Cómo funciona la economía de las comunidades pedagógicas autogestivas

No hay grupo de familias y/o educadores que, durante la formación de una comunidad educativa autogestiva, no haya pasado por el planteo de la sustentabilidad material del proyecto. El tema se reedita año a año, de un punto geográfico a otro. Las formas de resolverlo son tan diversas como cada organización social. Las pedagogías Waldorf y Experimental de Argentina, por ejemplo, hacen uso de monedas complementarias. En Holanda, he visto cómo se cede a la escuela el ingreso estatal que reciben padres y madres para el cuidado extraescolar de sus hijos e hijas hasta que terminan su horario laboral. Así, esa escuela puede sostener económicamente una jornada doble.

Como el tema es recurrente, decidí entrevistar a Ionkos, un equipo de gente que cree que dinero y espíritu no son antinomias y asesora a organizaciones, entre ellas a escuelas e impulsos antroposóficos en Argentina. Si hay algo en lo que se destacan las comunidades pedagógicas Waldorf es en su capacidad de generar recursos, sostenerse en el tiempo e implicar a su comunidad. Para conocer de cerca estos procesos que permiten el sostén material de un proyecto cultural/educativo, hablé también con dos padres que forman parte de escuelas en San Javier, Córdoba, y Escobar, en la provincia de Buenos Aires.

La economía como herramienta de transformación social y cultural

Ionkos y la Banca Etica Latinoamericana son dos organizaciones que están siempre cerca del movimiento antroposófico en Argentina y la región. Ionkos se presenta como una asesoría para «la construcción de un modelo de producción, comercio e interacción global entre consumidores, comerciantes y productores que estimule el uso responsable del dinero, la inclusión social, la sostenibilidad ambiental, la responsabilidad social empresaria y el comercio justo. Ofrecemos asesoramiento a emprendedores y compañías que busquen la sustentabilidad integral, aportando herramientas de diagnóstico para la toma de decisiones en grupo, mediaciones transformadoras y la gestión de préstamos y financiamiento, entre otros».

Gustavo Okretic, más conocido como Geo, es uno de sus impulsores. Me cuenta que la fundación Ionkos surgió en el año 2008 en la puerta de una escuela Waldorf de Ingeniero Maschwitz, provincia de Buenos Aires. «Con un grupo de madres y padres que después de dejar a sus niñes se quedan charlando en la puerta de la escuela, encandilados por el brillo de la propuesta pedagógica, pero curiosos por la falta de luz que emergía cuando había que abordar cuestiones económicas». Hoy el equipo tiene 10 personas con diversos recorridos: economía, pedagogía, ecología social, comunicación, psicología, astrología, bioenergética, arte, administración, más algunos facilitadores que se suman a demanda.

«Creamos vinculaciones y acompañamientos para préstamos para proyectos con impacto social, cultural o ambiental, encuentros abiertos de estudios y debate, círculos de emprendedores, talleres vivenciales. El equipo de Ionkos y la demanda que recibíamos fueron cambiando con el paso del tiempo. Principalmente porque cada vez aparecía con más claridad que el problema no eran los recursos sino la falta de encuentro; entonces también nos capacitamos para poder facilitar los encuentros con una mirada más holística de la ecología social, a través del programa Germinar. Lo más lindo del modelo de trabajo de Ionkos es que no importa quiénes sean parte del equipo, todes nos comprometemos a un camino de autoconocimiento y autodesarrollo como base del cambio que queremos ver plasmado en el mundo, integrando a través del juego las diversidad que cada une de nosotres aporta. Este juego es el que proponemos a todes en nuestros encuentros abiertos. «Acompañamos en ese camino a escuelas, centro terapéuticos, empresas, emprendedores, maestres, artistas, organizaciones agrícolas… un montón de experiencias diversas. Actualmente estamos llevando adelante un programa nacional de economía autogestiva en cerca de 70 comunidades pedagógicas, con el objetivo de facilitar el encuentro de todas ellas en una constelación económica y social que vemos no tiene fronteras». Ese programa lo financian con donaciones de personas y organizaciones de sus mismas comunidades y ya consiguieron cerca del 40% (el programa puede consultarse acá: https://www.ionkos.com.ar/programa/)

«Trabajamos, por ejemplo, facilitando una financiación colectiva para la construcción de una escuela, donde la comunidad misma y sus entornos hicieron su aporte. El dinero se consiguió en pocos días e incluso hubo gente a la que se le agradeció sin recibir el dinero porque ya estaban recibiendo por encima de la necesidad. La escuela devolvió el dinero en uno o dos años, y muchos de los inversores terminaron donando su aporte.
Otro caso que recuerdo fue una escuela en la que la maestra fundadora estaba comenzando a tomar distancia y estaban con una gran crisis de identidad, lo que terminaba impregnándose en lo social y en lo económico. La comunidad hizo un intenso trabajo durante más de un mes, abordando la biografía, el sentir actual y las proyecciones de cada une de les participantes, logrando un plan de acción concreto para la refundación de la escuela».

