«Fuera de la escuela», el libro del maestro uruguayo destituido por «díscolo»

Reseña del libro «Fuera de la escuela», de Jesualdo Sosa. Por Gabriela Bernardis*

Llegaron a casa unas cajas llenas de libros que eran de la biblioteca de mi suegra. Había sido una lectora empedernida: encontré de teatro, arte, literatura, historia y mucha poesía. Me di a la tarea de revisarlos todos y distribuirlos, porque me entusiasma la idea de la circulación de los libros, para que no queden amontonados en una biblioteca o una caja sin abrir por años, llenándose de polvo y muriendo de a poco por ácaros y el paso del tiempo. Me sorprendió una tapa: «Fuera de la Escuela». Tenía sentido en relación a mi “militancia” en la educación alternativa.

Este ejemplar está editado en 1960, es una reedición del original de 1939. Jesualdo Sosa es “uruguayo del norte. Nació en las asperezas de Tres Cruces en Tacuarembó. Sus padres son de origen brasileño, portugués, alemán. A los once años salía a buscar la forma de poder estudiar sin despertar las iras del Señor. Repartidor de encomienda, empleado de distintos menesteres, carrero, oficial de policía, cronista, pero siempre estudiante, ocupan varios años de su vida en que comía o no, según la cara o cruz de la moneda, cuando la había para hacerla saltar al aire, como una esperanza posible”, dice sobre él César Tiempo (1935).

Poeta escritor, maestro de primaria, reconocido en el ambiente educativo por la autoría de “Vida de un Maestro” (1935), un libro anterior que le trajo persecuciones, sumarios, amenazas y suspensiones, por ser considerado un peligro para la comunidad de Riachuelo, población cercana a Colonia, y los niños y niñas de la escuelita rural Canteras del Riachuelo. En «Fuera de la Escuela» Jesualdo viene a contarnos lo que él define como las palabras finales de su experiencia vivida en aquella escuela.

Son 25 capítulos escritos con emoción y poética de época, incluidas vivencias descarnadas de las que aún hoy vemos cuando de propuestas educativas alternativas se trata: la libertad de enseñanza es vista como perniciosa y de mala praxis por las autoridades educativas oficiales.

En ese tiempo, la escuela recibía a las hijas e hijos de los trabajadores de la cantera de Riachuelo, que vivían en extrema precariedad laboral. El maestro no era ajeno a ello, y mucho menos a lo que en semejanza sucedía en otras fábricas aledañas, que estaban entre las elegidas para hacer las visitas en excursiones “fuera de la escuela”, para comprobar por sí mismos, lo que sucedía en el ámbito laboral en la zona.

Jesualdo manifestaba su temor a “…que la cantera, la explotación social, la trivialidad de la escuela, les matara la creatividad”. A veces lo vivía como una traición a los niños, y desde ese sentimiento tan apasionado que transmitía, temía que todo fuera en vano. No por su falta de confianza en ellos, sino por la incertidumbre de no permanecer en el tiempo, ni él ni la escuela. “Lo más grande de todo es ese alto amor, entrañable, esa intensidad de conocerse, de lo que usted ha puesto en lo que ha realizado” le dijeron una vez.

Dado el escaso espacio físico de la escuela, se usaba también la cocina, que era el lugar más amplio. Y casi siempre se aprendía afuera, con el propósito también de experimentar con la tierra, el juego y la observación. No solo de la naturaleza, sino también de las relaciones con la comunidad, como el maquinista de la locomotora, que lleva el material de la cantera y les saluda cada vez que pasa. O Bartolo, el capataz, que con su pasar de la casa al trabajo marcaba el tiempo, como un reloj para los niños.

Toda vivencia era relatada, escrita y leída por los niños y niñas, con plasticidad, locuacidad y talento expresado naturalmente. Esto les dio las herramientas para responder cuando se vino el torbellino de las persecuciones y el sumario iniciado a su maestro, en el que tuvieron que declarar ante el inspector de escuelas.

Cuando comienzan las represalias por el libro “Vida de un maestro” y por denuncias ocultas de la Empresa principal del pueblo, Jesualdo recibe la primera suspensión de 15 días. Los estudiantes convocaron a una huelga, aclarando que no asistirían a la escuela hasta que volviera el maestro, que sus clases no tenían sentido sin él. Fue acusado de “anarquista comunista”, “disolvente”, “peligro de la enseñanza oficial”, ”demasiado díscolo, “perturbador de la buena gestión oficial”. O, “no ha sabido aprovechar las oportunidades”.

Aquí comienza para él un peregrinar que llevará dieciocho meses de trámites y declaraciones para responder absurdos planteos, con autoridades aprovechándose del analfabetismo e incomprensión del idioma que mostraba la comunidad (había en ese momento inmigrantes italianos, rusos y búlgaros). Sumado a la acuciante necesidad laboral, se reinterpretaban los dichos en “pruebas acusatorias”, para comprobar que el maestro “crea teorías raras en los niños y los indisciplina”.

El Consejo de Enseñanza logra destituirlo en aquel momento, así que se encuentra en la calle, totalmente fuera de la Escuela, fuera del aula, de la convivencia con los estudiantes, colegas y su pueblo. Lo que no logran es callar su voz: siguió con sus conferencias y cursos en diversos países del mundo, se publicaron cerca de veinte libros de su autoría, entre temas de educación, poesía y relatos de los estudiantes de la escuelita de Riachuelo. Se exilió durante las dictaduras uruguayas, fue decano de la facultad de Educación en Cuba y asesor en la campaña de alfabetización.

Después de muchos años regresa a su patria, al servicio del Ministerio de Educación. En reconocimiento a su larga trayectoria, fue designado nuevamente en sus cargos de maestro de primaria y en los Institutos Normales, hasta que con el nuevo golpe de estado de 1973 en Uruguay desaparece de la escena pública.

Cierro esta reseña con las propias palabras de Jesualdo, que encierran el desvelo y el asombro que hoy permanece en los que creemos y construimos una educación al margen de lo “oficial”, con el deseo de ser escuchados e integrados, antes que juzgados. “¿Quién podía pensar que una perdida, miserable, escuelita de un rincón de la tierra, simple barracón de cinc y madera, descascarado, podridas sus puertas, raídos sus pisos, con latas y cartones por vidrios, con un grupito de maestros salidos de la entraña de la realidad más que de cartapacios pedagógicos, como sostenedores e inquietadores, quién podía pensar alcanzaran a desvelar al oficialismo directriz de la enseñanza, al extremo de cuestionar tan larga y costosamente hasta hacerla desaparecer en su misma contextura? Nunca pensamos merecer tanto honor oficial”.

Enlaces para saber más sobre Jesualdo Sosa:
https://ellegadopedagogico.weebly.com/jesualdo-sosa.html
https://www.centrolombardo.edu.mx/jesualdo-sosa/
https://www.ecured.cu/Jesualdo_Sosa
https://www.youtube.com/watch?v=A4ZQjYLXuFw&t=5s

*Gabriela Bernardis vive en Agua de Oro, Córdoba, Argentina. Exploradora de la educación alternativa desde la crianza de su hijo, dio una charla TEDx sobre educación libre y, entre las múltiples actividades que desarrolla en su comunidad, actualmente forma parte de la Universidad Popular de Villa Cerro Azul. En Instagram la encontrás como @bernardisgabriela

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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