En febrero estuve en Bahía Blanca, ciudad portuaria al sur de la provincia de Buenos Aires. Conocí tres experiencias educativas bien diferentes que voy a contarles en sucesivas notas. Hoy les voy a hablar de FloreSer, un proyecto que nació en 2015 y que, como suele suceder, se fue transformando en el camino.
Nadia Fernández y Natalia Jiménez Morell me recibieron en la casa que acaban de alquilar en el macrocentro de la ciudad. Es antigua, luminosa, de ambientes amplios y techos altos. Alguien toma medidas; se ve y se siente el ajetreo típico de los comienzos. Acá, nunca mejor dicho: cada cosa en su lugar. Porque un lugar para cada cosa hará que los niños que la pueblen puedan tener la libertad de hacer y experimentar. Porque, en definitiva, para eso es un ambiente Montessori.
Estamos muy cerca de la mayor parte de las escuelas y actividades laborales de Bahía. Porque este 2022 van a ofrecer un ambiente Montessori durante las tardes, de lunes a jueves. Está equipada con los materiales que se usan en Casa de Niños y Taller, la forma en que la científica y pedagoga italiana nombró a los espacios educativos especialmente adaptados a las etapas de 3 a 6 años y de 6 a 12 años. Será el primer espacio que albergue esta franja etaria en la ciudad, con guías formadas y material que, en algunos casos, fabrican por cuenta propia.
Y aunque FloreSer no es una escuela, sí es un ambiente de aprendizaje con toda la impronta Montessori. Habrá quienes vean allí un complemento de lo que no consiguen en una escuela convencional y otros que lo elijan como opción principal para la educación de sus hijos e hijas. En cualquier caso, los beneficios son los mismos. «Acá van a tener la posibilidad de elegir sus aprendizajes y van a ganar en capacidad de concentración, que son dos de las características más relevantes del método», resaltan.
Nadia es bioquímica y madre de tres, con 16, 10 y 8 años. Los dos más chicos forman parte del proyecto desde sus inicios, mientras que la mayor asiste a una secundaria estatal dependiente de la Universidad Nacional de Sur. Se formó en el método con Germán Gómez Noto, María Elena Castillo y Celine Hameury. También acaba de terminar su cursada como Guía Montessori de Taller certificada por AMI en la Fundación Argentina María Montessori. Después de nuestra entrevista, Nadia partía para Lima a capacitar en Biología a las guías de una escuela de la capital peruana. Como «la más antigua de FloreSer», ha sido parte de distintos procesos de transformación del proyecto: desde un grupo de familias y educadores/as que quería una educación «alternativa» pero no terminaba de saber cómo, pasando por un espacio más radical hasta el de hoy, que es una propuesta «after school» abierta a quienes quieran experimentar esta pedagogía de primera mano.
Natalia es de Barcelona. Llegó a la Argentina hace unos años para un voluntariado y se terminó quedando. Es maestra de infantil (nivel inicial) y trabajó en jardines de Barcelona por diez años. Que no son precisamente convencionales, gracias a un movimiento de renovación de raíces republicanas que se nota en toda Catalunya. Terminó también hace poco la formación AMI de Guía de Casa de Niños. Y tiene un posgrado en la pedagogía Reggio Emilia, de la que se declara enamoradísima. «Amo la forma de trabajar en proyectos, de documentar. Por la mañana trabajo en una escuela con esta mirada, y también apelo a lo Montessori, porque permite entender muy bien conceptos abstractos», me cuenta. En paralelo, es propietaria de Homo Ludens, un centro recreativo para toda la familia en Bahía.
FloreSer se ha hecho un nombre por traer a la ciudad propuestas pedagógicas «alternativas» que, según cuentan, siempre son recibidas con mucho entusiasmo. Formaciones de los cordobeses de la escuela Montessori «La Arboleda», de la guía francesa Celine Hameury y una conferencia de César Bona, el docente español que fue finalista del Global Teacher Price. A Nadia también la invitan a escuelas públicas y profesorados, para que los alumnos vean que el método Montessori no es «cosa de ricos» y que sí puede usarse en nuestro país. «Les contamos lo que hicimos nosotras, que empezamos desde la nada misma, de a poco». «Hablando con las maestras, muchas contaban que la virtualidad fue muy compleja. Porque los que sospechaban que no entendían las clases, efectivamente era así. Pero los que pensaban que sí habían entendido, en realidad, tampoco. Entonces, ahora hay nenes grandes que no están alfabetizados. Y se reconocen con falta de herramientas», describe.
