Escuela TAI: «Ver que disfrutan aprender y que la comunidad de familias comprenda lo que hacés, eso es un buen resultado educativo»

Cuando creamos Tierra Fértil, una comunidad de aprendizaje para nosotros y nuestros hijos, recibíamos muchas visitas. Una me sorprendió particularmente, porque venía de muy lejos. Era un grupo de mujeres salteñas de TAI, una escuela incipiente. A mí me llenaba de emoción pensar que un grupo de docentes de carrera sentía que podía aprender algo de nosotros, unas osadas sin mucho antecedente inventando una «escuela libre» en el barrio.

TAI le debe su nombre a los «Talleres de Arte Infantil» que nacieron en 2007 para ofrecer, en principio, una propuesta distinta al clásico Jardín de infancia en la ciudad de Salta. Con el tiempo, escaló hasta formar una escuela Primaria y hoy insiste con el papeleo para que su proyecto centrado en el aprendizaje experimental sea aprobado también para la adolescencia. Charlé con Viviana Figueroa y Luis Varela Cerda, miembros del equipo de gestión y encargados de la investigación y desarrollo pedagógico, con quienes siempre nos cruzamos en las reuniones virtuales de la «Red de redes» que tomaron fuerza durante la cuarentena.

Hoy, después de 11 años, quienes viven en la capital salteña saben de TAI y la reconocen como una escuela diferente.

-¿Cómo describirían la identidad de su proyecto después de estos primeros años de experiencia?

-De alguna manera, sentimos que seguimos siendo nuevos. Somos orgánicos, así que vamos encontrando formas que funcionan y otras que no. Cuando descartamos algo y tenemos claro por qué, lo hacemos sin temor. Es una de las cosas que al Estado formal le cuesta aceptar. Evaluamos nuestro trabajo en brechas de tiempo inmediatas y en el mediano plazo. Vemos el impacto pensando en las capacidades y la evolución del plantel docente. Nunca nos aferramos a la letra muerta.

Ya con sexto año de Primario podemos claramente definir nuestra metodología, herramientas de evaluación y formas didácticas. Las metodologías de base son el taller y los proyectos. Y se suman los propios de cada estudiante. De golpe surgen temas que nos pueden resultar insólitos en la escuela, como investigaciones sobre canchas de fútbol, guerras mundiales, videojuegos como Mortal Kombat, los patines, Malvinas. Los chicos y las chicas hacen sobre eso interesantes procesos de investigación.

Las docentes, por su parte, diseñan sus proyectos eje a principio de año, con sus indicadores. Aplicamos la interdisciplina y la transdiciplina. Confiamos en los talentos de las y los docentes, que se vuelven talleristas con grupos de 10 o 15 estudiantes de manera bimestral. Hay talleres de 8 sesiones, pero pueden ser menos o más. Empezamos trabajando en parejas pedagógicas y luego vimos que la categoría podía ser más flexible, así que ahora ponemos foco en los equipos.

-Los estamentos de control de la educación formal, ¿acompañan esta flexibilidad, esta manera de trabajar?

-Bueno, en la provincia seguimos teniendo un Reglamento General de Escuelas del año 1969, con cosas absurdas para hoy en día. Como tenemos un momento de relajación y de reflexión, por ejemplo, nos dijeron que en ese parte del día «no aprenden», entonces nos pidieron agregar media hora más de clase. Otra cosa que nos pasó, es que en 2018 presentamos el proyecto del Secundario. Lo hicimos bastante convencional por miedo a que no fuera aprobado. Pero después de leerlo nos lo devolvieron y nos animaron a hacer «algo distinto» porque conocen cómo trabajamos. Sin embargo, cuando lo presentamos tal como lo soñamos, nos dijeron que se salía de la normativa.

