Él mismo lo admitía: no inventó nada. Se limitó a hacer en una escuela lo mismo que en una democracia: una persona, un voto. Sin excusas ni límites de edad. Fundó en 1968 la escuela de sus sueños, motivado por sus propios hijos. Ni más ni menos, la forma en que surgen muchos proyectos de educación autogestiva y «alternativa». Con la salvedad, quizás, de que el suyo tiene 54 años de historia.
Estoy hablando de Daniel A. Greenberg, un físico profesor de la Universidad de Columbia y padre de familia de la región de Nueva Inglaterra, en Estados Unidos. Y si a veces la cultura anglosajona puede parecernos lejana e inalcanzable, la verdad es que su idea no es sofisticada. La Sudbury Valley School en Framingham, Massachusetts, es la meca americana de la democracia educativa así como Summerhill en Europa. Junto con su esposa Hannah y Mimsy Sadofsky, inspiraron a otros que fundaron varias similares en ese país.
Lo complejo del modelo no es que funcione; medio siglo de historia lo avala. Lo difícil es que una comunidad de adultos esté dispuesta a confiar y persistir. Y en países donde aun existen restricciones a la diversidad educativa, como Argentina, se hace casi imposible funcionar a cara descubierta.
Leo las noticias de Sudbury Valley desde que, en 2010, decidí que mi hijo se educaría sin escuela (al menos hasta que pudiéramos sostenerlo o él mismo decidiera cambiar). Junto con otras experiencias de distintos países, me inspiró para crear una humilde comunidad de aprendizaje en mi barrio, Béccar, en la provincia de Buenos Aires. El trabajo más duro que hice durante esos años fue intentar reunir un grupo de adultos suficientemente dispuestos a intentar algo parecido. No era cuestión de dar un salto al vacío, porque eso ya lo habían hecho los pioneros.
Peter Gray es un psicólogo que se acercó a estudiar el «fenómeno» de los chicos y las chicas que aprenden lo que quieren y necesitan en Sudbury. En diciembre pasado, tras conocerse a la muerte de Greenberg a sus 87 años, escribió un obituario muy lindo en la revista «Psychology Today«. Motivado también por su hijo que, «problemático» en una escuela anterior, floreció en Sudbury. «Danny nos mostró que la libertad en Educación funciona. No necesitamos forzar a los niños para aprender. Ellos se educan a sí mismos de una forma brillante cuando proveemos las condiciones para que eso suceda. Esto dejó de ser una teoría, es un hecho, y en parte gracias a Danny y a tantos otros que trabajaron en Sudbury, además de quienes fundaron otras inspirados en ella. Con semejante prueba, es un crimen que sigamos usando métodos coercitivos y uniformidad forzada en el resto de las escuelas. Ya no lo tenemos a él para que lo diga al mundo, así que el resto de nosotros tiene que tomar la antorcha» (la nota completa está acá).
Este verano tengo en mis manos la versión en castellano de uno de los tantos libros que Greenberg escribió: «Por fin, libres». Está bien escrito, y va directo al grano con anécdotas y ejemplos. Pedagogía más sencilla y honesta no se consigue. Les confieso, por qué no, que en algunos párrafos se me pianta un lagrimón. Para quienes probamos la educación democrática (también llamada «educación libre» en nuestra cultura hispana), siempre nos quedan las ganas de más.
«Todos los graduados de Sudbury Valley que quisieron ir a la Universidad tienen una historia similar que contar. Todos fueron aceptados, la mayoría en la universidad de su primera elección. Muchos fueron invitados. Ninguno tenía expedientes o ninguna de las evaluaciones habituales o cartas de recomendación. Tenían más. Tenían su propia fuerza interior, su autoconocimiento, su determinación. Y en cada momento, en todas las oficinas de admisión de todas las universidades donde lo solicitaron, la gente se preguntaba: ¿qué clase de escuela es ésta que produce gente así? ¿qué es Sudbury Valley?
Este libro es la historia de una escuela, diferente a cualquier otra que haya habido. Tomó lo mejor de un montón de sitios, pero el resultado neto ha sido algo muy distinto, al mismo tiempo antiguo y moderno, e interminablemente intrigante».
Foto de portada: la casona de la escuela Sudbury Valley School en Estados Unidos
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