Para las personas que se plantean como una opción educar sin escuela, el nombre de Paula Lago empieza a sonarles enseguida. Fue la primera en sistematizar los aspectos legales que rodean a esa decisión cuando se toma en Argentina. Junto con otra madre, Silavana Gonella, editaron el cuadernillo “Aspectos legales de la educación en el hogar en Argentina” en la década pasada. Que circulaba como pan caliente entre las que, como yo, habíamos elegido no escolarizar a nuestros hijos e hijas.
Con Paula vivíamos cerca hasta que se mudó a una ciudad del interior de la provincia de Buenos Aires el año pasado. Nos conocimos cuando visitó Tierra Fértil, nuestro proyecto colectivo de familias. En esta entrevista buceamos en el origen de los blogs y sitios webs de madres que publicaban recursos. Oasis en medio del desierto informativo de aquella época.
-¿Por qué educás sin escuela a tus dos hijos?
-Nunca me gustó la escuela como modelo de educación. Aunque me gustaba leer, era curiosa de chica y cuando los adultos hablaban me gustaba escuchar sus conversaciones. El formato escuela lo sufrí pero siempre me gustó aprender. Así y todo, estudié para docente. Viste que uno siempre piensa que va a poder cambiar algo. Pero no, a los dos años de trabajar me di cuenta de que todo era muy para atrás en un montón de cosas. Era rígido, burocrático. Todo lo que importaba eran los papeles, las cuotas. Y si había problemas en un aula, no se le daba prioridad a que el ambiente fuera armónico para que recién después vinieran los conceptos.
Cuando fui mama volví a pensar en eso. Ya sabía lo que era el homeschooling, pero pensé que era algo de Estados Unidos solamente, y que acá no se podía. Y aunque no hubiera querido llevarla a la escuela, a mi hija la llevé igual. Claro que todo el mundo me insistía. Hizo tres años de jardín y, en definitiva, la pasaba bien. Mi experiencia no tiene que ser la de ella, pensaba. Pero se dieron ciertas situaciones de inseguridad con las que perdí la confianza, así que la cambié a la escuela donde yo había ido. Ya estaba embarazada de mi segundo hijo.
Era una escuela más grande, y me acuerdo que el primer día de clases la asaltaron en el baño para sacarle la plata que había llevado para el quiosco. Cuando fui a decirle a la maestra puso la mano en el bolsillo como para darme el monto que le habían sacado. Pero no era esa la cuestión.
Empecé a leer sobre escuelas alternativas pero ninguna estaba cerca de casa. Me enteré de Tierra Fértil, pero no estaba en nuestras posibilidades en ese momento. Di también con “La educación prohibida” y fue como un garrotazo en la cabeza. Hasta pensé en mudarnos a Santa Fe para estar cerca de la escuela “La Cecilia”. Ahí ya mi marido empezó a decirme si no era mucho. Así que seguí buscando y vi que había gente haciendo homeschooling acá en Argentina. Empecé a indagar. Me sentí medio sola, no te contestaban mucho los correos en esa época. Hasta que logré encontrarme con una mujer que era médica y tenía cinco hijos y que después de mudó a Córdoba. Ella me orientó. Así que la saqué a mi hija de la escuela con una carta que armé ayudándome con un modelo de la página de otra madre. Ella fue mi referencia en ese primer momento. Su hija mayor tenía 18 años y llevaba 9 años haciendo homeschooling.
Tenía una web que se llamaba “Aprendices de la vida”. Nos juntamos en casa y me acuerdo que llegó con una canasta con papeles y libros, la Constitución, el Código Civil, la Ley de Educación. Literal, trajo todo en una canasta como las de picnic. Ella incluso llegó a pensar en armar una Asociación Civil y participó del debate de la nueva Ley Nacional de Educación del 2006. Ella había hecho todo el movimiento para que escucharan a las familias que educaban fuera de la escuela y cuando llegó el momento de la audiencia no fue nadie. Con el tiempo, se cansó.
-Claro, eso pasa: uno se cansa.
-Sí. Ella había estudiado la parte legal el triple que yo. Y ese día en casa me confesó que estuvo muchos años sola, incluso con su marido en contra.
-Y ahí tomaste la posta…
-Siempre me gustó escribir. Venía escribiendo sobre cine y fotografía en un grupo de blogs que ahora se llama “Hipertextual”. En ese momento estaba el blog de Isabel (“Aprendices”) y el de otra madre, norteamericana, con la que llegamos a hablar. Sus hijos rendían libre en Buenos Aires y cuando se volvían a Estados Unidos, retomaban la escuela. Otra madre me habló de la existencia de las escuelas “sombrilla”, pero yo no quería saber nada con algo que se pareciera al sistema escolar. Tampoco quería que rindieran libre. Pero hablando con Isabel, me contó del caso del hijo de una amiga que había estudiado así y había entrado a una universidad de Mendoza y después a otra en Buenos Aires. Decidí anotarlos, y si no funcionaba, no pasaba nada.
