Por Marianela Casanova* (Lala Montessori)
Un día tomamos la decisión de salir del sistema en el que estábamos metidos: trabajar, en mi caso, afortunadamente, haciendo algo que me gusta y para mí. Pero Nico, no. Para pagar un alquiler, para con el mismo dinero pagar las cosas cada vez más caras, comprar mucho porque siempre hacía falta algo, esperar las vacaciones para disfrutar y después entrar nuevamente en la rueda. Eso, si es que podíamos irnos a algún lugar donde alguien nos bancara el hospedaje. Y, sobre todo, trabajar mucho tiempo para pagar una escuela ideal para nuestros hijos y darles, en consecuencia, poco tiempo de calidad.
Un día tomamos la decisión de criar a nuestros hijos fuera de ese sistema que prometía atraparlos a ellos también, fuera de la inseguridad de salir a la calle con temor, fuera de la plaza de cemento que no te deja ver el sol, fuera de las autopistas, del ruido, del tránsito caótico de la ciudad, fuera de la contaminación total.
Para elegir el lugar, nos guiamos por dos variables principales: la primera fue que existiera un espacio de aprendizaje libre o comunidad con intención de formarlo. La segunda, que el lugar tuviera lindos terrenos a un precio accesible. Hicimos una transición entre un par de lugares, pero finalmente llegamos adonde estamos hoy: Roma y Luca van a un espacio de aprendizaje libre que no solo es para ellos, sino también para nosotros. Compramos un terreno hermosísimo con vista a las sierras a un precio accesible.
Un día de semana nuestro consiste en amanecer, abrir la cortina y ver el sol poniéndose sobre las sierras centrales de San Luis, preparar café con filtro de tela gracias al gas de la garrafa, hacer panqueques sin gluten, untarlos en mermelada que hace Doña Luisa en el pueblo y comerlos los cuatro juntos con fruta, que por ahora es de la verdulería. Luego, Nico trabaja un
poco para Lala Montessori (el emprendimiento que es nuestro sustento económico) mientras yo limpio, ordeno, y los chicos juegan un poco. Entonces nos preparamos para ir al terreno, donde hay mucho trabajo por hacer. Por ahora estamos sacando malezas y pinches para hacer caminos hacia los lugares que vamos a habitar.
Mientras lo hacemos, Luca junta piedras y las pone alrededor de los cactus que encuentra y Roma lo ayuda (por momentos en armonía). Hacemos videítos contando lo que aprendió: que el árbol chañar sirve para hacer arrope, remedios para la tos, licor, etc. Nico abre caminos con el machete y yo con un cuchillo Tramontina, porque por el momento no tenemos nada.
Almorzamos en «la isla», que es la parte donde la acequia formó una lagunita preciosa. Nico portea a Roma para que duerma un poco mientras vamos yendo para el lado de la escuela que en realidad no es una escuela (lo contaré en mi próxima columna para AlterEdu). Aprovechamos el WiFi de la otra escuela (que sí es una escuela, rural y pública) para trabajar un poco para Lala y responder mensajes de familiares y amigos. A las 15.30 los llevamos al espacio educativo y nosotros, de nuevo, vamos al terreno a seguir trabajando y a juntar leña para la salamandra que nos calentará durante la noche. Cuando vuelvo, le pido perejil y Marcela a la vecina, quien después viene a cargar agua, porque la que tiene es de la acequia.
Nuestros hijos salen a las 18.30, así que uno de los dos va a buscarlos y seguro se queda charlando con las familias, que son hermosas. Nos cuentan que tomaron leche y comieron dulce de leche de la vaca de una de sus compañeras. El otro se queda ordenando las cosas de la casa y prepara la hora de los baños y la cena.
*Marianela Casanova es asesora de ambientes Montessori y de Educación Viva. Asistente de Casa de Niños (AMI), guía de educación viva y doula, cursó especializaciones en Pikler, Waldorf y educación en la naturaleza. Es licenciada en Letras, profesora de Lengua y Literatura y autora de «Una historia especial» y «Libreniñez«, un manifiesto a favor de la crianza y la educación en libertad que acaba de publicar. Esta es la primera de sus columnas mensuales para AlterEdu.
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[…] Leer la columna anterior de Marianela Casanova, donde cuenta la mudanza al campo con su familia. […]