Con Marcela jamás nos vimos las caras. Ella vive en el valle de Traslasierra en Córdoba y yo muy cerca de la ciudad de Buenos Aires. Hace varios años que administra la web de mi marido, así que cuando yo volví a escribir el año pasado le pedí que me ayudara con la puesta a punto de mi web. Una tarde descubrí un comentario suyo en un post donde cuento la experiencia de educar a Vito sin escuela. Su hijo, que hoy tiene 22, había salido de la secundaria. Así, como una aguja en un pajar, en una comunidad donde aún no llegamos a hacer sombra, descubrí que mi webmaster también había sido madre unschooler.
Sé que muchos pueden verse reflejados en la historia de Marcela e Ian, así que comparto con ustedes la entrevista que hicimos por correo.
– ¿De qué forma te mostró tu hijo la necesidad de dejar la escuela?
– Ian cursó toda su primaria en una escuela Waldorf. Como no tenía secundaria, tuvo que comenzar en una escuela estatal del pueblo. Se aburría bastante, muchos de los temas que le enseñaron en primero y segundo año ya los había visto. También atravesó problemas graves, con amenazas, y quiso pasarse junto con sus otros compañeros que venían de la Waldorf a una escuela privada. Yo noté desde el principio que no era para él, era poco flexible, pero lo dejé atravesar la experiencia. Al poco tiempo empezó a contarme que los profesores no lo dejaban expresarse cuando les preguntaba acerca de lo que enseñaban, así que sólo duró 6 meses. Ahí fue cuando decidió abandonar la escuela: tenía 16 años. Quisimos optar por una educación online pero no fue posible por su edad (en Argentina sólo se puede cursar el programa oficial no presencial a partir del año donde se cumplen los 18).
– ¿Cómo se sienten ahora? ¿Cómo organiza su día, qué cosas le gustan?
– Tras haber dejado el colegio, como mamá a veces sentía la presión de las preguntas de otras mamás y se sentía incómodo. Pero yo notaba que él se preocupaba por leer y aprender cosas que le interesaban, en libros o investigando en Internet. Vivimos en un pueblo chico, así que las rutinas suelen ser como en el campo: juntar leña, atender los animales y la huerta. Pronto vamos a estar dentro del circuito de WWOOf (WorldWide Opportunities on Organic Farms), para que jóvenes de todo el mundo puedan venir a trabajar cuatro horas diarias a cambio de casa y comida.
Después de abandonar la escuela se decidió a aprender más a fondo su pasión, que es la fotografía. Ahora vive en Alemania desde hace 2 años, estudia foto y una tecnicatura en Reservas Naturales. En septiembre de este año termina el bachillerato alemán. Vive en una residencia de jóvenes estudiantes y trabaja las horas que el gobierno le exige para mantener su subsidio de vivienda para estudiantes. Además, es voluntario en una asociación de rescate de animales.
-¿Cómo lo tomó tu comunidad, tu familia y amigos?
– La sensación fue extraña. Como familia somos nosotros dos solamente, pero su abuela de Buenos Aires estaba muy preocupada; hubo que batallar bastante con ella para no transferir esa ansiedad a mi hijo. En cuanto a otras madres y amigos era un poco incómoda la situación porque todos cursaban. Pasado un tiempo yo misma logré sacarme los prejuicios de encima. Aunque sí teníamos una meta final entre ambos: que él pudiese terminar en algún momento con el solo objetivo de obtener el papel que le permitiera estudiar en el extranjero.
Al cumplir los 18 él mismo empezó a cursar en una escuela nocturna. Al principio no se integró con las personas que iban, hasta que él solo descubrió que en un pueblo cercano existía un formato de estudio semipresencial. Como él es por naturaleza bastante autodidacta, resultó ser la forma ideal. Estudiaba en casa con el material de apoyo, se reunía con los profesores solo si tenía alguna duda y se presentaba en la escuela para rendir las materias. Así pudo rendir en un año las materias de los 3 años que dejó. Al final, terminó al mismo tiempo que sus amigos que cursaban normalmente.
-¿Querés contarme algo de la historia previa de ustedes?
-Desde el punto de vista de la educación la historia de mi hijo ha sido una montaña rusa. Entró a primer grado en una escuela alemana en Buenos Aires, donde pasados dos meses las psicopedagogas aconsejaban que fuera medicado por falta de atención. Eso me llevó a empezar investigar y descubrir la pedagogía Waldorf. Pero antes de terminar su primer grado nos mudamos a Alemania, donde tuvo que volver a empezar porque allá se inicia con 7 años cumplidos.
Después pasamos por una separación traumática y tuvimos que volvernos y reiniciar nuestra vida. Como llegamos en el mes de julio, ninguna escuela lo tomaba, así que no cursó hasta el año siguiente. Aprendió a leer cerca de sus 8 años, lo cual al final fue una bendición porque desde ese momento se volvió un lector empedernido: libro que encontraba, libro que leía. Ahora de mayor sigue siendo un joven que ama los libros, algo que no es tan común en su generación.
¿Querés vos también contar tu historia? Escribime con el formulario de Contacto o al correo altereduinfo@gmail.com
Comentarios recientes