Cuando lo comenté en mi blog, empezaron a preguntarme las familias que me leían. Yo hacía dos o tres años que educaba en casa. Me empezaron a sugerir que me postulara como representante de la West River Academy y la que era en ese momento me lo pasó. Ahí, de a poquito, empecé a conocer realidades de todas las familias y a aprender de sus experiencias cuando los sacaban de las escuelas.
Yo sabía que en México, por ejemplo, validaban aprendizajes con escuelas extranjeras. Así que fuimos armando un campus con distintos recursos , sobre todo hasta quinto grado, y subimos modelos de proyectos para que cada familia se inspirara y armaran los propios en base a sus intereses.
Así fue hasta el 2020. A partir de ahí, el homeschooling se convirtió en un boom y empezó a escribirme mucha gente. Pero me pedían cosas de escuela, me preguntaban por las notas o si había exámenes. Ese año falleció mi marido y todo ese contexto me llevó a dejar de ofrecer un campus. Pero sigo al frente de la representación de la academia para quienes quieran acreditar el aprendizaje de sus hijos en modalidad virtual.
-¿Y con tu otro hijo, qué habías pensado?
-La nena acaba de graduarse y a mi hijo le quedan tres años o cuatro más, recién está empezando lo que equivale a la secundaria norteamericana. La verdad es que somos más unschoolers y él va aprendiendo a su gusto. Con ella sí me sentaba más al principio, le daba cosas bien de escuela pero la dejaba libre para dibujar y acoplar con sus intereses. Después, empecé a notar que me ponía peros a muchas de las cosas que le daba. Entonces, empecé a leer sobre unschooling: John Holt e Iván Illich, principalmente. ¡Y me partieron la cabeza! Básicamente, ellos dicen que nunca paramos de aprender, que lo hacemos bastante naturalmente y que muchas cosas las aprendemos en el momento en que las necesitamos.
Con mi hijo me angustiaba porque iba por los 8 y reconocía las letras pero leía lento, muy poco. Hasta que un día en mi compu veo abierta una ventana de chat en el Facebook y un diálogo con su tío, sin una falta de ortografía. Por eso hasta el día de hoy digo que se trata de confiar. Y que educarse sin escuela es una manera de conocerse a uno mismo.
-¿Vos seguías dando clases en escuelas?
-Sí. Una de las cosas que me pasaba cuando daba clases en secundaria es que veía mucha abulia. Les preguntaba qué les gustaba, y todo decían lo mismo o les daba lo mismo. Eso me tenía muy preocupada, me imaginaba a mis hijos así. Me acuerdo que durante mi primer año de educar en casa seguí dando clases. Y decidí no darles a mis alumnos las listas de libros obligatorias. Les pedí que trajeran libros que tuvieran en sus casas, que les gustaran a ellos o fueran de sus padres, y armamos una caja rodante. Nunca leyeron tanto como ese año. Una chica había leído la trilogía de “Los juegos del hambre” e hizo un lapbook que se terminaba convirtiendo en un juego de mesa. Quedé alucinada. Mirá si el sistema escolar fuera más abierto, la cantidad de cosas que podrían hacer con entusiasmo.
Otra vez, cuando hacían una lámina de inglés, estábamos en esas aulas de 50 chicos. Le sugerí a un grupo que por qué no iban a la biblioteca para trabajar más cómodas. Volvieron porque la preceptora les dijo que no podían estar solas. O íbamos todos o no iba nadie.
-Justo en estos días leía en Twitter a un profesor que preguntaba si en otras escuelas también se usaba la bilblioteca como lugar de castigo. Y otro que decía que como hay poco lugar, en muchas escuelas la biblioteca se había convertido en un aula más.
-Ya en mi época nunca íbamos a la biblioteca de la escuela. Yo iba a pedirle a la bibliotecaria que me recomendara libros, pero aparte de los que tenía que leer para Lengua. Porque para los exámenes leíamos de resúmenes.
-Yo no creo que la escuela sea la causa de todos los males. Pero, ¿pensás que de alguna forma moldea lo que somos como sociedad o tiene un rol más pasivo y más bien refleja lo que como sociedad somos?
