Una eco escuela de Concordia llevó su experiencia al proceso de paz de Colombia

Por Mariana Acosta – Responsable del proyecto educativo de la Escuela Secundaria de Formación en Agroecología. Concordia, Entre Ríos.

Ecomún: de la guerrilla a la paz, de la mano de la cooperación

La invitación llegó así, de repente, de un día para otro. Difícil de decir que no, más allá del fin de noviembre intenso de corridas, cierres de nota y exámenes.

-Vos estás en una cooperativa, ¿no?

-Sí. Yo estoy en la ESFA, que es una Cooperativa de Trabajo. Cooperativa de Trabajo Escuela Secundaria de Formación en Agroecología. Ltda. en Concordia, Entre Ríos.

Al día siguiente un mensaje al whatsapp de Gustavo para invitarme al 1º Encuentro de Cooperativas de ECOMUN, una organización de segundo grado que abarca 150 cooperativas a nivel nacional en Colombia, surgidas a partir del “Acuerdo de Paz” entre el estado y las FARC EP. (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejército del Pueblo) en el año 2016.

Quienes componen las cooperativas son ex combatientes, llamados por ellos mismos “firmantes del acuerdo de paz”. Este encuentro al cual fui invitada, junto a dos compañeros más de Argentina, es el primer encuentro desde su conformación, hace cinco años.

Durante los días previos al viaje y de preparación de lo que iba a exponer (educación y territorio), me pongo en contacto con mis compañeros de viaje, Gisela Bustos y Hugo Cabrera, ambos del movimiento de empresas recuperadas por sus trabajadores, de Buenos Aires. Gisela, además, docente de la UNSAM.
Después de algunas peripecias del vuelo de Aerolíneas Argentinas, llegamos a Bogotá después de 12 horas de viaje, nos esperaba Gustavo, en la madrugada otoñal bogoteña, junto a un chofer y escolta, en una camioneta blindada, con cartel y todo. Llegamos al Hotel Grand Park, un 4 estrellas, muy lindo y nos fuimos a las habitaciones, con la promesa de encontrarnos a desayunar bien temprano para ponernos en tema.

En el desayuno del hotel nos llega un mensaje de Gustavo para que nos encontremos con Tanja y charláramos con ella, que iba desde Cali. Asumimos que iba como nosotros, con la expectativa del encuentro. Ella estaba acompañada de otra persona y ambos hablaban en inglés. Ella nos presenta a su compañero, Stiofel, de una cooperativa de Irlanda del Norte. Lo saludamos con mucha sorpresa, había otros extranjeros invitados, Tanja nos contó con su acento colombiano que era holandesa y que hacía veinte años que estaba viviendo en Colombia. Ahí nomás en el desayuno fuimos conociendo a los convocados al encuentro que comenzaría el día siguiente. Acier, del país Vasco, de la cooperativa Mondragón, Stéfano de la cooperativa Noncello de Venecia, Italia. Y Juan Camilo, un joven y apasionado excombatiente. Al medio día decidimos en conjunto salir a almorzar algo típico y entablar ya una conversación general sobre la convocatoria.

Comiendo pescado fuimos entendiendo cómo venía la mano. Tanja era también excombatiente firmante de paz, un importante referente de las FARC EP, con salida prohibida de Colombia por estar afectada, como muchos ex combatientes, a la “Ley Clinton”. Por la tarde fuimos conociendo a los excombatientes locales y responsables de los emprendimientos cooperativos. Cristina, Jairo, Juan Camilo, Amanda. Todos del Ecomún, y a su vez, cooperativistas. El encuentro era para evaluar la situación de las organizaciones, conceptualizar cuestiones del cooperativismo que mucho no convencían, armar documentos que después servirían para estrategias a tomar para poder seguir avanzando en el modelo que aún le generaba reticencias. Juan Camilo lo resumió simple: “los camaradas estábamos acostumbrados a obedecer a la comandancia, y esto es totalmente distinto”.

En la primera jornada, la mitad del Ecomun estaba abocado a un encuentro con el gobierno. La otra mitad, en las jornadas. Fue para conceptualizar, algo que nos llamó mucho la atención. Porque si bien tienen cinco años de experiencia, el hecho de formar cooperativa no los hace conocedores plenos de lo que significa la terminología. Entonces, el análisis de lo que significa solidaridad, sustentabilidad, horizontalidad, sin fines de lucro o resultado económico, tomó tiempo en debates y discusiones. Era la complejidad de la transición de una organización verticalista que debía entender la horizontalidad y el escuchar todas las voces.

Las problemáticas de los proyectos se centran principalmente en el acceso a la tierra. Teniendo recurso monetario de la cooperación internacional, teniendo proyectos como el de piscicultura, pero sin espacio físico para ejecutar. Siempre atravesado además con lo político, porque ser excombatiente firmante de paz excluye de muchos beneficios a los que sí pueden acceder organizaciones cooperativas sin ese antecedente, como el acceso al crédito. En una de las conferencias se solicita reflexionar sobre la diferencia entre “desarrollo”, un vocablo utilizado por el capitalismo para argumentar estrategias sobre todo extractivistas, que además posee objetivos que los países sobre todo en Latinoamérica nunca alcanzaremos, y las “prácticas del buen vivir” objetivo más que alcanzable y deseable por las comunidades.

