Menos gramática y más lectura: la forma en que se aprende sin escuela y que puede inspirar a la educación formal

Es una pregunta recurrente que nadie parece saber responder: ¿por qué hay poca comprensión lectora al final de los largos años de escolaridad? ¿Por qué hay cada vez menos lectores/as? La experiencia de educar a mi hijo fuera de la escuela primaria, con libertad para elegir cuándo y qué leer, así como cuándo escribir, me ha enseñado varias cosas. En primer lugar, que no se necesitan clases escolares para dominar el código alfabético, al menos, en el nivel que se espera antes de la pubertad. En segundo lugar, que prefiero mil veces que mi hijo haya incorporado la lectura y la escritura como una necesidad en este mundo que así se comunica, como un hábito igual a cualquier otro y, en última instancia, como un placer que puede acompañarlo cuando quiera.

Así como nos hemos convencido de que las criaturas nacen gracias a los médicos antes que a sus madres, naturalizamos que es imposible aprender y usar el lenguaje sin un desglose de su gramática o una didáctica lineal. El descubrimiento que hice con mi propio hijo pude cotejarlo también con las personas que se educan fuera de la escuela o en escuelas donde el aprendizaje es autodirigido. Incluso, la evidencia de que los hermanos menores suelen aprender a leer -y a veces a escribir- antes de entrar a la escuela, avala esta observación. Como en cualquier área de la educación, claro, hay cientos de textos, teorías e investigaciones sobre la adquisición de la lengua. Pero casi todos los estudios de campo se enmarcan en ambientes escolares, por lo que es muy difícil saber cómo puede ocurrir el proceso por fuera de ese hábitat.

Ninguna teoría lineal, causal o unívoca vale para las ciencias sociales, claro. Se dice que los entornos donde se lee son propensos a contagiar el interés, pero ¿qué pasa cuando tenemos bibliotecas en cada escuela y cada vez más horas de clases y, aún así, no se obtienen los resultados esperados para ese nivel de exposición al lenguaje? Me topé con esta nota de Suzana Vargas, poeta y profesora brasileña, fundadora de «Estacao das letras» en Río. Se titula: «Estoy a favor de sustituir la gramática por lectura» y dice, en resumen, que es buena idea postergar la enseñanza de la gramática en la escuela reemplazándola por pura lectura, en cualquier formato y género. Incluso, a costa de perder a varios clásicos… En base a mi experiencia y la de otros que he conocido o investigado, «me hizo sentido», como dicen los brasileños.

Mi hijo, hoy de 14 años, tuvo su primer contacto con la gramática escolar recién el año pasado cuando entró al colegio secundario. Tenía varias clases de «Prácticas del lenguaje» y una sola de «Taller de lectura». Y una biblioteca a la que adoraba ir cuando sus profesores faltaban, pero para jugar al ajedrez. En la primera le iba mal, y hasta se la llevó a diciembre, y de vuelta a febrero. En el taller, en cambio, le iba maravillosamente y lo disfrutaba. Su escritura era muy precaria en ese primer año de escuela, el 2019: casi no escribía durante sus años desescolarizado y tuvo que aprender rápido para copiar los pizarrones y hacer la tarea. De alguna forma, replicó los pasos evolutivos de los que hablábamos estos meses por Skype con Velia Bianco: la humanidad fue oral durante la mayor parte de su existencia…

¿Por qué no se habla más de esto? Fácil: los pedagogos y académicos estudian el aprendizaje que sucede en la escuela. Las evidencias publicadas sobre cómo se puede aprender sin sus protocolos escasean, y las que hay suelen ser coloquiales, vivenciales, testimoniales, sin chance de ser consideradas como insumo de los estudios superiores y los especialistas. Como dice Carol Black, la escritora y autora del documental «Schooling the world«, «recoger evidencia sobre el aprendizaje humano basados en el comportamiento de los niños en la escuela es como investigar la ballena asesina basados en su comportamiento en Mundo Marino».

