Así funciona Guayacán, la escuela de los ocho pétalos que inspiró Pedagooogía 3000 en Argentina

Otra vez me di el lujo de pasar un día completo en un espacio educativo para conocerlo a fondo. Fui hasta Los Cardales, en el límite entre los partidos de Exaltación de la Cruz y Campana, provincia de Buenos Aires, a visitar «Guayacán«. Me recibió Clarisa Ponce, su alma mater. Profesora de Educación Física, mamá de Lola y referente en el país de «Pedagooogía 3000®«, una propuesta que anima a integrar en escuelas o cualquier espacio comunitario siete áreas que considera esenciales para el desarrollo humano.

«La Escuela de los 7 Pétalos se fundamenta en 7 áreas de Desarrollo Humano, que se implementan en función de los recursos de cada lugar y cada equipo. Funciona por sus valores básicos, por sus fundamentos de actuación: el niño/a es siempre protagonista, el aprendizaje es activo y divertido, la relación es cercana y amorosa y el contacto es respetuoso permitiendo el pleno desarrollo de cada ser y su autonomía. La Educación se da en un proceso de acompañamiento, contención y permiso donde el niño/a descubre y se descubre desarrollándose con plenitud», explica su página web.

El pétalo azul corresponde al área del movimiento; el amarillo, a lo cognitivo; el rosa es el área emocional y sociocultural; el blanco incluye las artes y la creatividad; el verde representa el área de ecología; el rojo, el emprendimiento y la producción y, finalmente, el violeta se refiere al desarrollo personal y el autoconocimiento. La propuesta es tener siempre en mente y en acción todas las áreas a la hora de planificar y realizar actividades educativas.

«Si bien es cierto que 7 Pétalos nace como una idea de Escuela de transición adecuada al tiempo que vivimos, en su esencia, P3000 es una forma de vida y 7 Pétalos es un lugar interior. Es por ello que podemos replicar su estructura en cualquier espacio o comunidad», aclaran.

Me cuenta Clarisa que durante las reuniones virtuales de la red durante la pandemia por COVID-19 surgió la idea de agregar un octavo pétalo. «El octavo pétalo es una adición reciente a este ecosistema pedagógico: es el dedicado a la familia, padres y madres, y también a los facilitadores: profesores o educadores que acompañan aprendizajes. Es muy especial pues sustenta el desarrollo óptimo de los demás pétalos», describe.

Guayacán es una Asociación Civil que empezó a funcionar en 2016, primero con talleres para niños los sábados y, al año siguiente, todos los días. La hija de Clarisa fue parte desde el primer momento hasta que cumplió 14. Guayacán pasó por distintos lugares físicos, como suele suceder con las apuestas que son a todo pulmón y sin fines de lucro: un pedazo de campo, la casa de Clarisa y, hoy, en dos domos enormes construidos el verano pasado sobre un terreno alquilado. El lugar es precioso, con espacio verde abundante adelante y atrás.

El domo azul aloja a los menores de 6 años, mientras que el rojo es el espacio de referencia de los mayores. Funciona todos los días de 9 a 16 horas, con opción para los más chicos de venir media jornada. Hay 40 niños y niñas, y corazón abierto para más porque Guayacán recibe familias todo el año. Llegué para el momento de música que facilita Ignacio Almanza, que además es papá de una de las chicas, de nueve años. Empezó el año pasado con un taller de guitarra y este año se incorporó a la agenda semanal fija.

«Nuestra hija pasó de una escuela privada, que creíamos con dinámicas alternativas que no fueron tales, a otra estatal, donde a mitad de año cambió la maestra y ya no quería ir. Al principio uno siempre duda, pero la verdad es que el cambio lo vemos en ella. Vivimos en Arroyo de la Cruz, a 30 kilómetros. De acá nos gustó la forma de abordar los contenidos curriculares, que es integral. No está todo tan sectorizado, separado», me contó. «A la familia y amigos al principio les cuesta esta decisión, pero terminan entendiendo que dentro del sistema educativo tradicional hay cosas desactualizadas, despersonalizadas, que no atienden las necesidades. Una de las cosas que nos motivó a hacer el cambio es ver que el que logra pasar toda la escolarización tiene que dejar de lado su ser para entrar en el formato. Y eso no permite la expresión individual, al menos en nuestra experiencia», me contó Ignacio.

