La primera secundaria isleña sustentable ya se está gestando en el delta de Tigre

En el Río Sarmiento, en el delta del partido de Tigre, Gran Buenos Aires, la secundaria No. 12 de gestión estatal comparte espacio con una primaria y una escuela para adultos. Los estudiantes no tienen lugar propio justo cuando están aprendiendo a caber dentro de sus nuevos cuerpos: ellos crecen mientras su escuela se achica. La provincia de Buenos Aires argumenta que no hay matrícula suficiente para darles un edificio, aunque sus familias y directivos aseguran que, precisamente, es la situación de precariedad la que alienta el abandono escolar.

Hace unos años, un grupo de madres empezó a moverse de manera constante e insistente, como las bajantes y crecientes del humedal que habitan, el tercero en importancia de Sudamérica y el más poblado. Junto con el sueño original de conseguir un espacio propio, tomó fuerza la idea de construir un edificio sustentable, que enseñara por sí mismo a mejorar y profundizar la relación con su hábitat. El motor del proyecto «Secundaria Isleña Sustentable (SIS)», que finalmente comenzará a construirse en 2022, fue la Cooperadora y las docentes aliadas, inspiradas por la primera escuela sustentable de Uruguay. «Se llevará adelante en etapas y de forma colaborativa entre los sectores público, privado y la sociedad civil. El objetivo es garantizar que los adolescentes y jóvenes desarrollen conocimientos, valores y hábitos acordes a los nuevos paradigmas socioproductivos de sustentabilidad», dice el proyecto.

Para conocer más sobre la cocina de este sueño que empieza a hacerse realidad hablé con Gabriela González, una de esas madres. Le pregunto sobre la comunidad escolar y describe a grandes rasgos a los isleños de cuarta o quinta generación; a los que llama «venidos», como ella, «estas nuevas generaciones que huimos de las urbes que nos expulsaban»; y una comunidad paraguaya muy importante. Esta última, resume, «es la fuerza motora de la isla, son los que construyen, zanjean, con mujeres fuertes y capaces, muy solidarias». Gabriela tiene dos hijos y segura que son la razón por la que empezó todo esto. «Acá hay una lógica de que todos cuidamos a los hijos de todos», describe.

«Cuando vimos que después de 10 años de pedir un edificio no había resultados, empezamos este camino de la sustentabilidad, entendimos que habitar un edificio que plantea soluciones no agresivas para el medio ambiente, enseña, y que el docente es también educado por el edificio. Cuando vos tenés un sistema de potabilización de agua podés hablar de física y de química, hasta te facilita la didáctica. Tenemos a favor la nueva ley de Educación Ambiental, que permite, como la de Educación Sexual Integral, intercalar el tema en todas las clases. Esa ley nos da un mano para invitar a los y las docentes a capacitarse, cosa que igual ya hacíamos con talleres que armamos en conjunto con la la Universidad de La Plata», explica Gabriela sobre los inicios.

«Al paso que podamos»

Además de la secundaria, el proyecto contempla un centro de formación profesional, un centro cultural y un jardín maternal. «Creemos que el territorio isleño tiene inmensas posibilidades de crecimiento, creemos en la productividad. Con el maternal tengo una contradicción personal porque yo siempre pensé que cada mujer debía recibir un subsidio estatal para no separarse de su bebé, y sin embargo para hacer viable esa maternidad y la posibilidad de estudios es necesario el jardín maternal. Yo venía de formaciones Waldorf o Montessori, que son concebidos como espacios de acompañamiento de la maternidad, no como depósitos. Por eso ahora me encuentro teniendo que aprender algo», aclara.

Cuando le pregunto sobre el ritmo del proyecto considerando la burocracia del sistema educativo público de gestión estatal, admite que el avance es lento, pero que apuestan a la construcción común. «Con paciencia, cariño y años de trámites bastante engorrosos. Empezamos con una actitud muy crítica y hemos aprendido, hemos asumido nuestros fracasos. Apenas ahora se ven los resultados, decidimos ir todos juntos al paso que podamos. Ese es el espíritu del grupo, pero nos costó mucho tiempo a nivel filosófico comprenderlo. Incluso, yo vengo más del lugar de la crianza respetuosa y la escuela alternativa, y sé que es un proceso de cada grupo y personal. La isla no es solo particular por el clima, sino también por la composición social. Los recién venidos tenemos una posición que no te ahorra frustraciones porque uno tiene expectativas altas, pero fluís mejor con el fracaso».

