OPINIÓN – Por Dolores Bulit, editora de www.alteredu.com.ar
No estudié Educación, así que no puedo afirmarlo de primera mano, pero los que se me han acercado en estos años para conocer de cerca otras prácticas y proyectos me decían lo mismo una y otra vez: en sus profesorados y carreras, las alternativas educativas que proponen una visión integral de la enseñanza y el aprendizaje son vistas como anécdotas históricas, modelos internacionales inalcanzables o sutilmente descartadas como configuraciones demasiado hippies, new age, espontaneístas e, incluso, mercantilistas. Casi nunca se ofrecen con seriedad como opciones legítimas existentes hoy en todo el mundo (incluida la educación sin escuela o home education). En esta forma de enseñar la pedagogía subyace un implícito: pareciera que hay una forma correcta de educar, y todo lo demás queda inscrito en el folclore pedagógico y la historia de las culturas. Los estudiantes pueden percibir que todo lo que no se parezca al aula es una desviación de algún tipo de patrón estándar de medida, y este mensaje subliminal se refuerza cuando, durante sus prácticas, trabajan exclusivamente en aulas de escuelas convencionales.
Esto me llamó poderosamente la atención desde que empecé a auto-formarme en Educación, a organizar charlas sobre pedagogías (en el living de casa y en centros culturales de mi barrio, entre 2010 y 2014) para, finalmente, darle forma a nuestra comunidad de aprendizaje entre familias, Tierra Fértil. ¿Cómo era posible que en los profesorados y facultades no se estudiaran las opciones existentes? ¿Cómo era posible que tampoco las visitaran, asumiendo que es difícil enseñar lo que no se conoce, y considerando que en cada provincia argentina hay al menos un espacio educativo con características «no convencionales»? ¿O que tampoco experiencias cercanas, públicas y sin rebusques, como las de Olga Cossettini o Luis Iglesias, fueran al menos alentadas en las escuelas de hoy?
Entre 2013 y 2015 me acerqué dos veces a la facultad de Educación que tengo más cerca de casa para contarles que nuestro proyecto estaba abierto para visitas a estudiantes y académicos. No tuve éxito. Fue recién en 2019 cuando, ya fuera de Tierra Fértil y comenzando a escribir en AlterEdu, un profesor de la cátedra de Historia de la carrera de Educación de la Universidad de Lomas de Zamora me invitó a conversar con sus estudiantes sobre mi experiencia como madre y gestora de un proyecto educativo desescolarizante. No era la primera vez que Raúl Guevara invitaba a personajes «rupturistas» a su cátedra ni que él mismo intentara otra gestión del aula a su cargo. Por ejemplo, suele empezar sus clases explicando a sus alumnos que no les tomará asistencia, porque ahí están por voluntad propia, a diferencia de la escuela.
Un año después, en 2020, Mariana Schenone, creadora de la revista Tramando, me invitó a escribir un artículo para el repositorio que se propone abrir el juego de las publicaciones académicas a un espectro más amplio que los eruditos de la Educación. Así fue que escribí «Al futuro de la educación hay que mirarlo desde afuera (de la escuela)», que pueden leer completo acá: https://www.tramared.com/revista/items/show/53
A fines de ese mismo año conocí a la profesora Ana Heras, del Seminario «Aprendizaje de y en co-gestión y auto-gestión en contextos educativos escolares y no escolares. Teorías y metodologías específicas» que se ofrecía dentro de las carreras ligadas a la Educación en la Universidad Nacional de San Martín. Fue en el webinario «Pueblos en movimiento. Autogestión pedagógica en nuestro territorio», organizado por ella y sus estudiantes (podés leer esta nota y esta otra). Me interesó especialmente la forma en que da autonomía a sus alumnos y alumnas en la organización del aprendizaje dentro de su seminario.
Este 2021 Mariano Narodowski, ex ministro de Educación de la ciudad de Buenos Aires y profesor en la Universidad Torcuato Di Tella, me entrevistó para una cápsula del Proyecto Pansophia, que «actúa más allá de los límites conocidos de la educación, identificando y desarrollando innovaciones como resultado de investigación de punta», tal como se autodefine en su sitio web. Pueden ver la charla que tuvimos acá: https://www.pansophia.org/post/la-escuela-sigue-siendo-un-tab%C3%BA-zip-con-dolores-bullit
Por último, en diciembre pasado, la historiadora empírica Mariana Garzón Rogé me invitó a formar parte de la mesa de Educación de las Jornadas de Investigación «Modos alternativos de vida. Una mirada relacional», organizadas por el “Grupo de Estudios sobre la Acción en Público (GEAP)» del Instituto de Investigaciones Gino Germani y la Carrera de Sociología de la UBA. La completaban Germán Doin, Pedro Dorr, Pablo G. Wright y Germán Fernández Vavrik. Hubo otras mesas sobre alimentación, salud, danza y teatro independiente y espiritualidad. Los cruces entre esos ámbitos aparentemente separados fueron varios: las ventajas y dificultades de la autogestión, la búsqueda de la legitimidad y el deseo de transformación social. Concluimos que el adjetivo «alternativo» nos queda chico; peor aun, alimenta una segregación que ya ni siquiera tiene sentido. Es evidente que hoy en día nadie es 100% alternativo o 100% hegemónico, y que cada cual puede albergar un ímpetu renovador en campos diferentes de su existencia.
Es vital que los lugares donde se forma y se piensa acerca de la educación conozcan otras prácticas actuales. Como dijo el maestro español José Luis Murillo en esta nota reciente de El Diario: «Estoy en contacto con facultades de educación y con profesorado nuevo que llega a las escuelas; y te encuentras con que prácticamente a todo el profesorado, cuando eran niños y niñas, les educaron de una manera tradicional y, cuando han ido a las facultades de Educación, les han seguido formando de forma tradicional. Es normal que lleguen a una escuela y que, aunque vean que hay conflicto, que hay cosas que no les gustan, llevan toda la vida con un mismo sistema educativo. Cambiar eso es difícil».
Las puertas de todas las escuelas y proyectos innovadores y transformadores de Argentina están gentilmente abiertas. Estudiar el aprendizaje humano solo en el marco de la escuela, sus aulas y sus sistemas de enseñanza y evaluación, es como estudiar el comportamiento de un animal enjaulado. El sesgo es enorme. Hoy ya no hay excusas. Hagamos que las actuales carreras y profesorados de Escolarización se conviertan en verdaderas academias de Educación. También, por qué no, incentivemos la creación de «Cátedras Libres» en facultades, como ya ocurre en otras áreas del conocimiento, creadas para difundir áreas y debates que no encuentran lugar específico en la currícula. Allí se podrá enseñar y aprender con evidencia actual, aportes diversos de las pedagogías y, sobre todo, sin tapujos ni prejuicios sobre la transformación educativa y la libertad para enseñar y aprender en distintas configuraciones comunitarias, familiares y sociales.
Imagen de portada: @bruno.blasi y @martinezluciana034
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