¿Cómo educar sin formato escolar? Así aprende una familia de 5 en la provincia de Buenos Aires

Educar sin escuela es perfectamente posible, en primer lugar, porque la forma en que ocurre el aprendizaje humano no está relacionada indefectiblemente con la forma en que la escuela ha decidido organizarlo. No sucede sólo en determinadas horas del día, no discrimina por edad, ni por área de conocimiento. Tampoco se transmite sólo de arriba hacia abajo (adultos a niños/as), ni en estado de quietud corporal, ni estimulado por premios o castigos, ni siquiera, a veces, con un esquema de menos a más complejo. La escuela está diseñada de esa forma porque así se les ocurrió a sus primeros promotores, desde el siglo XVII en adelante, influidos por la catequesis cristiana, la formación militar y la mecanización del trabajo industrial, para comodidad de los adultos: les permite administrar información de manera uniforme y evaluarla, también, con ese mismo criterio.

Hoy, con resultados de siglos a la vista y nueva información relacionada con el comportamiento, la perspectiva histórica y la biología humana, sabemos que la escuela no puede ser una institución de mera instrucción. Y es por eso mismo que ha cambiado el contrato social de lo que se espera de ella. Estamos en un pico de ese momento histórico, pero el cuestionamiento no es nuevo. Hay educadores que lo han intuido aún antes de tener la información que tenemos hoy por el simple hecho de observar a las generaciones jóvenes que aprenden. Y, en paralelo, también surgieron familias y grupos que, sin llegar a organizar métodos pedagógicos o escuelas alternativas, se animaron a encarar el desafío de educar por fuera de ese formato, relativamente reciente en nuestra historia millonaria como humanidad.

La familia de Elda (49), Omar (42), Gaspar (11), Eusebio (9) y Simona (7) es una de las que ha elegido educar de esta forma. Nos conocimos hace unos años y nos visitamos mutuamente: ellos/as vinieron a Tierra Fértil en Béccar y nosotros fuimos a Villa Lía, una población rural de aproximadamente dos mil habitantes en el partido de San Antonio de Areco, donde junto a otra familia se organizan para compartir. En el contexto de hoy aprovecho para entrevistarlos como una oportunidad para seguir mostrando que hay diversas y efectivas maneras de educar además de la escolaridad obligatoria.

-¿Pueden evocar cuándo y por qué tomaron la decisión de educar sin escuela?

-Gaspar estaba a principios de tercer grado, Eusebio y Simona en jardín. Había varios temas que veíamos que no estaban funcionando: la única escuela primaria del pueblo se había transformado en doble jornada y Gaspar se quejaba de que eran muchas horas, se aburría y había que hacer “pactos” con él para que fuera a la escuela, de la que además llegaba cansado y sin ganas de hacer nada más. Tampoco a nosotrxs nos cerraba la institución y nos hacían ruido la imposición de normas, la estandarización y la repetición sin fundamentos pedagógicos.

En ese contexto, nos invitaron a formar un espacio de educación alternativa para nuestrxs hijxs, al que llamamos Pampa Traviesa. Al comienzo fuimos tres familias de la zona: una es viajera, de madre alemana, que está la mitad del tiempo en nuestro país y la mitad afuera, y la otra es una familia que vive en el campo, a 5 km de nuestra casa. Juntxs construimos un espacio para encontrarnos todos los días, viajamos, tomamos cursos y conseguimos y armamos materiales para trabajar. Esta etapa duró hasta principios del año pasado, cuando decidimos dejar el lugar en común como único punto de reunión y espaciar los encuentros a una vez por semana de forma rotativa.

-¿Juntarse con otros fue necesario para ustedes?

-No concebimos una educación en soledad, y por eso nos parece importante conectarnos con la mayor cantidad de gente posible. Pampa Traviesa fue pensada desde el principio como un “colectivo” de aprendizaje de puertas abiertas, con tres tipos de momentos educativos que van rotando el nivel de protagonismo en cada etapa: los encuentros entre nosotrxs; los viajes para encontrarnos con otras personas/experiencias/perspectivas; y las visitas que recibimos de talleristas, familias viajeras, docentes varios, etc. Por eso conocimos un montón de gente que está en el tema de la educación alternativa y muchas familias que educan en su casa, y esperamos seguir así, principalmente porque la suposición pedagógica y vital de que el afuera nos nutre, renueva y enseña, sigue confirmándose cada año.

