Docentes y familias de la Escuela de Formación Agroecológica ESFA «Antonio Elio Brailovsky» de Concordia denunciaron que las autoridades educativas de Entre Ríos no permiten la continuidad de ese espacio surgido hace cinco años. Se trata de una de las dos construcciones sustentables del país, junto con la escuela de Mar Chiquita, que son parte del proyecto de Tagma, un colectivo que construye con voluntarios edificios eficientes en materia ambiental junto a organizaciones de toda Latinoamérica. El objetivo es involucrar a la comunidad educativa y lograr que la estructura física también eduque (leé mi nota sobre la ESFA acá).
Lo terrible del caso es que las autoridades esgrimen razones constructivas para trabar su funcionamiento, ¡cuando la arquitectura es parte de la propuesta pedagógica! En Bali, The Green School está construida en bambú, material propio del lugar. Igual que la escuela costera de Puerto Cabuyal, en Ecuador, a la que le fue quitada su autorización por los mismos motivos. Este año estuve en Uruguay y conocí otra con una estructura de madera preciosa que parecía sacada de un país escandinavo. La escuela sustentable de Mar Chiquita, por su parte, funciona sin problemas y con total apoyo de su gobierno municipal en la provincia de Buenos Aires.
No hay impedimento constructivo si el Estado entiende que acompañar estos proyectos es un beneficio y una adaptación a los recursos de las comunidades. La ESFA es un ejemplo de autogestión educativa sin fines de lucro. La Asociación Civil Luz del Ibirá gestionó la construcción con Tagma y paga los salarios de los docentes con el aporte de las familias participantes y otras acciones de recaudación en la ciudad.
Para poder acreditar saberes, el aula sustentable de la ESFA funciona como anexo de la escuela secundaria número 23. Así lo indica el proyecto, amparado por la normativa provincial y resoluciones del Consejo Federal de Educación. Consultada por AlterEdu, Mariana Acosta, una de sus fundadoras, contó que ya existen casos similares funcionando en la provincia. «Hay anexos escolares en Chajarí, en Puerto Yerua y en Estancia Grande, que son pueblitos alrededor de la ciudad de Concordia». Los argumentos esgrimidos ahora para no cumplir con la promesa de habilitarla como escuela es que la normativa no permite una construcción en madera, ni la falta de servicios como agua y luz, que de todas formas ya fueron solicitados por la escuela.
El proyecto y la normativa que la encuadra está a disposición de quien quiera consultarlo. Allí, entre otras cosas, se cita la Resolución 103/10 CFE (Anexo 1) que contempla «la articulación institucional bajo la figura de Anexo con una escuela de nivel secundario que ha de corresponsabilizarse por la inclusión pedagógica de los estudiantes, la continuidad de la trayectoria educativa de los mismos en el ciclo orientado y la extensión del certificado de estudios cursados». Esta figura permite, según el mismo texto, “diversidad en los modos de implementación, reconociendo como educativos otros espacios y actores para dar lugar a múltiples formatos organizacionales e institucionales que posibiliten la concreción de la propuesta. La definición de formas de organización curricular que contemplen la intensificación de la enseñanza y el aprendizaje en las distintas áreas del conocimiento, la acreditación y la promoción no graduada, el cursado en una o más instituciones educativas y la posibilidad de ingresar y transitar en tiempos diferenciados».
La historia del proyecto está contada en esta carta pública que se dio a conocer la semana pasada como pedido de apoyo por parte de sus educadores y las 30 familias.
«Hace cinco años echamos a rodar un sueño, un proyecto propio, ambicioso y esperanzador. La conjugación perfecta entre la necesidad de aprender en un entorno distinto, la inserción en el sistema y la igualdad en la oportunidad. Por este tiempo funcionamos por una vía alternativa, un camino de tierra con muchos obstáculos, campeando las tormentas lógicas de un proyecto transgresor. Sabíamos de antemano que no iba a ser fácil, pero somos un grupo de mujeres y familias a los cuales los NO son parte de la cotidianidad, la lucha diaria en el crecimiento de nuestros hijos.
En un principio fuimos por una promesa, las “Escuelas comunitarias”, un proyecto nacional que intentaba allá por 2020/21 comprender a los proyectos salidos de la comunidad. Quizá la pandemia, el cambio del titular en el ministerio, no se supo bien el porqué, pero a mitad del 2022, después de casi 4 años de espera en la gestión nos informan mediante una reunión informal que debíamos reformular el proyecto. El tiempo y los recursos perdidos, los sueños truncados, esta vez debíamos encuadrar en las escuelas de gestión “privada”, de antemano sabemos el corset conservador de este tipo de gestión, obviamente no encuadramos en su normativa, rígida, fría y arcaica en la concepción de aprendizajes, espacios de educación o necesidad comunitaria.
Ya somos un grupo consolidado de familias desarrollando un proyecto de educación exitoso en los objetivos esenciales de las familias. El espacio amoroso del entorno natural, los vínculos establecidos entre educadores y grupos de estudiantes en la armonía perfecta de la diversidad, como la vida misma, como la realidad misma: educación para la paz en las prácticas del buen vivir.
Los objetivos transversales de la propuesta académica son la agroecología como eje central, la ESI para fortalecer vínculos y el desarrollo de ambientes de aprendizaje cooperativo, respetuoso en los tiempos, las formas, acordes a una realidad pos pandémica que como un post trauma aún no se vislumbran los alcances reales de su efecto en las poblaciones estudiantiles, pero que si se hacen presentes en las diferentes condiciones de aprendizaje de muchos estudiantes.
