Laboratorio Autodidacta: «Acompañamos familias y proyectos que no quieren repetir la educación escolar ni convertirse en profesores de sus hijos»

Edgar Espinosa y Esperanza Chacón fuero profesores de la ya legendaria escuela «El Pesta», que tuvo su apogeo de los años ’70 a los ’90 en los Andes de Ecuador. Luego viajaron por Brasil asesorando familias y proyectos educativos hasta que llegaron a Costa Rica, donde fundaron Casa Sula junto con un grupo de familias.

Ocho años después, con la capacidad instalada y adultos formados, se lanzaron a viajar por la costa Pacífico aceptando invitaciones de familias que buscan asesoramiento para educar de forma alternativa. Así nació el Laboratorio Autodidacta, un taller que incluye formación, preparación in situ de materiales y ambientes en las casas o proyectos y seguimiento pedagógico.

Este sábado inauguran el curso para público argentino y latinoamericano por la plataforma de aprendizaje Althea. Los entrevisté para conocer mejor esta propuesta que vengo siguiendo, personalmente, desde hace años.

-¿Qué es y para quiénes el Laboratorio Autodidacta?
Edgar Espinosa: Es una actividad virtual o presencial para acercarnos a las familias sin escuela y a los grupos que quieren construir algo propio y tienen la fuerza y los medios para proporcionar a los niños un lugar adecuado y seguro para desarrollarse. Compartimos herramientas que conocemos y usamos desde hace muchos años para educar niños, niñas y adolescentes en base al respeto de sus necesidades auténticas.
La pandemia evidenció que hay familias que no quieren repetir la educación escolar ni el homeschooling estricto en casa, pero no tenían la experiencia de preparar ambientes sin tener que convertirse en profesores o pedagogos, sino solo asumiendo su responsabilidad como padres y madres.
Por ahora nos concentramos en crear ambientes relativos al aprendizaje de las matemáticas. Mostramos en la práctica cómo usar materiales que hay en casa o que se puedan construir. No tiene sentido para nosotros tomar las herramientas escolásticas de la escuela a las cual nuestra generación sobrevivió.
Esperanza Chacón: Trabajamos en equipo con la familia, cuya mayor inquietud es no reproducir ese curriculum escolar, que parece tan fuerte que uno no puede escaparle. Les animamos a recrear juntos materiales operativos, y de esa forma no cumplen los padres el rol de enseñantes, sino que realmente aprenden junto con sus hijos. El autodidactismo es algo natural, y si lo compartimos aprendemos más y fuera de la jerarquía enseñante-aprendiz. Su casa se convierte en un laboratorio para aprender y vivir, para todas las edades.

-¿Cómo acompañan a las familias que asesoran?
Esperanza: No sólo les enseñamos a usar una serie de materiales y asesorar sobre el trato, sino que además hacemos seguimiento pedagógico regular y consistente. Porque si la familia opta por algo debe ser sostenido en el tiempo para que puedan ver si funciona o no, ver cómo se va sintiendo. Además, documentamos el proceso y conversamos bastante. Siempre hay alguno que se demora más en la confianza y la sintonía.
Edgar: También hay muchas familias itinerantes y a veces eso perjudica el para mirar un proceso. Y también nos preocupamos por desarrollar instrumentos legales porque a veces es preciso obtener un reconocimiento para acceder a la Universidad, que es maravillosa en una etapa adecuada. Costa Rica tiene programas para hacer un puente y poder ingresar.

-¿Dónde van a vivir ahora?
Esperanza: Aunque decidimos seguir viviendo en Costa Rica, cumplimos una etapa en Casa Sula y salimos motivados por familias que siempre nos invitaban, pero que no podíamos visitar por los compromisos. Posiblemente lleguemos hasta Nicaragua, en Noviembre vamos a Ecuador para las fiestas, ojalá otros lugares de Sudamérica y posiblemente aceptemos invitaciones a «cruzar el charco» (el Atlántico). Ir donde nos invitan ha sido siempre nuestro slogan.

-¿Creen que hay rincones en el mundo donde se produce un caldo de cultivo especial para otra educación posible? Con familias que llegan buscando otro tipo de vida. Pasa en el Valle Sagrado en Perú, en Tenerife, en Córdoba en Argentina…
Edgar: Sí, muchos salen de las ciudades se vuelven una tribu y tratan de vivir de otro modo. No creo que sea solo un fenómeno hippie o contestatario, hay una profundidad, una necesidad. La escuela tradicional marcó profundamente como surcos la vida de las personas. La economía, los salarios se han organizado en base a esa maquinaria que implica tener niños en la escuela, marcan tu vida y nos han impuesto como necesidad de desarrollo humano y familiar el uniforme, los curriculums, etc. Pero ese ritmo no aporta a ver en profundidad quiénes somos y qué queremos.
Estos espacios de crisis de los últimos tres años han permitido replantearse o perecer con el miedo. Es una respuesta de confianza buscar otra calidad de vida. Y hoy a la mano tenemos una cantidad de herramientas tecnológicas que son de aprendizaje si se usan de manera adecuada.
Hay una situación de querer volver a exponer a los niños a la naturaleza, a volver a extasiarnos y sorprendernos. Hay una necesidad hay algo que ideológicamente quizás no se pueda definir, pero que es una corazonada para sobrevivir a lo que estamos viviendo. Ahora estamos en un momento histórico de poder investigar y ver qué pasa cuando un organismo está 16 años sentado perdiendo iniciativa y dejando muchas necesidades auténticas insatisfechas.
Creo que es a nivel mundial esto de plantearse que el mayor tesoro son nuestros hijos. Que puedan florecer con una identidad única. Ese proceso, esa unicidad, está cada vez más reconocida.

-¿Cuál es el status de la educación alternativa o sin escuela en Costa Rica?
Esperanza: Aquí ya se ha formado en estos años una red pequeña de familias que educan sin formato escolar, pero permanecen en general fuera del radar. Algunos inscriben a sus hijos en escuelas norteamericanas virtuales.
Por otra parte, este país tiene una población local pequeña que vive del turismo y tiene un gran porcentaje de extranjeros, así que quizás por eso es un país muy abierto a la innovación educativa. Eso nos han mostrado cuando armamos Casa Sula, que funciona como uno de los Centros de Atención Integral aprobados por el gobierno, espacios que incluso siempre estuvieron abiertos durante la pandemia porque son pensados para cuidar la vulnerabilidad de niños y niñas.
Cuando tuvimos la reunión con representantes regionales nos dijeron que podemos experimentar siempre que garantizáramos que los niños puedan leer y contar. Si se trata de eso, ¡esperamos que tengan muchas más posibilidades!, les dijimos. Quizás este clima de aceptación tenga que ver con la presencia de extranjeros, con la movilidad, con jóvenes que hoy pueden trabajar en cualquier parte del mundo.

Inscribite en el curso «La magia de las matemáticas» del Laboratorio Autodidacta: https://campus.aprendizajelibre.com.ar/course/28/about

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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