«Silent night»: la noche donde los adultos experimentan cómo aprenden sus hijos en una escuela Montessori

El viernes pasado la escuela Noordwijk Montessori me invitó a su «Silent Night«: un encuentro nocturno donde las familias van a aprender con las guías y los materiales como lo hacen sus hijos durante el día. Se trata de una costumbre que su fundadora, Valeria Sen, trajo desde su México natal. «La idea es que los adultos visiten y vivan la escuela con ojos de niño», me explicó su responsable legal, Maximiliano Sfeir. No pude averiguar el origen del nombre, pero supongo que está relacionado con el mundialmente famoso villancico «Noche de paz». 

La escuela tiene las salas y galería distribuidas en U, con el jardín en el medio. Los seis ambientes de Casa de Niños y Taller, que abarcan de los 3 a los 12 años, tenían sus puertas abiertas, una música muy suave y las guías dispuestas a presentar materiales de distintas áreas a quien quisiera. Arriba, en los salones de secundaria, el equipo docente de Educación Física ofrecía actividades de yoga o expresión corporal. En la entrada de la escuela, y recorriendo los pasillos, los estudiantes mayores vendían comidas del buffet, que es parte de su proyecto económico anual para aprender economía, recaudar fondos y reponer materiales.

Es una experiencia reveladora para quienes jamás imaginamos que se podía aprender así. Con edades mezcladas, en movimiento y eligiendo qué actividad hacer. Repitiendo lo que haga falta hasta comprender, porque el método indica que aprendemos juntos pero al ritmo individual. Como María Montessori estipuló que sólo debe haber un ejemplar de cada material, el resultado es que al mismo tiempo hay niños en todos los rincones haciendo algo distinto, en las mesas o las alfombritas para el piso. Al final de la jornada -la cartelera con el reparto de tareas me lo confirma-, los chicos deben dejar cada material en su lugar, el piso y las mesas limpias. El tono de voz bajo de las guías en cada ambiente es clave, porque regula el tono de todos los demás en la clase. Algo tan simple. 

Me encuentro con tres mujeres de tres generaciones: la hija, la madre y la abuela. «Es un buen método, es casi inductivo, te va llevando a fijar conocimiento. Los más chiquitos, jugando. Incluso con las cosas de la casa, que también es importante aprender», me dice la mayor. Qué curioso: el método ya existía antes de que ella hubiera nacido.

«Aprende desde lo concreto y todo el tiempo están en una situación relajada, no exigente. Se meten en la historia de lo que están aprendiendo. Sobre todo cuando son chiquitos, que la nota les afecta mucho la autoestima. Es una educación viejísima pero sigue siendo el futuro», opina la mamá. La hija está acá desde quinto grado y ahora está en cuarto año. «Siento que me puedo expresar más y no me da miedo equivocarme. Acá me siento más cómoda», confirma. «Allá le parecía que nada me salía. Y al estar las edades mezcladas, es mejor», acota la mamá. «Cuando yo iba a otro colegio y no entendía me decían: ya te lo expliqué. Acá tienen la paciencia de volverme a explicar. Tengo una confianza con los maestros que en otro cole no podría tener», asegura la menor.

Primeros egresados de secundaria

La noche es especial también por otro motivo. En 2024 egresa la primera camada que inició el nivel secundario. Es la segunda escuela Montessori de Argentina en conseguir este nivel, luego de la pionera, Montessori Luján. Para cerebrarlo, su fundadora narra la tercera de las Grandes Historias que se cuenta a los niños y que refleja la evolución de la Tierra y los seres humanos. Al final, es invitada al micrófono una madre cuyo hijo formó parte de la escuela desde el primer día y este año termina.

En uno de los ambientes conozco a Irene San Miguel, presidente de la flamante Red de Colegios Montessori (ver nota) y fundadora de la Escuela del Alba en Lincoln, provincia de Buenos Aires. Se trata de una escuela de más de 30 años que en los últimos 10 quiso empezar a reconvertirse. Irene acaba de aprobar su examen de Guía y, junto con sus hijas, se prepara para ir adaptando la secundaria también. Juntas recorren la escuela para observar y aprender.

Movimiento y deporte según Montessori

En el piso de la Comunidad de Adolescentes, como el método nombra a la escuela secundaria, pude conversar con el coordinador de Educación Física del colegio. Me explicó que en los años de Taller (6 a 12 años) se van rotando temporadas de deportes de conjunto, para que puedan explorarlos. Luego, en secundaria, cada cual podrá elegir en cuál participar, sumado a las propuestas de expresión corporal, yoga y entrenamiento físico.

