícil para nosotros los adultos porque recibimos una educación muy tradicional. Mi trabajo es, a través del enfoque Reggio Emilia, que el docente aprenda a estar al servicio de un desarrollo orgánico y no al servicio del programa».

La necesidad de un cambio surgió cerca de 2012, reflexionando sobre las cosas que se hacen «en automático», incluso siendo el Jardín muy exitoso en términos de matrícula y aceptación barrial. Me cuentan que todos están empapados del enfoque. «Hay muchos proyectos en curso en las salas y espacios del Jardín, por eso es importante que todos sepan que hay cosas que no se pueden ordenar o limpiar». En ese sentido, en el jardín fueron construyendo «una segunda piel» que recubre el edificio convencional, documentando los proyectos y usando los distintos lenguajes de expresión infantil. Es tarea de Julia, la docente atelierista, establecer esa conexión entre la curricula, los niños y el enfoque Reggio Emilia.

Las paredes, pasillos, pisos y techos comunican. «No es una muestra de trabajos típica del Jardín, sino una reseña que muestra lo que pasa en las salas. Esas documentaciones e instalaciones sirven también para ir enganchando a los docentes, es un vehículo para que se vayan formando», describe Jimena. Esto se ve en el proyecto sobre los molinos de la sala de 5 años, por ejemplo. «Sin que nos dieran tiempo a hacer la pregunta que teníamos pensada, ellos empezaron a responderla solos, y crearon respuestas maravillosas. Nos llevó a replantearnos qué preguntas estamos haciendo, que nos interesan a nosotros pero no a ellos. También aprendimos a terminar proyectos si vemos que cayó el interés, algo que quizás antes forzábamos», recuerdan.

«Estamos formados para dar respuestas, no para hacernos preguntas ni para que un niño de tres años traiga una idea que quiera desarrollar. Y a veces es solamente sentarse durante la merienda con ellos, a escucharlos». Como hormigas laboriosas, poco a poco este equipo del Jardín va cruzando la calle para contagiar esta mirada a los docentes y las aulas de Primaria.

Gracias Jimena Folle por los libros «Educocina. La transformación educativa empieza en la cocina«, escrito con Diego Ruete; «Un espectro de belleza. Ensayo sobre la vivencia de los espacios desde una mirada neurodivergente«, de Diego Tosar, y «Bitácora de experiencias«, de Mayra Cardozo, Adela Steineck y Natalia Procelli.

 

 

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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