España, ese espejo donde todavía nos miramos para educar. De Ojo de Agua a Ojo de Sol

Javier y Marién decidieron crear la educación de sus propios hijos. Dicho con más precisión, también la suya propia como padre y madre, como seres humanos en etapa de criar y educar. De esa necesidad orgánica y de hacerlo con otros nació Ojo de Agua, un ambiente educativo asociado a una comunidad ecológica abierta que fue y sigue siendo referente para otros proyectos en su país. Argentina, que siempre ha mirado a España, no es una excepción.

Ojo de Agua crecía en las montañas de Alicante a la par que Rebeca y Mauricio Wild difundían el trabajo de hormiga que habían hecho en el Centro Experimental Pestalozzi durante más de 25 años en Ecuador. La escuela viva, la escuela activa, volvía a irradiar su influencia, pero esta vez desde América hacia la “madre patria”.  Las y los que miramos atentamente esa experiencia de aprendizaje autónomo y en colectivo estábamos ávidos de saber, de formarnos, para dar vida a nuestras propios proyectos. En ese contexto, los boletines que Javier Herrero escribía periódicamente acerca de las vivencias en Ojo de Agua eran como el agua fresca de manantial. No había mucho para leer de alguien que compartiera su visión sobre cómo estaba transformando la educación en tiempo real.

Hoy, años después, tengo la oportunidad de entrevistar a Javier en su invierno español. Nos conectó una amiga que el año pasado se mudó ahí con sus dos hijos y su marido para vivir la experiencia que había investigado y llevado a la práctica cuando educaba sin escuela a sus hijos en Mar del Plata. Fue ella la que me contó que Ojo de Agua estaba creciendo y daba un paso más para acompañar la educación y la vida de los mayores de 18 años. El nuevo proyecto se llama Ojo de Sol y de él vamos a hablar en esta entrevista que le hice por Skype.  

Javier y los y las participantes del primer Ojo de Sol

-Javier, hagamos un poco de historia. Contame cómo es que concibieron Ojo de Agua y cómo llegaron hasta Ojo de Sol.

-Todo está relacionado con el pasaje. Ojo de Sol está sucediendo en este momento, no es algo que ya esté hecho. Nos damos cuenta de que en el camino de maduración de los seres humanos hay momentos clave. El entorno social también define esos momentos clave, y uno de esos en relación a la educación es la educación obligatoria, que aquí es a los 6 años. Es un momento crítico, pero pasa y siguen aprendiendo. No dejan de aprender por ir a una escuela no convencional o estar desescolarizados. Y otro momento muy crítico es cuando se llega a la juventud. Después de 20 años de experiencia, acá lo identificamos a los 16 años, que es  cuando acabas la educación obligatoria. Hay un dogma muy grande en esta cultura que dice que ese papel es muy importante y que sin ese papel no puedes desempeñarte. Nos damos cuenta de que llegando a cierta edad, los mismos chicos y chicas buscan ese papel. Que en verdad no es poner mi propio valor como ser humano por lo que soy, sino lo que el sistema dice de mí. Es una tragedia grande porque desconecta a las personas de su vida interna, de modo que nos planteamos Ojo de Sol como una propuesta que contribuya a que el tránsito hacia la adultez de las relaciones maduras y el trabajo pues fuera uno distinto. Que no desconecte a las personas, así que desarrollamos esta idea como de una brújula interior, como plantea Álex Rovira. Una experiencia para que los mensajes sociales de la cultura consumista en la que vivimos no nos desconecte.

Cuando ves que te acercas al mundo adulto hay un cierto vértigo, sientes que tienes que empezar a moverte y tomar decisiones, y no es sencillo. La juventud es un estado de ánimo.

-Si en Ojo de Agua disponen ambientes preparados acorde al desarrollo de niños, niñas y adolescentes, ¿qué se ofrece a un joven en Ojo de Sol?

