Katia Hueso, pionera de la educación en la naturaleza: «Tomamos el ejemplo de las escuelas bosque del norte de Europa y las pedagogías activas, y con esos ingredientes hicimos nuestra propia salsa»

El 30 de Julio pasado estuve en el Colegio Armonía de Campana (provincia de Buenos Aires) para un taller con la bióloga Katia Hueso, pionera de la educación en la naturaleza de España. Nos recibió su directora, Nora Taret. Con una historia de 31 años, han logrado construir un nuevo edificio con pautas arquitectónicas innovadoras, como aulas interconectadas y ventanas a la altura de los niños. También han incorporado a la práctica pedagógica de toda la institución la mirada de Reggio Emilia, que puede apreciarse en las intervenciones artísticas desplegadas en los espacios comunes, los materiales de la naturaleza y los rincones que convierten lugares de paso en espacios habitables. Además de los tres niveles educativos, el colegio tiene su centro de formación.

La también bióloga y educadora Melina Furman fue parte de la propuesta del Campamento Buscabichos, liderado por Laura De Carlo, con un objetivo similar: pensar y diseñar la enseñanza de las ciencias de la naturaleza. El taller «La naturaleza como escenario pedagógico» dictado por Katia Hueso, fundadora del espacio de aprendizaje «Saltamontes» en Collado Mediano, Madrid, contó con la participación de 50 docentes y directivos de la zona. Fue una iniciativa del Proyecto Educativo Buscabichos, una organización uruguaya que trabaja en un espacio natural de la zona costera de Guazuvirá. Luego de un campamento docente en esa localidad, el Colegio Armonía fue anfitrión de la primera visita de la española a la Argentina.

Junto con la revista Colegio, participamos de una rueda de prensa con Katia antes del taller.

Foto: Gentileza Revista Colegio

-¿Qué te impulsó a fundar Saltamontes?
-La culpa, en un sentido muy positivo, la tienen mis hijas. Porque efectivamente me he formado como bióloga en aquello que tiene que ver con la naturaleza, pero no me formaron para conectar con la naturaleza desde la crianza, la educación, el acompañamiento de la infancia. Eso vino por la necesidad de aportar algo y de hacer un regalo a mis hijas. Yo vivo en una zona que está al pie de un parque nacional en las montañas que están cerca de Madrid. Un marco incomparable, un lugar privilegiado, como se dice estereotipadamente. Sin embargo, descubrí que las escuelas de la zona no tenían vínculo con lo que allí había. Eran escuelas perfectamente trasladables a cualquier otro contexto, social, económico, cultural. No había nada que la relacionara con el valor de esa zona, y esa fue también mi inquietud.

-¿Cómo fueron los inicios?
-Con otras dos compañeras madres y amigas, con niños de las mismas edades, empezamos poco a poco a pensar que, si no había lo que buscábamos, por qué no lo formamos. Eran profesionales también relacionadas de alguna manera con la educación, porque mi relación con la educación viene más bien del ámbito universitario. Una de ellas estaba dedicada a la Educación Física y psicomotricidad y la otra es médico de familia con experiencia en tiempo libre.
Ellas tenían bastante conocimiento de pedagogías activas, alternativas. Yo, por mi parte, he vivido muchos años fuera de España y hablo otros idiomas, que me han facilitado leer cosas y contactar con gente en otros países. Así fue como conocí a las escuelas en la naturaleza del norte de Europa.
A partir de ahí juntamos un poco las dos cosas, es decir, la educación en la naturaleza con el valor añadido de las ideas pedagógicas de Pikler, Montessori o Steiner. Tomamos lo mejor de cada casa e hicimos nuestra propia salsa con todos estos ingredientes.

-¿Fue posible homologarlo como escuela?
-Bueno, nosotros nos lanzamos a la piscina completamente, y en ese sentido Saltamontes fue el primer proyecto educativo dirigido a infantil en la naturaleza en España. Antes había pedagogos trabajando en esta línea, pero no había proyecto como tal funcionando. Con lo cual, todos los referentes que teníamos estaban en el norte de Europa: Alemania, Suecia, Dinamarca y Reino Unido.
Como te decía, nos lanzamos a la piscina pero sin anestesia, no sabíamos si había agua. Fuimos temerarias y cometimos, por supuesto, todos los errores del mundo. Pero, poco a poco, lo que tenemos se parece bastante a una escuela.
Sin embargo, no es esa la palabra porque no tenemos el reconocimiento oficial de las autoridades educativas de la comunidad autónoma. No es por falta de intentarlo, pero hay una dificultad muy importante y es que hay una rigidez bastante grande en cuanto a los requisitos. El currículum en sí no es demasiado problema, porque se puede llegar a argumentar cómo se alcanza un determinado contenido curricular con la actividad al aire libre entre los 3 y los 6 años. El asunto más serio es que se requiere un determinado tipo de instalaciones, de aulas, y el edificio tiene que tener unas determinadas características, tiene que estar sobre suelo que esté autorizado por Urbanismo para escuela. Y todo esto suele ser incompatible con estar en medio del monte, ¿no?
Pero como tenemos la suerte de que en España la escolarización es obligatoria a partir de los 6 años, pues ahí tenemos una ventanita de oportunidad. Entonces, en lugar de llamarlo escuela, algunos lo llaman grupo de juego, otros lo llaman ludoteca. Cada uno busca la categoría que mejor encaja en la situación de su Comunidad Autónoma. Luego, eso sí, tenemos licencia municipal de actividad, que depende del abanico de cosas que cada municipio autorice. En nuestro caso nos han dejado hacer, y es más, nuestro refugio funciona en un edificio que es propiedad del ayuntamiento. Más transparente no puede ser.

