Por primera vez entro al predio del edificio imponente del Jardín de Infancias Mitre, quizás el más antiguo de la ciudad de Buenos Aires. Dirigido durante años por Margarita Ravioli, que tomó clases con la mismísima María Montessori en 1929, aunque sabemos que, históricamente, la visión que prevaleció en el país para la educación infantil fue la froebeliana.
El predio es enorme y rodea todo el edificio, que está conectado al profesorado de educación Inicial Sara Eccleston, uno de los más prestigiosos de Argentina. Lo tiene todo para ser una escuela en la naturaleza en medio de la ciudad. Una ronda de troncos y un pilón de leña lista para encender una fogata me llaman la atención. Sin embargo, no veo niños afuera.
Vengo, en realidad, a conocer ReMida Buenos Aires, el centro de reutilización y creatividad educativa que replica la iniciativa de varias ciudades de Italia, Suecia y Noruega inspiradas en la filosofía Reggio Emilia. No es un jardín ni una escuela, sino un centro de recursos para la enseñanza que sólo utiliza materiales de descarte, donados por industrias y emprendedores. Un atelier, tal como propone la pedagogía de Loris Malaguzzi, a disposición de todos los jardines de infantes estatales, privados y de gestión social de la capital argentina.
A diferencia de los otros 12 centros ReMida de la red internacional, es el único financiado íntegramente por un estado. Dentro del Ministerio de Educación de la Ciudad, actualmente depende del área Escuela de Maestros. Además, tiene la particularidad de ser el único del continente americano. Es público, y de allí su gran atractivo. Cuando formarse en la mirada Reggio Emilia es aún oneroso en Argentina, en los hechos funciona como un centro de capacitación que irradia sus principios y prácticas, aunadas en el respeto profundo por la cultura propia de la infancia y sus múltiples posibilidades expresivas.
Me recibe Giselle Balero Reche, coordinadora de un equipo de 12 personas con formaciones variadas en educación inicial, artes, arquitectura y diseño, pero que también se capacitaron en el enfoque Reggio Emilia como parte de los requerimientos para sumarse a la red. Ocupan el subsuelo del jardín Mitre, que en los años ’30 del siglo pasado era el vestuario de una pileta privada y que hoy es el patio interno del Jardín.
La primera parte del espacio es el atelier, que cada año se organiza según un guión creativo particular. En 2022 fue “Oniria”, en 2023 “Monte Misterioso” y este año el tema es “Laberinto fantástico”. Intento recorrerlo agachada para adecuarme a la escala a la que está construido, adecuada para nenas y nenes de 3 a 5 años. No hay una iluminación central sino puntos focales, característica de las provocaciones lumínicas que sugiere Reggio Emilia. Todo está construido con material de descarte: goma eva, cartón, bolsas de verduras, cables de plástico derretidos, restos de gomaespuma, maderas, resinas, textiles o metales.
“En 2015 y 2016 empezamos las primeras conversaciones con la sede central de ReMIda en Italia”, me cuenta Giselle cuando le pregunto sobre el origen. “Vimos que en nuestros jardines hay una tradición local muy fuerte de usar material no estructurado, reciclado, así que empezamos a ver de qué forma eso dialogaba con el enfoque y se hacía tangible. Cuando salimos a buscar un lugar físico apareció este, justo en el predio de un jardín de infantes con bebés desde 45 días a niños y niñas de 5 años, que antes había dio una pileta, donada para fines sociales. Un espacio que se relaciona justo con lo que proponemos, que es revisitar, reutilizar, mirar con otros ojos”, reflexiona.
La profesora de nivel Inicial Sonia Stegmann fue una de las impulsoras designada por la ex ministra Soledad Acuña, pero siempre el objetivo fue sumar a la mesa a todas las organizaciones que pudiesen aportar, como la Red Solare o el programa de Escuelas Verdes de la ciudad, me explican mientras pasamos al área de trabajo, donde se reciben y clasifican los materiales.
¿Cómo y para quiénes funciona ReMida Buenos Aires?
