Existe una tradición de materiales pedagógicos para apoyar o estimular el aprendizaje. Seguin, Cousenier, Fröebel, Montessori fueron algunos de los que, observando a los niños, vieron en su natural deseo de manipular objetos enormes ventajas. Otros muestran la potencia de los materiales no estructurados, es decir, aquellos que no tienen un uso predeterminado e invitan a la creación simbólica: elementos de la naturaleza, cajas y envases, bloques de construcción, etc.
Sofía Méndez es una educadora rosarina que conoce de todo eso. Como docente, psicóloga social, educadora popular, astrónoma aficionada, artesana y productora cultural, acaba de lanzar «Okio”, una selección de objetos lúdicos y materiales de investigación para pedagogías activas.
Como curadora, su tienda virtual se va poblando de elementos cuidadosamente seleccionados, hechos por educadores y artistas de Argentina. El catálogo tiene hasta ahora juegos de mesa, libros, kamishibai (pequeño teatro japonés), escenario de estaciones, kit de cianotipias y cartas. Su sensibilidad para crear objetos o localizarlos es parte de su entrenamiento y su curiosidad a lo largo de los años.
“Tuve la suerte de tener cientos de experiencias de aprendizaje placenteras. De niña, con una infancia libre, respetada. De grande, en la docencia: 25 años en escuelas, centros comunitarios, instituciones, propuestas artísticas de investigación”, enfatiza. “Participé en muchas propuestas de transformación social apoyadas en el arte, las ciencias y el desarrollo de la observación crítica y creativa. Actualmente trabajo en una experiencia cultural y pedagógica para infancias que se llama “La casa de la tirolesa”, en Funes, Santa Fe, donde el motor de aprendizaje es el placer y el escenario natural, el juego”.
La Casa de la Tirolesa es su “laboratorio” pedagógico del último tiempo, junto a Proyecto Miradas, una propuesta de difusión astronómica que recorrió toda América Latina durante 5 años, llevando junto a su compañero de vida la interpretación del cielo a decenas de pueblos. Además, cuando describe su infancia maravillosa, entra como figura principal su abuela, Silvana Méndez, fundadora del Instituto Integral de Fisherton, innovación pedagógica de los años ´60 en la zona (leer más en esta nota). «Cuando éramos chicos teníamos mucho tiempo para poder jugar. A eso se sumaba la mirada aguda y respetuosa de mi abuela, que nos iba sumando elementos cuando nos veía investigar y desarrollar proyectos», recuerda.
Recientemente viajó también al Centro Internacional Loris Malaguzzi y se formó en el enfoque de las escuelas de Reggio Emilia, la región italiana. “Eso me motivó a darle valor a los elementos que ofrecemos, buscando siempre el desarrollo creativo como forma de andar en este mundo, de conocerlo, disfrutarlo, transformarlo colectivamente. Así, decidí armar esta línea de objetos de valor cultural, confeccionados por personas comprometidas con sus propias historias”. La idea, aclara, no es sumarse a modas didácticas ni encasillarse en determinados materiales.
“Son materiales que habilitan procesos de investigación, que mueven y conmueven. Pensados para personas que acompañan integralmente el aprendizaje, la construcción de una actitud crítica de la vida cotidiana y el desarrollo de la creatividad como posibilidad de transformación”. Reconociendo al ambiente como educador, Sofía enfatiza los actos de la investigación que en él ocurren, y se dan en una situación lúdica. “Es decir, identificamos que existe un placer, una curiosidad, una atracción que habilita momentos de encuentro entre el sujeto, el objeto, el escenario y otro sujeto”.
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