-En tu experiencia, ¿puede haber escuelas en la naturaleza para niños y niñas mayores de 6 años?
-Bueno, mi respuesta es hipotética porque no lo hemos intentado. Pero yo creo que es posible, a lo mejor no exactamente de la misma manera. No sería un proyecto en el que los niños estuvieran todo el día fuera sin más herramientas que el juego libre, que es lo que se suele hacer en la etapa infantil 3 a 6 en España. Habría que empezar a aportar algo de contenidos, algo de programación. Trabajar la cuestión del dentro/fuera, permeabilizar las paredes del aula de tal manera que tienes un tránsito de entrar y salir del aula para hacer cosas en el exterior.
No reniego de currículum al interior, pero creo que es posible y bastante deseable salir. Simplemente basta tener voluntad por parte del docente, del resto del equipo, de las familias y cierto apoyo también de las autoridades, de la inspección. O sea, tiene que estar todo el mundo apoyando esa idea, porque si no, va a acabar torcida.

-Cuando se intenta hacer algo así, aparece siempre el miedo al frío. ¿Les ha pasado?
-Claro. Ahí me acojo a una frase muy habitual en el entorno escandinavo: «no hay mal tiempo, hay mal equipo». Es usar ropa que proteja del frío y la lluvia. Yo siempre pongo el ejemplo de las escuelas en Canadá, que se meten adentro cuando el frío llega a 40 bajo cero. Además, en España el problema no es el frío, es más el calor. Como eso es algo habitual, lo conocemos, y pues le tenemos miedo al frío, que parece menos conocido y no sabemos gestionarlo adecuadamente.

Foto: Facebook Grupo de Juego en la Naturaleza Saltamontes

-¿Han logrado formar una red de escuelas en la naturaleza, para hacer lobby gubernamental y para ayudarse mutuamente?
-En Europa hay diversos países que tienen este tipo de redes. Para mí, uno de los trabajos más interesantes es que el que hace la Asociación Checa de Escuelas Infantiles en la Naturaleza. Tiene muchísima documentación, brindan asesorías y tienen un sistema de criterios de calidad para estas escuelas que para mí es el mejor, con diferencia. Luego está la Asociación del Reino Unido, que también ya lleva tiempo. En Alemania hay una federación de escuelas en la naturaleza que no funciona mal. Y hay otras en otros países también.
En España se intentó con una asociación nacional de educación en la naturaleza que quiso pasar a ser una federación para tener más fuerza de cara a las autoridades. Pero no logró salir adelante por discrepancias internas. Ahora queda la Asociación (EDNA), pero está bastante parada en este momento.

-A nivel personal, ¿qué has visto en tus hijas, que han crecido sus primeros años en un proyecto educativo en la naturaleza como Saltamontes? No creo que se pueda hablar de resultados en Educación porque no es una ciencia exacta, pero supongo que habrás estado observando. ¿Qué ves en niños que se crían y se educan así, podrías sacar alguna conclusión?
-Bueno, no son conclusiones, como bien dices, definitivas, pero sí observamos cosas en los niños que han ido pasando a primaria, como la generación de mis hijas, que son las que han empezado. Lo que observan los maestros de primaria es que son niños muy inquietos, con mucha curiosidad, con muchas ganas de aprender. Y también con unas habilidades sociales y emocionales fuera de lo común, porque en estos proyectos se trabaja mucho la emoción, la conexión, la cooperación, la empatía.
Son niños que crean un determinado ambiente en el aula, pueden facilitar la conexión entre compañeros. Esto se ha observado y no tiene nada que ver con la biología, con la naturaleza, pero sí con las experiencias que han tenido en ella.
En el caso de mis hijas, son adolescentes ahora mismo y se sabe que en la adolescencia hay un momento de desconexión, hay un distanciamiento de la naturaleza en general porque están mirando hacia adentro. Sin embargo, observo señales de esperanza, porque de vez en cuando te saltan con alguna cosa que dices: «¡Ah, esta semilla ha germinado!». Pero bueno, habrá que ver; tres personas es un tamaño de muestra muy pequeñito.