El Centro comenzó con dos misiones principales, pero con el correr del tiempo en la práctica se agregaron otras. Por un lado, reciben la visita de jardines de la ciudad que no tienen espacios de atelier. Por el otro, los docentes de esos mismos jardines pueden retirar material de descarte acopiado y seleccionado para trabajar en sus proyectos pedagógicos. Lo registran por peso, y el centro lleva la cuenta de cuántas toneladas ha entregado. “Por un lado es lindo ver nuestra capacidad de reutilización con fines educativos, y por el otro es un poco preocupante ver que cada vez generamos más descarte”, cuestiona.
Sin embargo, este movimiento generó un impacto positivo en otros sectores de la sociedad. Por un lado, las industrias modificaron algunos procesos para que se puedan reutilizar sus descartes, limpios, secos y seguros por parte de niños y niñas. Por el otro, los recuperadores urbanos que forman el sistema de recolección de residuos conocieron el Centro y se convirtieron en sus aliados.
Otra de las nuevas funciones que fueron surgiendo a partir de las necesidades es la formación docente. En vez de terminar la relación con la visita y la entrega de materiales, el Centro empezó a acompañar durante el año a los docentes y estudiantes de profesorado especialmente interesados en incorporar como capacidad instalada estas prácticas didácticas. Como consecuencia natural, el Centro pasó al área de Escuela de Maestros, y hoy existe una red de jardines que tienen atelier reggioemiliano funcionando, que incluso produjo un saludable encuentro entre instituciones privadas y estatales de la misma zona que antes estaban desconectadas. También empezaron a visitarlos de los niveles Primario y Secundario, sobre todo para “trabajar en el marco de lo que son los desafíos científicos con la materialidad”, me cuentan.
De las tareas regulares del equipo de Remida Buenos Aires es la documentación pedagógica de lo que sucede durante el año con la interacción entre los niños y la propuesta. “Además, documentamos lo que llamamos actos significativos, que es cuando una visita nos trae algo que no estaba en nuestro radar, y entonces vale la pena generar una profundización, una micro documentación sobre eso. Por ejemplo, hace unos meses después de escucharnos una nena preguntó qué es lo que no se podía hacer en nuestro centro y apareció como eje de indagación los límites”, recuerdan.
Cuando a fin de año se abre la agenda online de turnos para que las instituciones educativas visiten Remida el año siguiente, se llena la primera semana. Algunos días se reservan para visitas del público en general, como personas del mundo del arte, donantes posibles de la industria o visitantes de otras provincias y países.
Como la demanda y el interés crece, el centro está abierto a la búsqueda de un lugar más amplio, en lo posible, en el centro de la ciudad para que sea igualmente accesible desde cualquier institución de la ciudad. Por ahora, ese obstáculo lo cubren con la figura del atelierista viajero, que va a los jardines a los que les resulta difícil salir por distancia, cuestiones económicas y de permisos.
Diversidad de miradas pedagógicas en la Ciudad
Ademas del enfoque Reggio Emilia, la Escuela de Maestros de la ciudad está trayendo información sobre la pedagogía Montessori, las escuelas en la naturaleza, el movimiento libre e incluso la experiencia de los kibutz de Israel, cuenta Gisselle. Pero no es sólo cuestión de enfoques, sino también de territorios. “Nos visitaron de San Pablo porque están queriendo también abrir un centro ReMida. Creo que como región nos debemos un acercamiento muchísimo mayor. Sin dejar de lado la especificidad de cada país, hay muchos más puntos de encuentro de los que creemos que nos podrían fortalecer como región en términos educativos. Porque es una idealización muy solitaria buscar respuestas, por ejemplo, en Europa. Creo que hay que recibir todas las influencias que se presenten, pero hay que hacer siempre una fusión con la cultura local. Cuando recibimos también visitas de Chile o Uruguay, lo que sucede en ese pequeño intercambio es muy rico”, describe.
“Me parece que está bueno también traer el tema de la propiedad sobre el conocimiento, que debe ser compartido y colectivo. Como ente bajo el ala gubernamental, todo lo que producimos se circula, se abre, y funciona mejor cuando entra en debate con el otro. No me sirve tener la experiencia argentina guardada”, resume.
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