La pedagogía sistémica: una ayuda para mirar «con buenos ojos» todo lo que pasa en los espacios educativos

Adriana Montequín es la formadora responsable del «Curso de profundización en Pedagogía Sistémica para la Educación« que ofrece María José Vaiana y comienza el próximo 30 de julio.

Es historiadora, profesora y maestra. Durante nuestra entrevista me cuenta que el camino que la llevó hasta la especialización sistémica fue una combinación de experiencias. Hace 20 años, como parte de una búsqueda personal y luego de años de psicoanálisis, se acercó a las ideas de Bert Hellinger en Argentina. Más tarde, completó el curso de pedagogía sistémica que ofrecía el primer centro dedicado a ello en el país.

En paralelo surgía el tema de investigación para su tesis de doctorado. «Ahí fue cuando uní ambos mundos. Durante 10 años había trabajado en el organismo del Ministerio de Educación que evalúa y acredita las carreras universitarias. Me interesó conocer las razones por las cuales los estudiantes abandonan las carreras universitarias, no relacionadas a cuestiones vocacionales. Investigué las circunstancias y las diferencias entre trayectorias de estudiantes que lograban su objetivo y los que no lo lograban o demoraban mucho. Todo lo que aprendí lo apliqué a desarrollar una forma de acompañar a los estudiantes que están en situaciones críticas de su relación con la carrera, y lo hago en la Universidad Tecnológica Nacional, que ofrece carreras tecnológicas y como las de ingeniería», me cuenta.

-¿Qué es la pedagogía sistémica?
-Es un campo disciplinar en formación que aborda el fenómeno educativo y sus actores haciendo foco en su contexto, y concibiéndolos como parte de un sistema.  En cada individuo, tanto estudiantes como docentes y directivos, toma en cuenta sus lazos de pertenencia familiar o institucional. Entonces, es una formación que te educa en esta sensibilidad, que te enseña a estar a tener presente permanentemente que el otro es el resultado de un sistema de relaciones.
Otro aspecto en el que pone el foco esta teoría es el lugar que cada persona ocupa en su sistema. A prestar atención, en cada situación, si esa persona está desarrollando su tarea desde el lugar al que naturalmente pertenece, ya sea por origen biológico o por asignación de funciones y roles. Los docentes no pueden ocupar el lugar de padres ni los estudiantes de hijos del docente. Como diría Carles Parellada, que es un educador que la difundió dentro del sistema educativo catalán, la Pedagogía Sistémica te enseña a mirar con buenos ojos. Sin juzgar, sin sentirte mejor que el otro, que estoy atento a tus necesidades y a tu contexto. Y que tengo presente ciertas necesidades básicas que todo ser humano tiene.
Es un principio filosófico que te da criterios para discernir la realidad en la que vos estás en una institución y que te permite clarificar situaciones, ordenar información y adquirir herramientas de autoconciencia. Por eso, la formación en Pedagogía Sistémica, de alguna manera, es una interpelación a tu propia vida. Porque pone juego las emociones, tu pertenencia a sistemas, tu capacidad de empatía con el otro.

-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, la necesidad de reconocimiento, de pertenecer y de ser leal a su sistema de origen, sea cual fuere. Tener conciencia plena de que para un ser humano, un estudiante, lo primero es su familia de origen, porque es de ahí de donde le viene la vida. Si puedo ubicarme desde ahí, puedo darme cuenta de si tengo un juicio negativo sobre sus padres. Si yo con mi actitud, mi palabra, mi mirada, mi tono de voz, te hago elegir entre la escuela o mamá/papá, yo tengo que saber que te estoy partiendo el corazón. Y ése va a ser el primero obstáculo que ese niño va a tener para para hacer lo que tenga que hacer en la escuela.
Y cuando viene una madre a hablar, la maestra tiene que poner en su corazón el entender que su ocupación es cuidar de ese niño y hacerlo receptivo al acto educativo, tomar en cuenta que aunque no lo vea, ni se hable de él, el niño también ama a su padre.

-Entonces, ¿la mirada sistémica puede ser un buen puente entre la escuela y el hogar?
-Claro. Muchas docentes, con la mejor de las intenciones, se ponen en el lugar de madres para reemplazar un rol que están juzgando. Tienen que saber que cuando eso pasa, entonces ese niño se quedó sin maestra.
Te enseña a ver que en el aula que tengo a cargo, todos los estudiantes son parte de un sistema. Un sistema familiar, primero, y la escuela, después. Porque todos los estudiantes en la escuela necesitan sentir que pertenecen, y no sólo los mejores alumnos, todos. El libro que escribió Marianne Franke-Gricksch se llama «Eres uno de nosotros». Allí, entre otras cosas, cuenta una experiencia con un estudiante con muchos problemas, que gracias a una intervención suya finalmente se sintió alojado por sus compañeros y logró estar de otra manera en la escuela. A eso alude, precisamente, el título del libro.

Adriana Montequin

-¿Y en qué sentido es un aporte para que funcione mejor también el sistema escolar?
-La mirada sistémica nos ayuda a pensar en el otro, en términos de la pregunta: ¿qué está necesitando? Y no sólo con los estudiantes, sino que es toda una política de cuidado sobre el equipo docente. Porque todos tienen derecho a pertenecer al sistema. Para que las relaciones se mantengan en armonía, equilibradas, tiene que haber una compensación entre lo que se da y lo que se recibe.
Ser muy claros, por ejemplo, acerca de qué es lo que se me pide. Porque cuando doy de más pero siento que no recibo igual, no funciona. Si doy de más, tengo que hacerlo por gusto.