Hemos tenido a lo largo del desarrollo del proyecto muchos acompañamientos. El de TAGMA, la ONG internacional que junto a Directv nos construyó el Aula, la primera de construcción sustentable para la educación ambiental de Argentina. Lo emocionante de esta construcción fue la participación colaborativa de muchos actores, desde los voluntarios (que aquí no se comprende aún ese rol participativo y genuino de personas que ofrecen su tiempo para el bien comunitario), el acompañamiento institucional de Codesal y el Municipio de la ciudad de Concordia, aportando apoyo necesario para la concreción del proyecto. El aula se hizo realidad en 1º octubre de 2021. Inauguramos con la presencia de autoridades del municipio, las escolares y hasta las legislativas, con discursos fuertes de promesa de acompañamiento al proyecto educativo. Promesa que quedó ahí, soplada por el viento.
En el año 2022, la partida de Antonio Brailovsky nos motivó a bautizar nuestro proyecto con su nombre, con el acompañamiento orgulloso de su familia. La nombramos el 5 de junio de este año.
Esperamos pacientemente la resolución, el acompañamiento, la sugerencia, la oportunidad del trabajo compartido, de entrevistas para conocer la realidad de las familias, porque sabemos que la letra del proyecto puede ser no interpretada si no se conoce de manera directa la necesidad explícita de un entorno de aprendizaje distinto. Pero nada de eso sucedió. Un 23 de diciembre a las 10 de la mañana, minutos antes de cerrar por el receso de las fiestas, nos convocan a una reunión en las altas esferas del Consejo de Educación. Allí fuimos esperanzados, con el corazón en la mano y vulnerables ante la posibilidad esperanzadora del sueño concretado. La frialdad de la palabra, de la letra escrita en resoluciones que no contemplan las diferentes y nuevas realidades, ni de espacios físicos construidos con objetivos ambientales. Nos dejaban afuera de la posibilidad de seguir en este 2023 como proyecto de escuela secundaria. Destrozados volvimos, cabizbajos y apaleados por la realidad que cerró todas las puertas.
Poniendo, como siempre, de nuestros recursos personales, adaptamos los espacios, intentamos conseguir por todas las vías el agua potable y la luz, que debe otorgar la CTM y que la gestión actual mezquina nos niega desde el inicio del proyecto. Lo decimos con todas las palabras porque así es. Mezquina en la posibilidad de otorgar, incluso pagando, agua y luz, servicios sin los cuales no se pueden habilitar ningún lugar para habitar, menos una escuela. Por ahora tenemos esos servicios, pero naturales: colectamos el agua de lluvia y funcionamos con la luz solar, insuficientes recursos para la normativa vigente.
Avanzamos entonces en la posibilidad de ser un Anexo, posibilidad que está normada y escrita en la letra de las «100 propuestas para la Educación Entrerriana» y el programa «Acontecer» que con tantos bombos se promociona. Pero tampoco no encuadramos dentro de esa normativa. No se comprende que un Anexo es un proyecto adherente, por ende, diferente de la institución que de alguna manera solo cumple un rol administrativo, mientras conseguimos avanzar con la independencia del proyecto propio.
Otra vez no. Tenemos otra vez la sentencia de la letra muerta. La fecha del fin del proyecto está cerca y con ella las ilusiones, los proyectos premiados (el «Innovar», las Ferias de educación y los Proyectos de innovación global) o los convenios con la Facultad de Alimentos. Las investigaciones del entorno como las cortinas ignífugas, las levaduras nativas o las harinas alternativas, ya no tendrán lugar. Las visitas de grupos educativos, los estudiantes de cocina, los emprendedores, los voluntarios, los bioconstructores, los cooperativistas, los agroecologistas, los conservacionistas ya no tendrán la referencia de la ESFA para mirar. Pero lo más difícil será cortar los sueños de nuestros estudiantes, muchos de ellos sin otra posibilidad de escolaridad que la de la amorosidad en diversidad que es la propuesta de la ESFA.
La sentencia está fijada por la Letra Muerta incomprendida de funcionarios de escritorio, sin la empatía necesaria que todo servidor público debe tener como prioridad en su curriculum para asumir un cargo del Estado: estar al servicio de las personas que componen el objetivo principal del Estado, que es acompañar, sobre todo, proyectos pensados, autogestionados y autofinanciados que solicitan solamente la aprobación y acompañamiento en el proceso, entendiendo que las arcas están para otra cosa.
LA ESFA ya no será, y con ella la posibilidad de escolaridad de nuestros estudiantes. Fue lindo mientras duró, fue bueno para mostrar que todos aprendemos, que todos podemos tener éxito en el marco de la igualdad de oportunidades. Que aprender en diversidad y cooperación fortalece los vínculos, tan necesarios en este tiempo de desigualdad y polaridad política. Negar una escuela es todo un síntoma, cerrarla es ya una realidad.
Si conocés nuestra labor, compartí esta publicación dándonos tu apoyo. Quizás el esfuerzo colectivo nos deja seguir funcionando como escuela.
Familias firmantes: Curbelo – Cáceres Acosta- Teira Igarzabal-Széliga Ronchi – Otaegui Berriex – Chertin Acosta- Dufourt Peralta- Piñeiro-Cabrera -Tito Scheifler -Blanc Mazurier – Mengeon Rhull – Romero Moreno – Pianalto Fischer – Pérez Cajigas – Ribot Sánchez – Percara Chezzi – Malleret Isla- Kuttel Challiol – Monetta Barboza – González».
Comentarios recientes