Él es uno de los primeros docentes argentinos de esa especialidad en tomar el curso Montessori Sports, una formación surgida en Holanda y avalada por la Association Montessori Internationale (AMI). «En estos años fuimos dándole forma al departamento de Educación Física, pero sólo recién después de hacer esta formación puedo cerrar el círculo y entender mejor cómo está planteado el movimiento humano desde el punto de vista de esta pedagogía», me explicó. Ahora, Noordwijk incorporó esos elementos para todos sus niveles y se convirtió en el centro de prácticas en Argentina para este particular enfoque de la enseñanza deportiva (leer mi nota sobre eso acá).

El rol de las guías (maestras)

Por regla general, para ser Guía Montessori no se necesita haber hecho una carrera docente. Pero en Argentina, para trabajar en una escuela oficial, el título es un requisito. Por lo tanto, los docentes que se suman al equipo deben hacer el doble esfuerzo de volver a formarse. La más nueva del equipo que entrevisto agradece, en ese sentido, la paciencia de sus compañeros más antiguos. «Me incorporé este año, aunque soy docente con 16 años de experiencia. Decidí hacer el cambio porque cuando conocí esta pedagogía me pareció maravillosa la predisposición de los chicos para trabajar, el estado de concentración que genera el método, el aula preparada para generar una autonomía que no se ve en otros espacios educativos. Me desafía porque vengo con otra mentalidad, pero me hace crecer como persona».

En Noordwijk el aprendizaje de un idioma extranjero (en este caso, el inglés) no es través de clases especiales sino que hay en cada ambiente una guía que hace el mismo trabajo que su compañera pero hablando exclusivamente en inglés. Así lo estipuló María Montessori cuando delineó su método a principios del siglo XX.

Le pregunto al Director de Primaria (Taller 1 y 2) cuáles son las diferencias que ve respecto a una escuela común. «De mi experiencia podría decirte que es explorar una forma de enseñar que es significativamente distinta a la que nos formó. Personal y profesionalmente implica una entrega más amplia, que tiene dificultades pero a su vez más beneficios, porque el aprendizaje es mutuo y constante. Por otro lado, en la conformación del equipo, que hace a mi rol, hay una interacción mucho más fluida que te permite ir aprendiendo con otros, casi replicando lo que queremos que suceda en el ambiente con los chicos. En el plano personal, te desafía a diario a ejercitar la paciencia, la tolerancia y a ver el vaso siempre medio lleno. Eso nos obliga a responder siempre a lo que necesitan».

Otra de las guías de Taller consultada está en Noordwijk hace 6 años. «Se ve muy bien la importancia de la motivación, que es lo que hace que ellos aprendan. No es un sistema reproductivo, sino que aprenden con materiales y los obliga a tomar decisiones. Además, el aprendizaje colaborativo sucede de verdad, cuando alguien le muestra a otro lo que él ya logró y a la vez repasa su propio aprendizaje. En ese sentido, «copiarse» está bien, porque es otra instancia del aprendizaje. Además, María Montesori vivió entre guerras y se propuso educar para la paz. Y eso lo veo desde que trabajo acá: el ambiente de armonía se genera porque no hay notas (no se castiga el error) y porque se necesita un ambiente tranquilo para poder trabajar todos juntos en cosas distintas».

Trabajo en equipo, planificación y evaluación

El equipo docente se junta cada vez que los chicos tienen las materias especiales que exige la currícula nacional: educación física, música, arte. Se reúnen con las guías del mismo nivel y a veces también con los otros. Además, usan las tardes del viernes para trabajar, cuando no tienen los chicos a cargo.

Les pregunto si es que en una escuela Montessori hay planificación docente. «La clave es ir diseñando experiencias de aprendizaje. Hay, porque esto que parece espontáneo requiere planeamiento. Pero es transversal y flexible, a diferencia de una planificación convencional. Y eso, a su vez, hace que haya más variables en la propuesta y en la respuesta que los chicos tienen. Tenemos objetivos nodales que respetan el diseño curricular pero estamos abiertos a la creatividad y a lo que vemos que hacen los niños con eso que enseñamos», me explican.

Con respecto a la evaluación del aprendizaje, no hay calificaciones sino evaluación formativa. Las guías se entrevistan con los estudiantes y luego preparan sus Informes de Competencias de Aprendizaje para cada uno. «En paralelo tenemos que hacer el boletín que exige el Ministerio, pero logramos en estos años que algunas de las estructuras que se presentan a orden ministerial respondan a nuestras estructuras reales. Por ejemplo, nuestra planta funcional responde a agrupamientos de edad que a su vez responden no a un contexto rural, como contempla el sistema, sino al contexto de nuestro método. Por suerte las autoridades acompañan de forma respetuosa».

Contacto con Noordwijk Montessori (Pilar, provincia de Buenos Aires): https://nmschool.com.ar/ – Instagram: https://www.instagram.com/noordwijkmontessorischool/

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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