-¿Existen escuelas y espacios educativos que usan este enfoque?
-Sí, en México y también en muchas ciudades de España, en especial en Barcelona, donde visité muchas instituciones que trabajan con este enfoque y sus herramientas. Tienen gran conciencia de la importancia de los rituales cuando hay un cambio, por ejemplo, porque hay conciencia de que eso va a afectar al sistema. Te damos la bienvenida si sos nuevo y te despedimos si te vas. Es la conciencia permanente de que no somos individuos aislados sino que también somos parte de un colectivo.
Por ejemplo, estamos acostumbrados a valorar las personas por la jerarquía y no por la antigüedad en una institución. Esta mirada toma en cuenta el reconocimiento que surge de la historia, del tiempo de vida que una persona ha puesto en juego en el espacio educativo. 
Otro ejemplo recurrente es de los directivos que acaban de llegar que no honran el trabajo que hicieron los que están desde antes.
Y también puede tener uso en las aplicaciones didácticas. Conozco profesores incluso de las materias duras como matemática o química que lo aplican en el aula. Ciertos rituales para dar lugar a las cosas y las relaciones, el uso del cuerpo como instrumento de conocimiento y fuente de información, la relación entre los elementos de cualquier sistema, por ejemplo.

-Se trata entonces de una formación que esencialmente aporta a la higiene y salud mental de quienes trabajan en instituciones educativas.
-Sí. Habitualmente pensamos que cuando entramos al colegio los padres quedan afuera, y que como docentes o directivos nuestra misión abarca todas las esferas de la vida de los estudiantes. Esto, muy a menudo  hace que nos carguemos con cuestiones que no son nuestra competencia, y nos pesa demasiado. Por eso mi libro se llama «Aprender y educar sin agotarse».

-¿Podría decirse que, con la mirada sistémica, quizás no haga falta hacer una revolución educativa? Aprendimos que las revoluciones dejan gente tirada en el camino.
-A mí como docente me calza muy bien porque es una mirada de humildad. Porque, históricamente, no es la primera vez que los hombres quieren cambiarlo todo, Pedagogía Sistémica propone un cambio desde adentro y desde abajo, dando lugar también a lo que hubo antes, y quizás sea bueno repensar. 

-¿Cómo llegaste a la Pedagogía sistémica?
-Entré por cuestiones personales a conocer el trabajo de Bert Hellinger y ahí decidí formarme con docentes y terapeutas que articularon su mirada con el campo educativo y diseñaron un programa que incluyera tanto su filosofía como sus métodos adecuados a la naturaleza de ese campo. La mexicana Angélica Olvera es una de ellas; junto con su marido –Alfonso Malpica- tenían una escuela que abarca actualmente todos los niveles educativos, hasta el universitario, y transversalmente ha adoptado este enfoque. Marianne Franke-Gricksch es otra de las pioneras, una alemana que ejerciendo la docencia se encontró con estas ideas y llevó al aula esta herramienta.
En 2016 el programa del Centro Latinoamericano pionero en pedagogía sistémica fue reconocido oficialmente por el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires y se logró el primer curso de esta disciplina asignara puntaje a los docentes en su carrera de formación continua. Incluso, trabajé como formadora en la Escuela de Maestros de la ciudad con esta orientación. Esa experiencia, más el trabajo con las trayectorias de las carreras universitarias de los jóvenes las cuento en el libro que publiqué en 2020.

-¿Hay alguna relación entre Bert Hellinger y corrientes psicológicas y pedagógicas?
-Era un sacerdote católico que durante 16 años fue director en una escuela en Sudáfrica dentro de la comunidad Zulú. Según cuenta en su biografía, volvió a Alemania y dejó los hábitos. Y a los sesenta y pico decidió hacer una formación como terapeuta, con énfasis en el grupo y el trabajo personal. No es una teoría psicológica. A lo sumo, tiene mucho en común con la mirada gestáltica, que de hecho recibió bien sus ideas.
Y en materia educativa, si se quiere, tiene en común con el constructivismo entender que la realidad no es una cosa objetiva, neutra, que está allá afuera y que yo no tengo nada que ver con ella.

Programa de la Profundización en Educación con la mirada de la Pedagogía Sistémica:
Curso intensivo a realizarse en dos sesiones mensuales virtuales, los martes de 18.30 a 21.00hs. Una nueva perspectiva para abordar las problemáticas de la educación y del acompañamiento para el desarrollo personal. Se trabaja en forma teórica y vivencial, adecuada a las particularidades de la comunicación online. Se abordan las nociones centrales de la Pedagogía Sistémica y de la Educación Libre para comprender los sentidos y dinámicas menos visibles de situaciones de la práctica profesional. Se reconocen criterios para identificar los lugares que fortalecen y los que debilitan en la docencia y el servicio de ayuda, como llaves para evitar el agotamiento. Se aplican los conceptos y herramientas a casos prácticos.
Temas de los encuentros:
-La mirada sistémica, generacional, fenomenológica. Sistemas. Lugares. Lazos.
-Órdenes Sistémicos. Consciencia personal y consciencia colectiva. El método de configuraciones sistémicas.
-Principios que rigen el equilibrio de las relaciones y los vínculos. La lealtad a las normas del sistema de pertenencia.
-Cómo pensamos lo que pensamos. Obstáculos epistemológicos.
-Cuerpo. Emociones. Sentimientos. Las necesidades psico-emocionales básicas.
-Vivenciando los Órdenes de la ayuda en la educación y el acompañamiento.
-Casos de implementación de la PS. La educación libre y la PS.
-Recursos prácticos de la Pedagogía Sistémica: herramienta didáctica y de autoconocimiento.

Más información e inscripción: mariajosevaianaeducacion@gmail.com / WhatsApp: +5493412786531 / Web: https://mariajosevaiana.com.ar/

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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