Ponerle el cuerpo a la música: un ejemplo didáctico

«Mi visión de cómo enseñar música ya resonaba con este proyecto. Me gusta mucho la recepción que tienen los chicos de las actividades que propongo. Siempre recordaba mi paso por los talleres de guitarra y el porcentaje de deserción que hay ahí; expulsan. Acá los invito a pasar la música primero por el cuerpo y después «bajamos» al contenido, explicamos lo que estuvimos haciendo. Por ejemplo, aprendimos distintos compases de la música sin ponerle en principio ese nombre. Balanceábamos el peso del cuerpo de un pie a otro, hicimos el paso básico de la zamba, y algunos, sin saber qué es un compás ternario, lo asociaron al vals. Salió de ahí y no de un pizarrón que dice que hay compases de tres cuartos o cuatro cuartos. Cuando uno quiera volver a ese compás, ya lo tiene disponible por la vivencia. Otro día traje el cajón peruano, vimos ritmos y sonidos que produce y una de las nenas entusiasmada me dijo: «¡Creo que encontré mi instrumento!». Por más que después no sea, ese entusiasmo significa mucho. Otro día quería explorar las diferencias entre instrumentos indefinidos y definidos. Traje un metalofón para explorar y en base a eso hicimos una dinámica donde aprendieron intuitivamente el concepto de intervalos entre las notas, avanzando o retrocediendo. Para diferenciar los sonidos ascendentes o descendentes, hicimos una canción de subir y bajar escaleras», detalló cuando le pedí ejemplos de cómo aborda la música en sus clases.

Expresión artística en acción

Cecilia es arquitecta recibida en la UBA e hizo el tramo pedagógico para poder enseñar en la UTN de Villa Urquiza, en CABA. Este es su segundo año como facilitadora del «pétalo» de arte y creatividad en Guayacán. «Hacemos plástica, objetos 3D y esculturales, generalmente con objetos reciclados. Vengo los martes la mañana y los viernes para trabajar con los más grandes. Hace 15 años soy además profesora de taller en una escuela secundaria técnica de Pacheco. El primer año fue difícil acá para mí, no entendía mucho porque vengo de una estructura dura, pero con el transcurso del tiempo fui conociendo esta forma de trabajar. Ahora realmente tomo con mucha naturalidad que los chicos tengan esa soltura y sus propios tiempos de aprendizaje. El hecho de que puedan hacer su actividad en el piso, levantarse, caminar. Una soltura que no tengo en otras escuelas, pero se las cuento y me miran con asombro. Así que ahora los dejo sentarse donde quieran, a veces incluso me siento atrás de todo en el aula. Ellos y yo nos damos cuenta de que uno no pierde su rol: no soy menos docente o formadora por sentarme atrás o en el piso mientras mantengamos el respeto. Guayacán me abrió las puertas a una nueva mirada, estoy muy feliz».

Las materias que cambiaron de nombre

Los días de semana Clarisa toma a su cargo el apoyo al aprendizaje curricular, acompañando la profundización a través el Teatro: un ejemplo de cómo en estas escuelas poco convencionales se aborda de verdad el conocimiento en forma transversal. Por ejemplo, representaron el 25 de mayo y el 9 de julio y después pensaron obras «alternativas» para escenificar distintos manejos de conflictos.

Hoy es viernes, el único día donde asume el rol de coordinadora, así que va y viene supervisando las actividades con el resto de los facilitadores. Me cuenta cómo, con los años, va encontrando la mejor forma de organizar la agenda para que los aprendizajes significativos sucedan y, aunque acompasados al grupo y las individualidades, tengan continuidad en un sistema previsible y coherente.

En principio, junto a los chicos y las chicas rebautizaron las cuatro áreas del aprendizaje que suele usar la escuela. «Matemáticamente«, «El maravilloso mundo de las letras«, «La máquina del tiempo hoy» y «Permacultura» fueron los nombres elegidos. Además de la planificación específica de proyectos y secuencias para cada una, usan el cuadernillo «Pienso« (Editorial Trillas). De origen mexicano, a simple vista parece un manual pero es un programa de estimulación de la inteligencia que Clarisa considera más apropiado a la filosofía del proyecto. Cada cual lo va completando a su ritmo, tanto en Guayacán como en casa.

