Maestras reinventadas: «no quería convertirme en un engranaje más del sistema»

Desde 2018 Carolina Rodriguez Brea es una de las educadoras de Tierra Fértil, espacio de aprendizaje autodirigido y autogestionado fundado en 2013 en el norte del conurbano bonaerense, en Argentina. Como todas las que pasaron por allí, ella trajo su propia impronta. Muy joven, en sus primeros veinte, es digna representante de su generación. Ha derribado los últimos prejuicios que podría haber cargado la nuestra y habla un idioma muy cercano al de los chicos y las chicas que acompaña. Seguro que fue eso lo que la ayudó a moverse con tanta soltura desde el principio, en un ambiente de libertad que puede abrumar a cualquiera.

Caro siente la necesidad de transformar la educación desde su adolescencia. Después de conocernos en uno de los EPEP (Encuentro Plural de Educaciones Posibles), vino a visitarnos junto con su hermano Sebastián, otro entusiasta en esto de no dar la educación por sentada. Se terminó quedando. Su último trabajo había sido como maestra de sexto grado en una escuela convencional. Ese detalle nos resultó interesante porque los miembros más antiguos del proyecto se acercaban al momento de rendir libre ese grado para acreditar la primaria. Tendríamos una mirada actualizada y aliada para las familias que habían decidido pasar por ese trámite.

Ninguna maestra formada en el magisterio llega a una escuela libre sabiendo cómo actuar. Por eso, la mejor prueba de idoneidad es comprobar que esa persona entiende que lo primero que tiene que hacer es cultivar los vínculos. El aprendizaje es mutuo y viene con el tiempo si la confianza se instala. Caro se lanzó a eso con espontaneidad y sin reservas. La entrevisté tal como lo hice con otras tres educadoras, pensando en mostrar qué motiva a dar el salto a los docentes que no se conforman con lo que pueden hacer dentro del sistema educativo convencional. Para dejar ver desde su perspectiva el paso por un modelo de educación radicalmente diferente, cómo los transforma o qué nuevas preguntas les puede generar.

¿Cómo te formaste? ¿De dónde venías antes de sumarte a Tierra Fértil?

-Desde que terminé el secundario me interesé en la educación «alternativa». El disparador fue cuando el centro de estudiantes de mi escuela proyectó el documental “La Educación Prohibida”. Cuando vi que había otras formas de aprender, que existían y sobrevivían, se modificó toda mi perspectiva de estudio.
Mi trayecto en el secundario fue duro, me costó mucho. Nunca había pensado en dedicarme a la educación porque sólo tenía una visión de lo que era ser docente. Y no me gustaba nada. Hasta que empecé a interiorizarme y conocer distintos proyectos. Llegué primero a las escuelas Waldorf y Montessori, pero no me convencían demasiado. Hasta que en un Encuentro de Mujeres encontré el libro del espacio «Paideia» de Mérida, en España. Ese fue mi primer acercamiento a la educación libre.

-Entonces, ¿cómo pegaste el volantazo y decidiste estudiar para ser maestra?

-Cuando estaba en quinto del secundario teníamos asesorías para definir qué queríamos hacer en el futuro. Realmente, en esa época estaba muy enojada. No quería volverme un engranaje más del sistema y perderme en metas capitalistas, terminar siendo como muchos adultos que me rodeaban y me decían: “yo, a tu edad, también era así. Discutía todo, pero después te das cuenta, vas aprendiendo”. Me generaba muchísimo disgusto convertirme en eso. Y como estudiaba en un secundario que depende de la Universidad de Buenos Aires, salí pensando que mi opción lógica era estudiar ahí. Cuando llegué al Ciclo Básico Común, volvió esa incomodidad con respecto al sistema educativo. Me parecían absurdos los exámenes, la cantidad de textos para memorizar y reproducir en un papel que no demostraba nada, al fin y al cabo.

Por suerte, en un momento me animé a dejar todos esos mandatos y me puse a estudiar en el Profesorado, aunque ahí tampoco encontré nada sobre otro tipo de educación, diferente a la que ya conocía. Me di cuenta de que si quería aprender sobre eso, tenía que hacerlo de forma autodidacta, recorriendo los lugares que ya existían y empapándome de ese mundo del cual tanto quería saber.

-¿Cuáles sentís que son tus mayores desafíos a la hora de acompañar a niños y niñas que pueden elegir, decir que no, moverse libremente en ambientes preparados, sin horarios de clases separados de un recreo, con edades múltiples?

-Lo que continuamente me replanteo y me sigue pareciendo lo más difícil a la hora de intervenir, es hacerlo desde una mirada que no sea adultocéntrica. Al mismo tiempo, observarme para que la práctica educativa no sea una reproducción del sistema capitalista, colonialista y patriarcal. El debate sobre la directividad y la no-directividad dentro de los espacios de aprendizaje es algo que todavía no tengo definido del todo. Sí entiendo que hay que hacerle un contraataque a un sistema que nos bombardea cotidianamente, pero me resulta complejo definir cómo.

Vivimos en una cultura hegemónica que tiene mucho peso, es necesario crear una contracultura que nos permita mostrar que hay otras posibilidades de acción. Por ejemplo, para desarrollar la ESI en espacios como éstos, creo necesario sobre todo entender cómo funciona el patriarcado en nuestras vidas y actuar ante situaciones que son completamente funcionales a ese sistema.

-¿De qué forma, si es que sucedió, creés que esta experiencia modificó tu manera de entender la educación y de ejercer como maestra?

-Ya venía con un trabajo de deconstrucción acerca de lo que consideramos educar y ser adultos. Pero participar de un espacio libre me mostró que tanto el aprendizaje como la forma de enseñar dependen siempre en gran medida de la voluntad del niñe. Antes de empezar en Tierra Fértil tenía una idea que para mí era muy clara de cómo es la manera correcta de enseñar matemática. También sabía que mi posición no era obligar a nadie a que aprendiera. Pero si alguien sí quería aprender, yo le iba a enseñar de la manera que consideraba correcta. Y esa concepción quedó destruida al mes de intentarlo. Me pareció igual de violento obligar a aprender a alguien un contenido que no le interesa, que enseñarle algo de su interés pero en mi formato, sin prestar atención a la forma en que ese niñe prefiere.

-¿Qué dirías a los docentes que quieren reflexionar sobre sus prácticas, tanto en la escuela tradicional como en las llamadas «alternativas»? ¿Tenés sugerencias, miradas pedagógicas que te hayan servido más que otras?

-En este momento sigo estudiando en el Profesorado y me sorprende la cantidad de teoría que hay sobre el aprendizaje y los distintos métodos de enseñanza. Las distintas visiones que existen acerca de la niñez en contraposición al poco cuestionamiento hacia los saberes que se consideran obligatorios. Son verdades absolutas. Nos planteamos cómo enseñar, pero no lo que estamos enseñando, y ni que hablar del interés particular de cada niñe.

Por otro lado, considero que estar dentro de estos centros de formación convencional también es importante para mostrar algo que una gran mayoría ni siquiera sabe que existe: otras formas de educar. Por lo general transcurrimos nuestra trayectoria en espacios convencionales, y la cultura que nos rodea la expone como la única posible. Es complejo poder llegar a conocerlos. Porque aunque hoy claramente hay mayor difusión, ese conocimiento escasea dentro de las instituciones de formación.

Si este nota te interesó, puede que también quieras leer las entrevistas anteriores a otras tres educadoras de Tierra Fértil:

Malala Erhart / Verónica Uranga / Carolina Barreiro

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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