Se trata de «El Junquero«, una iniciativa de docentes y familias que comenzó a funcionar en un galpón prestado en 2020. El apoyo de la comunidad y funcionarios de la provincia de Buenos Aires hizo que en Agosto pasado firmaran un convenio donde estuvieron presentes el ministro de Educación, Alberto Sileoni, y el mismísimo gobernador, Axel Kicillof.
Hablé con Claudia Páez, maestra y profesora de Ciencias de la Educación y coordinadora pedagógica de El Junquero, para conocer los detalles del recorrido que las llevó hasta acá.
-¿Cómo surgió El Junquero?
-Como una demanda entre educadoras y familias de Sierra de la Ventana que buscaban una alternativa a la escuela Primaria tradicional. Nos empezamos a juntar un año antes de arrancar, investigando, recorriendo experiencias y distintos formatos en otros lugares. Conocimos algunas escuelas surgidas del Speroni, como las experimentales de Trevelin, otra en Mar del Plata, en Puerto Madryn, una Montessori en Bahía Blanca. Y a partir de ahí entendimos que lo que queríamos hacer tenía que ver con el enfoque que propone el diseño curricular oficial, pero en acción real.
El 9 de marzo 2020, una semana antes de la pandemia, conseguimos un espacio prestado dentro de un galpón, que en cuatro días limpiamos y organizamos para empezar. En los pueblos el aislamiento no fue tan duro, así que nos juntábamos en el patio con esos primeros cinco niños y niñas. Eso nos permitió terminar de definir qué hacer, fue intenso y enriquecedor. Fuimos definiendo la forma, que también va mutando, porque esto no es acabado. Entendemos que estamos en un laboratorio pedagógico.
-En muy poco tiempo lograron firmar un convenio para incorporarse como escuela de gestión estatal. ¿Eso era un deseo desde el principio?
-En ese camino que hicimos entendimos que la forma de garantizar la existencia y continuidad tenía que ver con ser reconocidas por el Estado. Pero no fue así desde el principio. Primero, trabajamos de manera horizontal con las familias y el equipo. Algunas preferían ser una escuela privada, otras preferían la educación libre, pero terminamos definiendo que queríamos que perdurara en el tiempo. Imaginate que ahora se sostiene de manera comunitaria, somos una asociación civil. Lo que hicimos fue a los saberes de cada familia buscarle la parte redituable. Si alguien tiene una fábrica de pastas, por ejemplo, tres veces al año vendemos tallarines. Con ese dinero que juntamos se pagan todos los meses dos sueldos que le monotributan a la asociación civil. El resto trabaja ad-honorem.
Pero entendemos que eso es insostenible a lo largo del tiempo, sobre todo si queremos crecer. Ya el año que viene necesitamos una docente nueva. La organización en comisiones y los conflictos sobre el aporte en trabajo de cada cual significaron muy buenos aprendizajes para los adultos. Incluso, tenemos un sueño mayor, que es poder ofrecer también una formación docente.
-¿Ustedes se acercaron al Estado o fue al revés?
-Conocimos escuelas que empiezan como nosotros y después el Estado las absorbe manteniendo sus características, como la de Mercedes. Así que fuimos al municipio, luego a La Plata y en la secretaría de Educación un contacto nos llevó al gobernador, que lo entendió enseguida porque conocía las escuelas del Speroni, y nos habilitó las personas para seguir el trámite. También estaban interesados en avanzar porque les preocupaba que los chicos fueran desertores.
Así llegamos hasta la firma de un acuerdo marco donde la asociación acuerda con la DGCE la creación de una escuela Primaria que va a tener sus características, y en las que tendremos la responsabilidad de conseguir un edificio y pagar sus servicios, ambas cosas corren por nuestra cuenta. Este acuerdo se renovará cada cinco años.
Ahora nos toca diseñar la parte del hilado fino, creemos que por medio de resoluciones se habilitará que operemos con nuestras particularidades pedagógicas.
-Ahora que pasó ese momento, ¿qué sienten? ¿Y creen que tienen alguna particularidad que les haya abierto el acceso?
-Un poco de miedo, quizás. Me metí apasionadamente y en un momento me di cuenta de que estábamos haciendo algo que es más grande que nosotras, porque si esto se hace efectivo, estamos abriendo camino a otro montón de espacios.
El crecimiento que tuvimos fue gradual y rápido a la vez. Y aunque logramos algo muy importante, seguimos creciendo con lo interesante que nos da la incertidumbre. Si desesperamos, nos acordamos de que ya existimos, ya somos, y que por ejemplo encontraremos otro lugar. Y sabemos que si hay que hablar con tal funcionario, vamos.
También hay una característica de nuestro territorio que tiene que haber ayudado. Estamos en Villa Arcadia, que está cruzando un puente que separa dos distritos. Villa Arcadia corresponde a Coronel Suárez, tiene una proyección de crecimiento al doble y no tiene escuela primaria. La de Sierra de la Ventana está desbordada.
-¿Por qué hay esa proyección de crecimiento?
-Porque sobre todo las familias buscan otros lugares donde criar, más tranquilas, más seguras. Yo hace 20 que vivo en Villa Ventana, y desde la pandemia veo que hay cada vez más gente que quiere dormir con la puerta abierta, la bici afuera y poder ir caminando a la escuela.
-Habiendo conocido escuelas experimentales supongo habrán pensado que podían funcionar como anexos del Instituto Speroni como forma de reconocimiento legal. Pero esa posibilidad ya no existe.
-Sí, lo pensamos y nos hubiera gustado. Pero también nos dimos cuenta de que queríamos darle una vuelta más a los contenidos y las formas que ellos manejan. Nosotras sostenemos que el contenido que propone el marco curricular como un piso, no como un techo, es un derecho.