Javier Herrero ha acompañado centenas de niños y niñas en su aprendizaje de la lectoescritura en un entorno de educación no dirigida, incluidas sus hijas, en Ojo de Agua (España). Así lo cuenta en un reportaje: «Generalmente el aprendizaje ocurre desde los 4 o 5 años hasta los 9 o 10 años. Hay casos de niños que aprenden en pocos meses y otros en 4 o más años. Hay que tener en cuenta que nunca se sabe cuándo ha empezado el aprendizaje, ya que estamos rodeados de letras desde que nacemos. Todos los niños tienen la necesidad de comunicarse y la lectoescritura es un medio para alcanzar ese fin. Leer y escribir son habilidades que tienen un sentido, que sirven al niño para algo. Cuando los niños y niñas sienten la necesidad de comunicarse de esa forma, empezarán a aprender». Podés leerlo completo acá: http://zolani.es/aprendizaje-autodirigido-lectoescritura-segun-javier-herrero/

Natalia Creche vive en Chubut, Argentina. Su hijo de 9 años, Lautaro, nunca empezó la primaria. «Comenzamos este precioso camino de no escolarizar, que es de un aprendizaje constante. Quisimos esperar y respetar su propio proceso de lectoescritura, pero te confieso que cuando tenía 7 años y no mostraba ningún interés en la lectura, comencé a preocuparme. Pero me informé mucho y decidí confiar», me cuenta. «Así fue que a los 7 años y 8 meses me pidió que le explicara dos cosas, y no quiso saber más. Un día, lo escuché leer por primera vez un libro que yo le leía cuando era mucho más chico. Así empezó, y hoy ya tiene una lectura totalmente fluida. No le hemos enseñado, solo hemos acompañado sus dudas cuando él las planteaba». Natalia cuenta en primera persona este momento tan especial dentro de su experiencia de educar sin escuela en estos dos textos de su blog: https://nataliacreche.blog/mi-hijo-esta-aprendiendo-a-leer/ y https://nataliacreche.blog/para-que-aprendemos-a-leer-y-escribir/.

En este video de «Desescolarizados» dos madres hablan sobre cómo ocurre el primer aprendizaje de la lectoescritura: https://www.facebook.com/watch/?v=421503385195118. Para evidencias, también cuentan los miles de niños y niñas que han aprendido sin ser obligados en las escuelas democráticas del mundo (pueden ver una lista acá: https://www.educationrevolution.org/store/findaschool/democraticschools/. En ellas, se aprende mientras se está haciendo otra cosa, como diría John Lennon. A diferencia de la escuela convencional, allí la lectoescritura es solo una herramienta más para aprender por descubrimiento, motivación intrínseca e interés, tanto personal como social. La gramática, para estos niños y niñas, se aprende cuando hay interés, cuando eligen una carrera relacionada o si forma parte de requisitos o exámenes de validación que ellos mismos deciden dar cuando crecen. Hurgando, encontré también este texto sobre una experiencia, aunque escolar, en barrios vulnerables de París llamado «Desescolarizar la lectura. La lectura y los nuevos procesos de alfabetización».

En el libro «La educación ha apostado al caballo equivocado», que no he leído pero que, otra vez, Velia me ha recomendado mucho, Frank Smith en 1988 criticaba «la división del aprendizaje en decenas de destrezas que supuestamente se enseñan por separado quitando todo sentido a lo que se lee o se escribe». Como periodista y editor, se interesó por la naturaleza del lenguaje y se especializó en psicología cognitiva, fue admitido en el Centro de Estudios Cognitivos de Harvard y trabajó junto a George A. Miller y Noam Chomsky. «Smith afirma que la lectura y la escritura son aprendizajes que se dan naturalmente cuando los no iniciados sienten que pertenecen a un determinado grupo que los incluye y del que forman parte en una relación de interés y colaboración. Apoyado en la observación antropológica, en la etnografía y en distintos teóricos de la psicología cognitiva sostiene que el aprendizaje es una actividad social y que “la educación” al inclinarse por la psicología experimental como filosofía o paradigma teórico en el cual basar sus acciones apostó al caballo equivocado», describe en su reseña del libro Yasmín Muñoz Sad (http://www.laizquierdadiario.com/La-educacion-en-la-encrucijada).

Que la lectoescritura se pueda aprender sin instrucción directa del tipo escolar y fuera de los plazos que establece la institución no significa que niños y niñas no necesiten compañía y estímulos de otros, sean maestros o no, para apropiarse de ese hábito. En algunos niños y en algunos contextos la necesidad de iniciarla será más pronta o más autodidacta, nada más. Acompañar la lectura, o mediarla, leer uno mismo como ejemplo y respetar el derecho de los niños y niñas a elegir qué y cómo leen, tal como lo enuncia el francés Daniel Pennac, es una estrategia que funciona, dentro o fuera de la escuela.

Foto de portada: mi hijo lee en medio de una visita a un parque nacional argentino. Se había llevado su libro por las dudas en la mochila, y lo usó en un descanso del recorrido.

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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