Me contó de otros ejemplos. «Hicimos varios talleres específicos sobre el dinero convocados por diferentes escuelas en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Por lo general, cuando alguna escuela se acerca es porque están con algún tipo de dificultad en el ámbito económico, pero para nosotres esto muchas veces es sólo como un síntoma de algo identitario o social. Por eso generalmente proponemos trabajarlo desde las preguntas en espacios abiertos de encuentro. Dentro del programa que estamos llevando adelante con las comunidades pedagógicas, vemos una constelación enorme de organizaciones, emprendedores y consumidores o prosumidores, que además tienen valores afines propuestos del ámbito pedagógico. Con la imagen nacional que aborda el programa podemos facilitar el asociativismo y la administración conjunta de recursos, como pueden ser la gestión comunitaria de trámites administrativos y legales, seguros, salud, materiales pedagógicos, alimentos para las escuelas, entre muchas otras ideas, que no son nuestras, sino de las comunidades que ya lo están haciendo realidad».

«Algunos ejemplos de esto son la plataforma del SEF, sistema de economía fraterna, que surgió en la comunidad de una escuela de Córdoba, donde además gestionan una moneda comunitaria con la que complementaron los sueldos de los docentes. Es una moneda complementaria con la que se puede pagar la escuela, comprar en la tienda y además a varios miembros de la comunidad por sus productos o servicios. Otra escuela también en Córdoba implementó algo similar a través de la plataforma Moneda Par, multiplicando los intercambios y activando una economía muy vapuleada por un contexto de cierre y distanciamiento», detalla. Además, están abordando algunos proyectos que «gestionan la tierra y la vivienda de una forma más social y conciente, a través de los cuales se pueden direccionar recursos a la educación y la salud en toda su dimensión, y resolver también de una manera más fraterna la necesidad habitacional de un montón de maestros y maestras de esas comunidades que sabemos vienen siendo relegados a alquilar», explica.

Aunque Ionkos no tiene fondos propios, «cuando aparece la necesidad lo trabajamos caso por caso con esa organización. Lo más lindo y más frecuente es que dentro de la misma comunidad está la respuesta, porque estamos en un paradigma de escasez pero en un contexto más que abundante». Le pregunto por su relación con la Banca Ética Latinoamericana, que surgió en nuestra región impulsada por Joan Melé. «Con Banca Etica Latinoamericana tenemos una relación hermosa y de muchos años. Acompañamos varios años el proceso identitario fundacional del grupo en Argentina, Uruguay y Chile. Incluso algunos de nosotres participamos de manera personal en distintas instancias del proyecto. Hoy agradecemos que el proyecto esté ocurriendo y estamos a su disposición, pero al mismo tiempo sentimos que nuestro camino es el encuentro y en comunidad, y abordarlo sólo desde el dinero nos tiene gusto a poco, así que elegimos volver a la propuesta fundacional de Ionkos».

Inversión inmobiliaria con fines culturales: la experiencia de la escuela Waldorf Arcángel Gabriel

Pablo Resúa tiene dos hijos en la escuela Waldorf Arcángel Gabriel desde 2013, un año después de su fundación en Escobar, uno de los partidos con mayor densidad de escuelas de este tipo en la provincia de Buenos Aires. Converso con él para conocer cómo encara la comunidad el proceso de la sustentabilidad económica. «La escuela inició en un lugar alquilado en la zona de «La Bota». Ionkos y otra entidad de dinero social, nacida en otra escuela Waldorf, facilitaron préstamos para construir las primeras aulas con material para ser desmontado. Hay un montón de desafíos en la autogestión, pero en particular el de conquistar el cuerpo físico de la escuela. Ademñas, había que atender a los requisitos de inspección municipal y del ministerio provincial», explica.