-Creo que es un poco y un poco. ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Estás hace doscientos años educando niños en una institución. Hoy, además, no tenés a los padres atrás. Y no me refiero a los chicos de bajos recursos solamente. Los padres hoy no están disponibles y los chicos están solos. Se va desmoronando la escuela como tal, la familia como era, hay un choque cultural, social, económico. La escuela se empezó a hacer cargo de tanta cosa que terminó adueñándose de los chicos y los padres van quedando como unos ineptos. O meten a todos en la misma bolsa.
¿Cómo no va a haber bullying? ¿Por qué las escuelas tienen que ser tan grandes, edificios de tres pisos, con personal que ni llegás a conocer? Ni una maceta con plantas hay. ¿Qué control se puede tener sobre algo tan grande? Se fue todo de las manos. Lo que sí me parece evidente es que la escuela está cooptada por la homogeneidad y produce docentes acordes. Y la contracara es la escuela religiosa, que sigue hablando de pecado. No hay término medio. Y si no sabemos cómo hacerlo, lo ignoramos. Creo que se armó una gran galleta, y no sé hasta qué punto tiene una salida. ¿Será que se desmorona y habrá gente que se quede y otra que genere otras cosas? Poco a poco, eso es lo que se ve en Europa. El tema es, ¿hasta qué punto es bueno buscar la regulación de las alternativas?
-Vos solías decir que lo mejor era que no se regularan, porque eso podía encorsetar precisamente la libertad de hacer cosas diferentes. ¿Pensás lo mismo hoy?
-Yo siempre dije lo mismo, que mejor no regular la educación sin escuela. Pero una vez hablábamos con mi marido sobre eso. Las leyes salen y después van apareciendo las reglamentaciones y se van puliendo, adaptando, protegiendo más derechos. Es cierto que sería más fácil tener una ley que les permita a las familias presentar una carta y que te eximan o te den un pase o te den de baja. Pero también creo que es comodidad de las familias por no pelear por sus derechos, porque la regulación está, lo que pasa es que hay que saberla. Entiendo que está bueno tener algo que te ampare para no ir al choque, porque es un gran desgaste emocional. Porque algunas escuelas son amenas para hablar del tema, pero hay otras que son tremendas y amenazan con sacarte a tus hijos.
-Si pudiéramos hacer un ránking, ¿qué motiva a las familias a sacar a sus hijos de la escuela?
-Hay que ver a cada familia. Porque sacarlo no quiere decir que no les guste la escuela. Muchas los sacan porque dicen que les dan poco, porque tienen pocas clases y en sus casas al final tienen tres docentes dando clases. Para ellos eso será una buena educación y es su derecho. Otras hacen algo escolar pero con más libertad para elegir, o hacen talleres. Otros hacen unschooling radical y creen que todo debe guiarlo el niño. Y tampoco es así, porque hay que estar muy atento para estimular y alentar el conocimiento. Y, después, hay muchas otras que quedan afuera sin haberlo elegido, por temas de aprendizaje, discapacidad o diagnósticos donde las escuelas hacen agua y tratan de sacarse de encima el “problema”. En definitiva, son muy poquitos los que salen porque no están conformes con lo que es la escuela en sí, con la forma en que está armada.
Lo malo es cuando la familia dice que esto no es para mí sin trabajar la paciencia ni la confianza. Algunos prueban un año y sienten que sus hijos “no les dan bola”. También, empiezan a jugar los “niños interiores” y las historias de cada padre también.
-Yo suelo pensar que sos como una Laura Mascaró argentina. Por tu estilo honesto, porque se dedicaron a la asesoría. ¿Te identificás con ella de alguna manera?
-Sí, claro, ella es una referencia para mí, era la que más publicaba del tema desde España. Me encanta. Y hasta nacimos el mismo día. En muchas cosas me veo representada. Por ejemplo, tampoco me imagino haciendo lo mismo siempre porque me aburro. Pero quizás no soy tan chispita como ella y me cuesta más soltar. Antes de tener los chicos no tanto, ahora pienso más en ellos antes de hacer un cambio.
-Laura dijo que dejó de dedicarse a asesorar familias (es abogada) a partir de la pandemia. Que empezó a llamarla mucha gente que ni sabía lo que quería. ¿Te pasó?
-Sí, totalmente. Porque a vos te puede llamar alguien y decirte que una amiga le contó y quiere saber más, y verlos dispuestos a aprender algo nuevo. Pero con la pandemia muchos estaban desesperados por no mandarlos, pero aclaraban que sería solamente hasta que terminara. Yo les mandaba la información pero no los veía muy abiertos a entender. Me molestó esa urgencia. O eso de volver a la escuela y después querer volver a salir. Todo ese trabajo el año pasado me pasó factura en lo físico.