Cada año seguimos intentando, porque nos dicen que nuestra organización pedagógica no cubre fielmente la caja curricular. Nosotros creemos que el MOA (Marco de Organización de los Aprendizajes), conocido como la Secundaria Federal 2030, podría sostener tranquilamente nuestro modelo de Secundario. Fue aprobado en el Consejo Federal de Educación y firmado por 23 de 24 jurisdicciones. Salta lo acepta en algunas escuelas rurales. Esa resolución plantea el cambio de mirada para centrarla en el desarrollo de las capacidades y da indicadores, diferenciándose del paradigma de adquisición de contenidos.

En nuestro diseño curricular, válido para todos los niveles, identificamos cuatro campos de conocimiento que le dan continente a disciplinas tanto formales como de las otras. Pero nos seguían preguntando dónde estaban las materias. Como ya teníamos inscripciones para este año y la negativa llegó en Marzo, decidimos ponerlo en práctica con los egresados, acompañándolos en sus trayectorias educativas . Y ha tenido buen efecto: nuestro estudiantado lo maneja muy bien, saben cuándo trabajan cada cosa. La ruptura que buscamos es la organización de las cabezas. No tenemos costumbre de esconder o inventar, pero esta continuidad del Secundario le abre las puertas a mucha gente que, si no, quedaba afuera del sistema por diferentes cuestiones. Hay mucha demanda que no se cubre. A muchos el sistema convencional les parece absurdo y les ha quitado las ganas de estudiar. Ya el Estado tendría que hacer algo al respecto: o aceptar otros modelos educativos o proponer algo ellos mismos. Es mucha la gente que está disconforme.

-Siempre que entrevisto una escuela pregunto cómo evalúan. Me parece fundamental que sea coherente con la mirada pedagógica, porque si cae en lo mismo de siempre puede anular todo ese trabajo fino que se hace cada día.

-Sí. Siempre estamos pensando en indicadores para evaluar. Organizamos el ciclo en cuatro bimestres y en la semana 9 hacemos también una evaluación institucional. Así que tenemos cuatro cortes de evaluación al año. Cada grupo de docentes diseña sus herramientas de evaluación. Usamos las rúbricas y la autoevaluación, por ejemplo. Se le suele endilgar a la educación alternativa la falta de formalidad, así que le damos forma clara a esa instancia de observar los aprendizajes.

-¿Qué son para ustedes unos buenos resultados?

-Ver el disfrute de la experiencia educativa es un buen resultado. Que la comunidad de familias comprenda lo que hacés, eso es un buen resultado. Que las personas tengan ganas de aprender de investigar es muy buen resultado. Hemos tenido casos puntuales que expresan en sus familias que quieren saber más de tal o cual cosa. Si logramos una escuela que tenga una comunidad motivada, tenemos éxito. Ver que no se les apaga su curiosidad. Ver que logramos la continuidad, que no solo siguen los del Jardín sino que se acerca gente nueva. Y aun así limitamos la matrícula, que podríamos duplicar, porque evaluamos que este número es óptimo para seguir desarrollando la pedagogía sin tocar la calidad.

Históricamente en Educación hay una mirada muy puesta en los intereses de las personas adultas. Que necesitan sentirse satisfechas y pocas veces miran que estén motivados los chicos. Que sean escuchados, es para nosotros un logro.

-¿Están también satisfechos los docentes, el equipo?

-Nuestra ventaja es que acá se trabaja con mucha libertad: nadie se siente presionado para que los chicos «no hagan lío», y esa es una de las motivaciones. Hay libertad de expresión y movimiento y la gestión está muy cercana al personal. Sí nos juega en contra que estamos dentro de las 30 escuelas sin subsidios y se nos hace imposible alcanzar al monto salarial de los docentes del sector público estatal. Es un tema complejo, que tratamos de compensar con esta vida institucional tranquila, amena, con diálogo y construcción, hasta que podamos equiparar lo económico.