«Más tarde un padre de la escuela trae la posibilidad de comprar dos hectáreas en medio de una zona rural, por lo menos para que la asociación civil de la escuela consiga la tierra. Entre siete familias ponen el dinero, le dejan a la escuela 15 mil metros y se quedan con siete mil para ellos. Con la condición de que, si conseguían mudarse, le dejaban su terreno a la escuela. Así que había 22 mil metros pero ni un mango para construir. Ya había tres salas de jardín y cuatro grados de primaria. En ese momento llamamos a un padre de otra escuela Waldorf con más antiguedad, la Clara de Asís, que se dedicaba a hacer loteos. Se consiguió un terreno de 10 hectáreas a la vuelta de la escuela, varias familias se comprometieron a comprar terrenos y se produjo un movimiento virtuoso para la escuela, las familias y la inversión privada de ese padre. Eso fue llevando a otro emprendimiento, al lado, con formato parecido, y de ahí salieron los primeros recursos económicos para la construcción de la escuela. Nos empezamos a dar cuenta de que cuando privados, comunidad e individuos se comprometían con un mismo propósito, sucedían cosas espectaculares. Ahí se acercó La Lumbrera, la tercera Waldorf de Escobar, y repetimos ese movimiento con otro loteo en la zona para que ellos pudieran comprar también la tierra de su escuela», cuenta Pablo.

«Después seguimos haciendo otros loteos en barrios abiertos pero combinando con otro tipo de actor, como la organización Germinar, con quienes desarrollamos un barrio con una reserva ecológica privada en las inmediaciones de la escuela. Es un movimiento que intenta disfrutar de las bondades de emprendimientos inmobiliarios para satisfacer necesidades comunitarias. Parte del dinero obtenido se usó para mejorar la infraestructura de la zona y los caminos públicos, que no estaba apta para recibir tantas familias», agrega.

Le pregunto cómo se vivió este ciclo en el nivel de los vínculos y la organización. «El que te conté es el costado económico, que no es más que un reflejo de lo social. Han habido cuestiones sociales que han detonado diferencias internas, y eso que esta, creo, es una escuela que tiene un cuerpo de maestros muy bien plantado y desde mi punto de vista un saludable equilibrio entre la gestión pedagógica y los padres y las madres actuando en la escuela. La escuela tiene órganos, como los del organismo, que trabajan complementariamente para el cuerpo completo que es la comunidad».

Escuela Arcángel Gabriel

Esta escuela, como todas las autogestivas, libra una batalla constante para mantener valores accesibles, pocos estudiantes por aula y salarios dignos para quienes trabajan. Sobre eso, cuenta Pablo: «hace algunos años intentamos tener una escuela lo más amplia posible, en todo sentido. Las Waldorf suelen tener un precio alto para mantenerse, y hay como una trampa al tratar de sostener la escuela con la normativa impositiva vigente, porque tenemos que cumplir las reglas como organismo formal que somos. No hay ayuda estatal, y los fondos suelen usarse para lo constructivo, no alcanza para gastos corrientes. En ese sentido, en 2018 empezamos cada sala o grado a emprender proyectos económicos para conseguir pagar los gastos de cada curso, con la venta de productos con una línea de base orgánica o agroecológica. Y vino un padre de la escuela Perito Moreno de Martínez que tiene una carpintería y nos pidió que le hagamos unas bolsas para regalo de fin de año a sus empleados. Ese interés nos hizo pensar en hacerlo a mayor escala: hicimos 300 cajas y en 2020 nos propusimos hacer 1200. Las vendimos todas y así nació Del Arca, una empresa social. Aunque aún no hay un marco jurídico apropiado en el país, entendiendo que somos una empresa que genera ganancias para aplicar a la resolución de un problema social. A diferencia de India, por ejemplo, que creó un ecosistema jurídico que permite un mejor desarrollo de las empresas con fines sociales. Además, ya estamos generando puestos de trabajo internos y pasantías para los jóvenes de la escuela, que tendrá su primera camada de egresados en 2023. Así, empiezan a interactuar en formatos de organización económica como parte de un organismo social completo».

Pablo recuerda el contexto de la primera escuela Waldorf del mundo, como iniciativa del dueño de una fábrica alemana para los hijos e hijas de los empleados en 1919. «Tengo esa imagen, la de intentar volver a una forma de empresa social que derive dineros producidos eficientemente hacia ámbitos culturales. En parte, que le de libertad de no estar atada a medidas estatales que regulen las formas de educar».

