En las ciudades, las alternativas también florecen

Como los proyectos alternativos de educación necesitan una comunidad bien dispuesta, solemos pensar que son más fáciles de encauzar en zonas rurales o ciudades pequeñas por una cuestión de escala, costos de vida y organización del tiempo. Sin embargo, la masa crítica de familias y educadores buscando aires nuevos colabora para que los proyectos estén abriéndose paso también en las grandes ciudades.

Semilla de libertad, en pleno centro de Lomas de Zamora en el conurbano bonaerense, es un ejemplo. Me invitaron a charlar sobre educación y desescolarización el sábado pasado y tuve la oportunidad de conocer esa propuesta única y a sus protagonistas. Semilla es un «espacio de aprendizaje y juego libre» que funciona dos veces por semana en el Centro Cultural La Toma, al lado de la estación del tren de la línea Roca. Hoy llegan niñas y niños desde los 3 hasta los 14 años, acompañados por dos adultos fijos, Valeria y Cristian, más los padres y las madres que quieran sumarse.

La propuesta es «generar solidaridad, respeto y apoyo mutuo desde una mirada horizontal y libertaria», y su seña particular es que comparte espacio físico con otras actividades en un edificio tomado por la comunidad desde el año 2001. El ejercicio de convivencia es, entonces, doblemente significativo. En el segundo piso coexisten con «Semilla» una biblioteca feminista, un taller de herrería para mujeres, uno de boxeo y defensa personal, una recicladora, un reparto de F.O.R.A. de alimentos agroecológicos y otras propuestas culturales para el barrio. La terraza es un oasis en altura, con su huerta y metros para el juego y el encuentro.

Además de los días de actividades con los chicos y las chicas, los integrantes de «Semilla» se encuentran algunos sábados en asamblea para pensar propuestas nuevas, conversar acerca del aprendizaje del que son testigos directos y asumir los desafíos que plantea sostener en el tiempo un espacio autogestionado y gratuito en la vorágine de una gran ciudad. Inés es madre de Araceli, de 10 años, y viene de una experiencia previa de trabajo y aprendizaje colectivo en «La Casita de Longchamps» Recordamos juntas los altos y bajos de las comunidades de aprendizaje y me cuenta que uno de los deseos más fuertes del grupo es volver a tener un tercer día de encuentro en la semana.

En la charla que compartimos nos ayudamos a despejar los miedos compartiendo relatos sobre nuestros hijos e hijas, hablamos sobre el trabajo simultáneo con diferentes edades, sobre los exámenes libres y las experiencias propias y de referentes cercanos con las alternativas en educación. También nos animamos a abrazar las opciones realistas de nuestros entornos de crianza, intentando acercar las puntas de lo deseable y lo posible.

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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