Acompañar la formación de los y las docentes es quizás una de las cosas más difíciles. Logramos insertar la formación continua dentro del horario laboral, con espacios mensuales y las jornadas del calendario público docente que aprovechamos para eso. Hay otro factor que quizás tenemos que mencionar. La gente que trabaja en TAI tiene valores éticos antes que nada, y el compromiso de acompañar el proyecto desde el respeto a las otros. Y mucha confianza para entender que hay procesos más lentos cuando la mejora es continua. Seria fantástico poder decir que además de la calidad, somos el lugar donde mejor se cobra. También entendemos que estamos en un escenario socioeconómico que sobrepasa a nuestra realidad en particular.

-¿Están trabajando en red con otras escuelas, instituciones o proyectos afines?

-Creamos el NINDEP (Núcleo de Investigación y Desarrollo Pedagógico) como lugar de encuentro y estudio para abrir el juego. Generamos convocatorias a otras instancias, espacios formales y no formales, y a la comunidad en general. No hemos tenido demasiado feedback o encuentro con proyectos pedagógicos similares. Con la Asociación de Escuelas Privadas de Salta tenemos algunas cosas que nos unen, pero en materia de construcción de comunidad y redes hay más declaración de intenciones que acciones en lo práctico. Como ahora es una Fundación, quizás nos permita conseguir medios para poder vincularnos con otros con mayor formalidad. Tenemos algún contacto con la Universidad Católica, con un grupo de escuelas de Rosario de Lerma. También, con la escuela Tagua (Waldorf) y con la escuela experimental de los valles, en Jujuy. Y si bien nos cuesta mucho materializar cosas, no aflojamos.

Hace poco nos convocaron de la Provincia para hacer capacitación en escuelas Iniciales estatales en un proyecto financiado por Nación. Esas maestras quedaron muy agradecidas porque gracias a nuestro asesoramiento pudieron implementar cosas que habían visto, pero de forma teórica. Hoy hay tres de cinco jardines que capacitamos que han implementado una metodología similar a la nuestra de aprendizaje experimental, con actividades centrales y alternativas. La escuela de Techo Azul en el barrio Solidaridad, es uno de esos. Y ahora en mayo vamos a cinco escuelas en Rosario de Lerma que nos pidieron capacitación.

-En definitiva, un proyecto surgido de la esfera estatal tuvo que apelar a la práctica de ustedes, que son privados.

-Hay una resistencia del sector público a tomar cosas de la gestión privada. Es triste, porque el sector privado tiene un beneficio, que es el poder experimentar con más soltura. Nosotros hemos buscado activamente sentarnos a conversar con lo estatal y lo privado, pero no se concreta nada. Tenemos idea de hacer una convocatoria, abierta y amena, para pensar cómo implementar transformaciones verdaderas, aunque sean poquitas. Estamos en una época donde hay mucho más permiso para hablar.

-¿Qué buscan las familias que llegan hasta ustedes?

-Quieren que sus hijos sean felices, que tengan un espacio para desarrollar sus emociones y su talento. Los que vienen del Jardín ya lo experimentan y continúan. También ven que los docentes tenemos ganas de estar acá. Los que vienen de otras expresan que hay peleas en la familia, que sus hijos no quieren ir más a la escuela. Si los ven sufrir ya deja de importarles qué les enseñan. Y en algunos casos pesará la biografía escolar de los padres, que buscan que sus hijos no pasen también por el aprendizaje memorístico. Las familias que formulan claramente que la escuela debe ser un lugar donde tenga sentido estar, son las menos.

También nos pasa que, una vez que los ven venir felices, nos preguntan por qué no aprende las tablas de multiplicar. Es que la mayoría de los adultos no fuimos educados de esta forma. Va a seguir llevando tiempo este cambio paradigmático, pero reconocemos que es cada vez menor esa demanda, porque se dan cuenta de que sí aprenden. Es lindo empezar a ver, quizás desde hace un par de años, cómo la familia ha podido identificar las capacidades y valorar a sus hijos en su vida cotidiana. La gran mayoría enfatiza la autonomía que han ganado, su capacidad de vinculación y comunicación con personas adultas y con personas con discapacidad.

Para conocer más de cerca a la Escuela TAI:

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Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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