En la segunda jornada, cada uno de los invitados internacionales expone lo que se preparó según un temario propuesto por la organización. Así, hablaron primero de Argentina los dos compañeros de empresas recuperadas, contando la experiencia del proceso, teniendo en común el aspecto central de la política, aunque con las diferencias lógicas entre ambos países. Luego, España, a través de una ONG de cooperación internacional; el País Vasco, con Mondragón como uno de los más importantes aportadores del proyecto y del encuentro. Luego, Irlanda del Norte, con una experiencia más que interesante en lo social y político de la cooperativa Trademarck, donde se introduce por primera vez en la jornada una diferencia de términos entre lo que se entiende por “desarrollo y calidad de vida” y lo que en verdad buscan las organizaciones para los territorios.

Italia hace su aporte desde la cooperativa Noncello, centrando su exposición desde la experiencia con personas excluidas integrantes de manicomios. Me toca cerrar a mí con el tema “territorio y educación”. Explico las luchas de las organizaciones sociales entre dos modelos de país, uno hegemónico, heredado de la conquista, extractivista, agroexportador, y que tiene en mi provincia Entre Ríos en los más altos índices de tierra y agua envenenada y niños con cáncer. Mi ciudad, Concordia, con un estigma de hace mucho tiempo como la ciudad más pobre del país, rodeada de mucha riqueza natural, al lado de un río maravilloso y donde una represa que genera 500 millones de kilowatts no derrama en la ciudad. De la cual se afirmó, destruyendo un salto de basalto maravilloso y arrasando una ciudad entera, además de desmontar miles de especies nativas para después forestar con monocultivos que hoy son un peligro de incendio. La experiencia del territorio nos permite entrelazar los objetivos educativos de cambiar un modelo civilizatorio que nos condena a la pobreza eterna, proponiendo el modelo agroecológico como ejemplo desde las bases.

La tercera jornada fue la de las conclusiones, debates y trabajo integrado para elaborar un documento final, el resultado de dos días intensivos en donde se aclaran y reformulan términos para después reformular estrategias de trabajo y objetivos reales de las organizaciones. Como objetivo a trabajar, el principal es de formar escuelas de cooperativismo permanente en todos los territorios.

Por la tarde, ya más relajados y en el cierre de las jornadas, nos prometen llevarnos a “la trocha” el negocio donde se pueden comprar las producciones de las cooperativas. Es necesario aclarar que mientras estábamos ahí, nos aconsejaban no salir. Hacer, en todo caso, salidas cortas, para evitar “una peligrosa”, entendiendo que desde el acuerdo de paz hasta la fecha habían matado a 350 excombatientes firmantes de paz. Ahí entendimos muchas cosas: no solo la fragilidad de los acuerdos, sino las formas drásticas de algunos en establecer las ideas revolucionarias. De uno y otro bando.

En los almuerzos y cenas teníamos la oportunidad de conversar con los excombatientes firmantes de paz, y preguntar sobre la experiencia en la guerrilla, sobre todo a las mujeres, que eran muchas. Como Cristina, de 56 años, ya abuela. Se sumó a la guerrilla en su adolescencia y estuvo 30 años en ella. Según su relato, no había otra opción. Entre el narcotráfico y los paramilitares, que eran bastante sanguinarios, la guerrilla se ocupaba de dar educación, proveer de alimento y remedios a las comunidades, ayudar a las familias campesinas a proteger sus espacios. Entendible en situaciones como las que les toca contar.

La presidente del Consejo de Administración, Omaira, alias Sonia, estuvo 14 años presa en Estados Unidos en una cárcel de máxima seguridad por la Ley Clinton. Tanja, alias Alexandra Nariño, nos contó cómo su vida cambio cuando llegó a Colombia de intercambio estudiantil y le picó el bichito revolucionario. Fue ella junto a otros quien estuvo cuatro años en Cuba trabajando el acuerdo de paz. Ella misma cuenta la imposibilidad de salir a su país natal, y por eso es su familia quien la visita.

Por la tarde, en “la trocha”, toda la ideología y lucha política de la guerrilla hecha emprendimiento. Cada remera o bolsa de café producido tiene en sus etiquetados frases de lucha en favor de la paz. Algo no menor, entendiendo que más allá de los acuerdos, van perdiendo más de 350 compañeros, o camaradas, como les dicen ellos. La trocha también es la cerveza que fabrican, y entre risas y empanadas vamos viendo que todo está aún ahí, recientemente vivido y aún no concluido, pues muchos se vuelven a la montaña, por los acuerdos no cumplidos.

La experiencia, más que inolvidable, me ayudó a entender algunos conceptos clave como “desarrollo” y la diferencia que significa “buen vivir” o “calidad de vida” de las comunidades. Me traje la valentía de las mujeres que componen los grupos y que han vivido experiencias en la montaña que no entenderíamos nosotros desde las pampas, donde la lucha siempre ha sido desde la resistencia. Para el futuro, queda la promesa del reencuentro, de nuevas conexiones con experiencias de otros países, siempre hablando de cooperativismo y por sobre todo, de cómo crecer manteniendo la paz.

NOTA:

El 1 de octubre de 2021 se inauguró en Concordia el primer aula sustentable de Argentina. Sobre ella escribió la ONG «Luz del Ibirá», responsable de su funcionamiento. «Esta es el aula sin muros. Sin muros porque está abierta a la comunidad. Sin muros porque ante todo se desarrollan sentimientos sin depender tanto de cuánto sabemos para ganar autoridad desde el amor. Sin muros porque acá las familias son presentes y se respeta el trabajo docente.
Este lugar es el empeño de muchos y en donde las propuestas educativas se plasman desde distintas formas de  lecturas dando lugar a diversas configuraciones. Cada quien que la habite sabrá que este aula contiene a un trabajo en colectivo que le da sentido».

Conocé más sobre el trabajo de la ESFA en Concordia: https://luzdelibira.com.ar/

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Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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