Clarisa me cuenta con entusiasmo los resultados de otros dos espacios fijos que sumó al cronograma semanal. El martes a la tarde, durante dos horas, es el momento del «Proyecto personal». «Cada uno elige qué le gustaría hacer, y realmente les damos el espacio para que puedan descubrirse o probar cosas que los desafían. Al principio dan vueltas o preguntan qué hacer, hasta que empiezan. Lo que pasa ahora es que no solo los martes, a veces cuando tienen otro rato libre siguen el proyecto personal. Incluso, en sus casas. Por ejemplo, para M. todo es Messi y el fútbol. Así que decidió armar un álbum de figuritas con todas las banderas, que recorta a medida e ilustra una por una. Otros usan el telar, fabrican juegos o juguetes con los materiales que tenemos. Si no hay lo que necesitan, aprenden a planificar para conseguirlo y traerlo para la próxima. Es hermosísimo ver cómo todo acá es desde ahí, desde ellos».

Los martes, me cuenta, también tienen Inglés y algo que ella bautizó «El mundo del por qué». «A través de una lectura o de alguna historia nos quedamos preguntando. Porque cuando son chiquitos preguntan todo el tiempo, pero después viene una etapa que no tanto. Ahora hay días en que llegan y cuentan que durante la noche se les ocurrieron preguntas. Quizás hay respuestas que no tenemos, y quedan ahí para seguir investigando. Funciona porque después de leer algo o vivir una situación, ahora se producen conversaciones de ese tipo. Ya no reaccionan tanto, sino que lo piensan o se preguntan, nos ayudó un montón como herramienta. Son áreas que no están en la currícula de Primaria pero a nosotros nos nutre».

Multiedad, arquería y acuerdos

Estoy sentada en un banco de madera bajo un árbol, en la mitad del terreno. Veo como, poco a poco, los más grandes «traen» de la mano o upa a los más chiquitos. Todos van hasta el fondo, donde hay una arboleda perimetral donde han extendido algunas mantas. También traen libros. Es el momento de la «Tertulia», donde los más grandes les leen a los más chicos.

Al final de la tarde, antes de irme, también soy testigo de la clase de arquería que da Matías, abogado y papá del proyecto. Aprendo sobre arquería deportiva, intuitiva y zen. Las posiciones mediterránea o cherokee para armar el arco. Las flechas, los materiales. Veo cómo explica la técnica básica a una nena que lleva sólo una semana en el espacio y es su primera vez. Matías les pide que se organicen ellos mismos para designar los turnos de tiro y cumplirlos. Lo logran, sin pelear ni desesperarse. Mientras esperan su turno, juegan al autobús y el avión improvisado con las sillas que usaron para almorzar. Sonrío. Por suerte, estoy acostumbrada a ver niños que literalmente no paran de jugar mientras viven en estos espacios alternativos. No veo caos, no veo «pérdida» de tiempo, no veo apuros ni impostación para conseguir resultados.

Clarisa me adelanta algo de sus planes para este fin de año. «Vamos a recrear el universo dentro del domo azul. Es un tema que se da a lo largo de toda la Primaria y suele ser fascinante para los chicos. Están haciendo planetas y los vamos a colgar a la altura de ellos para que puedan navegar la Vía Láctea. Esa noche, además, vamos a invitar a las familias a hacer observación de estrellas. Todos los profes colaboran con eso desde sus áreas».

Le pregunto cómo dan forma a la convivencia, tanto con los chicos como entre los adultos. «La comunidad se maneja a través de acuerdos. No hay un reglamento, lo vamos escribiendo en base a lo que va surgiendo, lo que me gusta y lo que no me gusta que me pase. En general, todos pensamos parecido, pero nos reconocemos diferentes, tratamos de disfrutar de la diferencia, de ver nuestras virtudes, de hablar de lo que nos hizo sentir incómodos. Lo extendemos a las familias y entre el equipo. Nuestra forma de abordar la convivencia es la reflexión, no hay otra forma. Tenemos mediadores elegidos por los chicos, si ven que el mediador no puede, buscan el apoyo de los adultos facilitadores».