«La gente también necesitaba tomar confianza de que no la iban a estafar, porque se puede ser estafado emocionalmente con un proyecto. Nos hemos planteado hacer una escuela comunitaria con nuestros hijos, y quizás ya lo tendríamos hecho. Pero nos pusimos como autoexigencia que fuera dentro de la educación pública estatal. Y no por desacreditar esa opción, pero yo me mudé a la isla para que mis gurises compartan con todos. Vivo en un barrio popular y esa es la magia: interactuar con otros códigos, eso es para mí la cosa que todavía le confío a la escuela pública estatal. Donde ya no estoy donde me siento con más afinidad sino donde tengo que convivir con todos».

«La escuela secundaria 12 existe pero no tiene edificio, y eso pasa cuando los adolescentes sufren esos cambios corporales y no entran en su cuerpo, en todos los sentidos están apretados y sin lugar para desarrollarse y vincularse. Perdemos población: los pibes se nos van, en el mejor de los casos, a estudiar la ciudad, y en el más triste, abandonan. Los de los últimos años entran a las 2 de la tarde y llegan a las 9 de la noche a sus casas y a contrapelo de todo el calendario educativo. Quedan fragmentados los que son padres porque no tienen guardería donde dejar a sus hijos. Incluso es el mismo problema que tenemos en la escuela para adultos (el CENS 461) . Acá la actividad fuerte se hace a la mañana porque es más probable que suba la marea a la tarde», describe. «La 12 es la secundaria más atestada de Islas porque está en el corredor más poblado que es el Sarmiento, a 35 minutos de lancha del continente, y recibe más población que las otras. Esta es una mezcla de ruralidad y conurbano, muchos de nosotros trabajamos en la ciudad y eso influye, para bien o para mal».

La comunidad escolar de la SIS

Después de mucha insistencia, en noviembre de 2019 el Municipio de Tigre compró y cedió el terreno que la escuela va a ocupar, en el río Sarmiento 427, primera sección de islas. La Asociación Juventud Isleña formada ad hoc se encargará de administrar la construcción de todas las etapas. Detrás hay 8 mujeres que trabajan diariamente y suman unos 20 colaboradores en total. Una vez concluida la obra, será donada a la dirección de escuelas de la Provincia de Buenos Aires. El nombre de la organización de familias está inspirado en el antiguo club Juventud Isleña de los años ´´´30, y que se caracteriza por un mojón histórico curioso: una cancha de paddle construida en altura, con el comedor, los baños y la sede que funcionaban abajo.

¿Y la pedagogía?

Le pregunto a Gabriela si esta nueva etapa de la escuela incluirá también algún cambio en la mirada pedagógica actual. «Dos de las docentes son fundadoras de todo este proyecto, y son quienes articulan desde adentro y hacia afuera. Nosotros como familias cooperantes no vamos a tocar la administración de la escuela, creemos que con capacitaciones, buena fe y trabajo irá madurando esa currícula. No modificándose sino madurando, lleve lo que lleve. Para el que vive en la ruralidad es raro separar la escuela de la comunidad. Nuestra idea es estar siempre como organización dentro del proyecto de la formación complementaria. Pensamos en formación profesional para rescatar los viejos oficios isleños, pero con comercialización. También apostamos a la tecnología. Por ejemplo, nos postulamos para un proyecto de tecnología 4.0. Una de las propuestas es que trabajen big data para, por ejemplo, calcular la huella de carbono del brote de bambú isleño versus el chino. Así obtiene trabajo la mano de obra local y existe trazabilidad para lo que hace. Hay que plantear una diferencia para competir en el mercado, hacer mimbrería pero poder venderla. Como amas de casa y cuidadoras nos hemos capacitado al infinito cada una en su área en estos años. Tenemos una especialista en agua, hemos aprendido sobre marketing verde, cada año se crece en un área diferente».

