Por Itzel Farías – Desde Pachuca, México
Del 18 al 24 de noviembre pasado diversas colectivas nos reunimos en Tihuatlán, Veracruz, para el Encuentro del Comer de Crianza Mutua México, bajo el lema “Compartiendo tejidos en torno a los alimentos y la tierra que nos permite vivir”. Tuve la oportunidad de asistir como integrante de la Comunidad Desescolarizada Machtia, ubicada en Pachuca, Hidalgo.
Crianza Mutua México es un tejido de colectivas, grupos, espacios e iniciativas de diversas partes del país, conectados a su vez con otros tejidos de Crianza Mutua Colombia y Vikalp Sangam en la India, por medio del eje común de construir alternativas para aprender, sanar, comer, habitar y comunicar desde la ruptura con la dependencia del Estado y la construcción de un modo propio de vivir.
Desde su origen se han propiciado distintos encuentros presenciales y virtuales con la idea de entretejernos para aprender y compartir nuestros caminos y procesos. En estos espacios se han dado cita múltiples colectivas que hacen parte de espacios autónomos. Estados como Oaxaca, Chiapas y Veracruz han sido las sedes de los encuentros presenciales sobre aprender, sanar, comunicar y, ahora, nos convocó el de comer.
Para ello nos encontramos con otros colectivos de Oaxaca, como Unitierra Oaxaca, Unitierra Huitzo, Aprendizajes Posibles, Sanadoras de Sierra Norte, la Universidad Comunal, entre otros. Arribamos a la Granja Kokopeli, un proyecto familiar de vida sostenible, agroecología y permacultura en Tihuatlán, Veracruz, quienes tienen por objetivo vivir dentro de los límites bioproductivos del planeta, desarrollar un entorno más saludable y poner al centro el cuidado de la naturaleza.
Las intenciones del encuentro fueron diversas, desde el simple gozo de convivir hasta la reafirmación de que otros espacios y formas de vivir son posibles, por lo que tuvimos la oportunidad de conversar, compartir la comida y recorrer la Granja Kokopelli a lo largo de 4 días, en los cuales la hospitalidad de nuestros anfitriones siempre estuvo presente.
Al centro del encuentro se encontraba el comer, por lo que con ese pretexto compartimos la mesa y alimentos de nuestras regiones. Degustamos tlayudas, verde de puerco, tlacoyos, barbacoa, frijoles, tortillas, pozol, enchiladas, café y muchas mandarinas, que se dan en abundancia por el monocultivo de cítricos que padeció la región en el pasado, pero que ahora la Granja Kokopelli busca diversificar por medio de otros cultivos que nutran y fertilicen la tierra. Porque ahora lo sabemos: la diversidad es el camino para fortalecer-nos.
Este encuentro me permitió confirmar que la desescolarización no solo es una forma de aprender, sino que es una postura política de acción que se entrelaza de manera profunda con nuestra manera de habitar el mundo. De tal forma que al elegir aprender sin escuelas vamos teniendo más conciencia sobre cómo nos alimentamos y cómo sanamos, ya que vamos descubriendo que el hilo de la dependencia va más a allá de los colegios, los hospitales y otras instituciones del Estado, que, como bien lo señaló Iván Illich, nos van paralizando e inutilizando.
Esta certeza se fue aclarando con cada conversación y comida que compartimos, sobre todo con el ritual de cierre y el intercambio de semillas, en la que cada asistente llevó semillas de su región y platicó sobre su origen. Cada semilla viene de actos de resistencia, espontaneidad y rebeldía, como el maíz que se siembra en el frío clima de la sierra Mixteca y tarda 9 meses en poder cosecharse, o el amaranto que a pesar de intentar ser destruido se conserva por su resistencia y abundancia, ahora promovido para ser sembrando en todo tipo de climas por su capacidad de adaptación. También se habló de los distintos tipos de frijol y su preparación en los platillos regionales, y de la semilla del quelite espontáneo que crece en una casa que conserva un poco de tierra, a pesar de estar rodeada de una ciudad pavimentada. Y de los granos de maíz que hacen parte de mazorcas con las cuales se cortaron los cordones umbilicales de Anam y Evan, infancias que hacen parte de la Comunidad Desescolarizada Machtia.
Cada historia, relato y anécdota que se compartió, es un espejo de nuestras iniciativas, las cuales también resisten cualquier clima, se tienen que adaptar para seguir germinado y a veces tardan en dar semilla, pero la constancia, paciencia y dedicación finalmente dan sus frutos. Somos sembradores de alimentos, aprendizajes, procesos de sanación y comunicación entre grietas, como bien lo dice Catherine Walsh. Somos habitantes de esta tierra a la par de todo lo que nos rodea, dependemos unas de las otras para seguir existiendo y con esto en mente estamos invitadas a ser conscientes de que la manera en la que tratamos a la naturaleza y sus ciclos es la manera en la que nuestras iniciativas podrán seguir siendo sembradas, labradas y cosechadas.
Por ello, la apuesta de todas y cada una de las colectivas que formamos parte de Crianza Mutua es la de vivir desde una perspectiva que trascienda el patriarcado y que además rompa con la hegemonía del estado-nación y el antropocentrismo. Juntas estamos construyendo otros mundos posibles.
Contacto con la autora: https://www.facebook.com/itzel.fariasmalagon
Itzel Farías es autora también de un capítulo del libro «Más allá de la escuela. Historias de aprendizaje libre», que podés conseguir en @masalladelaescuela
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