-Estamos en la fase inicial, y un aspecto muy importante es que sea una formación, un proceso convivencial, que vivamos juntos en la misma casa, compartiendo la preparación de la comida, de las actividades, teniendo tiempo para ir más allá de una actividad formal y poder entablar relaciones más estrechas. Este aspecto residencial es muy importante, aunque parece que vamos contracorriente cuando toda la formación es online y digital. Nosotros proponemos algo distinto, enraizado en la vida real, física. Estamos necesitados de aprender a convivir.

Otro aspecto central en Ojo de Sol es el desarrollo del corazón, la cabeza y las manos. Sentir, pensar y crear: la propuesta gira en torno a esos tres ejes. Ahora terminamos la formación de los tres primeros fines de semana dedicados al corazón. ¿Quién soy y cómo me defino? Es un ejercicio que tienen que responderse. En función de eso pueden tener derivaciones muy diferentes. Los tres segundos fines de semana están dedicados al exterior, a ver cómo funciona el mundo, y los últimos tres a la acción. Cómo vinculo lo que hay dentro de mí y cómo lo desarrollo en acciones. Guardamos el décimo fin de semana para ejecutar esa acción, que puede ser cualquiera. Y se presenta como un regalo, un obsequio, a un sector de la sociedad, al ecosistema, los árboles, a la comunidad cercana. Es una estructura que tiene que emerger y se repite a su vez dentro de cada uno, como las muñecas rusas. 

Dentro de cada fin de semana se repite también un esquema. El último, por ejemplo, nos visitó la primera mujer con doctorado en medicina indígena, que vino desde Hawaii. El primer día, es decir el viernes, está dedicado a encontrarnos y trabajar nuestro cuerpo con el teatro, las emociones y acciones no verbales. El sábado organizamos alguna ponencia y el trabajo es más intelectual, mientras que el domingo siempre trabajamos con las manos. Reproducir microorganismos del bosque para fertilizar, por ejemplo, es algo que hicimos un domingo.

Proponemos intentar el equilibrio entre corazón, cabeza y manos. Y formar parte de la cultura del obsequio. Esto que hago, esto que soy, es un regalo para mí y los demás. En principio, para sustentar este nuevo proyecto, 3 de cada 4 personas que vienen a ofrecer su conocimiento a estos grupos lo hacen de forma voluntaria. Donan su energía, algo que se está perdiendo en esta economía donde todo se compra y se vende, con cada vez menos ámbitos de relación donde el dinero esté minimizado.

-¿Ojo de Sol entonces funciona como una propuesta de internado intermitente? Y de paso, ¿puedo preguntarte qué están haciendo tus hijas hoy, después de haber pasado su infancia y adolescencia en Ojo de Agua?

-Hay una necesidad de los jóvenes de tomar distancia de la familia para aprender y contribuir a definir su camino en el mundo. Hoy mis hijas tienen 18 y 21 años y ya no viven en casa. Y aunque aún no son plenamente independientes, han ido a buscar la vida y experiencias fuera del hogar. Una de ellas, la mayor, anda en el mundo de los caballos, gestiona una hípica. Tiene dos yeguas y está enfocada en desarrollar una cultura de relación con ellos que sea respetuosa, en lugar de la dominación brutal que muestra la historia de este animal. La otra se ha ido a Madrid a estudiar interpretación en artes escénicas. Ninguna fue nunca a la escuela y diría que ambas desde el principio han tenido muy claro, aunque sea de momento, su camino.

Sin embargo, en Ojo de Agua hemos visto que no todos encuentran este sentido. Mis hijas no han buscado obtener el certificado oficial, no lo necesitan, pero es curioso, la mayor ha tenido dudas. Pensó en hacer una formación profesional y justo en ese momento le tocó trabajar como asistente de una etóloga equina de las más importantes de aquí. Durante tres años la ha acompañado un aprendizaje experimental muy potente.  Creo que un gramo de práctica vale más que un kilo de teoría. En Ojo de Agua apoyamos la iniciativa delos jóvenes que quieran obtener el certificado escolar pero procuramos evitar que se convierta en un lugar de preparación para el examen, no modificamos nuestra estructura para apoyar esto. El estudiante tiene que tomar las decisiones pero no montamos una estructura general para eso.