¿En qué etapa están? ¿Qué necesitan?

«Estamos en negociación con el Municipio de Tigre para que financie el jardín maternal. Recibimos fondos de fundaciones de empresas que nos permitieron hacer el proyecto y comenzar la primera etapa el año que viene (son cinco en total), que es el Salón de Usos Múltiples, que va a descomprimir la situación de la escuela actual. Ya estamos empezando el trabajo de huerta también junto con la vecinas del barrio de al lado, que tienen una cooperativa y acuerdo con el INTA para un vivero de plantas nativas. El diseño se hizo en 2020 con la Cooperativa Asuma que hizo el diseño participativo y nos ayudó muchísimo a armar el proyecto adecuándolo a cada necesidad que tenemos. Por la pandemia no lo hicimos con los chicos, pero sí hicimos encuestas con ellos y con los docentes sobre qué creían que debería tener la escuela. La familia que vendió el terreno se emocionó cuando supo el uso que le daremos. El comedor va a estar sobre la cancha de paddle, así se aprovechan las paredes y no se generan escombros. Con el aporte de la empresa danesa de bombas Grundfos empezamos el primer impulso. Va a haber una empresa constructora y una de las condiciones es que parte de la mano de obra sea local. Hay muchos saberes acá».

La Secundaria Isleña Sustentable necesita:

  • Aberturas y materiales de construcción. Chapas, caños, aberturas, terminaciones
  • Heladera, cocina y freezer para el comedor
  • Voluntarios
  • Difusión
El render del SUM, lo primero en construirse de la SIS

Algo está cambiando

«Creo que tenemos una gran crisis de transmisión y hay razones para juzgarla. Pero el problema es que si no le buscamos la vuelta con nuestros nuevos modos y sensibilidades vamos a perder los saberes. No lo puedo sacar del tablero al viejo maestro porque pierdo la transmisión de la generación anterior. Por eso me parece una buena pregunta pensar cómo hacemos para que el tipo se aggiorne y el pibe le tenga paciencia. Parece que por ahora hemos decidido como sociedad no hacer ese ejercicio».

«Pero en cierta forma la cosa se está dando vuelta, y en Educación todos hemos entendido que tenemos que replantearnos todo. Yo no escucho el mismo ensimismamiento de la lógica estatal que hace diez años, hay una apertura. Ven que las personas estamos trayendo soluciones, pasa en todo el mundo que la comunidad sabe cómo resolver los problemas. Cuando fracasan las políticas es porque no preguntaste cómo hacerlo. En cuestiones educativas ya no te miran como hippies sino como algo necesario, a nadie ya le suena raro. Yo puedo ayudar a mejorar desde el lugar donde vivo».

El problema del agua para consumo humano en el humedal

Con unos 15 mil habitantes permanentes y 50 mil que se agregan los fines de semana con el turismo, el del agua para consumo humano es un tema a resolver. «Hasta el año pasado muchos filtraban el agua para tomar, pero son caros. La crisis de las cianobacterias nos hicieron replantear eso. Es una bacteria que si le echás cloro la matás pero se hace más tóxica. Fue terrible para nosotros, fue una alarma. La mayoría obtenemos agua potable de canillas de Tigre, y por la pandemia la empresa de aguas puso embarcaciones y cargamos en nuestros muelles para tomar y cocinar. El resto, para bañarse y lavar, se obtiene por decantación, todos aplican distintos métodos, depende también de la calidad del agua a la que accedés, no es lo mismo un río que un arroyo. Sabemos que estamos expuestos a metales pesados permanentemente. El problema de potabilizar el agua de río es que las variables que intervienen son infinitas: metales pesados, contaminantes de la marea, agrotóxicos. Acá hay que trabajar con el académico y el paisano que sabe. La perforación es una posibilidad pero que tiene la variable de la salitre. Y no es viable para cualquier lugar porque no hay saneamiento cloacal», detalla Gabriela.

Más información sobre la Secundaria Isleña Sustentable en https://www.facebook.com/Secusustentable

https://youtu.be/_N6-jOXH3GE

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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