-En definitiva, ¿qué ofrecés a través de tu página, Educoencasa.com?
-Les muestro que la opción de educar en casa es viable. Y que se pueden certificar los aprendizajes, en este caso a través de la educación virtual. Argentina reconoce que es posible aprender de esa forma, en su ley nacional de Educación, a través de los programas a distancia para quienes viajan por trabajo y, ahora, como efecto de la pandemia se confirma.
-En Inglaterra y Francia está aceptado y regulado el homeschooling, pero el año pasado hubieron algunas señales de desconfianza. Macron intentó endilgarle al homeschooling la responsabilidad por un ataque terrorista, porque algunos musulmanes se educan por fuera de la escuela esgrimiendo razones religiosas. Y en Inglaterra un grupo de legisladores se preocupó cuando el porcentaje de familias que elegían homeschooling aumentó significativamente en estos años de pandemia. Pareciera que cuando tienen oportunidad los Estados le sacan la confianza a la educación sin escuela.
-Creo que nunca los estados confían en los beneficios de este tipo de educación. Creo que no les conviene que la gente pueda elegir educarse de otra manera. La escuela no incentiva el aprendizaje autónomo que dice promover. No seremos una mayoría, pero con ser una minoría notable, molestamos. Y somos contagiosos.
Pero en el fondo yo no soy antisistema. Me encantaría que hubiera variedad de escuelas y propuestas, pero no las hay. El 2020 vino a patear el tablero en un montón de cosas. Mucha gente aprendió a apañarse en muchas cosas que antes resolvía de otra forma. Creo que estamos en una transición y eos genera algo de angustia. Pareciera que algo se está desarmando y estamos en situación de alarma permanente viendo qué tal. Incluso en países donde el homeschooling está aceptado se empieza a regularlo cada vez más.
-¿Crees que vamos camino a tener estudios de abogados especializados en el tema o asociaciones de familias, como en Estados Unidos o Brasil?
-No creo, porque a pesar de todo, acá esto es muy nuevo. Culturalmente hablando, la gente sigue creyendo que si no vas a la escuela terminás viviendo abajo de un puente. En EE.UU. hay más tradición y, además, hay todo un ministerio religioso atrás sosteniendo ese trabajo de lobby y defensa legal.
-¿Tus hijos siguen sin querer ir a la escuela?
-Cuando nos mudamos acá volví a preguntarles si querían ir. Y claro que los hubiera respetado si hubieran querido. Mis hijos ya son grandes, así que incluso para la ley cuenta lo que ellos digan.
-Me sigue dando pena que las familias que educan sin escuela y los proyectos y escuelas “alternativas” sigan separados porque creo que tienen objetivos comunes. Juntos serían una bomba para intentar conseguir cambios en las políticas públicas educativas. Creo que todos queremos lo mismo, que es la libertad educativa.
-Hay una realidad, y es que somos grupos heterogéneos. Hay familias cristianas que se juntan entre ellas. Están los unschoolers que no quieren reunirse porque no quieren saber nada de charlar de exámenes libres y acreditaciones. Cuando se intenta armar encuentros entre familias, son pocos o siempre los mismos los que se juntan.
Creo que hay que empezar con grupos pequeños, con los que de verdad quieren estar. De vez en cuando aparecen personas con mucha energía para hacer y convocar. Como en 2021, cuando una madre consiguió un galpón en Buenos Aires para que los chicos pudieran encontrarse y hacer actividades. Pero ella misma me decía que le cansaba, porque es difícil sostener espacios donde las familias socialicen que a su vez comprometan a todos a cuidar y acompañar correctamente a los chicos. ¿Cómo hacerlo de manera segura y que la responsabilidad no caiga en unos pocos? En México es más fácil. Porque podés habilitar un espacio educativo sin tener que tener el visto bueno del ministerio de Educación. Es decir, no podés acreditar oficialmente los aprendizajes pero podés funcionar a la vista de todos. Te dejamos ser. Y eso es genial, porque acá te da miedo armar algo.
-¿Cómo te imaginás en los próximos años?
-No descartamos volvernos a mudar. Y siempre quise escribir un libro con nuestra experiencia, porque no tenemos muchos libros que cuenten algo así en Argentina. Quiero seguir alentando al que está pensando en educar en casa, para que sepa que lo puede hacer.
El sitio web de Paula Lago es www.educoencasa.com. Acompaña a las familias que educan sin escuela, para todas las edades.
No me canso de leer o escuchar a Paula contar su historia. Es una guía y referencia de determinación y resiliencia. Siempre sincera y la palabra justa. Un abrazo grande desde Viedma.
Te extrañabamos Paula! (◍•ᴗ•◍)❤