¿Cómo fue la reacción de quienes los rodean y cómo los ven ahora?

-En la familia la reacción fue de sorpresa y de preocupación, pero respetaron nuestra decisión porque ya teníamos antecedentes de “salirnos de la norma”: con el parto en casa, por ejemplo. Para lxs demás creo que fue algo llamativo, no es muy conocida por acá la posibilidad de que lxs niñxs no tengan que ir a la escuela.  A nivel “sistema educativo”, elegimos el camino de los que proponen no esconder la situación y presentamos una carta en la escuela explicando nuestra decisión. Vinieron a nuestra casa las trabajadoras sociales, pero no hubieron sanciones ni persecuciones, quizás por ser ambxs docentes en un pueblo chico, en el que, de algún modo, todxs podemos ser compañerxs de trabajo de lxs sancionados.

-¿Se han «formado» de alguna manera ustedes como madre y padre, si es que han necesitado hacerlo?

-Siempre nos estamos formando en nuestro rol, siempre estamos aprendiendo de nuestrxs hijxs y siempre sentimos que nos faltó algo. También tratamos de leer, investigar, buscar material: es muy arduo esto de la educación en casa. En particular, y dentro de los distintos tipos de educación que hay, nosotrxs somos una familia más unschooler que homeschooler, lo que hace que todo el tiempo tratemos de escuchar a nuestrxs niñxs y dejar de lado nuestras ansiedades. Y al mismo tiempo estar a su disposición cuando surge algún interés.

-¿Pueden describir cómo es un día o una semana de ustedes? ¿Cómo organizan la convivencia, los cuidados, el trabajo rentado fuera de la casa, los roles, si es que los hay fijos?

-Nuestros días son todos diferentes, porque somos profesores y todos nuestros horarios están salteados. Eso nos permite que sólo una mañana lxs chicxs estén sin nosotrxs. En ese caso viene una señora que los cuida y que el resto de los días viene a ayudar en las tareas del hogar. El más grande este año decidió volver a la escuela y empezó el secundario, él tiene todas las mañanas ocupadas. Los otrxs dos niñxs se levantan cerca de las 10 y juegan, leen, a veces se ponen a dibujar o pintar o se les ocurre cocinar algo. Por ahí van a comprar algo que necesitan para cocinar. O se pliegan a alguna actividad que estemos haciendo nosotrxs. A la tarde, en general vienen amigxs, o van a alguna casa, o tienen talleres que ellxs eligen (orquesta, artes marciales, circo, teatro, tela). Una vez por semana hacemos el encuentro con lxs otrxs niñxs de Pampa Traviesa. Y una vez por mes nos reunimos con otras familias que de la región que hacen educación en casa. También, y sobre todo, hay un momento sagrado denominado: “ver la compu”.

-Eso les iba a preguntar, ¿qué les suele gustar hacer?

-Hacer experimentos, cocinar, trabajar en el espacio maker, ver la compu (¡todo el tiempo!), hacer pijamadas, ¡jugar!

¿Qué es lo que más valoran, disfrutan o aprenden de vivir de esta forma? Y, a la vez, ¿qué les cuesta más?

-Lo que más valoramos es la libertad que tienen nuestrxs hijxs y toda la familia en general. No estar atadxs a horarios, convenciones, etc. También que nuestrxs hijxs no perdieron la capacidad de jugar, juegan todo el tiempo. El aprendizaje espontáneo es otra de las cosas más valorables, ellxs se levantan, agarran un libro y se ponen a leer, cuando en la escuela les están pidiendo por favor que lean. El aprendizaje se da naturalmente y eso es genial.

Lo que más nos cuesta es encontrar otrxs niñxs para jugar durante las horas de clase (todo el pueblo va a la escuela, la mayoría ocho horas). Otra cosa que nos cuesta es regular el uso de las TICs. Por una cuestión de cuidado lxs niñxs tienen un tiempo acotado para la compu y eso siempre genera disputa.

-¿Creen que es más fácil hacerlo en entornos rurales o semirurales que en los urbanos? ¿O al revés?

-La ventaja es que en los pueblos rurales lxs chicxs salen solos a la calle desde más chicxs, lo que facilita que se “despeguen” de nosotrxs. Si algún chico faltó a la escuela y se lo encuentran por el camino, puede venir a jugar a casa, y esto se da naturalmente. Otro tema interesante es que los espacios son más grandes y, por supuesto, el entorno de naturaleza, que enriquece mucho la curiosidad y resulta más saludable. La desventaja es que hay menos familias que eligen este tipo de educación, por lo que somos totalmente identificables, y hay que convivir con todo tipo fantasías y rumores.

