OPINIÓN – Por Dolores Bulit
En los últimos dos años me llamaron de tres partidos políticos para saber más sobre esto de las alternativas educativas. ¿Por qué me preguntan a mí, que no soy docente, académica, funcionaria ni experta, habiendo tanta gente que se dedica a la educación? Supongo que se dieron cuenta de que no pueden seguir haciendo lo mismo si quieren resultados distintos.
Como medio de comunicación, AlterEdu muestra y promueve lo que ya hay y está funcionando. Y que nadie parece notar como caminos posibles para la mejora educativa. No hace falta buscar una aguja en un pajar ni viajar a Finlandia. Tomen nota:
- Las alternativas educativas no son una innovación: están ahí desde hace más de un siglo. Es cuestión de aprovecharlas y dejarlas existir. La pluralidad y la diversidad de pedagogías, didácticas y formas de gestión son buenas para el sistema educativo público. No son una amenaza ni prtenden ser impuestas a todo el mundo. Son un ejemplo de cómo podemos sentirnos más cómodos aprendiendo y enseñando todos: chicos, familias y docentes.
- Más que hacer nuevas leyes y regulaciones, hay que reeducar y explicar a los supervisores e inspectores escolares qué son esas escuelas distintas. Ayudarlos a sacarse la «gorra» para que cumplan su verdadera función: acompañar y ofrecer lo que tengan a su alcance para que esos proyectos puedan existir y prosperar, que ya bastante les cuesta la desinformación social y la falta de apoyo del sistema público. Si no, el funcionamiento de estas escuelas alternativas queda sujeto al conocimiento y humor particular de cada funcionario.
- Las escuelas deben ser reconocidas tal como son, porque en esas prácticas reside su diferencial: la agrupación multiedad, la configuración no convencional de los espacios y la arquitectura, el uso de jardines y espacios externos para aprender, un uso alternativo del tiempo (por ejemplo, sin separar trabajo de recrero), la no compartimentación del conocimiento en materias troncales y especiales, la evaluación formativa en vez de calificaciones y exámenes, el acompañamiento de trayectorias educativas individuales, las decisiones asamblearias, la elección de maestros idóneos, la financiación mixta, etc.
- Cada provincia argentina debería ofrecer mesas de exámenes libres, para que quienes aprenden fuera de la escuela o en proyectos no reconocidos puedan certificar su educación con títulos oficiales. Hasta hoy, esa opción sólo figura en un par de reglamentos escolares provinciales.
- Las alternativas educativas tienen mucha experiencia de educación exitosa. Podrían sumarse como asesoras del Consejo Federal de Educación, el órgano que decide y consensúa las políticas públicas en la materia.
- Las escuelas de gestión social y cooperativa ya figuran como tercera opción junto con las estatales y las privadas en la Ley Nacional de Educación. Tienen las características que representan a muchas escuelas alternativas: forman comunidades educativas fuertes, son autónomas para elegir proyecto pedagógico, educadores comprometidos e idóneos y deciden cómo utilizar sus recursos. Lo único que hay que hacer es reglamentarla en todas las provincias donde falta.
- Hay que financiar más, pero sobre todo mejor, a la educación. No suele cumplirse con el 6% del PBI estipulado por la Ley Nacional de Financiamiento Educativo. La ineficiencia se ve en la asignación de cargos, obras de mala calidad que duran poco, auxiliares en horarios donde no pueden limpiar porque coinciden con las clases, etc.
- Confíen en los profesionales de la educación y sus comunidades para tomar decisiones. Incentiven a los que logran buen clima escolar, estabilidad en los proyectos y comunidades unidas de estudiantes, docentes y familias.
- La educación en casa es una realidad en Argentina y no hay ninguna ley que la prohíba. Es perfectamente legal en varios países. No es una amenaza para nadie porque la practiva un porcentaje muy bajo de personas que, en general, se preocupan mucho por sus hijos. Regularla está resultando difícil porque los que toman decisiones crecieron creyendo que el formato escolar tradicional es la única forma que conocen. La tolerancia y el apoyo a esta modalidad sirven, así como las escuelas y proyectos con distintas miradas pedagógicas, para enseñar, inspirar y enriquecer el sistema educativo público.
- La política tiene pocos incentivos para mejorar la escuela de gestión estatal porque los funcionarios suelen mandar a sus hijos a las privadas. No conocen sus problemas en primera persona, y en el fondo de su alma, como dice mi mamá, sienten que sus propias familias están «salvadas». ¿Por qué no puede ser un requisito para la función pública en cualquier área de Educación mandar a tus hijos a una escuela pública estatal?
- Podría decirse que los ciudadanos podemos influir en la Educación al votar consejeros escolares. Sin embargo, son cargos que se usan de relleno o responden a la jerarquía partidaria más que a las necesidades de infraestructura de las escuelas. Mi experiencia me muestra que son administradores de sellos que alargan los tiempos de respuesta de la dirección escolar provincial a los problemas edilicios. Otras formas directas de participar e influir en Educación son: asociarse a las cooperadoras escolares, asociaciones de padres, cooperativas docentes y comunitarias, solicitar audiencias públicas, relacionarse con legisladores y funcionarios locales, participar activa y solidariamente en las redes de escuelas alternativas (tanto las que se agrupan por pedagogía como por tipo de gestión), generar discusiones sobre calidad educativa en los sindicatos, las ciudades y los barrios, unirse con otros sectores, etc.
Foto de portada: Museo Bernasconi
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