Hay escuelas cuya gestión las hace únicas dentro del universo que compone el sistema educativo público argentino. Aunque su directora, Serena Colombo, se empeñe en no destacar las diferencias, Mundo Nuevo tiene mucho para contagiar para mejorar la cultura escolar en varios sentidos. Sobre esos sentidos charlamos en este enero del nuevo año, cuando generosamente me comparte un rato de su descanso. En principio, mi interés tiene que ver con su ejercicio de otro tipo de evaluación que ejercitan desde antes de la pandemia. Pero también me interesa ver cómo se las ha arreglado durante la enseñanza remota una de las pocas escuelas con jardín y primaria que trabaja con los criterios de la Gestión Social y Cooperativa, uno de los tres tipos de gestión escolar contemplados en nuestra Ley Nacional de Educación.
¿Les ha facilitado las cosas el hecho de ser una cooperativa de trabajadores docentes y tener aceitado el mecanismo de las asambleas entre adultos y niños? ¿Cómo han atravesado las didácticas y las evaluaciones en este contexto tan particular durante 2020? Me cuenta Serena que, históricamente, califican con las notas que estipula el sistema pero que el instrumento de evaluación compartida más importante es el registro narrativo: una carta que se escribe en un cuaderno y que los chicos y las familias responden. «Se trata de un racconto de lo acontecido a nivel grupal e individual, que escriben los maestros a mitad y a fin de año», explica. Paradójicamente para quienes ya venían ejercitando esta evaluación narrativa, en el año de la pandemia el ministerio de educación de la ciudad de Buenos Aires «repentinamente nos propuso poner notas, hacer evaluaciones por videollamada y hasta entregar un boletín. Nosotrxs elevamos una nota manifestando nuestro desacuerdo. Ya es muy complejo evaluar con los parámetros que nos propone el sistema en la escuela, y dadas las circunstancias entendemos que es imposible y una falta de respeto», opina.
«La evaluación es un proceso complejo, que el sistema educativo en muchas ocasiones utiliza para estigmatizar, para no pensar sobre el hacer y tirar la pelota afuera. Pero también puede ser una situación en la que lxs chicxs se encuentran con la necesidad de parar un minuto y recalcular, de ver si precisan trabajar más fuertemente sobre algún contenido o sobre su modo de encontrarse con el conocimiento», aclara.
-¿Podés darme más detalles sobre esas cartas que escriben los/las maestros/as a modo de evaluación?
-Las cartas que les escribimos a lxs chicxs son parte de lo que denominamos registro narrativo, que es un cuaderno que lxs acompaña durante el trayecto escolar del que participen en la escuela (nosotrxs tenemos inicial y primario, y varixs chicxs lxs transitan completos). En julio y noviembre lxs maestrxs y profesorxs de talleres les escriben a lxs chicxs una carta en la que cuentan lo que sucedió en ese período: qué temas abordaron, anécdotas y circunstancias que sucedieron en ese tiempo de trabajo, algunas cuestiones de convivencia que tomamos en las rondas o que sucedieron y entendemos relevantes de comentar. Con la mirada, siempre subjetiva pero sin juicios de valor, sobre el estar y el transcurrir individual de aquella persona a la que está dirigida la carta.
En el caso de lxs maestrxs, cada unx escribe una carta a cada niñx, y en el caso de lxs profes de talleres, entre todxs le escriben a cada unx un texto colectivo.
-¿Creés que erradicar las calificaciones numéricas sería una buena medida escolar general? ¿Creés que la pandemia haya contribuido a mostrar las ventajas de la evaluación formativa, cualitativa, la co-evaluación?
-En lo personal creo que erradicar la calificación numérica sin cuestionar la evaluación como herramienta generaría que el sistema se acomode a la misma lógica, tal como ha sucedido cuando se ha intentado reformar en otras ocasiones. Recuerdo, por ejemplo, cuando en los ‘80 apareció el criterio de calificación por objetivos y lo que se consignaba en el boletín era A (alcanzó), N (no alcanzó) y S (superó) los objetivos y lxs profesorxs de enseñanza media nos traducían a lxs alumnxs esas letras en el equivalente numérico para que “entendiéramos mejor”.