Es en casos como esos que puede entrar en escena la pedagogía de los materiales bellos. De hecho, me cuenta que la misma María Montessori tenía previsto un período que llamaba «de recuperación» para los que entraban al nivel de Taller. «Es que de Casa de Niños salen leyendo y escribiendo y con la base para las cuatro operaciones aritméticas elementales. Los que no llegaron a eso o vienen de escuelas convencionales, yo trabajo todos los días un ratito, no más de 15 minutos. Cada chico es único, pero en general es bastante rápido y en 4 meses logran alfabetizarse. Se ponen a tiro con el resto enseguida porque tienen el incentivo de querer participar de las presentaciones o de un juego, como el Bank Game, donde el banquero tiene que saber multiplicar. Al ser tan atractivo el material, te dan ganas de trabajar», se entusiasma.
Con los niños y las niñas que vienen acostumbrados al aprendizaje escolar, van de a poco. «Una cosa es el viene de chiquito acostumbrado a ambientes autónomos, pero en general llegan desregulados. Por eso, el primer tiempo ponemos atención en ellos hasta que entienden cómo funciona y entran en armonía con los ambientes. «A partir de los 6 años, el aprendizaje tiene otras características y las guías nos movemos mucho y tenemos que observar muy bien para presentarles lo que necesitan en tiempo y forma. Antes de introducir algo, le decimos que siga a sus compañeros o lo nombro mi ayudante. Lo que le cuesta a un nene que viene de la educación tradicional es que sus períodos de concentración son mínimos. Sobre todo varones, porque por algún motivo pareciera que las mujeres se adaptan más fácilmente a la educación convencional. Vienen con un gran rechazo a la enseñanza y los adultos. ¡Pero logramos cosas increíbles! Pedimos a las familias colaborar también en sus casas y tampoco estamos a favor de que estén llenos de actividades y vivan acelerados», resume.
«Lo que sucede en la escuela convencional es que hay cosas que se aprenden tan tarde que el interés intrínseco, ese que nace del niño, se perdió, el período sensible del que hablaba Montessori. Y ya no es lo mismo, algunos llegan con una barrera muy grande», agrega Natalia. «Y con la lectura, lo mismo. Nosotros en Taller la única «tarea» que damos es la lectura en casa y en familia. Porque incluso hay padres hoy que tampoco leen. Yo siempre leo en voz alta al terminar la jornada, un capítulo de un libro. Al día siguiente están esperando ese momento para ver qué pasó. Es una maravilla. En casa también lo hacemos, alguno lee en voz alta. Es que aprender a leer es una cosa y disfrutar de la lectura es otra. Ver ese disfrute es de las cosas más lindas de que tienen las pedagogías alternativas, que puedan optar. Es una maravilla ver que en Taller haya chicos cuya área favorita es la de matemática. Como mi hija más chica, que me pide que le «dé» una multiplicación».
A diferencia de los primeros años, donde el espacio educativo se gestionaba en comunidad y compartiendo todas las decisiones, en este nuevo período las cosas serán diferentes. «Para nosotras es un desafío empezar esta etapa nueva como un proyecto de dos en sociedad, porque estábamos acostumbradas a apoyarnos en la comunidad. Pero, a la vez, gestionar un lugar que tiene un trabajo intenso con los niños en plan de horizontalidad es muy desgastante», coinciden. Sin embargo, saben que la comunidad puede armarse de otras maneras, sin pasar del extremo de «depositar» a los hijos a tomar decisiones pedagógicas. «En estos primeros meses, nos dedicaremos a transmitir bien la propuesta. En general, nos consultan parejas con algún profesional en la familia y que están interesados en la calidad de la educación de sus hijos. Aunque muchas veces no saben qué, buscan algo que no encuentran en otros lugares».
Nadia recuerda apasionada cuando fue a la primera charla que dieron referentes de la Fundación Argentina María Montessori (FAMM) en Bahía. «Fue una locura. Decían que a los chicos hay que tratarlos como iguales, agacharse a la altura de sus ojos para hablarles. No salí la misma de ahí». Más tarde, cuando hizo su primer taller Montessori, se agarraba la cabeza. «¿Por qué no me explicaron esto así cuando estudiaba matemáticas en la Universidad? Cosas que en Montessori se hacen a los 5 años. Por ejemplo, cómo aprenden el valor de Pi. Empiezan a medir todo, internalizan un concepto abstracto y complejo».