-¿Vos seguís participando en el día a día de Saltamontes?
-Por mi trabajo en la universidad y por mis proyectos de conservación de naturaleza, no puedo estar más a diario con los niños. Mi función ahora es más de asesora y en el rol de comunicación. Quedamos dos de las tres cofundadoras, así que ella es la que tiene un equipo de docentes a su cargo y nos ayudamos mutuamente con lo que necesitemos.

-Revista Colegio: Mi hija menor es la más interesada en cuestiones que tienen que ver con la naturaleza, pero también muy afín a la tecnología. Tiene muy internalizado el tema del cambio climático y el cuidado del ambiente. Como hablaste de los maridajes pedagógicos, quería saber si tu proyecto también contempla cuestiones que tienen que ver con este mundo digital.
-Para resolver este tipo de cuestiones aparentemente antagónicas, naturaleza y tecnología, usamos el SCTV: sentido común de toda la vida. No estamos radicalmente en contra de los teléfonos, de estar dentro, no somos radicales, en general, en nada. Es utilizarlo con cabeza. Si hay que consultar, por ejemplo, una guía de aves o plantas. Incluso Google si tenemos una duda. Pero tampoco es algo que esté presente todo el tiempo, porque estamos hablando de niños entre 3 y 6 años. No hay necesidad de usar consultas de este tipo, es poco habitual, pero no renegamos.
La tecnología está aquí, y ya no se puede hablar de nuevas tecnologías; es tecnología y punto. No es algo de lo que podamos prescindir, todo lo contrario, creo que tenemos que aprender a usarlo con inteligencia. No hay un rechazo visceral ni ideológico hacia la tecnología. De hecho, mis compañeras hacen fotos o pequeños videos cuando la situación lo permite, para, por ejemplo, fotografiar una obra de arte que hayan hecho, un niño subido a un árbol o lo que sea.

-Revista Colegio: ¿Cómo arman situaciones que fomenten la igualdad de género y la inclusión?
-Es una pregunta bien interesante porque hemos visto que la naturaleza hace la mitad del trabajo. Por ejemplo, cuando están en la naturaleza hacen un juego muy parecido, no hay un juego típico de niños y otro típico de niñas. Juegan a subirse a los árboles, a correr, a saltar, a buscar palos, independiente de su género, de su condición o de su etiqueta social. Es decir, lo que en España llamamos co-educación se da muy naturalmente.
Luego lo ves también en la ropa que llevan. En la escuela convencional es bastante habitual ver mucho rosa por un lado y mucho colorín por el otro. En la naturaleza no se observa tanto, ves a un niño de espaldas con la ropa que lleve ese día y no sabes muy bien si es un niño una niña.
Entonces, yo creo que la naturaleza iguala mucho sin que los acompañantes tengan que hacer nada, simplemente sucede. Es cierto también que a veces ellos traen cosas que han observado fuera, como esto del juego solo para niños y que las niñas no pueden jugar con nosotros. A veces se hace una mínima intervención para escuchar sus argumentos. Les hacemos reflexionar, pero no les ordenamos que incluyan a las chicas.
Y en cuanto a la inclusión, nuestro proyecto también fue pionero. En el segundo año llegaron dos niñas con discapacidad y luego fueron viniendo más. Empezamos a averiguar cómo hacerlo con alguien con dificultades psicomotoras, y gracias al empeño de las familias y los acompañantes de apoyo en algún caso, pudieron participar perfectamente. Y es verdad que no todos los niños van a poder hacer todo, ¿no? Si hay diferentes capacidades, ya las están observando desde el momento en que es un grupo de edades mixtas.

-Revista Colegio: ¿Cómo consiguen los recursos humanos para el proyecto?
-Eso es un temazo normalmente. Según el proyecto, la ratio suele ser de un docente cada 8, es muy baja. Además, suele haber siempre un mínimo de dos adultos. Tampoco queremos escalar, no podríamos tener 50 niños y hacer la matemática con la ratio. Porque en un grupo que está al aire libre necesitas tener mucha cohesión, mucha sensación de familia. Entonces, hay un límite por ratio y otro límite por número total, que suele ser entre 15 y 25 niños más o menos.
Los recursos económicos provienen del aporte de las familias, que usamos casi completamente para los recursos humanos, pues no tenemos que comprar mucho material ni mantener un espacio. Luego, en cuanto a la formación, tenemos muy claro que las personas que trabajan con los niños tienen que tener capacitación en algo relacionado con la infancia: magisterio, educación, títulos que pueden ser diferentes por país, pero que tenga conocimiento profundo de la infancia. Y la clave también está en que tienen que tener capacidad y ganas de estar al aire libre, porque ese miedo al frío o al calor también lo tienen profesionales. Por eso en las entrevistas tenemos ya una batería de preguntas que está orientada a aguantar el clima y cargar una mochila.

Contacto con Katia Hueso: katiahueso@gmail.com / @katiahuesonatura
Contacto con Proyecto Educativo Buscabichos en Uruguay: @proyectoeducativo.buscabichos
Contacto con Colegio Armonía: @colegioarmonia

Ver video sobre el Grupo de Juego en la Naturaleza Saltamontes: 

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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