Creo que el problema es más profundo y tiene que ver, por un lado, con el sentido o los sentidos que para la comunidad educativa tiene la escuela, los propósitos explícitos e implícitos que la institución escolar pone en acto y de qué hablamos cuando sostenemos el derecho a aprender. Si queremos ahondar más, podemos inscribir a la institución escolar en relaciones de sometimiento y en prácticas de disciplinamiento que son características de las instituciones modernas. Pero ese es un debate más profundo.
Para evaluar los efectos que ha tenido la pandemia en este sentido es muy pronto. Habrá que ver en un lapso no menor a cinco años si se produce una mirada y prácticas diferentes que perduren en el tiempo.
-¿De qué modos podes decir que Mundo Nuevo se diferencia de otras más convencionales, y en qué medida esto se debe a que son de Gestión Social y Cooperativa?
-No me gusta empezar por lo que nos diferencia, creo que nos lleva a un lugar muy cómodo, de excepcionalidad, con la que nos quedamos tranquilxs: “nosotrxs hacemos las cosas bien, o mejor”, y eso no cambia nada y nos aleja “del resto”. Prefiero conversar sobre lo que nos caracteriza, en todo caso, o sobre prácticas y reflexiones que tal vez puedan aportar a otras instituciones y/o comunidades educativas. Respecto a dichas características puedo contar que:
- Nuestra gestión es colectiva y es lo que nos permite cuestionar e intentar salir de las relaciones de sometimiento que impone el verticalismo. Este modo de relacionarnos y de trabajar enriquece, humaniza y dignifica el trabajo.
- Entendemos que la escuela es la puerta de entrada a la cultura y que esa puerta tiene que ser amorosa, diversa, comprometida y crítica.
- Lo que llevamos adelante es un proyecto político-pedagógico con una intencionalidad que hacemos explícita, porque eso permite por un lado decidir si queremos (y acá me refiero a la comunidad educativa) formar parte o no, analizar, recrear y discutir el proyecto.
- Sostenemos que la diversidad de experiencias, de contextos y de lenguajes, enriquecen la formación de las personas. Es por eso que nuestro proyecto educativo implica el trabajo en diversidad de contextos y lenguajes.
- Entendemos que nadie se apropia de lo que no decide. Esto es que la cosa común no lo es si no puedo opinar, intervenir o proponer sobre ella. Es por eso que creamos espacios de debate y decisión colectiva entre adultos y niñxs.
- La escuela forma parte de un contexto. En este sentido, además de pensarnos dentro de una comunidad educativa, entendemos que estamos en un barrio que tiene historia, problemas, celebraciones, espacios comunes, organizaciones diversas y en una ciudad que forma parte de un colectivo más grande que es la Argentina. Ese contexto nos interpela, nos atraviesa necesariamente y es en ese sentido que entra a la escuela: en las cosas que nos preguntamos, que aprendemos, que intentamos cambiar, en las relaciones que tenemos por fuera de la comunidad y cuando tomamos posición sobre lo que acontece.
Respecto a cuánto de esto obedece a que somos una escuela de Gestión Social, creo que todo. Esto no quiere decir que todas las escuelas de Gestión Social sean iguales, cada una con su impronta, con sus características que obedecen a una diversidad de cuestiones (territorio e historia institucional entre otras) pone más o menos el acento en alguna de las características que acabo de enumerar. No obstante, dentro de la Asociación Civil de Educación de Gestión Social (AEGS) de la que formo parte sí, entendemos que nuestras escuelas deben promover y tener como guía de acción el manifiesto que construimos (y seguiremos construyendo y reformulando) a lo largo de nuestra historia y especialmente del encuentro.
Para ver el manifiesto: https://www.educgestionsocial.com/nuestra-mirada
-¿Por qué crees que la GSyC no ha sido abrazada por más escuelas, e incluso por gobiernos?