Fortalecer vínculos para que la autogestión se sienta como propia: los hitos de El Trigal, la mayor escuela Waldorf de Córdoba

Ariel Serman vive en Los Pozos, justo al lado de Villa Las Rosas, una zona semirural con 10 mil habitantes, en Córdoba. Tiene cuatro hijos en El Trigal, la escuela Waldorf más antigua y más grande de la provincia. Desde que entró, en 2014, tuvo muchas oportunidades de participar dentro de la asociación civil, hasta 2019, como presidente de la comisión directiva cinco años y en la comisión económica.

«Como asociación civil no tiene dueño, es una organización autogestiva que está dirigida por el cuerpo docente y hay comisiones que se ocupan de lo que no tiene que ver con pedagogía. Una pata importante de la pedagogía Waldorf es la participación de las familias. Hicimos un trabajo muy fuerte de generar consciencia y cambiar al chip de lo individual a lo colectivo. Como sucede muchas veces en este tipo de organización, que básicamente es una escuela privada que cubre sus costos con aportes familiares, sin subsidios o aportes externos, vivimos remando para llegar a cubrir el presupuesto mensual. Dependiendo de la coyuntura general también, hay años mejores y peores. En 2013/14 tuvimos una crisis, se pagaban sueldos con dos meses de atraso, sin aguinaldo. Con 250 alumnos hay un presupuesto grande, hoy hay 45 docentes y en ese momento eran 30. Parte del cuerpo docente estaba en negro y estaba la demanda de blanquearlo. Empezamos a laburar muy fuerte entre las familias. Tuvimos reuniones, revisamos los procesos internos de la escuela. Y como una premisa que tiene la escuela es que nadie se quede afuera por no llegar a pagar el aporte, se complicaba. Justo empezábamos con el secundario, y el aporte de las familias de ese primer año no llegaba a la mitad de lo que necesitaba. Hicimos jornadas de estudio, de escuela para padres, de actividades de integración para fortalecer el vínculo y la pertenencia. Había que explicar que si lo autogestivo no se siente como propio es poco lo que se puede dedicar genuinamente».

«En 2015 esa curva deficitaria disminuyó. Trajimos a Joan Melé, hicimos un taller que fue un éxito, tuvimos charlas con los docentes. El mensaje que el da es contundente y caló en la comunidad y el cuerpo docente. Hay hábitos y formas de hacer las cosas que se van instalando y cuesta cambiar. Cuando hablamos de pedagogía somos todos hermanos, pero cuando hablamos de lo económico se vuelve algo distinto. Sobre todo en una comunidad grande, es difícil no poner expectativas en el bolsillo del otro, ser libres en el manejo del dinero, así que él nos ayudó mucho para clarificar ideas. también hicimos un taller con Ionkos que fue parte del mismo proceso. En la antroposofía se habla mucho de la fraternidad en lo económico, pero descifrar qué significa y llevarlo a la práctica es un laburazo. Hay que desprogramarse, porque venimos de un paradigma de sálvese quien pueda».

Del Arca es una empresa social nacida dentro de una escuela Waldorf

«Dentro de la escuela fuimos pasando por distintos procesos a nivel grupal. Implementamos la economía por grados, donde cada uno se hace cargo de su parte proporcional en base a la cantidad de alumnos/as. Así, 20 o 25 familias se comprometían todos los mese a juntar equis cantidad de dinero. Podía ser una vaca, hacer otra ronda y volver a tratar o generar alguna acción o evento. A partir de allí fomentamos el desarrollo de emprendimientos para generar recursos, un producto concreto, y surgieron varios. Hasta ese omento teníamos un fondo de padrinazgo: las familias que no llegaban entraban a ese fondo, que recibía donaciones de otras familias o externas, que se aplicaban a cubrir la diferencias. Se eliminó ese fondo y en la economía por grados esa diferencia era absorbida por el grupo. El padrinazgo era estigmatizado, se podía juzgar el tipo de vida del otro. Se resolvió de una manera muy humana y funcionó».

«Un año más tarde empezamos a trabajar el presupuesto de manera abierta, porque hasta ese momento lo hacía la comisión económica con los docentes. Hasta ese momento los sueldos eran definido por lo que la escuela podía pagar. Lo que hicimos fue, con una varita mágica, que cada cual dijera cuál es el sueldo que considera justo, y no necesariamente el mismo para todos. Uno tiene tres hijos y necesita más, otro tiene que alquilar, por ejemplo. Así, la comisión económica nos pasó un valor global para cada nivel, hacíamos cuentas y descubríamos que para llegar había que aumentar 70%. Tomábamos como parámetros el costo de vida y la inflación, y el tema volvía a los docentes hasta que lográbamos acordar unos valores. Hicimos jornadas de presupuesto tipo asamblea y con una dinámica organizada, donde cada familia decía cuánto podía. Y así pasamos a tener un aporte sugerido, por ejemplo de 5 mil en primaria, haciendo hincapié en lo fraterno. Funcionó un par de años. Ahora hace dos años que no estoy más en las comisiones, pero sigo participando. Desde 2020 hasta hoy viene aumentando el presupuesto por la inflación y la situación general y ahora le estamos buscando la vuelta».