-¿Cómo es el formato actual de Ojo de Sol?

-El único requisito es tener 18 años por una cuestión legal. Las formaciones se anuncian en la web, ahora estamos en la primera edición. Vamos a registrar un seguimiento y vamos a ir comunicando nuestra experiencia porque nos parece importante, ya estamos entrevistando tanto a los participantes como a los ponentes. En el mediano plazo estamos pensando un formato más intensivo que permita el desplazamiento para los que viven del otro lado del Atlántico. Esta primera edición la hicimos por el costo mínimo, desde viernes tarde hasta domingo después de comer, con alojamiento y comida ecológica. En estas primeras fases queremos mantener grupos pequeños, en el albergue caben de 15 a 17 personas.

-¿Ves diferencias entre quienes salen de Ojo de Agua y los que llegan de otros formatos educativos a Ojo de Sol?

-No veo que haya mucha diferencia, se adaptan muy ampliamente los que salen de Ojo de Agua, y todas las personas que están participando en Ojo de Sol como bionautas, como les decimos, son personas que ya han hecho un recorrido de conocimiento personal, que tienen una concepción de no ser entidades separadas sino interrelacionadas entre sí. Hay un componente permacultural importante en ambos proyectos y esto viene a apoyar más esta visión de interconexión. Y desde el punto de vista de la ciencia, ya ni siquiera desde la ontología y la definición del ser humano, hay pruebas de que el planeta responde a nuestras interacciones.

-Sabiendo de la dedicación y la energía que llevan estos proyectos integrales, ¿qué te llevó a seguir profundizándolo?

-Ya llevo tiempo viviendo un mismo hilo conductor de la responsabilidad por la vida. Junto con mi compañera Marién somos mitad responsables cada uno, y con el tiempo te das cuenta de que eso no es suficiente. Tenemos que responsabilizarnos de todo el conjunto de la vida, porque cuando cuidamos del conjunto cuidamos de sus integrantes. El mundo está necesitado de amor, respeto, empatía y acción consciente.

-¿Cuáles dirías que son las mayores dificultades en estos proyectos educativos y de vida integral como la que han montado ustedes?

-Uno de los grandes desafíos son las relaciones personales. También tenemos que creer que lo que soñamos es posible lograrlo. Estamos muy condicionados a creer que el mundo es de una manera determinada, pero resulta que es el mundo que estamos creando. Hay un libro que me gusta mucho de Charles Eisenstein que se llama “El mundo más hermoso que nuestros corazones saben es posible”. Tenemos que creernos que podemos crear un mundo más acorde a lo que sentimos. Yo suelo vivir en el presente, y eso no significa que no pueda proyectarme o hacer proyectos. Y a tu pregunta, no me defino ni como optimista ni como pesimista. Sé que las predicciones lineales que aparecen en los medios no son más que eso, pero el mundo es no lineal y pueden cambiar las cosas que la lógica lineal no puede predecir. Tenemos necesidad de tenerlo todo controlado, pero tenemos que aprender a navegar en la incertidumbre. “Los tiempos son urgentes, así que vamos a ir despacio”. Contrarrestar ese impulso acelerador permanente es estratégicamente importante porque nos pone a vivir aquí y ahora mirando a las personas que tenemos delante.

-¿Cómo está Ojo de Agua hoy?

-Somos unas 60 familias. Ni en nuestros mejores sueños hubiéramos pensado con Marién llegar hasta aquí, hace ya varios años que estamos en el límite de nuestra capacidad y no queremos ser más para no deteriorar las relaciones, creemos que hay que crecer de manera orgánica. De Argentina han pasado unas cuatro familias. Hoy nuestra forma de crecer se llama Ojo de Sol.

Entrevista de Dolores Bulit.

Fotos de Ojo de Agua y Ojo de Sol.

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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