«Hace poco llegó un padre a FloreSer que venía de trabajar en Estados Unidos. Era programador y había quedado sorprendido con sus compañeros que habían ido a escuelas Montessori. Nos contaba que vio que tenían una capacidad de entendimiento, de razonamiento y asociación bien diferente. Y que, en parte, por eso había sentido curiosidad por el método para sus hijos», cuenta Nadia, y evoca su propia educación. «Yo reconozco que en la facultad promocionaba análisis porque aprendía pasos, una metodología. Pero de dónde sale, no. Entender las matemáticas es una maravilla, para un chico y para un grande por igual. Las otras áreas pueden parecerse más a la enseñanza clásica. «Ver las abstracciones materializadas es algo gigante, por lo menos, me pasó a mí como adulta. Y ahora lo replico con mis alumnos. Un año, me pidieron frenar un poco, porque si no iban a llegar sabiendo todo lo del año siguiente», agrega Natalia.
También resaltan el hecho de que el ambiente preparado pone de relieve el carácter colectivo del aprendizaje. «Hay algunas presentaciones en particular que no me salen tan bien. Entonces, le aviso a mi hijo Jano, o al que esté, que quizás pueda cometer alguna equivocación. Ellos están atentos a ver si hay algún error. Y me encanta que pase eso, porque hay cosas que ya saben mejor que yo», relata Nadia. «Es característico entrar a ver un ambiente Montessori y que te cueste encontrar al guía, porque hay mucha autonomía. Y yo siempre digo, que ser maestra no significa que sé todo. Vamos que lo buscamos juntos. En Reggio Emilia se trabaja así. Un vez surgió entre los niños un proyecto que duró meses a partir de una cáscara de huevo que encontraron bajo un árbol. Ellos se hacían todo tipo de preguntas y las actividades giraban en torno a eso», describe Natalia.
Le hago a Nadia la pregunta que les hago a todos los iniciadores de proyectos como el suyo. ¿Por qué demonios decidió complicarse tanto la vida? Se ríe y recuerda la preocupación de su madre, que pensaba que sus hijos iban a ser todos burros. Y, en el otro extremo, cuando los veía aprender y le decía que eran unos genios. Yo le explicaba que no eran ni una cosa ni la otra. Que, simplemente, donde ponían el interés, profundizaban». Me recordó que, además de las charlas Montessori, fue al Encuentro Plural de Educaciones Posibles (EPEP) que se hizo en Wilde. Ahí nos conocimos y vino de visita a Tierra Fértil. «Para mí fue un descubrimiento ver los nenes circulando en libertad en un ambiente descontracturado y haciendo cada uno lo que tenía ganas de hacer».
Aunque su hija mayor suele visitar FloreSer, siempre fue a la escuela convencional. «Le encanta aprender, pero con el tiempo fue perdiendo el interés. También le afectaban mucho las diferencias y comparaciones con sus compañeras que hacían los adultos. Mi hijo del medio a veces coquetea con ir a la secundaria, es algo que se da en nuestras familias. Tuvo un amigo que fue a probar la escuela, y cuando les contó estaba impresionado de que «para todo hay que pedir permiso».
Si el verano pasado fue intenso por la formación en AMI de ambas, el 2022 será tiempo de renovación y cosecha de tanto esfuerzo. «La formación es muy exhaustiva, muy dura. No es para cualquiera. Pero estamos felices y tuvimos mucho apoyo de la FAMM», destacan. Ambas seguirán trabajando en la escuela y el laboratorio por las mañanas para apostar por las tardes al sueño de brindar todo eso que las sigue maravillando a las infancias de Bahía Blanca. Pero eso no es todo: seguirán fabricando el material que no se consigue, con una calidad destacable. Tanto que son proveedoras de otros ambientes y escuelas Montessori de Argentina.
Para conocer FloreSer en Bahía Blanca:
Facebook: https://www.facebook.com/floreserbahia
Instagram: https://www.instagram.com/floresermontessori/
Correo: educacionalternativabb@gmail.com
1 Respuesta
[…] les conté de dos opciones que conocí en la ciudad durante mi viaje en Febrero: el ambiente Montessori FloreSer y el Espacio Tecno (pueden leer esas notas anteriores haciendo click). Hoy agrego la tercera: una […]