-Ambos son docentes. ¿Comparten lo que hacen con otras/os colegas?

-No, no comparto en general. Sólo si me preguntan. Es muy difícil para un docente entender que alguien no puede ir a la escuela, en algún punto se sienten amenzadxs, como si no se valorara su trabajo.

-¿Y sienten que ser docentes es necesario o,de alguna forma, los ayuda a asumir el desafío de educar sin institucionalizar?

-No lo sentimos necesario. De hecho, hay muchísimas familias que educan en casa que no tienen docentes entre sus progenitores y lo hacen muy exitosamente. Lo que te permite el “ser docente” es conocer la situación de las escuelas por dentro, conocer el sistema y ver cuán alejados o no están (en cuanto a conocimientos, desenvolvimiento social, valoración) tus niñes en relación a otrxs de la misma edad. Pero también tiene su desgaste trabajar con niñxs adentro del aula y llegar a tu casa y seguir atentxs a ellxs.

En general, por desinformación y prejuicios, se puede pensar que la educación sin escuela es sólo para profesionales, para personas de clase media/alta, que tienen motivos religiosos o para aislarlos de situaciones de conflicto. ¿Cuáles de estos prejuicios podrían derribar o confirmar, de alguna forma? ¿Creen que se podría hacer un determinado «perfil» de las familias o educadores que eligen esta opción?

-El mito que podemos desterrar es el de la socialización. Nuestrxs hijxs son muy sociables, se relacionan de la misma manera con niñxs y adultxs, están acostumbrados a incorporarse a distintos grupos de niñxs, siempre están conociendo gente nueva. No tienen más problemas que el resto de lxs niñxs al respecto.

Podría decirse que todas las familias que conocemos que adoptan este tipo de educación son de clase media, muy críticas hacia la educación escolar, o al tema de las fumigaciones acá en el campo (hablo de las escuelas que están pegadas a campos donde se fumiga), también las hay por motivos religiosos. En relación al sostén económico de este tipo de educación, Pampa Traviesa requiere una suma de dinero muy baja porque los guías somos los padres y madres del proyecto, por lo que no se pagan honorarios docentes. De todos modos, se debe mensurar también las muchas horas que cada familia destina, el trabajo de lxs artesanxs del proyecto para construir lxs materiales y los gastos de vehículos particulares, entre otros que, sin embargo, hacen que la cuestión de los aportes económicos no sea una preocupación ni un límite para la participación en nuestro proyecto. Aun así, vemos que las familias de menores ingresos tienen menos posibilidades de perdurar en una decisión de este tipo porque muchas veces dependen del comedor escolar o tienen menos armas para defenderse a la hora del seguimiento que realiza el estado cuando detecta a un/a desertor/a, o porque no pueden sostenerse económicamente ante la pérdida de la asignación por hijx.

Por otro lado, en estos años hemos podido ver que las experiencias de educación sin escuela son muy variadas y creo que sólo algunas están relacionadas fuertemente a un factor económico o al nivel educativo de lxs pa/madres. Más bien nos parece que, por el rol central asignado a la escuela como motor de ascenso social en nuestra cultura, es muy difícil para muchas familias educar en casa. No tanto por una cuestión de clases sociales como por la dificultad de “sentirse segura/o para” ocupar el lugar sagrado que ocupa la escuela.

Me parece que lo fundamental pasa más por una disposición a ejercitar la “escucha” e incorporación de los interrogantes, necesidades y deseos de lxs otrxs. Y eso es algo que cualquiera, no sin dificultades, puede experimentar.   

-¿Cómo decidieron ustedes o cómo decidió Gaspar ir a la secundaria?

-Le dimos la opción de decidir y él quiso ir al secundario. Conocíamos a otras familias que habían tomado la misma decisión y nos pareció válida. Veíamos que lxs niñxs desescolarizadxs que frecuentábamos eran más chicxs y él quería conectarse con gente de su edad. Lo vemos bien, muy contento, súper adaptado, muy curioso e interesado por todas las áreas. Nos parece que con la educación en casa adquirió mucho interés por el conocimiento en general. Recién hace una semana que empezó, por lo que es muy pronto todavía sacar una conclusión de su adaptación.

Entrevista de Dolores Bulit

Fotos de Pampa Traviesa

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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