-Es una pregunta difícil de responder. En principio hay mucho debate acerca de cuál es el universo que comprende a las EGSyC. ¿Qué nos define? Nosotrxs escribimos un manifiesto, pero la Ley Nacional solamente nos menciona, no nos describe, y ese es un terreno de disputa.
No obstante, no podemos decir que hemos sido ignoradxs. Ciertamente encontramos interlocutorxs interesadxs en el contexto del gobierno que nos puso en la ley, no así durante los 4 años de Cambiemos. De hecho, en este momento desde el Ministerio de Educación de la Nación se organizó el «Relevamiento nacional de experiencias educativas comunitarias, cooperativas y de gestión social», que tiene por objeto dimensionar el universo y nos va a permitir proponer y generar políticas educativas. Hasta diciembre quien se sintiera parte podía inscribirse aquí: https://www.argentina.gob.ar/educacion/evaluacion-informacion-educativa/relevamiento-nacional-de-experiencias-educativas-comunitarias-cooperativas-y-de-gestion-social
-¿Cómo es la relación con las familias, desde siempre, y especialmente en este año que pasó donde el vínculo fue “remoto”?
-Nosotrxs tenemos una relación de mucha cercanía por lo que relataba más arriba, es decir, porque nos entendemos como comunidad educativa. A pesar de que nuestra organización es una Cooperativa de Trabajo y en ese sentido hay un límite en la posibilidad de tomar decisiones por fuera de ese colectivo delimitado, lo cierto es que los espacios de trabajo conjunto, de reflexión y de toma de algunas decisiones compartidas, es cotidiano.
No obstante, creo que nos sucedió lo mismo que a muchísimas otras escuelas: una mayor comprensión del trabajo que implica la acción de enseñar en la escuela. El acompañamiento y agradecimiento de las familias es conmovedor y abrazador, pero sé que es, como decía, una vivencia común, por lo menos con las escuelas que conozco.
-¿Cómo se han formado los y las docentes de la escuela para aprender a evaluar de esta forma, y como han logrado transmitir sus beneficios a toda la comunidad?
-La verdad es que la evaluación a lxs chicxs no fue el centro de nuestras preocupaciones y por ende, de nuestra formación. Sí realizábamos una evaluación permanente del trabajo que llevábamos adelante y de la respuesta, de los indicios de lo que podíamos detectar. Interés, preguntas, etc.
En la escuela, el encuentro con lxs otrxs es el centro, es lo que abre, lo que posibilita, son los espejos que nos permiten medirnos. Esa falta fue la que nos puso a trabajar y a formarnos: ¿cómo hacer para que lxs chicxs encuentren en nuestras propuestas algo que le de sentido al hacerlas, a estar frente a una pantalla, a un video, a un audio, a un texto?
En nuestra escuela la calificación tiene un lugar menor, nadie la esperaba. Las Valoraciones Pedagógicas que nos proponía enviar el ministerio de educación de la ciudad fueron, desde el modo de escribirlas, muy cercanas a lo que la comunidad estaba acostumbrada. Para nosotrxs fue un trabajo muy grande, porque el compromiso de escribir sobre lxs chicxs y su trabajo haciéndolo desde la honestidad de lo que observábamos desde una pantalla o desde la lectura de un material entregado digitalmente, sin ver ningún proceso, nos puso en un dilema que tuvimos que resolver. Lo hicimos describiendo lo que veíamos con mucha amorosidad, midiendo qué de lo que decíamos colaboraba para que lxs chicxs valoraran su trabajo y continuaran con el deseo de aprender, de preguntarse y de participar de los pequeños espacios colectivos que pudimos generar en ese contexto y que creemos que hicieron una diferencia, que fueron importantes, significativos y transformadores para ellxs.
La práctica habitual de encontrarnos a pensar y decidir qué hacer, qué rumbo tomar o retomar en este contexto, además, facilitó la posibilidad de llevar adelante propuestas pensadas y repensadas, en vez del automatismo de trasladar lo que se había planificado previamente a un contexto diferente que requería barajar y dar de nuevo. Si algo podemos compartir con otrxs que mejora el trabajo en todas sus dimensiones, es esa práctica.
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