-¿Por qué eligieron la Asociación como figura jurídica? ¿Ya tienen un Proyecto Pedagógico Institucional o Político Pedagógico?
-Sí, fuimos reformulando nuestro PPI y ya lo entregamos. En principio pensamos en hacer una cooperativa porque nos parecía la forma correcta de gestionar el proyecto, pero una persona nos dijo que la asociación es una forma menos costosa.
-¿El lugar físico seguirá siendo el mismo?
-Estamos buscando otro desde principios de este año porque el lugar prestado está a la venta. También nos queda chico, así que si tuviéramos que ampliar tendríamos que pensar en hacer algo modular y móvil para poder llevar. También tenemos a alguien que ofrece un terreno y quizás alguien también una casa.
-Sienten apoyo por parte de la comunidad.
-Sí, no nos pasó en Tornquist, donde estuvimos sondeando, pero sí acá en Sierra desde el día uno. A principios de este año nos robaron cuatro cajas enormes con artículos de librería para todo el año, porque acá no traen ni mochila ni cartuchera ni cuadernos. Todos usan lo mismo y de la misma calidad, y queda en la escuela. Una vecina se enteró del robo y armó una rifa, otro vendió un cordero. Nos hicieron una entrevista en la radio y alguien nos depositó plata. El apoyo de la comunidad es bien interesante, pareciera que desde el principio se entendió que se necesita una alternativa.
Y también pasa otra cosa. El interés por conocer, la alta participación de nuestros niños y niñas impacta muy fuerte en la comunidad. Se los ve cuando participan de otros espacios deportivos o la orquesta escuela: la manera que tienen de pedir la palabra, de apropiarse del conocimiento, de estar con otros, eso se va notando y retroalimenta a la comunidad.
-¿Hasta dónde se imaginan llegar?
-Nos imaginamos teniendo el nivel Inicial además de la Primaria. Y la formación docente. Eso lo tenemos claro Samanta y yo, que trabajamos en el sistema y tenemos la certeza de que el cambio es por ahí.
-¿Podés darme una pista de cómo sería esa formación docente?
-Tiene que ser más reflexiva sobre la biografía escolar, más vinculada a los artístico, y «gastando» muchas horas de esa formación en la escuela, porque ahora las prácticas son bastante cortas. En la formación también falta encontrarse, revisarse. Nosotras formamos a dos docentes en estos cuatro años, que al principio nos preguntaban ¿en qué momento me pongo adelante y les explico? Y teníamos que decirles que eso no iba a pasar, que ellas iban a correrse de la parte explicativa aunque lo conceptual siempre estuviera presente.
Creemos que la planificación es fundamental, que cada propuesta esté recontra revisada. Por ejemplo, si planteamos un tema como el de los hongos, nos lleva una semana buscar recursos, incluso se puede hacer la parte exploratoria en conjunto y separarnos en grupos si vemos que las propuestas les quedan más lejos a ciertas edades.
Además de planificar, todos los días nos quedamos un rato. Cada vez vemos cómo se presenta el día, si tuvimos que entrar porque llueve podemos variar. Y no estar sola como maestra de grado es bien distinto. Acá todo el tiempo hay ideas repensándose. Nos pasamos las planificaciones por el cuerpo porque sabemos que si para nosotras está buenísimo, a ellos les va a encantar. Por ejemplo, hoy hicimos unos mapas gigantes en una cartulina con una artista que está de visita. Ayer hicieron unos muñequitos de masa que van a cruzar los Andes. Somos un equipazo y estamos tirando para el mismo lugar. Y eso funciona.
-¿En la designación de docentes van a poder participar?
-Nosotras propusimos que fueran docentes que acreditaran su carrera docente pero que hicieran una pequeña capacitación con nosotras y que al final entregaran un proyecto. Tenemos el ejemplo de los CEPT que funcionan en la zona, que son escuelas con pedagogía de la alternancia, donde los docentes no entran por acto público sino que hacen otro camino. Porque hay que entender esa pedagogía, comprender que tiene el mismo valor el fogón de los jueves que matemática. Pero esa metodología sólo existe para el nivel Secundario, no existe para Primaria. ¿Quizás seamos los primeros?
-¿Sintieron resistencia de otros docentes al proyecto?
-En nuestros propios trabajos nos sugerían que podíamos innovar dentro de nuestros cargos. Pero nosotras dejamos en claro siempre que lo que hacemos no es en contra de, sino para enriquecer y poner en acción todo lo que sí se puede hacer. Encontramos muchas maestras que tienen ganas de innovar y están reprimidas, a veces hasta por el edificio mismo.
-¿Quiénes son los adultos a cargo del proyecto?
-Somos un equipo de 7 docentes a cargo de 19 niños y niñas que nos reunimos todos los días de 13 a 17 horas, con dos maestras fijas todos los días. Samanta y yo somos las asesoras pedagógicas, que acompañamos algunas tardes, además de planificar y gestionar.
Claudia Páez y Samanta Cairo: coordinadoras pedagógicas.
Miriam Hidalgo y Berta Peralta: maestras.
Pablo Mayer es el profesor de Educación Física; Pachi Pasquaré de Música; Antonela Luce de Teatro y Magalí Moyano Díaz de Inglés.
-¿Tienen hijos participando de El Junquero?
-Samanta sí, yo no. Los míos tienen 12 y 16, fueron a la primaria de Villa Ventana. Ya desde ese momento supe que era urgente generar otra cosa. Aprovechar la naturaleza que nos rodea, por ejemplo. Pasé por varios espacios educativos donde me sentía incomoda, y eso me motivó a acompañar a las infancias desde otro lugar.
Contacto con El Junquero: https://www.instagram.com/el.junquero/
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