-Vos fuiste docente mucho tiempo. ¿En qué momento se hizo el click?
-Trabajé 26 años en el sistema educativo formal, en todos los niveles. Incluso en una escuela rural de acá, donde propuse dinámicas que a los chicos les gustaron mucho y agitó un poco el avispero. Creo que un cambio importante fue estudiar neurociencias aplicadas a la educación. Entraba al aula con mis alumnos, que en el campo de deportes eran una luz, pero ahí sentados estaban dormidos. Empecé a proponer hacer ronda o dinámicas que a veces los hacían reír, y han venido a observarme por eso.
Cuando mi hija estaba en segundo grado empecé a proyectar toda su escolaridad en esa situación y un poco me asusté. Yo en las salas de profesores les escuchaba decir que los chicos estaban insoportables, cuando para mí solo estaban re dormidos. Empecé a formarme, hice una especialización en discapacidad y rehabilitación, el curso de Pedagooogía 3000 y de Asiri. Por algo tomaba esas capacitaciones, me dije. Además, en ese momento empezaron a surgir muchos diagnósticos de problemas de aprendizaje. Todo eso fue un punto de inflexión.
Probé primero con los talleres dar la currícula de otra forma y vi la felicidad en los chicos. Me dolía ver que eso en la escuela no pasaba. También me pregunto qué nos pasó que tenemos tantos adolescentes deprimidos, o universitarios que se toman año sabático, jóvenes que hoy no le encuentran sentido a la educación. Siento que, aunque Guayacán es un proyecto por ahora para menores de 13, me inspiro en los jóvenes para pensarlo y escribirlo. Siento que durante la Primaria tienen que jugar mucho, porque es obvio que ya no van a jugar en la secundaria. Entonces, se van a refugiar en la tecnología, que de alguna manera los deja seguir jugando. A veces, hasta el punto de desconectarlos».

Mientras tomamos mate, recuerda los aprendizajes que debiera habernos traído la pandemia pero que quedaron ahí. «Durante la pandemia, el arte, la música y la educación física salvaron a las escuelas. Sin embargo, no se incrementaron esas horas una vez que terminó. Creo que gran parte de estas familias que llegaron a Guayacán se dieron cuenta que por zoom sus hijos de cuarto o quinto grado no podían resolver nada».

El sueño de Clarisa es que Guayacán se convierta en una escuela sin arancel, que la haga sustentable en el tiempo y a la que puedan acceder todas las familias que deseen un proyecto pedagógico así. «En 2021 un inspector nos observó y escribió un informe a pedido de la jefatura distrital. Entrevistó a todas las familias y fue muy favorable, pudo entender lo que pasa acá. Después cambiaron las autoridades y volvimos a fojas cero. Me ofrecieron presentarlo en Educación Privada, pero no creo que ése sea nuestro camino. Creo que estaría recontra bueno apuntar a la tercera línea que está surgiendo con fuerza, que es la educación de Gestión Social y Cooperativa. Agradezco lo viejo porque me trajo hasta acá, pero no quiero dedicarle más energía a eso. Hoy con mi marido hacemos un esfuerzo enorme para sostener Guayacán y agradezco en primer lugar a las familias, porque sin su apoyo no estaríamos acá.

Reconocimientos

-El informe del inspector distrital con fecha 3 de septiembre de 2021 fue elaborado luego de observaciones y entrevistas. «En primer lugar, luego del recorrido realizado, es que la propuesta tiene un claro sustento y seriedad profesional, pedagógica y ciudadana. La pedagogía 3000, es una propuesta que claramente aborda los contenidos curriculares prescriptivos desde su perspectiva», concluye.

-En 2017, el Senado de la provincia de Buenos Aires declaró de interés legislativo las jornadas de capacitación intensiva vivencial docente «Pedagooogía 3000», denominadas «El desarrollo del ser integral» y «Un docente sin estrés para una cultura de paz» realizadas el 22 de septiembre en el Centro Cultural Municipal Cosmopolita de Capilla del Señor.

-En 2018, el Concejo Deliberante de Exaltación de la Cruz adhirió a la «Declaración de los Niños y de las Niñas de hoy para el mundo».

-En 2020, el mismo Concejo declaró de interés cultural y social la creación de la «Escuela Guayacán El Octavo Pétalo» en Los Cardales.

-Los Premios Latinoamérica Verde certificaron que Guayacán es uno de los 500 mejores proyectos sociales y ambientales de América Latina en la categoría de Desarrollo humano, Inclusión Social y Reducción de la desigualdad.

-Guayacán es uno de los tres espacios educativos reconocidos por la Fundación Escuelas para la Paz (junto con Amadeus en Neuquén y Ludere en Salta).

-Guayacán lleva un programa educativo de la Royal Hollow Academy para el año 2022-2023 para las familias interesadas.

Contacto con «Guayacán. El octavo pétalo»: Facebook / Instagram

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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