Los requisitos de la niñez y la adolescencia son muy concretos y simples, pero a los adultos nos gusta complicarnos. Creamos para ellos y ellas distintas instituciones que separan aspectos de su vida que son inseparables. Espacios educativos por un lado, terapéuticos y recreativos por el otro. Dividir artificialmente la existencia integral de los seres humanos tiene costos emotivos y materiales que bien podríamos ahorrarnos si cambiáramos el enfoque. Por eso, tal como lo vive en su cotidiano, Bárbara Kaplan se animó a borrar fronteras entre aprendizaje, juego y cuidados y creó el proyecto «Clubes de juego: una infraestructura estatal de cuidados para niñas, niños y adolescentes».
Es es artista plástica, tallerista de niños, niñas y adolescentes y fue co-gestora de una comunidad de aprendizaje junto con su pareja, su hijo y otras familias. «Este proyecto propone un cambio de paradigma en la concepción de cuidados al poner el eje en las necesidades de niñes y jóvenes. Estos espacios ofrecen un amplio horario de apertura y no plantean obligatoriedad de asistencia. Se trata de una opción que busca ajustarse a las necesidades de las familias que crían, y a la vez, busca que les niñes y adolescentes puedan desarrollar su autonomía. Permiten a la infancia dirigir su propias actividades, garantizando el tiempo y la libertad para el juego, sin dividir en grupos por edades u otro criterio. También, facilitan el acceso a herramientas culturales, dispuestas y disponibles en diferentes ambientes, favoreciendo la libre exploración y manipulación de los materiales», enfatiza el texto de presentación de los Clubes.
¿Los argumentos? «Actualmente, la oferta ¿de cuidados? hegemónica para las infancias y juventudes se encuentra dividida en múltiples instituciones que segmentan y definen a priori contenidos y actividades. En cambio, se propone un paradigma centrado en las necesidades de la niñez para el diseño de la infraestructura material y social de cuidados», explica. Este enfoque no segmentado, y con niños/niñas/jóvenes como protagonistas, se ajusta muy bien al nuevo paradigma, que mutó del tutelar al de derechos y está reflejado en el Código Civil argentino. «El valor central de esta propuesta está en la comunicación abierta, el consentimiento, la diversidad social y la autoorganización asamblearia. Este enfoque democrático permite que todas las voces sean parte de la construcción comunitaria», apunta el proyecto acerca del trasfondo filosófico de esta estructura de Clubes. Mirá el video de la propuesta:
La idea de conectar las necesidades de las familias en la etapa de crianza, educación y cuidados no acaba de aterrizar. Hay antecedentes en las escuelas alternativas y comunidades de aprendizaje de los movimientos sociales. Incluso, pueden rastrearse hasta la famosa Casa Verde creada por la psicoanalista infantil Francoise Dolto en Francia o conceptos como el de «continuum» de la autora norteamericana Jean Liedloff. La psicomotricidad, la teoría del juego espontáneo en el desarrollo y la psicología sistémica, son otros de los argumentos a favor de estas iniciativas integrativas.
El momento para que proyectos como el de Bárbara calen en Argentina es perfecto, porque hay una comisión de expertos redactando el primer anteproyecto de ley de cuidados elaborado desde el poder ejecutivo nacional, un viejo reclamo de las mujeres y los feminismos (ver nota «Camino a la primera ley de cuidados del país»). De hecho, ella ya lo presentó al flamante Ministerio de Mujeres, Género y Diversidades. En esta línea, más allá de futuras reglamentaciones, también deberían eliminarse las barreras que a proyectos como éste le ponen las regulaciones y habilitaciones zonales, que encasillan las actividades y les dificultan funcionar. ¿Jardín, centro cultural, consultorio, apoyo escolar, taller de arte, oficina temporal, centro de estimulación, juegoteca? Nada de eso y todo eso. ¿Por qué no?
Para conocer el proyecto completo de «Clubes de juego», contacta con Bárbara al correo barkaplan@gmail.com o al teléfono +54911555656719.
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