Familias de El Trigal, en Córdoba

Desde hace dos años reciben un subsidio provincial que cubre tres cargos. Le pregunto a Ariel si reciben apoyo internacional o de otras redes. «En dinero hay muy poco apoyo, pero sí en el sentido de que se comparte conocimiento, se ofrecen talleres, especialmente a nivel nacional. A nivel internacional existe la organización alemana «Amigos de la Pedagogía Waldorf» que tiene distintos programas de ayuda a escuelas de todo el mundo. Un fondo de padrinazgo donde una persona en cualquier parte del mundo que quiere ayudar a que un niño tenga este tipo de educación, se anota y se los vincula, porque se trata de que también sea un intercambio cultural, no solo de dinero. En este caso, el aporte lo recibe la escuela. Y también hay una línea más directa de ayuda económica en distintas partes con sus requisitos de transparencia, de respaldo en papel del buen uso del dinero y para el fin que se pide, una ayuda que es puntual y no regular. El año de pandemia y éste recibimos un aporte de esta organización, para cubrir gastos corrientes. En otras ocasiones nos dieron para la construcción del secundario».

Me cuenta Ariel que hay otras 3 escuelas Waldorf en los alrededores, pero todas más chicas que El Trigal. Hay cada vez más demanda de vacantes y ya existen listas de espera en todos los grados. Algunas siguen sin ser reconocidas, así que rinden examen al final de primaria. «Hay una avidez social por un cambio en los distintos ámbitos de la vida. En esto de buscar algo distinto, muchos vienen con la idea de que nadie se queda afuera, y entonces cuesta encarnar esa responsabilidad, entender el costo y el valor de que nuestros hijos reciban una educación distinta. En eso ayudó muchísimo Melé, fue contundente con los maestros para que dejen que otros se ocupen de la parte material, aunque ellos mismos puedan participar de todas las comisiones. También ordenamos el proceso de ingreso, la información que recibe la familia cuando llega. Si bien hay organización horizontal de la vida escolar, hay diferentes roles y comisiones, y el desafío es ser participativos y eficientes sin que nadie quiera imponer su voluntad. Tenemos la posibilidad y todo dado para un experimento social cooperativo. Y siempre hay un tira y afloje sobre qué cosa deciden los maestros, qué cosas las familias, y claro, los más carismáticos mueven el grupo e influyen con sus opiniones», cierra.

Hace poco, surfeando mis redes sociales, me encontré con una persona que está haciendo la formación como docente antroposófica. Para ayudarse a costearla, decidió con sus compañeros vender yerba mate entre sus conocidos. Está a la vista que ese espíritu de mover recursos donde parece que no los hay atraviesa esta mirada particular del mundo y de la educación que es la antroposofía.

NÚMEROS WALDORF

Cada escuela establece, como contamos en la nota, un valor para los aportes familiares. Averiguamos que los aportes sugeridos rondan los 20 mil pesos, pero suelen variar entre 7 mil y 30 mil por mes de acuerdo a los criterios consensuados de familias y escuelas. Un maestro suele recibir al menos un salario similar al del docente estatal, entre 50 y 60 mil pesos, también variable en cada escuela y con cada maestro/a. En otras escuelas ese sueldo puede ser mayor, porque en definitiva siempre el objetivo es revalorizar la profesión. En una comentaron que los aportes en los tres niveles tienen un sugerido similar aunque la estructura de costos sea diferente (mayor en secundaria), porque intentan abordarlo de una manera orgánica y no mecanicista.

«El sistema de aportes lo relacionamos con la fraternidad, que no es algo religioso ni romántico. Intentamos no ser egoístas, aprender a no mirarnos solamente a nosotros y entender que el bienestar del que está al lado mío tiene que ver con mi bienestar y es una cuestión de salud social», me dijo Pablo Resúa.

Mirá el video «¿Qué es el dinero?» realizado por Ionkos:

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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